La pandemia del Covid-19 provocó un aumento sin precedentes de trastornos mentales, desde ansiedad hasta depresión. En esta nueva normalidad, la salud mental se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la población y, en consecuencia, la terapia psicológica ha adquirido mayor relevancia. En la siguiente nota, Adriana Llerena, psicóloga egresada de la PUCP, habla de su trayectoria como profesional y su vocación por ayudar a sus pacientes a sanar cada día.
Por: Mauricio Pastor
A las siete de la mañana, Adriana Llerena va a la oficina de su departamento para revisar los archivos de los pacientes que atenderá en las próximas horas. Todos los días, minutos antes de cada sesión, ella ojea los expedientes para recordar lo que se habló en las sesiones anteriores y pensar en los posibles consejos que dará a sus pacientes. Mientras lee sus notas, el tiempo se pasa volando y, cuando mira el reloj, se percata de que faltan cinco minutos para que inicie su primera sesión. Sin tiempo que perder, la psicóloga crea la reunión de Zoom y le manda el link a su paciente. Mientras espera que entre a la sala, Adriana recuerda la razón principal por la que decidió empezar con esto: ayudar a sanar al prójimo.
El deseo de ayudar
Toda vocación tiene un origen y, en el caso de Adriana, esta apareció en una etapa muy temprana de su vida: en el colegio. Durante la secundaria, muchos de sus compañeros acudían a ella en búsqueda de algún consejo. Sin darse cuenta, Adriana empezó a desarrollar un gusto por la consejería y se preguntaba si podía dedicarse a ello en un futuro. “Eran muchas personas que me pedían consejos y me di cuenta de que era algo que me gustaba hacer, pero entonces no sabía si había alguna carrera orientada a eso”, recuerda Llerena.
Al momento de elegir qué carrera quería estudiar, Adriana se vio obligada a abandonar su interés por el apoyo y la consejería emocional ya que sus padres querían que estudie una carrera vinculada a la construcción porque era la rama a la que ellos se dedicaban. Así, en su primer año en la PUCP, ella empezó estudiando arquitectura. Sin embargo, esos primeros dos ciclos fueron muy complicados para ella ya que, por más que estudiara y se esforzara, no podía cumplir con los requerimientos de la carrera. “Sufrí mucho ese primer ciclo porque me iba muy mal en los cursos a pesar de que me esforzara mucho”, indica.
-Tú empezaste estudiando arquitectura ¿cómo así te cambiaste a psicología?
-Yo nunca abandoné el gusto por la consejería, incluso todos los test vocacionales que hice me decían que debía estudiar una carrera relacionada a la salud mental. Así que, viendo que no me iba bien en Arquitectura, decidí cambiarme a Psicología. Obviamente, cuando se lo dije a mis padres, ellos se opusieron en un primer momento, pero, al ver que me iba pésimo en Arquitectura, me apoyaron y me cambié de especialidad.
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En 2013, un año después de haber ingresado a la universidad, Adriana volvió a ser una cachimba y, al pisar Estudios Generales Letras, apareció otra vez la clásica pregunta de cualquier estudiante de primer ciclo: ¿esta será mi carrera? Pocas semanas después, al fin dio con la respuesta: le encantaban todos los cursos en los que estaba matriculada y sentía que, a comparación de Arquitectura, ahora todo fluía mejor. “Al inicio no sabía si me iba a ir bien al empezar de nuevo, pero me esforcé mucho y terminé en el cuadro de honor de Estudios Generales Letras”, añade.
-Luego de terminar Estudios Generales Letras ¿cómo fue tu experiencia en la Facultad de Psicología?
-Fue difícil. A pesar de que me fue muy bien en Estudios Generales Letras, no había llevado ningún curso enfocado en mi especialidad y no conocía mucho de mi carrera ni de las ramas. Sin embargo, poco a poco fui adentrándome en todos los cursos y me convencí de que quería dedicarme a la psicología. Recuerdo que llevé un curso de octavo ciclo que terminó de definir el rumbo al que quería dirigir mi carrera. Era un curso sobre el diagnóstico de trastornos mentales en el que aprendí a diagnosticar a las personas, pero, sobre todo, porque me convenció de especializarme en la rama clínica de la psicología ya que podía tener una relación más directa con los pacientes, que era algo que siempre me había interesado.
