“Los Fujimori son una plaga oriental que estamos liquidando”, tuiteaba la conocida psicóloga Carmen Gonzales a finales de junio pasado. Este tipo de comentarios, cargados de xenofobia y racismo, se propagaron por las redes sociales junto a una marcada campaña antifujimorista en el contexto de la segunda vuelta electoral. “Los Fujimoris no se sienten peruanos. Tienen alma de piratas japoneses”, añadía Gonzales.
Además del rechazo que suscitan las figuras de los Fujimori en el Perú, este tipo de expresiones evidencian que, en varias ocasiones, la contracampaña ha incurrido en violentar a las comunidades asiáticas. Les han dicho de todo. Desde “falsos chinos” hasta frases de odio que les exigen regresar a su país de origen.
Pronunciamiento del colectivo Tusanaje frente a actos racistas.
Fuente: Twitter.
Frente a ello, los diferentes colectivos de las comunidades Tusán y Nikkei -integradas por peruanos con ascendencia asiática- han denunciado el uso de su identidad como un insulto en las pugnas entre políticos. “Tusanaje”, una organización que busca incentivar la producción cultural y la investigación en torno a la valoración de los peruanos con raíces chinas, emitió un pronunciamiento al respecto.
El comunicado era enfático: “NO SOMOS UNA PLAGA ORIENTAL, ni debemos regresar en barcos a nuestros países de origen. Somos peruanos, así como muchos descendientes de otros grupos étnicos”. Los “tusanes” se pronunciaron para exigir respeto, y resaltaron que ser antifujimorista es hacer patria, pero ser racista y xenofóbico, por el contrario, no lo es.
Esta no es la primera vez que la discriminación por estereotipos étnicos ha cobrado protagonismo en una campaña electoral peruana. Desde 1990, la presencia de los Fujimori ha provocado una serie de comportamientos racistas y xenófobos contra las diversas personas asiáticas o descendientes que viven en Perú.
“Un estereotipo común es decir que todos somos chinos sin importar realmente cuál es nuestro origen”, afirma Juan Jhong, representante de Disidencia Tusán, una colectiva de izquierda cuyo propósito es reivindicar la identidad de los descendientes de inmigrantes chinos. Jhong también señala que las figuras de Alberto y Keiko Fujimori, políticos de derecha conservadora, han creado el prejuicio de que todas las comunidades asiático-peruanas comparten la misma postura ideológica. “Sin embargo, existe una diversidad de voces nikkeis y tusanes de izquierda”, enfatiza Jhong.
En este contexto, donde las generalidades abundan, es importante precisar que la comunidad a la que pertenece el clan de los Fujimori es la Nikkei, conformada por migrantes japoneses y sus descendientes. De acuerdo al Censo Nacional de 2017, 22 534 peruanos se auto identificaron como integrantes de esta comunidad. En el caso de los padres de Alberto Fujimori, ellos emigraron de una región ubicada al sur de Japón, Kumamoto, hace más de 80 años. De este mismo lugar, llegaron a Perú más de 3 mil migrantes, entre 1903 y 1939.
Por otro lado, la comunidad Tusán está integrada por los peruanos con descendencia china. Una parte de los tusanes critica tanto al expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad, como a su hija Keiko, acusada de lavado de activos y de liderar una organización criminal, por apropiarse de su identidad con fines políticos.
“Han cogido características de otra cultura que no es la suya para hacerse populares por un tema electoral”, afirma Valeria Wong, estudiante universitaria y tusan de tercera generación. Wong, además, se unió durante la segunda vuelta al movimiento Keiko No Va e indica que tiene una clara postura antifujimorista.
Oscar Rondan, director de la Asociación Cultural Satori e investigador de la cultura japonesa, afirma que este problema surge por la falta de información. “Hay un desconocimiento muy grande de que Fujimori es de Japón, a pesar de que, luego de escapar del país en su tercer intento de reelección, fugó precisamente a este país. Hay mucha falta de memoria de la historia del Perú”, señala Rondan.
