
Durante la crispada segunda vuelta electoral, el pueblo peruano presenció cómo se intensificó la polarización política mediante el uso de simbolismos a favor de los candidatos presidenciales. Fuerza Popular decidió relacionar el apoyo ciudadano que tenían con el afecto por la selección peruana de fútbol. Keiko Fujimori, la lideresa de la agrupación, llamaba a la unidad del país mediante un discurso en defensa de la democracia. Para vincular su mensaje con el fervor que genera el deporte rey, vestía los colores de la blanquirroja en los mítines que realizaba.
Sus partidarios compartían vídeos propagandísticos del partido naranja con clips oficiales de la Federación Peruana de Fútbol (FPF). Asimismo, doce jugadores del equipo nacional se unieron a la controversial campaña “Ponte la camiseta Perú”. A través de esta, manifestaron su preocupación por el presunto avance del comunismo ante la candidatura de Pedro Castillo, político de izquierda.
¿Qué elementos contiene el fútbol para ser aprovechado por la política? El periodista deportivo Dan Lerner explica que una de las principales razones es su capacidad de convocatoria masiva. Este deporte permite crear vínculos entre personas que no se conocen ni comparten las mismas ideas.
Más allá de ser un fenómeno social, es entretenimiento para la gente: puede calmar las tensiones sociales durante momentos de crisis nacional. Por estos factores, el fútbol contribuye a la formación de una identidad nacional. “A pesar de que estamos en constante conflicto cuando se trata de política o religión, todos queremos que gane Perú”, indica Lerner. El periodista considera que ellos, por su posición como líderes de opinión, pueden llamar la atención sobre temas tabú. No obstante, menciona, es común que la normativa de federaciones o clubes impida que los deportistas se pronuncien.
El mito del fútbol y el nuevo ciudadano

Evidentemente, el suceso ocurrido en la segunda vuelta electoral no ha sido la primera ni será la última vez que este deporte sea involucrado en la política peruana. De hecho, desde su llegada al país tiene un carácter político. El fútbol arribó al Perú como parte del proyecto educativo y modernizador durante las primeras décadas del siglo XX. Las élites aristocráticas pretendían moldear al nuevo ciudadano limeño a través de los deportes. El fútbol resultaba útil para enseñar valores y formar el cuerpo y mente sanos.
Sin embargo, informa el historiador Jaime Pulgar Vidal, la intención detrás del nuevo peruano es que el país pase por un proceso de higienismo social, tal como ocurría en países de la región. De esta forma, se podría moldear a la sociedad a partir de los cuestionamientos discriminatorios de la época. “Lo que pretendía el higienismo era que la gente aprenda a tener un cuerpo saludable para que la ciudad esté en óptimas condiciones y, por lo tanto, el trabajo de las autoridades sea más eficiente”, detalla el académico.
El modo para que los ciudadanos aprendan estas costumbres era mediante el deporte. El proyecto no prosperó debido a que gran parte de la población limeña estaba al margen del sistema educativo, por lo que aprendieron el fútbol en las calles. Así, el deporte de valores caballerescos fue resignificado por las clases populares hacia aspectos lúdicos y de diversión.
No obstante, perduraron las relaciones clientelistas entre autoridades, “padrinos” y clubes de fútbol que buscaban apoyo. De esta manera, por ejemplo, el club Alianza Lima pudo jugar en primera división. Lo logró mediante el respaldo de Foción Mariátegui, el confeso brazo derecho del expresidente Augusto Leguía. “Para 1912, el club victoriano era el único que no estaba formado por obreros o la élite”, indica Pulgar Vidal. Esto no significa que esta escuadra fuera el único equipo popular que se creó. Varias intentaron formalizarse con la ayuda de «padrinos», pero no lograron tener el suficiente peso dentro de la burguesía.
En simultáneo, otro espacio en el que se promovía la práctica del fútbol eran las cárceles de Lima. Como señala el historiador Carlos Aguirre, las autoridades intentaron aprovechar el potencial educador del deporte para alejar a los internos de los malos vicios (como la vida nocturna) y reformar las actitudes erróneas e inmorales de los rehenes. Dada su popularidad, el fútbol fue visto como una forma de control social. Aquellos con buen comportamiento serían recompensados y se les permitiría jugarlo.
Pero así como las clases populares resignificaron el fútbol, los reos encontraron en el balompié un aliado para obtener beneficios y entablar negociaciones con los funcionarios. Es así que se forjan relaciones de clientelismo dentro de las cárceles. “Los presos buscan padrinos para conseguir ventajas en sus condiciones de vida, mostrarse como personas confiables y sin vicios. A cambio, las autoridades lograban mayor orden, lo cual ya es bastante», explica Aguirre.
El balompié: un arma de doble filo para Leguía
Durante el Oncenio, el exmandatario Leguía recurrió al fútbol para legitimar su gobierno y reducir las demandas económicas y laborales de los sectores populares. A falta de otras formas de organización civil, menciona Pulgar Vidal, el Estadio Nacional era el escenario ideal para el encuentro entre el presidente y la población. Esto se debe a que en un partido todos se ven representados: los sectores populares, las clases medias y las élites. Entonces Leguía iba a los partidos con el fin de involucrarse con aquellos potenciales votantes.
Asimismo, cuando el jefe de Estado propone el acercamiento con Chile para acordar el retorno de Tacna a territorio nacional, se recurre al balompié para vincular a ambos países. Así, equipos sureños son invitados al Perú para jugar partidos amistosos. Según periódicos de la época, el Santiago Football Club realizó una de las primeras visitas a la capital en 1928. «El equipo chileno juega, los espectadores los aplauden y, mediante el fútbol, se fomentan otro tipo de visitas. En lugar de generar enemistad, el fútbol pretende acercar a dos pueblos que habían quedado en malos términos», afirma el académico.

