Es uno de los pocos legisladores que ha ubicado los derechos humanos en la primera línea de su agenda de trabajo. Promovió la aprobación de la ley que permite el uso medicinal de la marihuana y hoy defiende los derechos de la población LGTB en el Perú. En esta entrevista habla de la Reforma Trans, destaca el rol social que una universidad como la PUCP juega en la sociedad y finalmente recuerda con afecto y nostalgia su paso por las aulas del ex Fundo Pando.
Por: Sebastián Velásquez Desposorio
Portada: Goberna.pe
Abogado y congresista por Peruanos Por el Kambio, Alberto de Belaunde (Lima, 1986) alterna la política con la enseñanza: es codocente del curso ‘Derecho Constitucional y Política’ en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ingresó a esta casa de estudios en 2004 cuando tenía 17 años. Luego siguió una maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad San Martín de Porres y un diplomado en Gestión Pública en la PUCP. En este último lugar fue donde se inició en política como dirigente estudiantil y activista social. Hoy es una de las voces más ecuánimes de la política peruana.
-¿Siempre quiso ser abogado o también tuvo dilemas vocacionales, como muchos jóvenes que ingresan a Estudios Generales Letras?
-Cuando ingresé yo quería estudiar derecho. Pero en mi último ciclo en Letras llevé un curso de ciencias políticas con Farid Kahhat, quien, además de divertidísimo, es una de las personas que más sabe sobre temas internacionales. Estábamos en 2005 y la PUCP creó la Especialidad de Ciencia Política y Gobierno. Allí había gente muy bacán como Henry Pease, Farid Kahhat y Rolando Ames. Entonces, en el último ciclo, llevé mis electivos en la Facultad de Ciencias Sociales y me entró la duda de si pasarme o no a ciencias políticas, pero como era una carrera nueva terminé inclinándome finalmente por el derecho.
-¿Cómo fue su estancia en Estudios Generales Letras?
-Fue uno de los momentos más felices de mi vida. Primero por los amigos que hice ahí; son mis mejores amigos hasta el día de hoy. Era un alumno de Estudios Generales cuando decidí hacer público que era gay; hasta ese momento no había salido del closet. En Estudios Generales también fundé un movimiento estudiantil que se llamaba Compromiso Universitario Integrador, el CUI.
-¿Cuál era la postura del CUI?
-Hubo una época en la que no había movimientos universitarios en la Católica. No existían UNES, ni Coherencia. CUI no era un movimiento ideológico, simplemente queríamos recuperar la lógica de representación estudiantil. Lo creamos para postular al Centro Federado de Letras. En 2005 fuimos Centro Federado y yo ocupé la presidencia de la mesa directiva. Una de nuestras banderas de lucha fue la accesibilidad para personas con discapacidad física. En ese momento solo había una rampa muy empinada; si una persona con discapacidad quería usarla, se sacaba la mugre. Iniciamos un movimiento: empezó primero con una rampa para discapacitados y logramos poner el tema en discusión, tuvimos reuniones con las autoridades del rectorado.
-En su libro “Más allá del arcoíris” se pregunta si los estudiantes de Letras hubiesen votado por usted si hubieran sabido que era homosexual…
-Ha pasado una cosa muy bonita. A raíz del libro, varias personas que eran mis amigos o que me conocían en esa época me han escrito diciendo: “Oye huevón, claro que hubiéramos votado por ti”. Mi postulación al centro federado fue hace trece años, parece como si hubiese transcurrido poco tiempo, pero no es así; era otra sociedad, otro país, otra universidad católica. Yo no conocía a nadie abiertamente gay en esa época. GPUCP era más una cosa que se hablaba a media voz que una presencia real. No había grupos de género. No había una autoridad abiertamente gay en el país. En ese momento era una pregunta válida.
-¿Cómo fue ese proceso de hacer pública su homosexualidad?
-Empecé a contárselo a mis amigos más cercanos cuando faltaba poco para terminar mi paso por Letras. La persona en la que más confió en la vida, uno de mis mejores amigos, era en esa época mi secretario de economía, Miguel Figallo. Primero se lo conté a él. Ahora ya todo el mundo lo sabe, pero en esa época, cuando contaba que era gay me temblaba la voz; uno no tenía idea de cómo iba a reaccionar la gente.
–El estudio de abogados de su padre, Javier de Belaunde, ayudó a inscribir los estatutos del Movimiento Homosexual de Lima (Mhol) en la Oficina Nacional de Registros Públicos. Puedo intuir que recibió el apoyo de sus padres.
-Sí. Igual era un tema de no saber cómo va a reaccionar la gente. A veces me escriben chicos por Facebook y me piden consejos de cómo salir del closet. Yo siempre les digo que no se apresuren, que lo hagan cuando sientan que están emocionalmente preparados y que tienen un círculo de protección en caso algo salga mal. En mi caso nada salió mal. Yo siempre fui muy consciente de que quería contarlo cuando estuviese preparado para que alguien lo tome de mala forma. Yo sé que soy gay desde los 13 años y recién lo empiezo a contar cuando tengo 18. Fue el periodo que me tomó emocionalmente estar listo para contarlo y asumirlo.
-En su libro cuenta que durante su época en Estudios Generales Letras descubre a Pedro Zerolo, un político español y activista LGTB. ¿Qué significa Zerolo para usted?
-Para mí Zerolo es una persona fundamental. Cuando estaba en la universidad y me preguntaba si era posible ser abiertamente gay y hacer política, y no hallaba a ningún referente nacional, encontré la figura de Zerolo. Además, la descubrí en el contexto de la aprobación del matrimonio gay en España. Él era una persona locuaz, abierta, justa y para mí fue una figura a seguir. Una de las cosas importantes de tener gente abiertamente gay en la esfera pública es que hay jóvenes que están buscando modelos a seguir. Zerolo para mí lo fue. Yo estaría muy honrado de que haya gente que también me vea como un posible modelo.