¿Qué pasa con aquellas mujeres que, por llevar un disfraz e interpretar a un personaje en eventos relacionados a animes, mangas, cómics, videojuegos, películas, son acosadas sexualmente por sujetos que no reciben ningún tipo de sanción? Este es un problema a nivel mundial que motivó la campaña “Cosplay no es consentimiento”, cuya frase ganó mayor notoriedad en la Convención de Cómics de Nueva York del 2014. En el siguiente reportaje, cuatro cosplayers peruanas, que pidieron ser mencionadas con sus iniciales, nos cuentan sus experiencias.
*Este trabajo fue elaborado en el curso Taller de Redacción Periodística, dictado por el profesor Mario Munive.
Por Avril Sánchez
“Para el momento en que empezó la situación con el chico, yo ya estaba nerviosa, y con él siguiéndome a todos lados, me puse peor”, revela L. G. con una voz temblorosa al recordar los hechos. Ella y una amiga suya fueron acosadas en un evento de arte en el Centro Comercial Arenales por un supuesto “fan”.
Luego de un momento con mucha ansiedad, con la defensa de un amigo y el apoyo de los organizadores, el acosador fue retirado del lugar, aunque sin ninguna sanción o denuncia en su contra.
“Como cosplayer, una sabe que te van a pedir fotos. No hay problema con eso. Pero luego aparece alguien que te agarra de la cintura sin que le hayas dado permiso, y te sientes incómoda. ¿A quién le vas a decir? Tal vez a tus amigos. Igual no hay nada que puedan hacer”, cuenta A. C., quien refiere que ha sido testigo de varias situaciones de esa índole.
Judith Huancas, gestora del Proyecto de Implementación del Enfoque de Género en la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la PUCP, explica que todo parte de una sexualización de los cuerpos femeninos expresada incluso en algunos animes, de modo que los acosadores asumen que, si llevan el disfraz puesto, tienen que actuar como el personaje al que representan.
M. M. recuerda que unos chicos se acercaron a ella por una foto y después le preguntaron si podía hacer sonidos japoneses como onii-chan, que pueden tener una connotación sexual en ciertos géneros de anime.
La experiencia de disfrazarse de un personaje se vuelve una situación no grata cuando hay individuos que se aproximan con ganas de “recrear estas fantasías”, en palabras de Huancas.

Otra cosplayer que decidió hablar tras pasar por un momento estresante en uno de estos eventos es L.G. Relata que un chico de 17-18 años le había estado escribiendo de manera insistente por Instagram con la excusa de que quería entrar a un determinado grupo.
Posteriormente, asistió a una feria en la que estaba presente y empezó a seguirla, a pesar de que tanto ella como su amiga le pedían que se alejara. L.G. se dio cuenta de que el joven en cuestión también le había escrito a su amiga. En el caso de esta última, localizó hasta su centro de trabajo.
Aunque la mayoría de estos acontecimientos le suceden a mujeres, los hombres no están exentos. D, por ejemplo, narra que había acudido a una de estas ferias junto con amistades y una desconocida que también portaba un disfraz le hacía comentarios de carácter sexual acerca de la vestimenta que ella misma traía.
“La próxima vez puedo venir con una falda aun más cortita”, le dijo. Además, comenzó a tocarlo por los hombros, la cara y los brazos. Ante la incomodidad de D, alguien de su círculo tuvo que apartarla para que lo dejara en paz.
Los cosplayers no están a salvo ni entre ellos. “Los eventos deberían llevar un conteo de la gente que va disfrazada. Así, cuando estas situaciones ocurran, ya tenemos a una persona directa a la que señalar”, sostiene Judith Huancas.
La especialista recomienda a los organizadores de estos eventos establecer protocolos de apoyo a las cosplayers que sufrieron acoso debido a la facilidad con la que ocurren.
Los testimonios conseguidos resaltan la importancia de denunciar cualquier situación de acoso, ya sea de forma pública o legal, y reclaman que las ferias sean espacios seguros, dedicados exclusivamente al entretenimiento.