Hablan su idioma materno, pero nunca lo hacen en público. No hay una prohibición explícita, aunque sí prejuicio y discriminación. Si bien la PUCP ofrece cursos de quechua y promueve colectivos que lo difunden, no es suficiente. Medio millón de quechuahablantes establecidos en Lima todavía se expresan con temor en la lengua que los une a sus raíces.
Por: Jamilie Cubas y Almendra Sánchez
Portada: Almendra Sanchez
Cuando Maximina Albújar llegó a Lima tenía dieciocho años y solo sabía hablar quechua. Era la lengua de sus padres, la que aprendió en su natal Sihuas, en el norte de Ancash. En 1997 dejó su tierra y viajó a Chimbote. Permaneció un mes en la casa de un hermano. Quería aprender un poco de castellano y adaptarse al ritmo de la vida urbana antes de trasladarse a la capital para buscar trabajo.
“Sufrí mucho al principio. No entendía nada cuando las vecinas me hablaban”, recuerda Maximina veinte años después, mientras guarda franelas en el cuarto de servicios donde usualmente se reúne con los trabajadores del Complejo de Innovación Académica (CIA) de la PUCP.
Maximina no habla quechua en la universidad. No tiene con quién hacerlo. Desconoce si hay quechuahablantes a su alrededor. Si hubiese conocido antes a Luznibia Sotelo, estudiante de publicidad, o a Silvestre Céspedes, trabajador de la Biblioteca Central, podría practicar con ellos, al menos intercambiar saludos: ‘Allinllachu, paisano’.
Los tres relegan su lengua materna para el ámbito privado; su uso es casi clandestino. “Solo hablo quechua en casa, con mi abuelita o cuando vienen mis tías. Me da roche hacerlo en otros lugares porque me miran mal”, reconoce Luznibia.
Pero ella no es la única que se siente cohibida de hablar su idioma natal en público. Es probable que le ocurra lo mismo a muchos de los 477,000 quechuahablantes que viven en Lima y que son invisibles ante nuestros ojos. Según el censo de 2007, el distrito con mayor población que registró este idioma como lengua materna fue San Juan de Lurigancho.
¿Pero sin son casi medio millón de personas por qué no los escuchamos hablar en quechua? ¿Por qué solo hablan castellano?
La respuesta a estas interrogantes puede encontrarse en dos palabras: discriminación y exclusión. Para evitarla muchos padres deciden no enseñar quechua a sus hijos. En ocasiones son los propios hijos los que no quieren aprenderlo por miedo a ser señalados. Si en casa el idioma agoniza lentamente, en la calle pareciera prohibido. No hay hospital, ministerio o colegio donde se admita hablarlo.
El antropólogo Luis Mujica sabe de primera mano que no hay espacios públicos para el quechua. Casi nadie lo habla fuera del ámbito familiar. Rodolfo Cerrón, profesor y experto en lenguas andinas, piensa lo mismo: “Esta sociedad no está dispuesta a abrir espacios en donde uno pueda ejercitarse lingüísticamente, a través de cualquiera de nuestras lenguas indígenas”. Hablar quechua, sobre todo en la costa, despierta por lo general una reacción peyorativa.
André Anaya es testigo de los prejuicios. Antes de realizar el proyecto Aquéchuate, decidió escribir en la puerta del baño de varones de Estudios Generales Letras la palabra ‘quechua’. Al cabo de tres días volvió, pero notó que algo había cambiado. La palabra que había escrito estaba tachada y alrededor de esta habían dejado dos frases hirientes: “El quechua no sirve” y “El quechua es lengua de pobres”. La anécdota no lo desanimó, pero sí lo enfrentó con la realidad. Dentro de la PUCP también hay gente que discrimina.
El quechua en las aulas
La PUCP organiza exámenes de admisión descentralizados desde 2015. Estas pruebas se llevan a cabo en ciudades como Cusco, Arequipa, Cajamarca, Huancayo y Trujillo, y solo pueden participar alumnos de quinto de secundaria (primera opción) y los que figuran en el tercio superior. Nos preguntamos: ¿Si el 64% de quienes hablan quechua viven en el centro y en el sur del Perú, cuántos llegarán a la universidad en los próximos años? ¿Cuántos jóvenes quechuahablantes están aquí ahora mismo? La propia universidad no lo sabe.
Luznibia, alumna de quinto ciclo de publicidad, también es parte de ese grupo de ingresantes que vino a Lima para estudiar desde su natal Huaraz. Creció hablando quechua con su abuela. Recuerda los cuentos y las frases que ella le enseñó. Cada vez que su familia se reúne se escucha en casa una combinación de lenguas: del español al quechua y viceversa. Pero esta armonía se acaba cuando llega a la universidad. Allí no tiene con quién conversar en su lengua materna.
Luznibia no sabe que muy cerca de su pabellón, en Estudios Generales Letras (EEGGLL), hay un alumno llamado Jaru Quijada que también descubrió el quechua gracias a sus abuelos oriundos de Huancavelica. No lo habla con fluidez, pero sí lo entiende. “Al principio mis abuelos hablaban en quechua cuando no querían que yo me entere de algo”, recuerda. También solían contarle historias alucinantes de la mitología andina, aunque traducidas al español. No era lo mismo, recuerda Jaru; en la traducción, sostiene, se perdía la esencia del mito.
