Jacqueline Fowks: el periodismo como vocación inquebrantable

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Es una periodista por excelencia. Sin importar el formato. Redactora, reportera gráfica, editora de contenidos, analista de coyuntura, Jacqueline Fowks se ha desenvuelto en su oficio como una todoterreno. Ha trabajado para medios locales y extranjeros, entre ellos El Comercio, IDL-Reporteros, El País o Nueva Sociedad. Acumula más de treinta años de experiencia. Su larga trayectoria da cuenta de la persistencia y tenacidad con la que abraza esta profesión. Cuando de cubrir una noticia se trata, ella no repara en la hora ni en la distancia. Es, además, docente universitaria y autora de dos libros que estudian las relaciones entre la política peruana y el periodismo. Fowks ha sabido combinar la calle con las aulas. En esta crónica, recuerda sus inicios y reflexiona sobre la importancia de actuar con convicción y transparencia.


Por Elena Sandoval



No es posible ignorar sus movimientos. Desde el lugar de la pizarra que elige para escribir hasta el escritorio donde deja descansar su taza de café. Cada uno parece estar estratégicamente pensado. Su mirada se desliza tan firme y rápidamente como el segundero de un reloj. Con agudeza, se dispone a explicar lo que se oculta detrás de cada noticia. Le da vuelta a las piezas hasta lograr que encajen en eso que llamamos “realidad”. Sabe cómo salir bien librada de Lima y sus encrucijadas. Ha aprendido a entreverarse con la gente y tomarse el tiempo de escucharla. Descifrar su angustia, su inquietud y su recelo. Sabe cavar a fondo. No hay otra manera de hacer las cosas para Jacqueline Fowks.

Jacqueline Fowks, ganadora del Premio Periodismo y Derechos Humanos 2018, otorgado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Aplaudiendo detrás, Gustavo Gorriti. Foto: CNDDHH.al.

Falta poco para las cinco de la tarde y veo llenarse el N213, un moderno salón ubicado en el segundo piso del edificio Mac Gregor. Ese primer semestre del 2023, 25 estudiantes ocuparíamos esta aula durante dieciséis semanas. Desde nuestras carpetas, entre risas nerviosas y miradas rápidas hacia la puerta, esperábamos la llegada de la profesora y el inicio de la primera clase del curso Información Periodística. “¿Les llegó el correo?”, interrumpió una compañera de golpe. Todos revisamos nuestras bandejas de entrada. “Saldremos a una actividad fuera del campus, perdón por la poca anticipación del aviso”. Firmaba Jacqueline Fowks. Cinco minutos después, nos encontrábamos rumbo a Breña. Allí, la familia de Rosalino Flores, víctima de la violencia policial durante las protestas de enero, ofrecía una conferencia de prensa. Ese día supimos que así era el periodismo para Fowks: crudo y vivencial. 

Primera clase de Información Periodística del ciclo 2023-1: la conferencia
de prensa que ofreció la familia de Rosalino Flores en Breña. Foto: Elena Sandoval.

La década de los ochenta fue una época de crisis política y de estallido social. Los peruanos se encontraban atrapados entre la violencia política y la degradación del sistema democrático. El terrorismo había convertido las calles de nuestras ciudades en campos minados. Nadie se sentía seguro. Ni en sus casas ni en las calles. En medio de esta incertidumbre, cuando las preguntas sobre lo que quería hacer en la vida comenzaron a asediarla, Jacqueline Fowks recuerda que llegó a la siguiente conclusión: “Quería un trabajo en el que pueda sentir que contribuyo con mi país”.

Con esa premisa en mente, cinco opciones aparecieron en su radar: trabajo social, guía de turismo, derecho, literatura y periodismo. Al repasar sus posibilidades, encontró que lo que en realidad le apasionaba era estar cerca de lo que ocurre en su entorno. Desempeñarse como guía turística fue lo primero que descartó. “Mis padres pusieron una cara de ‘estás mal de la cabeza’”, recuerda ahora. Tenían razón, el país se fragmentaba. No era un buen momento para el turismo. El resto fue simple: criterio de proximidad. Para Fowks, el periodismo era mucho más cercano y familiar. Pronto ingresó a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. 

Quería estar donde la noticia está. Así transcurrieron los años de Fowks como estudiante y practicante, a mediados de los ochenta. Cuando estaba en séptimo ciclo empezó a practicar en El Comercio, donde laboró poco más de tres años. Periodo en el que la sección “Mundo joven” estuvo a su cargo. Cuando recuerda esta experiencia, resalta que la cobertura que ofrecía iba más allá del entretenimiento. Ella buscaba mostrar los dilemas de una generación enfrascada en un país convulso y sin esperanzas. 