Combatiendo la pandemia
Adriana se graduó a inicios de 2019 y dedicó todo ese año a escribir su tesis de licenciatura. Para inicios de 2020, la psicóloga por fin veía la oportunidad de empezar a realizar sus propias consultas. Algunos amigos y conocidos se contactaron con ella. Necesitan soporte psicológico y emocional. Todo parecía listo para que Llerena cumpla su sueño de ayudar a sanar a quienes cargaban con algún trastorno de salud. Sin embargo, con el inicio de la pandemia y el encierro colectivo, los planes y futuras sesiones que tanto había anhelado se esfumaron y el futuro se tornó incierto.
-¿Cómo pudiste adaptar las consultas virtuales en la nueva normalidad?
-Las primeras semanas fueron muy complicadas porque no sabía cómo iba a atender a mis pacientes de forma no presencial. Sabía que existía Zoom o Skype, pero nunca había utilizado esas aplicaciones. Tuve que aprender cómo funcionaban para hacer mis consultas a distancia. También tuve que ver cómo y cuánto les iba a cobrar a mis pacientes porque nunca me habían enseñado a gestionar mi empresa de terapia en la universidad. Y debido a la inestabilidad económica que todos estábamos atravesando, tenía que ajustar la tarifa a los presupuestos de mis pacientes. Cuando resolví esos dos problemas, empecé con mis sesiones virtuales en abril de 2020.
Cuando Adriana puso en marcha su proyecto de ayuda a distancia, empezó a prepararse para sus futuros pacientes. Si bien ella no tiene un ‘consultorio formal’, desocupó una de las habitaciones de su departamento y la convirtió en su sala de terapia, en donde organizaría sus historias clínicas y sus expedientes. En un momento, ella se preguntó si los pacientes realmente la buscarían debido a su falta de experiencia como psicóloga. Sin embargo, antes de que esa pregunta pudiese dominar su mente, su celular empezó a sonar y, cuando fue a revisarlo, vio que seis personas se habían contactado con ella para que pudiese hacer lo que tanto había anhelado: ayudarlos a sanar.
-¿Cuáles eran los padecimientos que presentaban la mayoría de tus pacientes?
-Durante esos primeros meses, el miedo a contagiarse de Covid y el peso de acostumbrarse a la nueva normalidad provocó que muchos de mis pacientes sufrieran de ansiedad y depresión a niveles altísimos. En esos casos, luego de escuchar lo que me querían decir, lo primero que buscaba que entiendan es que nada iba a ser como antes y que, si bien no podían evitar que las cosas negativas ocurran, ellos tenían el poder de decidir cómo lidiar con esas situaciones. Aparte de esos trastornos, también trato a pacientes con problemas de aprendizaje o dudas vocacionales.
Los padecimientos de los psicólogos
-Normalmente no se habla de la salud mental de los propios psicólogos. ¿Consideras que ese aspecto es importante para los profesionales de la salud?
-Claro que es importante. Nosotros debemos tener un balance de nuestras emociones para poder realizar nuestro trabajo de forma correcta. Yo cuido mucho mi salud mental para darle el mejor servicio a mis pacientes. Tengo mi psicóloga de cabecera y practico varios pasatiempos que me ayudan a relajarme y me dan mucha paz. Al iniciar la pandemia, entré en una crisis porque me sentía muy desmotivada por la incertidumbre y no podía recurrir a mis pasatiempos porque implicaban salir de casa. Sin embargo, con la ayuda de mi psicóloga, fui mejorando día a día.
-¿Hubo algún momento en el cual no te sentiste bien emocionalmente al atender a un paciente?
-Hace algunas semanas recibí una noticia familiar muy fuerte minutos antes de empezar una sesión con un paciente y me costó mucho manejarlo porque no me estaba enfocando completamente con la sesión, pero decidí concentrarme en avanzar paso a paso con la terapia. Cuando terminó, me sentí muy reconfortada ya que había sido una experiencia muy sanadora. En los momentos en los que me encuentro mal, me gusta pensar que existe una persona que se está sintiendo peor, y que yo tengo que ayudarla.
