Sismo avisado, ¿no mata gente?

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El Instituto Geofísico del Perú (IGP) ha confirmado que Lima será azotada por un sismo de más de ocho grados de magnitud. Tras el ocurrido el 7 de enero, el temor es más palpable; no obstante, mucha gente aún vive y construye sin pensar en el futuro desastre. Al respecto contamos con las explicaciones de tres especialistas, entre ellos el presidente ejecutivo del IGP, Hernando Tavera, y con el testimonio de Wilfredo Campos y Liz Vergaray, dos personas que viven en zonas de riesgo sísmico como Barrios Altos y Pachacútec.
Por: Paulo Samaniego y Renzo Rodríguez
Portada: La República


Lima será el epicentro de un terremoto de más de ocho grados de magnitud. Así lo ha confirmado el Instituto Geofísico del Perú (IGP) tras la publicación del mapa de acoplamiento sísmico en agosto pasado. El plano advierte una gran acumulación de energía sísmica en la costa peruana generada por la tensión entre las placas tectónicas en esta zona, la cual solo podrá ser liberada con un fuerte sacudimiento que podría llegar a afectar incluso a Ica y Áncash. La situación se agrava debido a la casi nula preocupación de la población limeña por construir una ciudad verdaderamente antisísmica y a la escasa cultura de prevención, la cual provoca que la población no sepa cómo reaccionar frente a los sacudimientos más recientes. Ante este escenario, toca preguntarnos si estamos listos para este inevitable e impredecible fenómeno.

¿Qué nos espera?

Hernando Tavera, titular del IGP, pronostica que el suelo limeño se sacudirá con un nivel de aceleración (qué tan rápido se mueve el suelo durante un movimiento telúrico) de entre 600 a 800 cm/s². Teniendo en cuenta que la capital se movió entre 80 a 100 cm/s² durante el temblor de Pisco, la intensidad del sismo pronosticado será casi 10 veces mayor a los últimos terremotos registrados.

Según estimaciones del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), el sismo dejaría un saldo de 2 millones de heridos, 110 mil muertos, más de 353 mil viviendas destruidas y 623 mil inhabitables. Fernando Lazares, director académico del Centro Peruano Japonés de Investigaciones Sísmicas y Mitigación de Desastres (Cismid), señala que las zonas de la capital con un mayor nivel de riesgo sísmico son Lima Norte y Lima Sur.

Una gran cantidad de viviendas en Chorrillos se encuentran en muy mal estado. Foto: Archivo personal.

Cabe señalar que es inevitable que en algún momento las placas se desacoplen y originen una catástrofe. En ese sentido, los cientos de pequeños sismos que la capital vive año tras año no ayudan ni ayudarán a que el futuro terremoto pierda intensidad, ni siquiera el terremoto de 5.6 grados vivido el pasado 7 de enero. “Solo los grandes sismos ayudan a liberar grandes cantidades de energía acumulada”, explica Tavera.

Asimismo, es menester recordar que nuestro país está ubicado dentro del famoso Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona en donde ocurren más del 90% de los sismos a nivel mundial y donde han tenido lugar el 85% de los más fuertes de la historia.

Poca precaución

Frente a este panorama, Tavera considera que Lima no está preparada para un sismo de gran magnitud “debido a cómo la población decidió el crecimiento de la ciudad, mediante casas autoconstruidas en casi cualquier lugar, y al nulo sentimiento de prevención de desastres”.

El sismólogo recalca que lo que vuelve peligrosos a los sismos no es la sacudida como tal, sino el colapso de las construcciones del hombre, ya sea por sus estructuras o por las condiciones del suelo en las que se encuentran. Por ejemplo, el ya mencionado temblor ocurrido en la capital a inicios de año provocó un saldo de varias viviendas dañadas, sobre todo en la zona norte de Lima. Inclusive, algunas casas se derrumbaron debido a la inestabilidad de su suelo y una construcción informal.

Uno de los casos más graves reportados tras el movimiento telúrico ocurrió en Jicamarca, ciudad al norte de Huarochirí. En menos de un minuto, una familia perdió el sueño y su hogar producto del sismo. Uno de los muros de contención no soportó el sacudimiento y golpeó contra la casa prefabricada con esteras y calamina. Si bien ningún familiar resultó herido, perdieron casi todas sus pertenencias y, lo más importante, su tranquilidad.

Algunas casas del norte de la capital sufrieron daños considerables tras el sismo del pasado 7 de enero. En consecuencia, varias familias se quedaron sin hogar. Foto: La República.

