Entrevistamos al autor de Muerte en el Pentagonito (2004) con motivo del vigésimo aniversario de la publicación de uno de los libros más importantes del periodismo de investigación peruano al revelar los secretos militares de la lucha antiterrorista durante el conflicto armado interno y así esclarecer casos emblemáticos de violaciones de los derechos humanos.
Por Somos Periodismo
—En el prólogo del libro, lo primero que deja en claro es que está escrito desde el punto de vista de los militares y terroristas, y no desde el de sus víctimas. Teniendo en cuenta que los periodistas, en teoría, deben defender siempre los derechos humanos, ¿cómo vivió ese proceso de entrevistar a 150 perpetradores o cómplices durante 7 años para armar Muerte en el Pentagonito, escuchando las atrocidades que confesaron haber cometido?
—Naturalmente, todos tenemos referencias morales. Pero el oficio del periodismo te pone en contacto con todo tipo de personas. Y al momento en que estás buscando una información que es relevante, que es nueva, lo fundamental es tratar de comprobarlo o de llegar a una convicción sobre eso. Ese descubrimiento puede tener diversos resultados. Para ir a lo que alude tu pregunta, puede menoscabar o debilitar la versión de una víctima… Entonces, si yo tuviera como punto de vista demostrar una verdad en función de los principios, podría equivocarme. Para mí, entrevistar a personas que han perpetrado crímenes o que han cometido actos que son no solamente reprobables, sino abominables, no es un problema mayor. Trato de ver qué dicen y cómo, en qué contexto se va a presentar lo que aparece. El otro ángulo de esta afirmación que aparece en la primera parte del libro tiene que ver con que estos entrevistados son principalmente militares y terroristas, y dentro de los primeros hay otra acotación: son militares suboficiales. Ellos tienen una visión distinta de la que tiene un general ante un hecho que puede haber sido monstruoso o que ha tenido, vamos a suponer, responsabilidad de los militares que han cometido asesinatos. O sea, los mismos hechos pueden ser narrados desde perspectivas distintas por los mismos actores. Si hubiera sido hecho este libro desde la visión de los generales, probablemente habría tenido otro estilo, otros matices.
—Usted señala, lamentándolo además, que el periodismo es un brazo de la verdad y no de la justicia. ¿Lo sigue sosteniendo?
—Ahora que lo mencionas, me parece un poco pretencioso lo que escribí. Al decir que el periodismo es un brazo de la verdad, quiero decir que es una forma de llegar a la verdad. Y como vemos en el desarrollo de juicios que son a veces muy largos, es difícil encontrar una verdad que pueda ser más verdadera, si cabe el término. Lo que sí es cierto es que nosotros logramos tener una convicción a partir del reporteo, es decir, de gente que ha estado muy próxima [a los hechos], y este recojo de información puede no servir nada en un juicio. De hecho, yo hasta ahora, veinte años después, sigo yendo a audiencias judiciales que tienen como base el libro. No me he negado a ir a ninguna. Incluso he ido citado por personas que han sido imputadas, es decir, que aparecen como supuestos responsables. Y he ido para ratificar lo que he escrito. Y me queda claro, como también te lo recuerdan los magistrados, que simplemente es un asunto referencial, porque ellos van a juzgar en función del expediente.

—¿Cuáles son los casos por los que todavía comparece?
—Últimamente el caso Pativilca, después el de Leonor La Rosa, Mariela Barreto, el caso de las cartas bomba, el del espía que no volvió a Quito, es decir, el asesinato de un agente militar ecuatoriano junto con el militar que le daba información aquí. También sobre ese desaparecido militar peruano Marco Barrantes aún no acabo un juicio. Y hay sentenciados. Se dividió en 2 juicios. Hasta ahora esos casos, pero antes ha habido más. Rodrigo Franco, por ejemplo.
—A propósito de Pativilca, el 29 de noviembre Santiago Martín Rivas fue condenado a 18 años de cárcel por dicha masacre. Lo vinculo con lo que usted ha publicado sobre el caso La Cantuta: que la orden de ejecutar a los nueve estudiantes y al profesor fue de él…
—Sí, porque fue lo que nos dijeron los testigos. No mencionamos quién, pero nos lo dijeron.
