El huaico ocurrido en marzo de este año trajo pánico, miedo e incertidumbre a los vecinos de Punta Hermosa. Muchas familias vieron cómo el lodo se apoderaba de sus viviendas de un momento a otro. Mientras se unían para retirar el barro de las casas, y pedir desde maquinarias hasta bloqueadores solares, las redes sociales se inundaron de burlas y memes que descalificaban los pedidos de ayuda de los damnificados. Con frases como “los ricos también lloran”, consideraban que vivir en un balneario los despojaba del derecho de merecer cualquier tipo de asistencia. Esta es la historia de una mujer que lo perdió todo: su casa era su única fuente de ingresos.
Por Cynthia Pérez
Son las cuatro y treinta de la tarde del 14 de marzo. Jessica recibe la llamada telefónica de María, su mejor amiga y vecina. Esta le informa, con un tono de preocupación, que en cinco minutos pasará por ella y su pequeña hija para ayudarlas a evacuar. Cuelga y lo siguiente que escucha Jessica es un intenso sonido de agua, como si diez duchas estuviesen abiertas. Es el huaico desbordándose. Llegó más pronto de lo esperado. Las vías de acceso, entre ellas las que dirigen a la casa de Jessica, han quedado bloqueadas por el lodo. Una última comunicación entre Jessica y su salvadora descarta su última esperanza. La amiga le pide que salga de su casa como pueda. Jessica, quien se moviliza en silla de ruedas, se encuentra sola con Angie, su hija menor de siete años. Mientras piensa cómo y a quién pedir ayuda, escucha los gritos de alarma de la menor. El huaico rompe la puerta de su cochera y de pronto su casa empieza a inundarse. Cierra los ojos y, por un instante, cree que es el fin.
Jessica Guerrero Azabache, de treinta y nueve años, vive en el distrito de Punta Hermosa desde que tenía seis años. A inicios de año, experimentó uno de los momentos más difíciles de su vida. Su casa fue una de las decenas de viviendas que fueron afectadas a consecuencia del último huaico que azotó el popular balneario. Su vivienda se encuentra en la Calle Pimentel, una transversal de la Avenida Punta Hermosa, y está a escasos metros del Complejo Municipal. Alquila habitaciones de su casa, y es, en la actualidad, su único sustento económico. Asegura que este último huaico “fue mucho más fuerte que el del 2017”.
Jessica recuerda que hubo días con intensa lluvia. La Municipalidad de Punta Hermosa emitió un comunicado el 14 de marzo informando que todo estaba controlado. El huaico golpeó el distrito horas después y el comunicado fue eliminado de las redes sociales de la municipalidad. Diversos videos compartidos en redes sociales registraron los minutos de terror que se vivieron al ver cómo el huaico derribaba las barricadas de sacos de arena que fueron colocadas para proteger las calles principales. En cuestión de segundos, el imponente huaico hizo notar que la naturaleza, cuando quiere, puede tomar posesión de lo que antes le perteneció. En este caso, el cauce seco del río.
Lo que los videos no muestran es cómo personas como Jessica, y sus vecinos, padecieron cuando sus propiedades fueron invadidas por el huaico. Jessica sufre de artritis reumatoides juvenil, una enfermedad que daña sus articulaciones. A raíz de ello, se moviliza en silla de ruedas desde febrero del 2005. En los instantes que su casa se inundaba, su mayor preocupación era sacar a su menor hija de allí. Pasaron alrededor de treinta minutos, “una eternidad”, recuerda.
Finalmente, fueron rescatadas por Carlos, el esposo de su otra amiga María, cuya casa no fue afectada, de modo que le dio refugio por unos días. Lamentablemente, las intensas lluvias derribaron su techo y Jessica junto con su pequeña tuvieron que refugiarse en las aulas del colegio E. 6030 Víctor Belaunde Diez Canseco. Allí permanecieron ocho días. Diversos medios locales la entrevistaron, pudo contar su testimonio y pedir ayuda.
Gracias a la exposición mediática de su caso y a sus amistades, personas ajenas a ella se acercaron de manera desinteresada para ayudarla. Un vecino le proporcionó la maquinaria necesaria para retirar gran parte del lodo de su casa. Otros limpiaron los desechos restantes e hicieron posible que su hogar quede habitable otra vez. Jessica está muy agradecida con las personas que la ayudaron. Se considera muy afortunada porque al día de hoy ha recuperado la mayor parte de su casa. “Si bien he perdido casi el 80% de objetos que eran recuerdos de mis padres (que ya fallecieron), he aprendido que lo material no importa, pero la vida sí”, manifiesta.
Parecido es el caso de Christian Horna Peralta, de cincuenta y un años. Él y su familia viven en Punta Hermosa desde principios del 2020. Como cada año, Christian y su familia se encontraban veraneando en su casa en el balneario. Cuando se alistaban para retornar a su casa en Surco, en marzo del 2020, la pandemia comenzó, y decidieron quedarse y hacer de Punta Hermosa su hogar fijo. Querían vivir en una zona más tranquila y segura.
Ese martes 14 de marzo, terminaba de almorzar con sus tres hijos, cuando se escucharon gritos. Al salir, vio el huaico a menos de media cuadra con dirección a su casa. En cuestión de minutos, vio cómo su residencia, ubicada en la avenida Alfonso Ugarte, se cubría de lodo. Sus hijos, Facundo, de once, Yara, de trece, y Danna, de dieciocho años, subieron al techo buscando refugio. Poco o nada pudieron hacer al ver el lodo cubrir su vivienda de manera feroz. Su casa, que tiene un solo piso, fue una de las que quedó prácticamente sepultada por el huaico. Todos sus electrodomésticos, camas y muebles en general fueron cubiertos por el lodo.
Christian considera que la municipalidad debió estar mejor preparada para informar de manera adecuada sobre lo que sucedía. No hace falta mencionar que los vecinos no se encuentran conformes con el manejo de la emergencia por parte del alcalde Guillermo Fernández. Consideran que no brindó el apoyo necesario a los damnificados después de los dos huaicos que afectaron el distrito.
Christian también ha logrado retirar el lodo de su casa gracias a la ayuda de vecinos y voluntarios que ofrecieron su tiempo para que Punta Hermosa salga adelante. Todas sus pertenencias, que fueron cubiertas por el fango, quedaron inservibles. Así como él, todos los vecinos esperan que en esta gestión municipal se pueda solucionar el tema del cauce del río. “No hay que ser experto para entender que el cauce se debe hacer de manera uniforme”, enfatiza Christian. Solo queda esperar, ver si la municipalidad también lo considera como un tema principal y lo pone en agenda.
Aquellos comentarios en las redes sociales que tildaron a los vecinos de Punta Hermosa de pitucos, y que desacreditaban sus pedidos de socorro, carecen de empatía, y están alejados de la realidad. Se cree que todas las casas en ese distrito son casas de playa. Jessica y Christian viven años en el balneario y están convencidos de que cualquier persona que está pasando por una situación difícil es digna de ayuda. “Cuando te cae la desgracia, necesitas el apoyo de todos. No se trata de desmerecer otros casos, se trata de entender que todos, en nuestras distintas situaciones y condiciones, somos merecedores de ayuda en momentos como este”, concluye Christian.