Los terroristas irrumpían en las aulas de las universidades públicas para lanzar arengas, amenazar a los estudiantes y pintarrajear las paredes. Pretendían intimidarlos. Con Sendero Luminoso acechando a medio país, muchos jóvenes se organizaron para rechazar sus crímenes. Reunidos en agrupaciones como “Perú, vida y paz”, Fowks recuerda las manifestaciones pacíficas de los sanmarquinos. A fines de los ochenta, ellos estaban decididos a hacerle frente a grupos violentistas como Sendero Luminoso y el MRTA. Esta fue una de las experiencias que buscó visibilizar en sus primeros años como periodista. 

Jacqueline Fowks durante un panel con la periodista colombiana Olga Behar en el colegio Gimnasio Moderno de Bogotá, 2012. Foto: Gloria Ortega.

El periodismo es una profesión en la que nunca se deja de aprender. Con esa convicción, en 1993 Fowks decidió estudiar una maestría en Comunicaciones en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estar lejos de casa no fue un problema para ella, aunque la imagen del Perú, un país asediado por el terrorismo y el narcotráfico, sí le traería algunos inconvenientes. Renovar la visa, por ejemplo, era una gestión cargada de incertidumbre. Ser migrante, estudiante y trabajadora en México mantuvo a Fowks con muchas insatisfacciones. Sus clases en la UNAM, sin embargo, las recuerda con mucho cariño. “Comía un menú barato afuera de la universidad”, refiere con una sonrisa. 

En 1996 culminó la maestría y, al año siguiente, volvió a El Comercio como subeditora de la web del diario. Fue en esos años, los últimos del siglo veinte, que empezó a perfilarse con nitidez el tipo de periodismo al que quería dedicarse. En 1999 estaba a cargo de “Vida y futuro”, una sección que abordaba temáticas como educación, salud y género. Más de veinte años después, Fowks hace memoria y recuerda un episodio que fue determinante en su futuro profesional. Una redactora publicó un reportaje sobre el aumento de los casos de tuberculosis en el Perú. Era necesario profundizar en el tema y, cuando estaba a punto de publicarse una segunda entrega, los directivos del diario desistieron.

No querían incomodar al poder político y Fowks lo sabía. Insinuar una mala gestión del Ministerio de Salud para combatir la tuberculosis podía afectar los intereses comerciales del diario en medio del fujimorato. Los reclamos de la editora no fueron escuchados. Todos hablaban del cambio de siglo y las novedades que traería consigo. Mientras había quienes planificaban un nuevo corte de cabello, un viaje al extranjero o la adopción de una mascota, Fowks presentó su carta de renuncia.

Así recibió el año 2000. No le costó demasiado. No era que tuviese una oferta laboral más atractiva. No se imaginaba trabajando en un lugar en el que no le dejasen publicar aquello que era de interés público. Para Fowks, todo contenido periodístico debe ser atravesado por la transparencia. Al seguir de cerca la caída del gobierno de Alberto Fujimori y sus escándalos de corrupción, la defensa de los derechos humanos y la cobertura de los conflictos políticos y sociales se convirtieron en los principales ejes temáticos de su carrera como periodista. Sus primeros hallazgos fueron incluidos en Chichapolitik. La prensa con Fujimori en las elecciones del 2000 en el Perú, libro que fue lanzado en el 2015, a un año de otro proceso electoral.

Portada de la segunda edición del libro que la Fundación Friedrich Ebert publicó quince años atrás con el título Suma y resta de la realidad. Medios de comunicación y elecciones generales 2000 en el Perú. Foto: Facebook El Reportero de la Historia.

Mientras escribía Chichapolitk, también dictaba clases en la Universidad de Lima, la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Las cátedras, sin embargo, comenzaron a construirse mucho antes. Cuando era estudiante de maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México y llevaba créditos de docencia como requisito. “Enseñar se volvió una actividad que yo podía hacer”, afirma al recordarse dando cátedra en las aulas de la universidad pública más grande de México. Treinta años después, surge la pregunta: 

—¿Tiene expectativas en los jóvenes que ahora estudian periodismo?

—Sí, por eso enseño. Si no las tuviera, estaría haciendo otra cosa.

Cuando conversa con sus colegas es inevitable aludir a las nuevas generaciones que estudian periodismo. Parece existir un consenso: los jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo en una burbuja digital, andan medio perdidos en el espacio-tiempo. Es una consecuencia de la pandemia. Las clases presenciales, sin embargo, abren posibilidades para conectar con ellos. “Hay que buscar un punto de coincidencia entre la dimensión en la que se encuentran como alumnos y en la que nos encontramos como profesores”, dice Fowks con convicción. A sus alumnos les gusta el anime, la música urbana y las series que se difunden por streaming. Y a ella le parece genial, pero también busca que le presten atención a las problemáticas sociales que enfrenta el país. 