Historias como las de Luznibia y Jaru se repiten dentro del campus universitario. En cada facultad, biblioteca o comedor hay quechuahablantes. No obstante, esta invisibilidad del idioma andino persiste por el miedo a ser discriminado.
“Parece que hubiera un letrero invisible con la prohibición de hablar quechua”, señala Rodolfo Cerrón, a quien en el colegio le enseñaron a rechazar su lengua por considerarla inferior. Afortunadamente, él encontró en San Marcos, su alma máter, la manera de reivindicarla. Lo más importante para él y para otros expertos es liberar la lengua de los entornos familiares y hablarla en público. Para difundir el idioma de nuestros ancestros y la cultura que la respalda, en la PUCP se dictan actualmente cursos de quechua en Estudios Generales Letras y de quechumara (quechua y aimara) en la Facultad de Humanidades.
La profesora Celia Rubina, decana de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, recuerda el motivo por el que decidió, cuando era alumna de pregrado, llevar Gramática del Quechua 1 y 2, que dictaba el profesor Cerrón. “Me encantó llevar esos cursos, mi objetivo no era tanto aprender a hablar la lengua, que ya la conocía, sino acercarme a su historia, distribución geográfica, evolución y percibir su relación con el aimara”.
Rimanakusun y Aquéchuate
Valorando la importancia de difundir el idioma de los antiguos peruanos, el Centro de Idiomas de la PUCP ofrece ahora cursos de quechua. Antes del dictado de esta lengua un grupo de docentes elaboró los primeros libros para su enseñanza.
Estos llevan por título “Rimanakusun”, que en castellano significa “conversemos”. Uno de sus autores, el antropólogo Luis Mujica, ofrece detalles del acucioso trabajo que realizaron. “Para preparar un manual como este no solo fue necesario conocer la gramática, sino también elementos culturales fundamentales para entender el idioma, como el uso de “mamay” y/o “taytay” para dirigirse con cariño a personas que no necesariamente son tus familiares”.
QUECHUA: PRIMERA LECCIÓN
Allinllachu: ¿Qué tal?
Allinllam: Bien
¿Pitaq Kanki?: ¿Quién eres?
Carmenmi Kani: Soy Carmen
¿Imaynallam Kachkanki: ¿Como estas?
Allinllam Kani: Estoy bien
¿Maymantao Kanki?: ¿De dónde eres?
Ayacuchomantan Kani: Soy de Ayacucho
¿Hayka Watayuqtaq Kanki?: ¿Cuantos años tienes?
Iskay Chunka Watayuqmi Kani: Tengo veinte años
¿Maypitaq Tiyanki?: ¿Donde vives?
Surquillopim Tiyani: Vivo en Surquillo
Sulpayki: Gracias
Mujica decidió explorar la lengua de sus ancestros cuando empezó su labor docente y de investigación. Volver a pronunciar cada palabra lo llenó de emoción. No obstante, si no hubiera encontrado alguien con quien conversar en su idioma nativo, o espacios adecuados para promoverlo, el retorno a sus raíces solo hubiese sido un episodio fugaz en su vida.
El año pasado Mujica y Rubina formaron la agrupación “Rimaypacha”. Su objetivo es crear espacios donde los interesados en esta lengua puedan practicarla y hablar sobre ella. Entre los alumnos de Estudios Generales Letras también ha surgido interés por revalorar la importancia del idioma ancestral del mundo andino. En 2014 nació “Aquéchuate” como una iniciativa de los alumnos del curso Ciudadanía y Responsabilidad Social. Según el coordinador general del grupo, André Anaya, el objetivo de este colectivo es concientizar a los alumnos sobre la importancia de reivindicar el quechua para liberarnos de prejuicios racistas.
Alumnos y profesores quedaron sorprendidos cuando en las escaleras, bebederos y espejos de los baños encontraron pequeños letreros con los nombres en quechua de estos lugares. “Me sentí muy especial cuando los leí”, recuerda Luznibia. “Es importante que las nuevas generaciones hablen quechua, de lo contrario esta lengua está condenada a desaparecer”, advierte Silvestre Céspedes, trabajador de la Biblioteca Central.
Según su opinión, es enriquecedor que surjan proyectos como estos; podrían evitar lo que le pasó en casa. “Me hubiese encantado que el quechua le gustara también a mi hijo”, se lamenta, mientras baja la mirada. Aunque Silvestre tiene como lengua materna el quechua, no consiguió que su hijo herede este idioma.
“El quechua no es una lengua que solo deba interesar a unos cuantos, tratándose de un país pluricultural, como el Perú, necesitamos comprometernos con su difusión”, propone Celia Rubina, decana de Comunicaciones de la PUCP. Uno de las iniciativas más recientes en esa perspectiva son los noticieros ‘Ñuqanchik’ y ‘Jiwasanaka’ emitidos por TV Perú. Ambas palabras, la primera es una voz quechua y la segunda, aimara, significan exactamente lo mismo: ‘Nosotros’.
Maximina nunca podrá conversar con Silvestre, y Luznibia no se atreverá a saludar a Jaru si la discriminación y los prejuicios continúan siendo moneda corriente dentro y fuera de las aulas.