Reynaldo Arenas: “La televisión peruana solo apuesta por lo más chabacano”

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Actor experimentado y versátil, protagonista de películas nacionales, montajes teatrales, teleseries y telenovelas, Reynaldo Arenas es una de las figuras más importantes de la escena cultural peruana.  En esta entrevista el recordado protagonista de la cinta Túpac Amaru pasa revista por distintos episodios de su vida y lanza algunos juicios severos sobre la televisión peruana y la discriminación en el ambiente artístico.
Por: Edith Rodríguez
Portada: PERÚ 21


Por Edith Rodríguez

Tiene más de medio siglo asumiendo distintos roles en el cine, el teatro y la televisión. Ha interpretado a personajes icónicos de nuestra historia como Túpac Amaru, el inca Atahualpa, el Señor de Sipán y César Vallejo. Consolidar esta trayectoria, sin embargo, ha requerido de él cierta mística, instinto de superación y una dosis constante de rebeldía. Solo así ha podido liberarse de los papeles que buscaban encasillarlo en personajes estereotipados o hacer frente a los prejuicios racistas que siempre rondan en el mundo del espectáculo.

Nació en el Cusco en 1944 y antes de  los cinco años fue traído a Lima. Bajaba, literalmente, de los andes con una forma de hablar, una vestimenta propia y hasta un trato especial con las personas. Aquí fue víctima del bullying y del racismo. Tuve que adaptarse desde pequeño y sobreponerse a un mundo hostil y agresivo, un espacio en el cual aprendió a defenderse y se demostró a sí mismo que era capaz de levantar la voz y hacerse escuchar.

-Cada cierto tiempo el tema del racismo se convierte en noticia. Los prejuicios raciales parecen atravesar todos los segmentos de la sociedad. ¿Recuerda haber sido objeto de esta clase de discriminación?
-Indudablemente. Aquí, los papeles que personifican a un alcohólico, un drogadicto, un violador o al mayordomo de la familia siempre se los asignan a actores o actrices de origen andino o afroperuano. Entonces, te encasillan dentro de ese tipo de personajes, y no son capaces de darte otros roles porque según los productores o jefes de casting no encajas. Y estás condenado a hacer siempre de jardinero o de portero. Eso a la larga te limita incluso para obtener otras posibilidades en el teatro, en la televisión y en el cine.

-¿No cree que continuar con este criterio de casting, de asignar roles a los actores tomando en cuenta su color de piel, hace más fuerte el prejuicio racial y la discriminación?
-Por supuesto, y nada hacen por cambiarlo. Uno ve distintos programas de televisión nacional y solo encuentras personas con los mismos rasgos raciales. Los realities, por ejemplo, me parecen una degradación. Quienes participan muestran que son personas incultas que dicen cosas aberrantes cuando se les hace preguntas elementales. Todo se basa en su cuerpo y en sus caritas bonitas. Hay gente joven que es muy inteligente y talentosa, pero no se les da cabida porque simplemente no están dentro del prototipo que los productores de televisión quieren. La televisión acá está formada por argollas, y eso está bien claro.

-En los canales de televisión se impone la idea de apostar únicamente por aquello que genera rating al más bajo costo.

-Exacto.  Hace dos años yo asistí a una preventa en canal 4. Había grabado cuatro pilotos de una serie con nivel cultural. Y los anunciantes no querían apostar por la cultura. Decían: “No, eso no da plata”. Apostaban por lo chabacano, por lo grotesco. El mismo gerente me dijo al final: “Mira Reynaldo, ellos ponen la plata y no apuestan por la cultura, y el canal vive de los auspiciadores”.

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Reynaldo Arenas no se resigna a contemplar en silencio este declive de la televisión local. Exige leyes que promuevan la difusión de programas culturales en la radio y la televisión. Propone a las universidades y a los municipios crear escuelas de formación artística para que las manifestaciones culturales no se concentren en tres o cuatro distritos de Lima. “Se trata de darle posibilidad a la gente, porque el Perú es un crisol de gente muy talentosa, lo que falta son oportunidades”, afirma.

-Hace 35 años usted interpretó a Túpac Amaru. ¿Qué siente que después de tantos años que la gente lo siga reconociendo principalmente por ese personaje?

-Bueno, fue un trabajo muy honesto, muy digno, hecho con mucho amor, con mucha calidad artística. No era una película que se hizo con fines comerciales, sino con fines de querer entrar a festivales, y sí llegamos a ir a muchos. Yo estuve en Japón, estuve en Cuba, en Rusia, en Colombia. Viajamos constantemente, y a cada festival que íbamos siempre recibíamos una mención honrosa. Bueno, fue un trabajo también muy arduo porque duró un año de filmación.  No se terminaba porque no había plata. Pero las cosas caen por su propio peso porque finalmente fue un trabajo que dignificó a todos los que trabajamos en él.

-Y hace poco interpretó al poeta César Vallejo, otro gran personaje emblemático.

-Exactamente. Y es otro personaje al que vale la pena resaltar porque  Vallejo fue muy maltratado en el Perú. Lo insultaron, lo trataron de ladrón, de asesino, de delincuente, y tuvo que irse a Europa a abrirse camino, y es ahí donde se inmortaliza. Vallejo murió en la más absoluta pobreza porque nadie creía en él. Ahora, sin embargo, está considerado un poeta de talla universal.

-A diferencia de otros artistas que buscan esconder su origen andino, usted siempre habla de sus raíces.

-Sí, bueno, yo soy un hombre orgulloso de mi origen. Cada vez que salgo del país trato de identificarme con la cultura andina. En Europa, en Estados Unidos, ando con poncho y con chullo, a veces se me da por tocar quena en las calles y toco. Cada vez que toco me preguntan de dónde soy y yo hablo con mucho orgullo que soy de Perú.

No es común ver a personajes públicos tan orgullosos de mostrar sus raíces andinas. De alguna manera, ello aumenta la percepción que se tiene de usted como una persona muy humilde y sencilla.

Yo creo que el ser actor no tiene nada de diferente, somos iguales al resto. Yo he estado al lado de grandes como Marcello Mastroianni, Robert De Niro, Vanesa Redgrave y Akira Kurosawa y he aprendido que toda esa gente cuanto más grande, más simple es. Cuanto más grande eres, más sencillo debes ser. Y es muy lindo porque la gente me reconoce en las calles, me dan muchas muestras de cariño.