Rafael Yépez, geógrafo y asistente técnico en gestión de riesgo de desastres del Indeci, recalca que hay una gran cantidad de personas cuyos hogares están ubicados en suelos arenosos o zonas montañosas de nuestra capital. Estas superficies inestables hacen que las viviendas sean más propensas a derrumbarse durante un temblor.

Lazares añade que también existen viviendas que o no han recibido un mantenimiento adecuado o no están construidas de manera formal. No obstante, no solo responsabiliza a la población por el trágico desenlace del sacudimiento pronosticado, sino también a una parte del Estado puesto que se debieron haber tomado las precauciones del caso aun con el silencio sísmico de más de 200 años.

“A pesar de tener una buena cantidad de información disponible proporcionada por el IGP e Indeci, una parte del Gobierno, sobre todo la más focalizada, no ha sabido utilizarla ni hacerla llegar a la gente, eso se ve reflejado en la poca participación ciudadana en los simulacros”, comenta.

Dos historias, un mismo miedo

El Jirón Coronel Zubiaga, ubicado en Barrios Altos, es el lugar donde Wilfredo creció y que ahora busca mantener en pie junto a sus vecinos. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Wilfredo Campos lleva viviendo 45 años en Barrios Altos. Antes de él, su abuela había pasado toda su vida en aquella casa del jirón Coronel Zubiaga, en el Cercado de Lima. Su hogar está hecho de quincha y arcilla y, tanto para él como para su esposa e hijas, ya es costumbre que este se mueva de un lado a otro cuando hay temblores. Ha considerado mudarse, pero el presupuesto y la baja oferta de departamentos amplios se lo impiden.

Si bien lo peor que les ha pasado es la caída de un poco de polvo del techo durante un sismo, las condiciones de su hogar obligan a Wilfredo a estar alerta ante cualquier sacudimiento. “Cuando ocurre un temblor, tengo que ir corriendo a mi casa porque temo por el bienestar de mis hijas”, declara.

Denuncia que la Municipalidad de Lima no les ha brindado apoyo para reforzar sus hogares ante cualquier movimiento sísmico. “Si uno no se preocupa por el estado de su casa, el alcalde tampoco lo hará porque él solo aparece cuando la prensa pregunta por el estado de las viviendas tras un temblor”, apunta.

Otra historia es la de Liz Vergaray, una joven de 25 años que vive en Pachacútec, ciudad limítrofe de Ventanilla. Actualmente trabaja en las oficinas de Konecta, ubicadas cerca del aeropuerto Jorge Chávez. La movilidad de la empresa no puede llevarla hasta su trabajo porque su casa se encuentra ubicada en uno de los varios cerros que rodean el distrito.

Liz vive con sus hermanos, tíos y padres. Su casa se encuentra a la altura del grifo Lubricantes, en una zona alejada del centro de Pachacútec. Foto: Archivo personal.

Se toma 20 minutos para solamente llegar al paradero más cercano. Si bien ha pasado gran parte de su vida en este lugar, aún no se acostumbra a subir y bajar de su casa caminando por el desnivelado suelo de arena. “Más allá de que mis zapatos siempre se ensucien, no me gusta el lugar porque es fácil que te roben durante el camino”, añade.

Vive con 10 personas: Sus padres, tíos y hermanos. Solo dos de sus hermanos trabajan, por lo que la mayoría de la familia se queda en casa. No tienen identificado un espacio seguro dentro y fuera de la vivienda, y no tienen siquiera una mochila de emergencia. Cuando ocurre un sismo, todos salen a la calle hasta que el sacudimiento se detenga. “Lo que más nos asusta son las casas moviéndose, pues algunas son prefabricadas, y que el mar se desborde”, manifiesta.

Desconoce si su hogar fue construido de manera antisísmica por lo que siempre tiene un miedo latente cuando se habla de sismos en las noticias. Además, al igual que Wilfredo, lamenta que la autoridad edil no tenga una correcta campaña de prevención de desastres.

Factores de riesgo

Mapa de acoplamiento sísmico presentado por el IGP en agosto. Los gráficos evidencian que Lima es la región con mayor energía sísmica acumulada. Foto: El Peruano.

Para Tavera se deben tener en cuenta cuatro puntos importantes al momento de evaluar si Lima está o no preparada para un movimiento telúrico de gran envergadura: la calidad del suelo, su uso, la condición de las viviendas y el nivel de prevención poblacional.

