
En octubre abrió una cuenta de TikTok. Uno de sus últimos videos, titulado “China se está comprando el Perú”, bordea las 900 mil reproducciones. Es un tipo informado y analítico, le gusta escribir de política, pero se inclina más por la economía. Todo empezó en 2014, cuando ingresó a Semana Económica. Luego fue reportero de política en El Comercio, colaborador en IDL-Reporteros, editor general de Sudaca y de informes especiales en Gestión. Cuando Paolo Benza (31) siente que los intereses empresariales limitan la agenda que propone agarra sus cosas y se va. Para él, no hay corporaciones ni políticos intocables. Además de descubrir su trayectoria, vamos a recordar con Paolo un viaje que lo llevó por medio Sudamérica y Europa. Empezó en 2017 andando por el sur andino y terminó en Rusia 2018. Ese trajinar intenso, siempre como mochilero, le permitió entrar en contacto con gente de los lugares más diversos, conocer sus vivencias y nutrir su visión del periodismo.
Por Jhudá Castro
Paolo Benza Rondinelli es sobrino directo de Manuel Benza Pflücker, exdiputado de la Izquierda Unida (IU) durante el periodo 1985-1990. Para un joven que abraza el liberalismo discutir sobre política con ‘el tío Manano’ solía ser complicado. En el 2012, canalizó el ímpetu de hablar de lo que dividía a la familia en su blog El vicio de escribir, donde alojaba sus trabajos universitarios. Uno de los más solventes fue la entrevista perfil que le hizo al parlamentario aprista Mauricio Mulder en su despacho congresal. “El picón que no quiere pelear solo” apareció posteriormente en el libro El arte de la política (2014), publicado por la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la PUCP. Se trata de una compilación de entrevistas elaboradas por alumnos del curso Taller de Entrevistas Periodísticas que dictó el profesor Abelardo Sánchez-León.
Sigue intacta la pasión por el periodismo político de aquel estudiante inquieto que buscó a dos de sus profesores de periodismo que compartieron militancia en el Partido Unificado Mariateguista (PUM) para preguntarles acerca de esa época. Pero pone en primer lugar al periodismo económico, rama en la que se especializó mientras redactaba artículos referidos a las inversiones privadas en los sectores inmobiliario, educativo, salud, turismo y medios de comunicación en Semana Económica, su primer trabajo en prensa y en el que llegó a desempeñarse como analista sénior y jefe de equipo de las áreas Consumo y Producción.

Paolo advierte que son muy pocos los que se especializan en periodismo económico en el país pese a que “está metido en casi todo lo que haces en la vida. “Vas al supermercado, te relacionas con empresas, utilizas un servicio online, te relacionas con empresas, ves televisión, estás relacionándote con una empresa que te pone publicidad, compras un carro, sales a manejar y hay vallas por todos lados. Todo el tiempo te relacionas con empresas. Y es algo mucho más cercano a la gente que, no sé pues, el nuevo escándalo del congresista comepollo. La realidad es que esos temas no impactan directamente en la gente, y el periodismo económico, no solo entendido como macroeconomía, sino como negocios, sí lo hace”, asegura.
El 9 de abril del 2017, desde Huancayo, empezó a llenar su muro de Facebook con fotos de paisajes de la sierra y selva del Perú y, conforme pasaban los meses, de Bolivia, Argentina, Paraguay y Brasil. Evidentemente, había dejado de trabajar. “La desventaja de Semana Económica es que te lee poca gente, porque es una revista especializada para un nicho de personas, y por más de que su web tenga cientos de miles de usuarios, igual es una cosa reducida respecto a medios más grandes. Yo quería abrir el campo de visión también, entonces renuncié con la intención de irme un rato de viaje y regresar para trabajar en un medio más grande, que fue El Comercio en su momento”, recuerda Paolo.