Pulgar Vidal apunta que, durante el Oncenio, la libertad de expresión estaba suprimida por el Estado, ergo la mayoría de medios hablaban bien de Leguía y los equipos de fútbol que apoyaba. En este contexto, La Prensa, periódico controlado por el expresidente, difunde la nueva identidad del fútbol peruano. El historiador explica que las crónicas deportivas de la época describían jugadas vistosas. De esta forma, los lectores se animarían a ir a los partidos para verlas en vivo. Además, los diarios empezaron a colocar apodos a los jugadores y utilizaban metáforas para hablar de su estilo de juego, como ‘El caracol’ Villanueva o los bailes de marinera de Lavalle y Villanueva.
El Comercio, diario de los Miró Quesada, en cambio, solía atacar a Alianza Lima, equipo ayudado por el Gobierno. Inclusive, llegó a catalogar a sus futbolistas como gente violenta e innoble. “El Comercio y La Prensa representaban dos líneas políticas en ese momento antagónicas: el antiguo civilismo excluyente en la práctica y el nuevo leguiísmo inclusivo en el papel”, detalla Pulgar Vidal. Se trata de una pelea entre diarios que, como efecto colateral, intensificó el clásico nacional. La Prensa hablaba bien de ‘Los grones’, mientras que El Comercio hablaba bien sobre Universitario de Deportes, su clásico rival.
Berlín 36: las Olimpiadas del general Benavides