El tipo de suelo es el factor que determina qué tan comprometido se verá nuestro hogar frente a un sismo. Por ello, el sismólogo considera que es necesario diferenciar entre los suelos compuestos de arena y agua, los que solo son de arena y aquellos que son compactos.

Los suelos de arena resultan inestables ya que no pueden resistir el peso de una vivienda. Esta es una de las razones por las que resulta riesgoso que se invadan zonas como Lomo de Corvina en Villa El Salvador. “Frente a un sismo, las casas de los invasores se van a caer porque el suelo está prácticamente al mismo nivel del mar”, advierte el jefe del IGP.

Las condiciones de las viviendas y el nivel de prevención poblacional determinan la capacidad de respuesta de la gente ante la inminente emergencia. Tavera considera que se suelen cumplir con las medidas de precaución por obligación y no por conocimiento de sus beneficios. Una zona con casas muy antiguas o cuya construcción fue informal, y con personas poco preparadas, será el escenario de una catástrofe aun con un sismo de menor intensidad frente al que se prevé.

“Si ocurre un sismo, que es un fenómeno natural, la responsabilidad por los daños es de las personas que no han construido correctamente su casa, asistido a los simulacros o educado a sus hijos sobre seguridad civil”, enfatiza.

En el cerro San Genaro de Chorrillos es común que los pobladores usen frazadas para camuflar la falta de paredes en sus viviendas. Foto: Archivo personal.

Para fomentar una cultura de prevención, el ingeniero opina que las escuelas y los padres cumplen un rol importante pues es su deber educar y concientizar a los niños sobre la importancia de saber qué hacer ante un temblor. “Si queremos seguir los pasos de otros países sísmicos, como Japón, lo primero que debemos hacer es preparar a las personas desde la niñez”.

Sin embargo, los vecinos consultados recalcan que sus autoridades locales poco o nada hacen para concientizar a la población. Por ejemplo, en lo que respecta a los simulacros, Wilfredo lamenta que estos se lleven a cabo a mediodía, en pleno horario laboral. Esto provoca que sean muy pocos quienes participen de estas medidas preventivas.

“Es una situación preocupante, más aún cuando se trata de una zona de Lima que siempre protagoniza titulares cuando sucede un sismo”, expresa.

Cabe señalar que, durante el sismo del pasado 7 de enero, un vecino de 29 años de Villa María del Triunfo se lanzó desde el tercer piso del edificio en donde vive tras sufrir un episodio de síndrome de delirio presuntamente a raíz del temblor. Según algunos medios de comunicación, la víctima aún se encuentra en un estado crítico producto de una fractura en el cráneo. Este episodio demuestra que la falta de cultura de prevención de un sector de la población ocasiona que se sobredimensione el peligro de un temblor y, producto de la desesperación del momento, se actúa de cualquier forma para salir de casa.

¿Qué hacer?

Ahora bien, ¿qué pueden hacer los ciudadanos que viven en asentamientos humanos? Yépez opina que un programa de construcción de viviendas sismorresistentes, además de ser muy costoso, no es una solución a corto o mediano plazo. Por otro lado, las campañas de prevención, que buscan evitar las invasiones, solo funcionan cuando un área aún no es poblada. Entonces, para estar listos frente a un sismo, aconseja el geógrafo, los pobladores deben identificar las áreas de la casa más concurridas y las paredes en donde colocarse ante un sismo.

Además, considera importante reconocer los riesgos que hay fuera de la vivienda, como cables de alta tensión o árboles que se pueden caer, para poder situarse en áreas abiertas y seguras. “Conocer las calles aledañas a nuestra casa nos permitirá reunirnos rápidamente con nuestros familiares en caso todos se dispersen durante el sismo”, indica Yépez. También insiste en la necesidad de que las familias cuenten con una mochila de emergencia por cada uno de sus miembros y que se tenga disponible una caja de emergencia en la puerta del hogar.

En los simulacros se pone a prueba el conocimiento de qué se debe hacer frente a un simulacro. Esto los vuelve el escenario ideal para practicar las recomendaciones mencionadas. De esta forma, se evitará caer en la desesperación. Sería riesgoso, explica el entrevistado, que alguien que vive en un quinto piso intente bajar las escaleras durante el movimiento. “En estos casos, es recomendable permanecer ubicado en la zona segura que se ha identificado dentro de la vivienda”.

