Rita tiene 25 años. Su día empieza a las 5 de la mañana de miércoles a domingo: se ducha, se maquilla, se viste, prende su equipo de luces y posa para su propia cámara. Tiene que cumplir con una cuota semanal de posts en sus páginas de Instagram, Twitter y, principalmente, OnlyFans. Sabe que tiene que permanecer activa o se arriesga a perder sus valiosos suscriptores. Después de todo, gracias a ellos ha obtenido el dinero suficiente para pagar sus estudios de actuación en una universidad privada, la inicial de su propio departamento en un acomodado distrito de la capital, entre otros lujos. Pese a sentirse agradecida por lo que este trabajo le ha dado, odiaría que se supiera su identidad. Por eso me pidió que esconda su nombre: la han llamado mil veces “puta” incluso antes de vender fotografías y videos de su cuerpo, y se rehúsa a conocer lo que su entorno cercano y la sociedad dirían de ella si se enteraran de que, además de contenido erótico, ha ofrecido servicios sexuales.
Por Vladimir Deza
Portada: Alexandra Prado
Son casi las 9 de la mañana del miércoles 17 de mayo. Tras cumplir con su rutina matutina, aprovecha el silencio de su vecindario, por donde no pasan buses ni hay tráfico de automóviles, para grabar audios de saludo y provocación personalizados a pedido de algunos de sus más de 500 suscriptores en OnlyFans. Desayuna mientras edita algunas fotos “solo si es muy necesario porque quiero ser lo más real posible”, señala. Piensa también en una descripción que aparecerá en sus publicaciones, luego las guarda en las notas de su celular para subirlas a lo largo del día. Sin embargo, hoy no es un día como cualquiera: tiene cita con un cliente fiel en un hotel de una cadena internacional.
Se prepara depilándose las piernas y la pelvis. Se maquilla y peina. “¿Qué tal?”, me pregunta. “Ya sé que guapísima”, se contesta coqueta. Está lista antes de las 11: vestido negro, lentes de sol con diseño de leopardo, sandalias marrones y un bolso beige. En este último lleva su teléfono, una billetera sencilla, condones, un consolador, esposas, un látigo y algunos implementos para rehacer su maquillaje más tarde. La acompañé disimuladamente hasta el lobby del hotel donde se encontró con Fernando. Nos habíamos separado poco antes para evitar que se descubriera mi compañía. Conversamos de nuevo en la noche, alrededor de las 10 p.m. “La pasé muy bien con él, como siempre. Me hace sentir tranquila conmigo misma y coge muy rico también”, comenta entre risas. Para Rita, la diferencia entre Fernando y la mayoría de sus suscriptores es que no la hace sentir como un simple objeto, como si solo fuera trabajo y ya.
Según cuenta Rita, Fernando es un joven empresario colombiano que se contactó con ella a través de su cuenta de OnlyFans a los pocos meses de haberla creado. El suscriptor fue muy honesto con lo que quería: sexo. A pesar de eso, en ningún momento sintió que le faltara el respeto, realidad diferente a la mayoría de los casi 600 hombres que pagan 10 dólares para verla. “(Por Instagram y OnlyFans) Me han dicho gorda, celulítica, fea, pero lo que más me dicen es ‘puta’… lo que es raro porque ya me lo habían dicho antes de trabajar en esto”, resalta. Para Rita, la parte más difícil de dedicarse a este trabajo para juntar dinero es la forma en que la sociedad percibe a la mujer prostituta.

La joven de 25 años segura que solo tiene este trato especial con cinco clientes y que, realmente, no es ella quien pone el precio. De hecho, considera que recibe demasiado dinero “solo por tener sexo o conversar, a veces solo por estar ahí con ellos”. Rita admite ser una mujer que gusta de tener sexo, por lo que disfruta mucho solo sintiéndose deseada: “Lo haría por menos, pero jamás le diría que no a 200 o 300 dólares por cita y eso que me han dado y ofrecido bastante más”, señala riéndose. Después de todo, no empezó como trabajadora sexual por puro gusto: Rita quiere terminar su carrera y ayudar económicamente a su familia.
