Roldán Tumi: “En el Perú no hay educación intercultural”

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A sus treinta años, Roldán Tumi Dësi se ha convertido en el primer miembro de la etnia matsés en graduarse como antropólogo. En esta nota explica por qué no cree que la interculturalidad se pueda aplicar en la educación peruana, también cuenta su historia y expone las adversidades que los estudiantes indígenas enfrentan en las ciudades.   
Por: Sebastián Blanco
Portada: Chirapaq


Tumi, quien en abril se licenció en una universidad pública en Loreto, no cree que exista educación intercultural en ninguna parte del país, pues para que esta sea posible debe aceptarse que no se respeta “la realidad de los pueblos indígenas”.

“Yo siempre digo que no hay educación intercultural en Iquitos o en cualquier otra parte del Perú. Una universidad donde hay muchos indígenas no quiere decir que sea intercultural, puede ser pluricultural, pero llamarla intercultural es difícil”, enfatiza el antropólogo graduado en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP).

En ese sentido, afirma que interculturalidad no significa solo que un indígena pueda estudiar en la universidad o enseñar en su idioma, sino que tiene que aceptarse la realidad del indígena, de modo que su conocimiento se incluya en la enseñanza universitaria. 

“¿Quién va a aceptar eso?”, se pregunta. “Los jóvenes no quieren”, lamenta. El primer paso es erradicar la exclusión, proceso que debería comenzar en la infancia: “Un árbol pequeño que está torcido se puede enderezar, uno grande nunca lo va a hacer”, agrega. 

Está convencido de que la interculturalidad solo puede realizarse si en las universidades se vincula el conocimiento científico y occidental con el conocimiento de los sabios indígenas, pero no cree que este objetivo pueda alcanzarse, pues la mayoría considera que “si, por ejemplo, se aprende una lengua indígena, no se tiene futuro”.

El primer antropólogo de los matsés  

Tumi es miembro de una familia de siete hermanos. Llegó a Iquitos solo con el dinero suficiente para cubrir dos meses de alquiler de una habitación, sin hablar castellano y sin saber nada de la carrera por la que finalmente optaría: Antropología.

Pertenece a la comunidad matsés de Buena Lomas Antigua, ubicada en la provincia de Requena, en la región Loreto.  Las actividades principales de su comunidad son la cacería y la agricultura. Todos los niños reciben sus lecciones en el mismo colegio. No es común que uno de sus alumnos llegue a estudiar en la universidad.  

Ahora, tras graduarse como antropólogo de la UNAP con una investigación sobre el uso medicinal y ritual del veneno de sapo en su comunidad, habla español con mucha seguridad, aunque confiesa que aún lo está “aprendiendo mientras escucha y conversa”.

Para retirar el veneno de la rana mono grande, también conocida como rana kambó, los expertos matsés la inmovilizan por sus cuatro extremidades y raspan su dorso con un pequeño palo de madera. Luego, el veneno se guarda para utilizarse en una práctica medicinal o ritual. Foto: Roldán Tumi.

Al reflexionar sobre qué le ha aportado la antropología, se muestra convencido de que le dio un vuelco a su vida, pues le permitió darse cuenta que en el mundo existen diferentes grupos sociales y él es parte de uno de ellos.

No lo avergüenza ser miembro de la etnia matsés, cuya población alcanza las 1.309 personas, según el Ministerio de Cultura. Sin embargo, reconoce que antes de estudiar su carrera se sentía incómodo por no saber hablar castellano y comunicarse solo con su lengua delante de otras personas. 

Explica que la educación de la ciudad es muy distinta, lo que choca bastante a la hora de adaptarse. “Son como dos mundos diferentes: el mundo indígena y el mundo occidental. Aprender eso no es fácil”. 

Un camino lleno de dificultades

La familia de Tumi aún no conoce su logro académico, ya que en su comunidad no hay señal telefónica ni electricidad. Su hermano, cuñado y tío, de izquierda a derecha en la fotografía, cuidan su casa hasta que él regrese, a finales de este año. Foto: Roldán Tumi.

Tumi considera que hay pocas oportunidades para la educación de los miembros de comunidades indígenas. Cree que el gobierno no conoce la realidad de estos pueblos y, por esto, no hay suficientes profesionales capacitados para la educación bilingüe que necesitan las comunidades.

La discriminación, la falta de recursos, la dificultad para entender el castellano o la escasa preparación para adaptarse al nivel universitario son factores que han llevado a la deserción de estudiantes del programa Beca 18, que cubre los costos académicos y los gastos de alimentación y alojamiento de los estudiantes que beneficia.

Según una investigación realizada por el medio digital Ojo Público, entre el 2014 y el 2020, en la modalidad de Comunidades Nativas Amazónicas (CNA) de Beca 18, 1.217 jóvenes indígenas no terminaron su carrera de estudios superiores, lo que representa el 43 % de los 2.824 beneficiados con el programa CNA. 

La pandemia del Covid-19 también agravó la situación de los estudiantes. “La mayoría de los jóvenes no tenía internet, ni siquiera una laptop, y cuando llegó la pandemia todo era virtual”, por lo que muchos estudiantes indígenas se vieron perjudicados, agrega Tumi. 

Además, sostiene que es muy común que la discriminación se dé inconscientemente y que la solución reside en pedir a los padres de familia que enseñen a sus hijos a respetar a los demás, ya que, de lo contrario, los niños van a crecer con una mentalidad discriminadora. 

La ausencia de recursos es otro de los problemas que enfrentan los estudiantes indígenas. Si bien Beca 18 los ayuda económicamente, quien que no cuenta con un programa como este, “tiene que buscar trabajo, ya que los padres no pueden apoyar porque en la comunidad no hay ingresos”, advierte.

Asegura que vencer la dificultad de recibir clases en español, dado que no es la lengua materna de muchos estudiantes indígenas, compete a los profesores, pero lamenta que no existan suficientes profesionales preparados para dictar en los idiomas de las comunidades y en español. 

Ante este panorama, cree que los miembros de la comunidad de Buena Lomas Antigua deberían prepararse y estudiar en la universidad, ya que “el gobierno no conoce la realidad a fondo de los pueblos indígenas, aunque debería hacerlo”, reclama.

Los matsés trabajan desde edades tempranas. El sobrino de Tumi, en la parte inferior de la fotografía, ayuda a su padre en la chacra. Foto: Roldán Tumi.

Un proyecto para los jóvenes estudiantes

El antropólogo señala que “el Estado otorga becas y dinero, pero no califica si los beneficiarios realmente pueden rendir, no toma exámenes para saber si los estudiantes conocen el idioma, entonces, al empezar directamente la universidad, surgen los problemas”.

Sin preparación, es muy difícil que los estudiantes de comunidades indígenas puedan rendir al nivel que exigen las universidades, por lo que el gobierno “debe preocuparse por esta educación, que tiene que ser gratuita para todos los jóvenes que quieren estudiar”.

¿Qué hacer para que más jóvenes se interesen y se preparen para la educación superior? Tumi planea realizar un proyecto en su comunidad. “Es un trabajo grande, no va conseguirse mañana, sino de acá a unos años, pero quiero generar un apoyo que estoy pensando para la comunidad, y quiero aliarme con oenegés que ayudan a los jóvenes para que ellos se preparen antes de la universidad”, explica.

“No puedo traer a 50 estudiantes de golpe, pero ir trayéndolos poco a poco ayudará a que definan bien qué carrera les interesa e incentivar la educación”, concluye.