En distintos distritos de la capital es frecuente encontrar perros deambulando en la vía pública. Este es un indicador de la ausencia de prácticas responsables en la tenencia de animales domésticos. Somos Periodismo conversó con médicos veterinarios y directores de organizaciones animalistas sobre este problema.
Por: José Gomez Gónzales
El abandono canino representa un riesgo para la salud, el bienestar y la seguridad de los vecinos de cualquier barrio de Lima. Un perro abandonado en la calle puede ser una fuente transmisora de enfermedades bacterianas, parasitarias o virales, contamina los espacios públicos con sus excretas y también es un peligro para los transeúntes dado que los puede atacar.
1. Riesgo para la salud pública
Los perros en situación de abandono son reservorios de enfermedades al no contar con atención médica veterinaria y estar en frecuente contacto con espacios contaminados –como los lugares donde se acumula bolsas de basura. Las principales enfermedades que pueden transmitir son las parasitarias, como la toxocariasis provocada por el parásito Toxocara canis, que se encuentra en las heces de los animales. Los médicos veterinarios Néstor Falcón y Héctor Castañeda indican que el riesgo de infección es alto cuando las personas se exponen a tres situaciones:
- El contacto estrecho con mascotas que permanecieron en espacios contaminados por las excretas de otros animales.
- El contacto directo con espacios contaminados, como los parques o jardines.
- La respiración y aspiración de los restos de las heces pulverizadas por el calor que son llevadas por el viento.
La contaminación ambiental provocada por las heces de los animales es una situación difícil de combatir en términos de salud pública. Al respecto, Néstor Falcón, docente de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, afirma que los parques son focos de infección que pasan desapercibidos: “Cuando se riega los parques donde han quedado las heces de los animales las larvas de los parásitos se disuelven en el pasto”. Jugar o sentarse a descansar sobre esos espacios es un peligro para la salud.
Por otro lado, el contagio de la rabia canina, cuya causa radica en una mordedura, un arañazo e incluso el lamido de un perro callejero, es otro ejemplo de cómo la salud pública se ve comprometida por estos animales en estado de abandono. Según el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del MINSA, entre los años 2019 y 2021 se reportaron 147 casos de rabia canina: 114 en Arequipa, 27 en Puno y 6 en Cusco.
Casos notificados de rabia canina en el Perú del 2019 al 2021. Fuente: Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades/INS/Lab. Reg.
2. Riesgo para la seguridad ciudadana
Los perros abandonados deben enfrentar situaciones de violencia, rechazo y hambre. En consecuencia, estos animales desarrollan comportamientos agresivos que desembocan en ataques físicos, como las mordeduras que pueden provocar heridas abiertas, profundas y punzantes e incluso la muerte. Entre enero y noviembre de 2020, en pleno confinamiento a causa de la pandemia, se atendió a 51 niños heridos por mordedura canina en el Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja.
Según el veterinario Néstor Falcón, en el Perú no se cumplen las disposiciones que establece la Ley N° 27596. “De acuerdo con la ley todo animal debe llevar correa y pechera. Todos deben estar sujetados por su dueño y aquellos que son potencialmente agresivos deben salir con bozal”, explica el especialista. “La población debe conocer esas normas y, del mismo modo, saber cuáles son las responsabilidades del dueño de un animal”, añade.
3. Contaminación de las áreas verdes y vías públicas
Espacios públicos como parques o calles se contaminan con las heces y la orina de los perros abandonados. Estos, además, suelen destruir las bolsas de basura en busca de alimentos. Héctor Castañeda, integrante del Equipo Técnico de Zoonosis de la Dirección General de Intervenciones Estratégicas en Salud Pública del MINSA, advierte que esta contaminación propicia la transmisión de enfermedades bacterianas como la leptospirosis.
Los veterinarios coinciden en que la contaminación de áreas verdes y vías públicas no es solo consecuencia de los canes abandonados, también es responsabilidad de las personas que no recogen las excretas de sus mascotas. Al respecto, es pertinente destacar lo que indica el artículo 5 de la Ordenanza 1855, vigente en Lima Metropolitana.
«El propietario o poseedor del animal doméstico está prohibido de dejar la excreta de sus animales en la vía pública, igualmente, deben evitar que el animal miccione en las fachadas de las viviendas, locales comerciales y edificios públicos. El propietario (…) es responsable del recojo inmediato de la excreta (…)».
4. Sobrepoblación canina: un problema para los albergues y los rescatistas de animales
El abandono trae consigo la sobrepoblación de animales que no pueden ser recibidos en los albergues. El aforo de estos es limitado y se carece de la infraestructura adecuada y el personal para alojar y atender a más animales. “En Lima no hay donde llevar a los perros para que se recuperen mientras se les busca una familia que los acoja”, afirma Jairo Purisaca, director y cofundador de la Asociación KP, quien añade que la tasa de adopción en la capital es muy baja.
Los rescatistas, lamentablemente, no pueden atender a estos animales. A menudo confiesan su frustración, dado que su labor carece del apoyo y la empatía de la población. Jairo Purisaca explica que los vecinos derivan los casos de abandono a los voluntarios o rescatistas de animales en lugar de solicitar indicaciones sobre cómo atender al animal en casa de manera temporal.
Esta situación revela el desconocimiento colectivo sobre los desafíos que deben enfrentar los albergues, como el escaso apoyo económico para la manutención (alimentación, atención veterinaria e infraestructura) de los perros rescatados. “No hay apoyo ni ayuda suficiente. No hay cuerpo que resista trabajar a tiempo completo y encargarse de sostener día a día a 104 animalitos. Esa es la realidad aquí”, se queja Lidia Sánchez, fundadora del albergue Amigos de Onur.