Se encontraba en Chinchero cuando lo que más sonaba en la coyuntura era la polémica de la construcción de un aeropuerto internacional allí, que involucraba al presidente Pedro Pablo Kuczynski y su ministro de Transportes Martín Vizcarra. Le habían dejado gratis una casa en medio del Valle Sagrado, “estaba ahí tirado y no tenía muchas cosas que hacer”, por lo que decide marcar el teléfono del editor general de Somos Periodismo para proponerle escribir un reportaje.
“Tú podías ver el tema Chinchero desde la típica perspectiva política, que es Fiscalía inicia investigación o Juntan los votos en el Congreso para interpelar a Martín Vizcarra. Queda muy corta. Es importante tener en cuenta este ángulo, pero realmente no se llega a ver la profundidad del problema. Lo que hice fue explicar cómo funciona la estructuración de un proyecto con la ventaja de estar en el lugar donde se construía la obra y hablar con los señores que viven en Chinchero para conocer si querían el aeropuerto. Ver cómo funcionan las cosas te da un entendimiento distinto que entenderlas sentado acá en Lima”, señala.
Al final de sus posts en Instagram, #mochilero es un hashtag que coloca para enfatizar que así viaja. Pasó Semana Santa en Huancayo y Huancavelica. Presenció un partido de Copa Perú entre el Deportivo Municipal de Pampachiri y el San Cristóbal FC en Andahuaylas, Apurímac. Fue espectador del Inti Raymi, la fiesta más importante del Cusco. Su penúltimo destino nacional fue Madre de Dios, donde gracias a Rosa María Palacios consiguió un voluntariado en una radio que lleva el nombre de la región. Interesado en conocer más acerca de la minería ilegal, visitó la zona de Huepetuhe.

Un día a Paolo lo sorprendió una marcha de profesores en Puno y quedó varado en la carretera. Le tocó caminar al lado de una docente de sesenta años. Fueron veinte kilómetros, aproximadamente, que valieron la pena: en el trayecto le iba contando de sus luchas magisteriales hasta que subió a un micro que ella le ayudó a tomar. “Tienes que conocer la dinámica de lo que está ocurriendo en el lugar para comprender, más o menos, cómo funciona la cosa allá. Es cierto que nunca la voy a entender como una persona que vive allá, pero cuando tenga que reportar algo sobre Puno, sabré qué decir”, subraya.
“Hay muchas historias que yo te podría contar sobre lugares de Sudamérica que un montón de gente no conoce”. Paolo alude a parajes del continente donde ocurren cosas que parecen propias de la ficción o el fruto de mitos urbanos o leyendas campestres, pero que él ha visto con sus propios ojos y puede dar fe de ellas.
Luego de contemplar las cataratas del Iguazú, uno de sus próximos destinos fue el Maracaná, en Río de Janeiro, escenario de la final del Mundial Brasil 2014, que disputaron Argentina y Alemania. Paolo se emociona cada vez que ve un estadio de fútbol. El siguiente Mundial tuvo a Rusia como sede y en julio de 2018 vestía in situ la camiseta de la selección peruana. “Lo que hacía era viajar barato, entonces me quedaban ahorros y dije ‘ya, en qué invierto esto’, y encontré un pasaje económico que, con escala en Casablanca, Marruecos, llegaba a Madrid. Recorrí varios países de Europa, me quedaba en casas de gente. Podía llegar hasta Rusia”, pensó y vivió una experiencia “de esas que dices, bueno, ya me puedo morir”.

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El diario que no faltaba en la mesa de la casa era El Comercio. Empezó a consumir periódicos de niño a partir de la lectura de sus páginas, especialmente las del suplemento Deporte Total (DT). En su época universitaria manifestaba tener muchas ganas de trabajar en el decano de la prensa peruana. El deseo se le cumplió: un año entero, de julio del 2019 a junio del 2020, redactó artículos de análisis en la sección Política, a la que considera una gran escuela de periodismo político. Sin embargo, lo que siempre ha sido un sueño para Paolo se convirtió en un verbo en tiempo pasado. “¡Fue!”, exclamó en el acto.
—¿Qué te desilusionó?
—Vamos a ponerlo así: El Comercio se llama El Comercio por algo. O sea, tiene una línea editorial muy marcada que difícilmente choca con intereses empresariales. El diario, todos sus diarios satélites y sus canales de televisión difícilmente chocan con los intereses empresariales en la medida en la que yo sí quería chocar. Entonces hubo un parteaguas y dije “hasta acá”.

