Tres personas trans que luchan por sus derechos y se abren paso en distintos campos laborales, como la repostería, el periodismo y la medicina, contaron sus testimonios en la feria “Trans Fest”, que se realizó el 31 de marzo con el apoyo de la Embajada de España en Perú. El conversatorio abordó el problema del costo de ser una persona trans en el país. Y es que llegar a donde están ahora María Isabel, Gianna y Joaquín ha implicado toda una lucha, que se inició cuando decidieron transicionar.
Por Valeria López
Portada: Valeria López
El Centro Cultural España está lleno. En la terraza, doce feriantes, todes emprendedores trans, ofrecen sus productos. Hay polos, collares, stickers, pines y hasta postres veganos. Es momento de celebrar la vida, la lucha y la resistencia. Es momento de exclamar: “¡Existimos y aquí estamos!”
María Isabel, mujer trans y emprendedora, está en el centro cultural. Ella participa del evento ofreciendo unos alfajores decorados con los colores de la bandera trans que se venden rápidamente. “Yo estudié Hotelería y Turismo en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Hasta 2019 trabajé en un hotel, pero a raíz de que empecé mi transición ya no me renovaron el contrato. Me quedé sin trabajo. Vino la pandemia. Todo se me vino encima”, recuerda.
Isa, como le dicen, no se rindió y empezó un emprendimiento de postres temáticos: Maisa. “En la universidad me enseñaron repostería y durante la pandemia decidí perfeccionar lo que aprendí. Mis primeros postres se los vendí a familiares y amigas. Eventualmente, nació Maisa”. Hoy el emprendimiento de María cuenta con casi 500 seguidores en Instagram y ella espera que el número continúe creciendo. Aunque ha encontrado la forma de salir adelante, no olvida la injusticia que se cometió contra ella. La suspensión de su contrato fue una arbitrariedad. “A las empresas les diría que todes tenemos capacidades. No por ser trans somos inferiores, todes somos iguales”, denuncia Isa.
Y es que vivir como una persona trans en una sociedad como la nuestra es un acto de lucha constante. Así lo indica un estudio de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. La institución calcula que el 63,9 % y el 27,9% de personas trans en nuestro país se dedica al trabajo sexual y labora en una peluquería, respectivamente.
Esta segregación ocurre aun cuando el 44,7% de personas trans ha terminado la secundaria y el 16,8% tiene estudios superiores. En el Perú, parece que los prejuicios tienen más peso que un título profesional.
En el evento también se encuentra Gianna Camacho, periodista trans y defensora de los derechos humanos de su comunidad. Asiste al centro cultural para participar de un conversatorio sobre el costo de ser trans en el Perú. Quiere compartir su historia. “Yo estudié Periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza. Cuando transicioné ya había trabajado en distintos medios de comunicación. Un colega que se enteró de mi transición me dijo: ‘Ya fuiste, el Perú no está preparado para una periodista trans’”.
Las palabras de su colega impactaron a Gianna. Desde entonces, decidió posicionarse como “periodista trans” en todas sus redes sociales. “Busco esta visibilidad intencionalmente porque lo que no se nombra no existe”, señala.
Gianna reconoce que actualmente la identidad trans es más visible en los medios de comunicación. Aun así, está insatisfecha. “Se supone que cuando los periodistas no sabemos algo lo investigamos. Sin embargo, parece que el trabajo de investigación es nulo en cuanto al tratamiento de noticias que involucran a personas trans”, critica.
En ese marco, la periodista recomienda a sus colegas respetar el nombre social de las personas trans y consultar fuentes de la propia comunidad, ya sean organizaciones o activistas, al redactar una noticia. Gianna precisa, por ejemplo, que “en el Perú la palabra ‘travesti’ tiene una carga peyorativa. Mujer trans u hombre trans es el término adecuado”.
Tanto Isa como Gianna son profesionales. Ambas empezaron su transición luego de culminar sus estudios superiores. El caso de Joaquín López, médico y hombre trans, es distinto: inició su transición antes de terminar su carrera. Su historia visibiliza cómo la discriminación hacia las personas trans no se limita al ámbito laboral. Los centros de educación superior tampoco son un espacio seguro para esta comunidad.
Aunque sus profesores fueron respetuosos con su identidad, no sucedió lo mismo con una de sus compañeras de internado: “Ocurrió cuando cursaba el último año de medicina. Tuve un enfrentamiento con una compañera. Al día siguiente, me buscó. Me dijo que ella sabía qué era yo realmente. Que ella me estaba haciendo un favor al no decirle a todo el mundo”, cuenta.
En ese momento, Joaquín se estremeció. Sintió miedo. Hoy es médico y activista transmasculino. No obstante, reconoce que el temor que sintió en el pasado no se ha ido del todo. “Ser visible tiene un precio, posicionarse como una persona trans cuesta”, advierte.
El caso de Joaquín ilustra una realidad que viven muches estudiantes en nuestro país. De las 95 universidades licenciadas por SUNEDU, tan solo tres, la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universidad Nacional de San Agustín y la Universidad Peruana Cayetano Heredia, han tomado acciones para que su población estudiantil no se sienta discriminada por temas de identidad de género y orientación sexual. Este es un panorama desalentador para las personas trans.
Sobre el tema, Gianna Camacho declara: “Muchas personas trans no pueden cambiar su nombre en la lista de asistencia o en su carné universitario. Además, no solo deben preocuparse por lo académico, sino que lidian con el cuchicheo y las miradas invasivas de otros estudiantes e incluso de los administrativos. Estas situaciones los vulneran y les impiden desarrollarse con plenitud”.
La situación no varía significativamente cuando las personas trans salen al mercado laboral. El área de trabajo es un espacio donde se les priva de su identidad. “Nunca lo dijo directamente pero lo insinuaba: mi jefe quería que yo me corte el cabello y que deje de tomar hormonas para poder seguir en un puesto”, recuerda Isa.
Tan solo acceder a una entrevista laboral ya es una experiencia victimizante. Como señala la organización Presente, en dichas entrevistas se usa el DNI como un recurso para desconocer el nombre social de las personas trans. A este desconocimiento de su identidad se le suma el miedo que dejan experiencias previas de búsqueda de trabajo, en las que el personal de seguridad impide a las personas trans el ingreso a las instalaciones de una empresa. “A las personas trans se les dice que una empresa no es lugar para elles”, informa Presente.
Incluso cuando se les contrata, persisten las desigualdades: se les paga menos, se valora con menor seriedad su trabajo, entre otras prácticas discriminatorias. Además, se atribuyen sus errores en el trabajo a su identidad de género.
“Para el Estado las personas trans somos invisibles. Hasta ahora no se ha hecho una encuesta a nivel nacional que evalúe nuestra situación. Las estadísticas que hay son subregistros: no son una muestra real en proporción a la población LGBTIQ+ que hay en el Perú. Esto afecta negativamente el planeamiento e implementación de políticas públicas”, advierte Gianna Camacho. El Estado deja a las identidades trans desprotegidas.