—Hasta ahora hay polémica en torno a este caso: usted se ratifica en que el expresidente Alberto Fujimori no sabía de la orden del asesinato, pero hay una sentencia judicial que lo declara culpable como “autor mediato”…
—Mi punto está en el tema estricto de la orden. La construcción de eso es un asunto jurídico. La Sala concluye que Fujimori crea el Grupo Colina, entonces tiene una historia administrativa que se descubre cuando hacen un allanamiento, va la Fiscalía, recoge documentos, descubre presupuestos, están las felicitaciones [a sus integrantes], está el hecho de que él no tuvo una debida diligencia para saber qué ha pasado. Yo pienso que Fujimori sí tenía el poder para detener todo. Después los indulta. Lo que pasa es que tiene una alianza con los militares.

—Las protestas contra la presidenta Dina Boluarte en diciembre de 2022 y principios de 2023 dejaron un saldo de cincuenta civiles muertos, entre los que hubo asesinatos por disparos de la Policía y las Fuerzas Armadas, como dio cuenta IDL-Reporteros en los casos de Ayacucho y Juliaca. ¿Cuál es su apreciación acerca del rol de los medios en esa cobertura donde los manifestantes eran calificados de “terroristas”?
—IDL-Reporteros podría ser en este caso un ejemplo emblemático del rol de los medios. No solamente ganaron el Gabo, el premio más importante de investigación [a nivel iberoamericano], sino el COLPIN en México. Y, efectivamente, ha habido ligereza de los medios e ineptitud de la Policía para identificar lo que sí había: un sector del castillismo que estaba preparado para hacer disturbios violentos. Porque ha habido de las dos cosas. O sea, con el hecho de que haya habido un ‘terruqueo’, no podemos negar que ha habido también una parte de la actuación que tenía propósitos criminales en el sentido de, por ejemplo, atacar aeropuertos. Luego, en general, creo que el periodismo está dependiendo demasiado de la Policía y del Ministerio Público. Entonces, hay que apreciar mucho la virtuosidad del periodismo cuando trata de tener una búsqueda independiente. A mí me parece que está bien claro que ha habido asesinatos. Ahí no debería haber problemas para sancionar a los [autores] materiales. El tema es cuál fue el rol de la presidenta, del primer ministro, del ministro de Defensa y del ministro del Interior.
—Un sector de la prensa suele utilizar el término “conflicto armado interno” para referirse al periodo de violencia de 1980-2000 que atravesó el Perú. Para otro sector mediático, esta denominación es inadmisible porque consideran que no es posible que las Fuerzas Armadas queden como asesinos equiparables a Sendero y el MRTA dado que les correspondía la defensa del Estado. ¿Cómo evalúa esta discrepancia?
—Es una discrepancia ideológica entre un sector que no desea reconocer que ha habido excesos de los militares que son repudiables y otro sector políticamente correcto que le quiere dar un nombre idóneo a un conflicto atípico, que ha sido una lucha terrorista y contraterrorista. No me he metido en esa discusión pese a que he estado durante años escribiendo sobre esto. Es superflua para mí.
—Ernesto Cabral afirma que, en una era digital donde la labor de producir y difundir información ya no es exclusiva de los periodistas, el futuro del periodismo reside en el periodismo de investigación. ¿Qué opina?
—El periodismo de internet está más dedicado a la velocidad de la información, a abastecer rápidamente. Entonces, yo creo que detrás de la investigación tiene que haber proyectos que quieran cambiar la sociedad, no necesariamente de medios tradicionales, sino de fundaciones o de grupos interesados en fomentar indagaciones mayores. Ahora hay fondos muy grandes para investigar sobre problemas ambientales. Para mí, el tema fundamental es cómo se financia, porque hay periodistas talentosos. Luego hay un periodismo de investigación para problemas específicos como salud, educación, derechos humanos vinculados a mujeres y niños, que tienen una cartera de financiamiento de instituciones que quieren trabajar sobre eso. Así, el periodismo de investigación va a persistir.