Años después, el general Óscar Benavides aprovecharía un contexto deportivo favorable para establecer vínculos entre el fútbol, la patria y la nación en el marco de las elecciones presidenciales de 1936. El régimen de Benavides apoyaba al candidato del Frente Nacional Jorge Prado, a quien consideraba el único capaz de mantener la presunta estabilidad que el país había logrado durante su gobierno. Además, como anota Pulgar Vidal, para el gobierno era imperativo evitar que el país fuera liderado por grupos a los que consideraba extremistas y antinacionalistas, haciendo clara alusión al Apra y a Unión Revolucionaria.
Los diarios de la época mostraron una preocupación similar. Para desvirtuar las candidaturas rivales, la prensa se encargó de advertir del peligro de que las izquierdas y los grupos radicales ganaran las elecciones, refiriéndose a la candidatura de Eguiguren y, en cierto modo, al postulante Luis Flores de Unión Revolucionaria.
“¡Peruano! ¡Piensa en tu patria y en los peligros que la amenazan! ¡Todo lo que constituye la nacionalidad peruana está en peligro: unidad, sistema económico, tranquilidad social, sentimiento religioso, vida civilizada, porvenir!”, fueron las frases que acompañaron la edición del 4 de octubre de 1936 del diario de los Miró Quesada.
Se utilizaba la figura de héroes populares, entre ellos Alejandro Villanueva portando la bandera, para hacer ver que lo más importante en el Perú era apoyar el nacionalismo y, explica el historiador, alejarse de aquellos partidos políticos que quieren disolver la nacionalidad peruana, como el comunismo o el aprismo. Esta doble intención conlleva a que el exmandatario presente tanto a Prado como a Villarán como las dos únicas opciones a favor del Perú.
Por aquel año, se celebraban los Juegos Olímpicos en Berlín, torneo al que la selección peruana de fútbol se había clasificado. Tras un inicio positivo, la esperanza dio paso a la controversia. Y es que luego del triunfo 4-2 contra Austria en cuartos de final, la Federación rival solicitó la repetición del encuentro al aludir que aficionados peruanos habían invadido el campo y agredido a los jugadores austriacos. La FIFA y el Comité Olímpico ordenaron el reencuentro, decisión que provocó que la delegación nacional decidiera retirarse de la competición ya que lo consideraban una injusticia.
Dicho suceso vivido por los deportistas fue interpretado por el Gobierno como un supuesto ataque al nacionalismo. Por consiguiente, se situó al expresidente Benavides como defensor del país y sus ideas nacionalistas. Convenientemente, esto sucedió semanas previas a las elecciones presidenciales. A pesar de que ninguno de los candidatos predilectos por el Gobierno ganó, el Jurado Nacional de Elecciones declaró la nulidad de elecciones bajo el pretexto de que la candidatura de Luis Antonio Eguiguren, quien resultó ganador, se había beneficiado por el apoyo del Apra, partido político que no tenía permitido participar. Así, el general Benavides permaneció en el cargo hasta 1939.
Durante los años posteriores a las elecciones, y ya con el vínculo de patria y fútbol en la mente de los peruanos, Benavides supo beneficiarse de los buenos resultados de la selección peruana para gestar la idea de la construcción de una nación a través del balompié. En 1937, la bicolor obtuvo la medalla de oro en los Juegos Bolivarianos. Pero, más importante aún, en 1939, Perú ganó por primera vez en su historia el Campeonato Sudamericano (Copa América en la actualidad). En ambas ocasiones, el presidente mostró su apoyo al equipo, acto que fue bien recibido por la población. En el triunfo, los peruanos de toda condición social y racial encontraron un espacio común para relacionarse.

Velasco jugando su propio partido
El 3 de octubre de 1968 se dio un golpe militar en el Perú durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry. A diferencia de otros golpes ocurridos aquí o en otros países, la dictadura militar encabezada por Juan Velasco Alvarado trajo consigo un nuevo proyecto de Estado enfocado en la transformación social, según comenta el historiador Carlos Aguirre.
“No era un proyecto de defensa del orden establecido, anticomunista y favorable a Estados Unidos. Era un proyecto nacionalista de cambio de estructuras y llamado por ellos como la Segunda Emancipación”, explica.

Con la nacionalización del petróleo en octubre de 1968 y la Reforma Agraria en junio de 1969 ya realizadas, los asesores presidenciales vieron en la selección peruana de fútbol una oportunidad para transmitir este sentimiento de unidad nacionalista entre el pueblo y el gobierno militar. Las clasificatorias para el Mundial de México 70 se estaban jugando y era natural que la selección despertara una ola de fervor entre la población, que Velasco aprovecharía.
“Vienen las eliminatorias y Velasco, con mayor énfasis que en otros países, invita a los jugadores a Palacio de Gobierno y, cuando van a Argentina, son escoltados por aviones militares peruanos”, comenta Aguirre.
El empate en la ‘Bombonera’ en Buenos Aires selló la clasificación de Perú y la eliminación del equipo albiceleste gracias a los dos goles de ‘Cachito’ Ramírez. Aguirre señala que “el Gobierno obviamente celebra y enfatiza el hecho de que este logro que une a los peruanos está ocurriendo en pleno gobierno militar y proceso revolucionario de liberación nacional”.
Sin embargo, uno de los hechos más relevantes durante esa campaña clasificatoria hacia México la daría el dictador peruano una fecha atrás. En su artículo “Perú Campeón: fiebre futbolística y nacionalismo en 1970”, Carlos Aguirre resalta cómo, en el partido ante Bolivia disputado en Lima, el presidente Velasco bajó al terreno de juego para saludar a ambas escuadras antes de iniciar el encuentro. Ante tantos aplausos del público asistente, el mandatario decidió dar la vuelta a la pista olímpica del estadio con la mano derecha en alto saludando a los miles de peruanos que ondeaban sus banderitas, como informaron los diarios La Prensa y La Crónica.
Morales Bermúdez y el plan «Contigo Perú»
Años después, Velasco sería retirado del poder tras un golpe de Estado propiciado por Francisco Morales Bermúdez, quien fue el presidente del Perú durante las clasificatorias al mundial de Argentina 1978. En medio de protestas sociales por la crisis económica, el expresidente Morales Bermúdez decidió apoyar al fútbol peruano, sobre todo a la selección nacional, como una de sus estrategias para ganar popularidad.
Por ejemplo, en el libro “El otro partido: la disputa por el gobierno del fútbol peruano” (Panfichi, Vila, Chávez & Saravia), se narran las gestiones del Gobierno para que algunos de los seleccionados más representativos de la época, que habían dejado el país debido a las políticas del gobierno de Velasco Alvarado, vuelvan al Perú para jugar por los clubes locales. Así, jugadores como Oblitas, Sotil, Cubillas, Rojas, Barbadillo, Muñante, Ramírez, Soria o Chumpitaz pudieron continuar su carrera en territorio nacional.