Nació en Surquillo y es descendiente de migrantes de la selva. Es amante de la música peruana, pero sobre todo de la música criolla y de la jarana. Ser expresiva y sensible a la vez le dan su característico carisma encantador. Según quienes la conocen, posee también un talento natural para la danza y la actuación. Ambos, su cuerpo y voz, pueden ser tan delicados como potentes para expresar emociones intensas. Resulta difícil reconocer su rostro delicado detrás de un grito visceral de dolor, furia y angustia cuando su personaje lo requiere, como en su interpretación de Segismundo en La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca para un trabajo de la universidad “muy aplaudido por profesores y compañeros”, cuenta.
Rita está convencida de que su lugar en el mundo está sobre un escenario, dando todo de sí para satisfacer con su talento a un público que busca conectar con sus emociones a través de una historia bien representada. Eso es el teatro para ella. “Yo voy a cumplir mi sueño, voy a ser actriz… eventualmente”, afirma con esperanza pues siente que le está tomando mucho tiempo. Ya le había costado suficiente esfuerzo convencer a su familia de que la dejen estudiar artes escénicas, pero justo cuando lo había logrado y llevaba cuatro ciclos avanzados, llegó la pandemia. Hasta entonces, su mamá y hermanos habían hecho lo posible por costear sus estudios, pero se volvió imposible hacia finales del 2020. Tenía que conseguir dinero para seguir pagando sus estudios.
Rita no es de las personas que se dejan amilanar por las dificultades. Buscó trabajo tan pronto como pudo porque estaba decidida a no dejar ir su meta de ser una actriz profesional. Así llegó a ser agente de call-center desde casa, repartidora de comida y mesera en algunos restaurantes. La opción de OnlyFans apareció como propuesta de una amiga experimentada en esta plataforma: “Se saca buena plata solo con fotos y videos”, le dijo. Rita dudó, pero finalmente se atrevió luego de pensar en una estrategia para mantenerlo en secreto porque tenía –y tiene– miedo de lo que su familia pudiera llegar a pensar de ella.
Apenas tuvo el dinero suficiente para hacerlo, Rita decidió mudarse y vivir sola. Inventó excusas para que sus parientes la dejaran salir porque, si bien son muy importantes para ella, cree que podría perderlos si algún día se enteran de lo que hace para ayudar a la economía del hogar. Conserva el trabajo “normal” de mesera a medio tiempo, mientras vive una vida alternativa para asumir el personaje seductor de Rita el resto del tiempo que dedica a hacer dinero. “Necesito esta fachada para mis amigos y familia porque no quiero que se enteren. No creo que lo tomen bien y odiaría que cambien la forma en que me tratan y ven”, confiesa.

Para ella, esa es la parte más agotadora: el tener que crear un personaje para estas redes porque “no soy así de seductora en verdad, es todo una fachada porque hay que gustar para que te paguen y, encima, tener que mentir sobre cómo me gano la vida por el miedo a que todos los que me importan me den la espalda”. Asevera que, en cierta forma, se aprovecha del machismo que tanto la ha dañado: “Me insultan y me exigen cosas como ciertas poses o menos ropa”. Con visible molestia en su rostro, agrega que “aunque la página te ayude a defenderte bloqueando usuarios, hiere porque sigo siendo una persona, por más puta que me crean”.
Rita planea dejar esta doble vida pronto, porque ya ha juntado el dinero suficiente para culminar su carrera y ayudar en casa. “Creo que ya va siendo tiempo (de dejar este trabajo). Estoy cansada de tener que mentir y cargar con esa culpa que no existiría si no fuera porque la sociedad nos ve mal”, precisa. Conoce a muchos otros creadores y creadoras de contenido –o “modelos”– que comparten opiniones similares a la suya. No conoce a uno o una sola que haya revelado su identidad o que comparta abiertamente a lo que se dedica.
Para Rita, y otros trabajadores sexuales en OnlyFans, el remedio se encuentra en que la sociedad acepte este trabajo como una expresión de la libertad sexual. Esto siempre que sea una decisión personal tomada por gente libre, sin otros agentes que los fuercen. Con orgullo y dolor, Rita sigue soñando con ser una actriz, pero jura que de esta experiencia no se olvidará nunca, aunque difícilmente alguien lo sepa: “Según algunas personas, yo ya era una puta antes de dedicarme a esto por acostarme con quien quisiera o vestirme como me gusta. Ahora, tengo ganada la etiqueta creo y, probablemente, seguiré siendo una puta por las mismas razones que antes, así no tengan ni idea de que me pagaron por tirarme a alguien o por dejarme ver desnuda”.