—Colaboraste durante tres meses con IDL-Reporteros informando sobre el abuso de las clínicas en el marco de la pandemia. Cuéntame de tu experiencia haciendo periodismo de investigación.
—Como diría Gorriti, todo periodismo es investigación, pero digamos que a ese le llamamos periodismo de investigación. IDL te da libertad, al contrario de lo que te venía comentando, para hacer cosas muy interesantes. En ese momento estaban buscando a alguien que hiciera una investigación más corporativa, lo cual empató bastante bien conmigo. Me acuerdo de que hice un artículo sobre un esquema de cártel para las medicinas de las farmacias de las clínicas, que es como esta idea de verlo desde el periodismo de negocios, ver cosas que afectan a la gente. El único problema era que publicamos cuando queríamos. En ese momento de mi vida, plena pandemia, me pareció un lujo innecesario.
—¿Pero no se supone que el periodismo de investigación es un lujo en pos de la mejor versión de la verdad?
—Sí, de acuerdo, y me parece que se tiene que hacer, pero no me sentía en un ritmo como para dedicarme a eso, inmediatamente apareció lo de Sudaca y fue como un “vamos por ahí”.
—¿Qué te llevó a renunciar a Sudaca, un medio digital que concebiste junto con Juan Carlos Tafur, quien se mantiene como director?
—Es una experiencia alucinante lanzar un medio desde cero. Y con Tafur lo es incluso más. Hay una entrevista que le hace Alejo Guzmán para la revista Carta Abierta: “Tafur, el fundador de medios”. Tiene algo que hace que arme constantemente nuevos medios y los pare bien. Pero en esa entrevista Alejo le pregunta por qué se va, por qué los abandona, y él le dice que lo hace cuando no ve un horizonte de crecimiento en el futuro. Y cuando yo busqué a Juan Carlos y le dije: “He recordado esta entrevista y creo que hoy Sudaca ya no tiene un horizonte más de crecimiento en el futuro”. No por la parte periodística, que había crecido, sino por un plan comercial que no se había desarrollado. Había unos inversionistas detrás que el primer año pusieron la planilla, y ya teníamos gente que nos tocaba la puerta para poner publicidad. Ya teníamos a empresas medianas, pequeñas que nos decían: “Oye, quiero anunciar, pásame tus números, cuáles son tus tarifas”, y no salía adelante esa parte”. […] Vi que Sudaca ya no iba a crecer y no tenía sentido seguir dándole sudor, sangre y lágrimas a un proyecto que había llegado a su límite.
—¿Pero vivir de la publicidad no podía afectar la independencia del medio?
—No tendría por qué. La Encerrona tiene publicidad y es un medio dentro de todo independiente. La panacea del paraíso no existe, pero en Sudaca se vivió tres cuartas partes y medio de eso y creo que es lo máximo a lo que se puede aspirar. Y no me parece que si entra publicidad a un medio pierdes independencia. Lo importante es que a la larga no dependas únicamente de la publicidad. Por eso había que desarrollar lo que en Sudaca quisimos hacer: un programa de suscripciones. Lo lanzamos, y a los tres días lo tuvimos que sacar porque estaba mal desarrollado, pero que se tenía que hacer. Tiene que ser una parte importante de tu torta de ingresos para que eso sea sostenible en el largo plazo. Un mecenas, suscripciones, publicidad y algo más. Con esas cuatro variables, se te puede caer uno y puedes salir a flote más adelante.

—El año pasado ingresaste a trabajar al diario Gestión, pero no duraste mucho tiempo. ¿El motivo de tu salida fue similar al de El Comercio?
—Sí, pasó algo similar. Yo no lo pondría en palabras tan exactas, pero otra vez te lo digo así: es un grupo en el cual difícilmente quieren chocar con intereses empresariales. Uno tiene que saberlo cuando entra a trabajar ahí. Sin embargo, no me parece una razón para no trabajar ahí. Tú tienes que pasar por el Grupo El Comercio para poder criticar y poder decir: “Oye, esto se maneja de tal manera en la prensa tradicional”.
—¿En qué estás trabajando actualmente?
—Estoy en poco haciendo freelos, dándome unas merecidas vacaciones. Me está costando salir del dolce far niente mientras tengo ahorros, pero me gustaría sacar adelante un medio digital como Sudaca. “Yo voy a cubrir el cartel de las imprentas donde se cartelizaron empresas para venderle textos escolares a tus hijos”. Desde ahí hasta las empresas que no quieren pagar por el agua subterránea que sacan, porque están ante el TC para ver que le fallen y así no paguen por ella, que debería ser de todos y que tú también sacas. O sea, cosas que impacten un poco más en la gente y crónica política de “oye, este se está reuniendo con tal y van a tomar esta decisión, están por sacar un plan de incentivos en tal sector”, cosas que a la gente le interesa pagar porque como ciudadano le sirve.
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Paolo Benza se reafirma en que no podría ejercer el periodismo deportivo debido a su hinchaje acérrimo por Universitario de Deportes. Me pide terminar la entrevista en este punto: su amigo Renzo, de cuya presencia no me había percatado, lo está esperando para ir al Monumental a ver el U-Sport Boys. Todavía faltan más de dos horas y media para que arranque el partido, pero se dirigirá de San Miguel a Ate, y encima en hora pico. En ese largo trayecto, pasará por las fachadas de varias empresas y corporaciones, sobre las que seguramente ha escrito informes que las han puesto en apuros. Liberal, hombre de derecha, Benza es de esa estirpe que asume el periodismo como una forma de incomodar al poder. Como solían repetir Hildebrandt y Gorriti a sus reporteros, el periodismo tiene que joder.
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