“No debemos descuidar otros ámbitos que no son sencillos y pueden ser desesperanzadores”, advierte. Vivimos en un país sobresaltado por la crisis política, la inestabilidad económica y la corrupción de los gobernantes. Tenemos un Congreso con legisladores que se apoderan de los sueldos de sus empleados y defienden la minería ilegal y el lavado de dinero. Por eso los periodistas deben asumir que una de sus tareas consiste en investigar, informar y denunciar estos actos. “Mi expectativa es que los estudiantes permanezcan alertas y se involucren en estos temas”, manifiesta la profesora. 

Tres horas después de la intervención ilegal de la PNP en San Marcos, afuera de la Dircote en la Av. España, Jacqueline Fowks intenta abrirse paso entre los policías y manifestantes. Foto: Carlos García Granthon
Sin importar las circunstancias, Fowks se las arregla para que sus transmisiones ofrezcan la mayor cobertura posible. Foto: Carlos García Granthon

En 2009, era corresponsal en Opera Mundi, un medio digital brasileño. Ese fue también el año del Baguazo. Las 33 muertes que trajo consigo este conflicto, la reconstrucción de los hechos y la violencia estructural fueron ángulos que cubrió como reportera. “Todavía tenía mucha información”, recuerda. Necesitaba darle un lugar a todo lo que sabía. Así surgió “Notas desde Lenovo”, un blog que se convirtió en fuente de consulta obligada de periodistas y de todo aquel interesado en la coyuntura peruana.

Fowks integró el equipo de periodistas que fundó el 14 de febrero del 2010 el primer medio nativo digital de periodismo de investigación en el Perú, IDL-Reporteros, donde se mantuvo hasta mayo del 2011. Cabe mencionar que ahora es colaboradora del medio dirigido por Gustavo Gorriti. Su más reciente reportaje se titula “Operación Valquiria: la corrupción del poder implosiona desde dentro”. En 2012, asumió la corresponsalía del diario El País. “Me tomaba toda la vida”, asegura. El poco tiempo con el que contaba significó que el blog dejase de recibir actualizaciones. De todos modos, Fowks nunca dejó de informar y opinar por cuenta propia. Desde entonces, utiliza redes como Instagram y Twitter para compartir los hallazgos de su labor reporteril.

Cuando no está enseñando, se encuentra en la calle, dispuesta a registrar la realidad, contrastar fuentes y hacer preguntas. Era julio de 2023 y muchas paredes estaban cubiertas por carteles anunciando la “Toma de Lima”, una ola de protestas contra el gobierno de Dina Boluarte. Mientras yo intentaba abrirme paso entre la multitud, solo la transmisión de Jacqueline Fowks por redes sociales guiaba mi recorrido. Intentaba seguirla, pero cuando por fin llegaba al punto de su último live, ella ya se encontraba mucho más adelante.

Manifestantes en la “Toma de Lima”, Plaza Dos de Mayo, julio 2023. Foto: Elena Sandoval.

Entre risas, cuenta que no es la primera vez que le confiesan lo difícil que es seguir su recorrido. “A mí me gusta mucho caminar de toda la vida”, apunta. De ahí que las largas caminatas que exige llevar a cabo la cobertura de una marcha no son un obstáculo para ella. Fowks avanza de prisa. Su principal interés es evidenciar la magnitud de una movilización. “Empiezo transmitiendo adelante, hago algunas entrevistas y, cuando el primer bloque está cubierto, comienzo a retroceder para cubrir los otros bloques”, detalla. En las protestas de noviembre de 2020 notó la presencia de los medios de comunicación. No ocurrió lo mismo a principios de este año. Los medios no informaban de lo que estaba pasando en las calles. Fowks buscó documentar todo lo que ocurría. 

Pese a estar cerca del conflicto, afortunadamente la violencia policial no la ha alcanzado. “Yo salía con mi casco, no era antibalas, sino uno que uso para montar mi bicicleta”, precisa al recordarse esquivando los gases lacrimógenos o agazapándose para no ser impactada por los perdigones de la Policía en las protestas a inicios de este año. Observar el nivel de protección con el que asistían los manifestantes le fue muy útil. Muchos de ellos llegaban de regiones en las cuales la violencia policial derramó sangre y arrebató vidas. Sus delegaciones traían cascos y escudos.

Jacqueline Fowks en la marcha del 19 de julio cerca de Abancay con Nicolás de Piérola. Foto: Teresa Cabrera.

Jacqueline Fowks transmite una pasión inquebrantable por su oficio. Ve el periodismo como un servicio público. Allí donde se registre un hecho que ella considera relevante, siempre buscará la forma de llegar o de obtener información propia. A sus 56 años, no se imagina dedicada a otra cosa que no sea el periodismo. “Es una profesión en la que tienes que estar muy activa”, me dice antes de salir apurada hacia el aula N320, en el otro extremo de la universidad, donde tiene que dictar una clase de Seminario de Tesis.