En aquellas eliminatorias sudamericanas, Perú formaba parte del grupo C junto a Ecuador y Chile. La escuadra nacional llegaba a la última fecha como segundo del grupo y se enfrentaba a Chile, el puntero de la tabla, como local en el Estadio Nacional. Solo la victoria servía para la clasificación a la liguilla que permitía disputar los cupos al Mundial. El 2-0 fue el marcador final y provocó la euforia entre la población. Incluso el mismo presidente saltó al terreno de juego lleno de emoción para cantar el himno nacional junto a los seleccionados.
“Cuando Oblitas anotó el segundo tanto, el general bajó hasta la cancha y abrazó al entrenador Marcos Calderón. Luego, en el vestuario declaró a los futbolistas como hijos predilectos de la patria. Le pidió a Meléndez su camiseta sudada y se la puso; salió así a la calle, sonriente”, se relata en el libro citado. Tal fue la euforia que decidió suspender el toque de queda por ese día y se permitió la celebración nacional por la victoria del conjunto peruano.
Previamente en el encuentro de ida ante el país sureño, los futbolistas estaban motivados para ganar el compromiso ya que habían escuchado por primera vez el ‘Contigo Perú’. Arturo ‘Zambo’ Cavero se encargó de entonar la canción, mientras que Óscar Avilés lo acompañaba con su guitarra. El tema fue compuesto por el cantante Augusto Polo Campos a pedido del presidente Morales Bermúdez.
El jefe de Estado deseaba una canción que aliente a los jugadores y despierte el sentimiento de pertenencia con el país en los peruanos. De esta manera, se buscaba obtener una mayor aceptación de la población. Los objetivos se cumplieron ya que la canción fue cantada tras la victoria en el partido de vuelta disputado en Lima junto a otros icónicos temas como ‘Perú campeón’.
Una falsa idea del patriotismo
A pesar de la euforia nacionalista que genera el deporte rey en la sociedad, Aguirre mantiene la tesis de que este sentimiento, aunque real, es superficial y efímero. Es decir, el equipo nacional de fútbol no reencarna verdaderamente un sentimiento de identificación y unión nacional. El investigador explica que estas fuertes emociones desatadas por la clasificación se fueron atenuando con la eliminación del Mundial.
“El discurso de unidos en la derrota ya no sirve, porque nadie quiere unirse a un equipo perdedor. Incluso hubo acusaciones a jugadores. En la aduana los trataron mal, hubo rumores de peleas o actos de indisciplina. Todo aquello que era color de rosa terminó cuando Perú fue eliminado del Mundial”, recuerda.

El sentimiento de amor a la camiseta, según Aguirre, no puede ser sinónimo de amor al país. Es un amor al equipo, al resultado, pero que se camufla dentro del sentimiento patriota, el cual se desvanece cuando, por ejemplo, se cantan lemas racistas en el estadio hacia algún grupo étnico. Episodios como la campaña “Ponte la Camiseta” exponen las contradicciones de un nacionalismo basado en el fútbol. En este caso, la selección de fútbol, aquella capaz de unir a todos los peruanos, provocó divisiones entre la ciudadanía.
Por su parte, el periodista Dan Lerner considera que el futbol no funciona como la base estable de un sentimiento de ese tipo. Resulta, más bien, necesario tener en cuenta la situación industrial, social y económica de un país para generar un nacionalismo que perdure. “A pesar de que el fútbol puede servir para motivar manifestaciones nacionalistas, no creo que existan dictaduras que se hayan apoyado únicamente en el deporte para mantenerse en el poder”, señala el redactor del diario español As.
Más de 100 años han pasado desde que el fútbol llegó al Perú y el equipo nacional sigue siendo considerado como un símbolo de unión nacional, lo cual ha sido aprovechado por los políticos a lo largo de los años. La selección, su camiseta y los jugadores aún son vistos como una forma de promover proyectos políticos, legitimarse o endosar votos.