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Sin embargo, atender a sus pacientes no ocupa todo su tiempo. Adriana sabe cómo balancear su vida profesional y su vida personal. Según ella, es muy importante que los psicólogos se den tiempo de calidad ya que las sesiones pueden llegar a abrumarlos. “Siempre busco cómo poder relajarme de mi vida como profesional, pero eso no significa que no me guste aconsejar. Es una responsabilidad que me tomo muy en serio y me encanta ayudar a mis pacientes”, añade.
Primero son mis pacientes
-Además de las sesiones semanales, ¿cómo es la relación con tus pacientes?
-Considero que es bastante buena ya que siempre trato de empatizar con ellos. En las sesiones, siempre empiezo preguntándoles sobre su semana y trato de reforzar el lado positivo de sus vivencias. Además, siempre les recomiendo herramientas que sé que les ayudarán con su día a día, como la meditación o ciertos ejercicios de manejo de estrés. Aparte de las sesiones, les digo que siempre estoy disponible para hablar por WhatsApp en caso de que necesiten alguien con quien hablar. Si bien no puedo ser la amiga de mis pacientes por motivos de profesionalismo, trato de que la relación con ellos sea lo más horizontal posible.
-Desde que empezaste con las sesiones en el 2020 ¿Cuál ha sido el rango de edades de tus pacientes?
-El grupo etario en el que me enfoco es el de los adultos jóvenes que van de los 18 a 28 años por el tipo de experiencias que tienen. Por ejemplo, yo trato mucho con personas que atraviesan sus primeros años de universidad, primeras prácticas o trabajos porque abarcan el mismo espacio de mi edad. Además, me siento cómoda trabajando con ellos porque también formo parte de ese grupo etario y entiendo el lenguaje que manejan. Muchas veces, les envío a mis pacientes posts de Instagram o Tiktoks porque sé que lo van a entender mejor de esa forma. Creo que los psicólogos deben tratar a personas que estén dentro de su grupo etario porque, de esa forma, existe una mejor conexión entre paciente y terapeuta.
-¿Consideras que, a medida que pase el tiempo, cambiarás de grupo etario?
He pensado en eso últimamente y creo que sí lo voy a hacer. Ahora tengo 27 años, pero, cuando cumpla 30, voy a pasar a una etapa donde quizás ya no voy a poder conectar con mi grupo etario anterior ya que mis experiencias van a cambiar. En un futuro, me tocará tratar a personas adultas con trabajos estables, matrimonios jóvenes, quizás también divorcios o tratar a padres primerizos. Yo también voy a vivir esas experiencias y va a ser mucho más fácil poder conectar con esos nuevos pacientes.
-Ahora que la presencialidad ha regresado ¿continuarás con tus sesiones a distancia o darás consultas presenciale?
-Creo que voy a continuar con las sesiones a distancia porque es mucho más sencillo para mis pacientes. Muchos de mis pacientes viven en provincias. Tengo pacientes en todas las regiones del país, y se les dificultaría ir a un consultorio en Lima. Muchos de ellos me han pedido que continúe con las sesiones virtuales porque viven en pueblos muy alejados y recibir sesiones presenciales se les complicaría mucho. Por mi parte, sí me gustaría experimentar la presencialidad porque yo comencé con las terapias en la virtualidad, así que no he vivido lo que es atender en un consultorio.
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En los últimos dos años, luego de superar cuestionamientos personales, Adriana está cumpliendo su meta de ayudar a otros. Cada semana, su calendario queda ocupado de reuniones con pacientes que viven en distintas regiones del Perú, son personas que necesitan un consejo en su día a día. Acompañar a otros en su proceso de sanación es lo que la impulsa a continuar con su labor. “Observar cómo mis pacientes mejoran progresivamente y empiezan a lidiar con sus problemas por su cuenta es la mejor recompensa que podría tener