El investigador también sostiene que Fujimori representa una de las figuras más odiadas de las últimas décadas a raíz de las violaciones de derechos humanos ocurridas en el conflicto armado interno. Además, sostiene que la sociedad peruana suele ser muy xenofóbica frente a lo que desconoce. Estos son factores que podrían explicar el origen de la discriminación étnico-racial contra las comunidades asiáticas.
Ya ha ocurrido antes en otros contextos electorales peruanos. Martín Tanaka, politólogo e investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos dejó un precedente en un artículo que escribió. “En 1990, cuando Alberto Fujimori pasó a la segunda vuelta y durante las primeras semanas de haber ganado las elecciones, se presentaron muchos casos de manifestaciones racistas contra nikkeis. Por ejemplo: insultos en las calles, en algunos medios o impedimentos de ingreso a algunos locales comerciales” señala Tanaka.
Valeria Wong es enfática al señalar que el rechazo contra Keiko Fujimori no debería estar basado en sus raíces étnicas. “Existen muchas personas en redes desinformadas, que con comentarios racistas buscan hacerte sentir que debes salir del país. Nosotros venimos de un montón de espacios migratorios”, relata Wong.
Existe una visión generalizada en la que todos los asiáticos son ‘chinos’. Según el investigador Óscar Rondan, esta perspectiva invisibiliza las particularidades. “Hemos tenido migración china y japonesa, pero siempre se ha etiquetado como chinos a todos los descendientes de migrantes asiáticos. Pero no es lo mismo hablar de la comunidad vietnamita, de la japonesa o de la filipina”, asegura.
Valeria Wong afirma que denominarlos a todos bajo el término ‘chino’ es racista porque implica un desinterés por visibilizar la diversidad de identidades asiáticas. “Los colocan a todos en el mismo saco para excluirlos. Les dicen, por ejemplo ‘el chino de miércoles del chifa’ y eso es bastante peyorativo”, añade la estudiante tusán.
Wong también pertenece a un bloque asiático-peruano por ser parte del colectivo ‘Tusanaje’, conformado por aproximadamente 40 personas tusanes y nikkeis. Desde una perspectiva anticolonial, se han propuesto como objetivo problematizar distintos aspectos de la relacionados con sus orígenes, como la discriminación o la “exotización” de su cultura.
Racismo multiplicado en pandemia
Además de la violencia reportada contra ciudadanos asiáticos durante la campaña electoral de la candidata nikkei Keiko Fujimori, desde el 2020 los casos de racismo contra integrantes de la comunidad tusan y ciudadanos chinos que viven en Perú han incrementado a raíz de la pandemia. Así lo indica Gustavo Oré, director de Diversidad Cultural y Eliminación de la Discriminación Racial del Ministerio de Cultura (Mincul).
“Nadie puede ser discriminado por su identidad etnico-racial. El estado está en la obligación de garantizar la pluralidad y asegurar la convivencia. Además, debe buscar visibilizar los colectivos y generar evidencia sobre sus aportes culturales”, añade Gustavo Oré.
El funcionario del Mincul también señala que hay estereotipos sobre los ciudadanos chinos relacionados al poco aseo o cuidado personal. “Estos han incentivado comentarios denigrantes que los culpabilizan de la propagación del Covid-19”, apunta. Y como aún no suele distinguirse a las personas con rasgos asiáticos que provienen de diversas comunidades, al final todas terminan viéndose afectadas.
La relación entre la propagación del virus y las comunidades tusán surgió en parte por la creación de los textos de la sopa de Wuhan. Estas reflexiones de la pandemia fueron muy criticadas. La historia relata cómo un señor comió una sopa de murciélago, y de pronto da inicio a una pandemia en la cual la receta para el cuidado es distancia y cuarentena. Valeria Delgado, estudiante de Periodismo tusán, es testigo de ello. Delgado recuerda que al inicio de la pandemia recibió comentarios de personas cercanas que le dijeron que “todo era culpa de su gente que come murciélagos”.
“Lamentablemente en el país, el delito de la discriminación no tiene un desarrollo en la jurisprudencia adecuado, lo que desalienta a las personas a denunciar”, añade finalmente Gustavo Oré.
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