Lazares enfatiza en la necesidad de que las personas construyan sus casas con un debido asesoramiento técnico y siguiendo todas las normas sísmicas. “Una casa debidamente construida es capaz de resistir un sismo incluso si está hecha de adobe”, resalta.

“La población debe entender que el Perú es un país altamente sísmico: una vivienda mal hecha es sumamente vulnerable e intentar protegerla después es una inversión demasiado grande; por ejemplo, muy poca gente puede costear un proceso de reforzamiento de suelo”, comenta el también profesor de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

Desmintiendo mitos

Tavera señala que el nivel de aceleración del suelo es más importante que determinar de cuántos grados fue un sismo. Por ejemplo, un terremoto de 8 grados puede sacudir el suelo con la misma intensidad que lo haría uno de 5 grados.

El entrevistado indica que este factor es el que finalmente provoca que algunas viviendas no soporten el temblor y se derrumben. Para poder determinarlo, entonces, se debe identificar la profundidad del sismo y qué tan lejos está de las ciudades.

Así se explica por qué los ciudadanos se alarmaron más por el terremoto ocurrido en la madrugada del 7 de enero que por otros sismos de mayor magnitud. A pesar de haber sido de 5.6 grados y haber ocurrido a 116 km de profundidad, el sacudimiento se originó a 19 km de Lima, cerca de la ciudad de Canta, y ocurrió de manera vertical, lo cual provocó, según Tavera, que la población lo percibiera más fuerte. En pleno programa radial de Exitosa Perú, por ejemplo, la periodista Giovanna Díaz dejó el set durante los primeros instantes del temblor ocurrido a las 5:27 de la mañana del 7 de enero.

Por otra parte, el sismólogo considera que la población debe esforzarse en saber cómo reaccionar frente a un sacudimiento y no en decidir con qué palabra llamarlo. “No hay diferencias entre un terremoto, un sismo y un temblor pues todos significan lo mismo”, explica. Esto quiere decir que los terremotos no son necesariamente movimientos de gran magnitud. Del mismo modo, un temblor no representa un sacudimiento de baja intensidad.

Así funciona el SASPe. Foto: Andina.

Respecto al Sistema de Alerta Temprana de sismos (SAT-sismos), desarrollado de manera conjunta por el IGP e Indeci, tanto Tavera como Yépez consideran que el proyecto permitirá que los ciudadanos se enteren rápidamente de la llegada de un terremoto. Las personas deben aprovechar los segundos de antelación que les ofrezca la alarma pues esta sonará cuando se estime un movimiento mayor a los 6 grados.

El director ejecutivo del IGP informa que el proyecto tomará tres años para implantarse en el país. Durante este año se está cumpliendo con la segunda etapa de desarrollo, que consiste en la implementación de 106 sensores en toda la costa peruana. Para el 2022, se prevé colocar alarmas en las zonas urbanas y educar a las personas para que sepan cómo actuar cuando suenen las sirenas.

Si bien puede sonar insuficiente contar con solo una sirena, Yépez señala que es responsabilidad de cada municipalidad adquirir más alarmas para vincularlas al SAT. “Con más alarmas, el sistema podrá alertar otros fenómenos, como huaycos o tsunamis”, resalta.

El proyecto empezó en 2020, pero no se ha detenido a pesar de las complicaciones originadas por la pandemia. Aun con la temporal ausencia de profesionales que estuvieron infectados, el calendario oficial de actividades no se ha visto alterado. “Me incomoda que se critique desde el desconocimiento un proyecto que es tan importante para el país”, sostiene Tavera.

Los 10 segundos que, como máximo, puede ofrecer el SAT antes de la llegada de un temblor, deben ser aprovechados por todas las personas. Si bien los temblores en suelos inestables aumentan las probabilidades de que un hogar se derrumbe, los ciudadanos deben priorizar su vida y evacuar hacia un espacio seguro. “Las desigualdades económicas y sociales nos deben motivar a crear y promover más proyectos como el SAT”, indica el sismólogo.

Lazares recuerda que el SAT es una herramienta que, mediante sensores acelerométricos, es capaz de avisar cuando ocurre un sismo de cierta envergadura con un cierto tiempo de ventaja; es decir, mientras más lejos se encuentre del epicentro, mayor tiempo para ponerse a buen recaudo tendrán las personas de la zona en donde haya sonado la alarma. “Lamentablemente, la ciencia aún no es capaz de predecir cuándo ocurrirá un movimiento telúrico”, comenta.