Rebecca Frick, la religiosa que lucha contra el coronavirus desde un tractor

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La hermana superiora preside la Asociación Caminemos Unidos y dirige la desinfección de las calles de Moro, en la provincia de Santa, Áncash.
Por: Valeria Vicente
Portada: Facebook ACU


Rebecca Frick lidera la lucha contra el COVID-19 en las calles de Moro, uno de los nueve distritos que conforman la provincia de Santa, en la región de Ancash. Al mando de un tractor agrícola, la monja desinfecta al menos tres veces por semana las calles del pueblo, como parte de la campaña de fumigación organizada por la Asociación Caminemos Unidos (ACU) en colaboración con las autoridades locales.

Con el fin de evitar la propagación del coronavirus, Rebecca Frick adquirió una fumigadora de 1200 litros de capacidad que ahora emplea para desinfectar las calles de Moro con un líquido compuesto por hipoclorito de sodio. La fumigadora, unida al tractor que ACU ya poseía para realizar labores agrícolas, recorre ahora las calles Macash, Manco Cápac, Independencia y el perímetro de la Plaza de Armas, entre otras, desde el 8 de abril.

Rebecca Frick dirige la fumigación de las calles de Moro. FOTO: Facebook ACU.

El distrito de Moro abarca 35 caseríos y se encuentra ubicado a 60 kilómetros del sur de la ciudad de Chimbote, en la sierra baja de Áncash. En el pueblo residen cerca de 8 034 habitantes, cuyas principales actividades económicas son la agricultura y la ganadería.

La hermana superiora, conocida por su ardua labor en proyectos de beneficencia y ayuda social en el pueblo, reside en Perú desde hace 28 años. Nacida en Liechtenstein, un frío país de paisajes alpinos en Europa, formó parte del grupo de misioneras de la Congregación de las Hermanas de la Misericordia de San Vicente de Paúl, enviadas a Moro en 1992. 

Y aunque las imágenes de Rebecca Frick dirigiendo la desinfección de las calles desde el tractor se volvieron virales en redes sociales y se publicaron en distintos medios nacionales e internacionales, la religiosa considera que esta labor no es nada de otro mundo. “Trabajo de todos los días”, como define lo que hace la presidenta de ACU. 

Tuvimos la oportunidad de conversar con la hermana Rebecca sobre su experiencia en la campaña de desinfección de las calles de Moro.

— Hemos visto la cara más dolorosa de la pandemia en las noticias: el sistema de salud colapsado, la profunda desigualdad social, la curva que parece nunca descender. Pero también nos llegan historias de esperanza y solidaridad. ¿Cómo surge la idea de desinfectar las calles de Moro?

— En ACU tuvimos reuniones semanales con el comité de Defensa Civil, junto con el alcalde y el gobernador para desarrollar el proyecto de fumigar las calles a raíz de la epidemia. Desde ahí, hemos trabajado mano a mano con la población civil. En un inicio, se desinfectaba las calle usando mangueras, pero demoraba mucho y era imposible fumigar el pueblo en un día con esos materiales. Sobre todo las calles amplias. Busqué en internet cómo se podría realizar el proceso de manera más eficaz y económica, y esta máquina era la solución. Llega a 20 metros por alto y ancho. Acá tenemos chacras, entonces la fumigadora nos sirve siempre, no sólo para combatir el coronavirus. 

— ¿Ya se había realizado acciones para prevenir el contagio de COVID-19 por parte de las autoridades municipales?

— Hasta ese momento no. La iniciativa surgió en las reuniones con el comité, luego la municipalidad se sumó al proyecto. Y los resultados han sido muy buenos. Se está implementando en sitios cercanos a Moro y se han sumado otras instituciones que nos brindan apoyo.

La hermana Rebecca junto con el comité de defensa civil. FOTO: Facebook ACU.

— ¿Cuál es su principal motivación para continuar con el proyecto?

— Mi idea siempre fue venir acá para ayudar en cualquier situación. Llevamos comida a ancianos abandonados, trabajamos con niños y tenemos diferentes proyectos. Pero el trasfondo siempre es ayudar al prójimo. El fundador de nuestra congregación ayudaba siempre a los más necesitados. Es lo que siempre intento hacer.

— ¿Por qué se decidió por la vida consagrada a Dios?

— Antes de entrar al convento, lo tenía todo. Pero sentía que aún me faltaba algo para ser feliz. Quería estar más cerca a Dios, pero para estar más cerca a Él, debía estar más cerca al prójimo. Yo creo que en cada persona está Cristo presente. Y me di cuenta que había otros que necesitaban más que yo, que necesitaban apoyo y ayuda.

— ¿Tiene pensado organizar otros proyectos para continuar combatiendo el coronavirus?

— Claro que sí. El trabajo no termina ahí. Me he comprometido a proveer los insumos necesarios para desinfectar las calles por un mes. Además, desde Europa hemos conseguido la donación de 5 mil mascarillas destinadas para doctores y enfermeras. Serán repartidas la próxima semana, aún no se sabe si en el hospital regional o donde sea más necesario. La comunidad también nos está apoyando mucho.

Al cierre de esta nota, en el pueblo de Moro se detectaron cuatro casos oficiales de COVID-19, ninguno en estado de gravedad. “Cada uno está recuperándose en su casa”, afirmó la hermana superiora.