Oprosac: 15 años de alegrías compartidas e iniciativas estudiantiles en Estudios Generales Letras

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A finales de la primera década de este siglo, surgió un espacio para promover actividades culturales en Estudios Generales Letras. Lo llamaron Oprosac. Sonaba parecido a Prozac, el fármaco antidepresivo al que se conocía como la pastilla de la felicidad. Oprosac era el acrónimo de la Oficina de Promoción Social y Actividades Culturales de EEGGLL y desde su creación, hace quince años, también ha distribuido inolvidables dosis de felicidad a miles de estudiantes. Coordinadoras, antiguos y actuales voluntarios de Oprosac nos cuentan aquí sus experiencias.
Por: Leticia Alvarez
Portada: Laura Prada


Jueves Culturales. Cafecu. Conciertos. Rotonda. Diversión. Hermandad. Proyectos. Crecimiento. Hogar. Productividad. Creatividad. Son palabras que, en repetidas ocasiones mencionan con nostalgia y alegría las coordinadoras que alguna vez fueron voluntarias y vivieron la experiencia Oprosac en el campus. A pesar de haber experimentado la vida universitaria de manera virtual en los últimos dos años, la gente voluntaria de ayer y hoy esboza una sonrisa al mencionar cada una de las palabras con las que empieza este párrafo.

Durante 13 años, Oprosac fue aquel espacio que les permitía a los estudiantes crear, planificar e innovar iniciativas para la comunidad universitaria de Letras. También podían desenvolverse ante el público y fortalecer sus habilidades blandas. Todas estas virtudes podían verse representadas en las actividades como el Cine Club Letras, el taller de lenguaje de señas peruanas, la semana ambiental PUCP, entre otros. Se realizaban en los Jueves Culturales, con el fin de brindar una experiencia que trascienda lo académico.  

Pero cuando llegó la pandemia, en marzo de 2020, todo aquello que se vivía en el campus tuvo que ser reinventado de manera virtual para seguir ofreciendo una experiencia enriquecedora a quienes querían ser parte del voluntariado. En total, 15 años han pasado desde aquel 27 de marzo de 2007 cuando se decidió crear un espacio con el fin de promover cultura y responsabilidad social universitaria a la comunidad de Estudios Generales Letras, pero ¿qué ha significado este espacio para voluntarios y coordinadores? ¿Qué cosas se valoran y destacan de Oprosac? ¿Se viene un próximo retorno de actividades de este lugar a la presencialidad? ¿Qué se espera de este voluntariado en el futuro?

Ser voluntaria Oprosac prepandemia

En un jueves cultural de octubre 2019, la algarabía se manifiesta mediante bailes, cánticos y diversión garantizada entre los estudiantes. Foto: Laura Prada

Desde el día cero, Oprosac empezó a consolidarse como aquel espacio para crear iniciativas y plasmarlas a través de diversas actividades como intervenciones radiofónicas, taller de literatura punk escrita por mujeres, charla y taller de lettering, entre otros; realizadas cada jueves cultural, en las que los estudiantes eran los protagonistas. Con este objetivo, muchos estudiantes empezaron a interesarse por formar parte del voluntariado.

Eva Santiváñez (24), actual asistente de coordinación, exvoluntaria del semestre 2017-1 y egresada de Comunicación para el Desarrollo, quería ser parte de este espacio, pero no se atrevía a hacerlo. “Una amiga me dijo que quería postular y yo le dije que también lo había estado pensando y nos animamos a hacerlo juntas. Supongo que postular con alguien más me dio un poco más de confianza, aunque también me ponía a pensar en qué podría pasar si una ingresaba y la otra no”, recuerda Eva con alegría al saber después que ambas habían ingresado a Oprosac. Hasta el día de hoy siguen siendo amigas y ahora trabajan juntas en un proyecto.

Similar situación vivió Laura Prada (30), actual coordinadora de Oprosac, exvoluntaria del semestre 2010-1 y egresada de Publicidad, pues después de un año de solo estudiar, buscaba en Letras un espacio para alejarse un poco de lo académico y contribuir a la facultad. “Desde el colegio yo estaba acostumbrada a organizar actividades como los juegos florales y me encargaba de comunicarlas y participar en ellas. Teníamos muchas actividades extracurriculares como talleres de socialización, concursos de murales, olimpiadas deportivas, entre otros; que involucraban no solo a mis compañeros de clases sino a todo el colegio. Yo seguí motivada”, señala como una de sus principales razones que la llevaron a ser parte del voluntariado.

En la rotonda, Eva, sosteniendo una cámara, graba una entrevista realizada por una voluntaria a dos alumnas de Letras. Foto: Eva Santivañez.

Luego de un proceso riguroso de selección, que consistía en llenar una ficha de inscripción, una entrevista personal y un taller de selección grupal, finalmente eran admitidas en el equipo del voluntariado. Los recuerdos de esa etapa están intactos. “Conocí muchas amistades que conservo hasta hoy, fue increíble hacer vínculos con trabajadoras de la facultad. Descubrí otra parte de la universidad que es difícil encontrar solo en clases, conocí más sobre la cultura organizacional de la PUCP y lo que hay detrás de cada jueves cultural”, recuerda Laura con emoción y nostalgia. 

“En el voluntariado, pude tener mis primeras experiencias organizando eventos y trabajando en equipo. Me gustaba ir a la oficina, encontrarme con mis amix, compartir espacios y debatir sobre temas que a todxs nos importaban”, añade Eva con alegría. Gracias a este espacio, pudo descubrir su vocación. “Fue mi primera experiencia acercándome a la gestión cultural y me trasladé a Comunicación para el Desarrollo”, confiesa.

Con rostros de alegría, Laura y sus compañeros voluntarios en una de las plenarias del voluntariado. Foto: Facebook Oprosac.

Oprosac y los jueves culturales 

No se podía hablar de actividades extracurriculares sin mencionar a Oprosac. Y es que durante el año 2012 hasta el 2016, la cantidad de eventos realizados todos los jueves culturales aumentó de manera significativa a nivel de la universidad, pues más oficinas también se animaron a realizar actividades para la comunidad PUCP. “Era como un bullicio perenne y los estudiantes terminaban saturados, no sabían qué hacer”, comenta Laura refiriéndose a la concentración de los diversos espacios, donde en cualquier rincón, siempre se encontraba alguna muestra de exposición, juegos, retos; con la finalidad de captar la atención de los estudiantes.

Un conversatorio realizado en el Café Cultural (Cafecu) con la participación de los voluntarios y estudiantes. Foto: Laura Prada.
Una larga fila de estudiantes en un puesto de comida esperando degustar su plato favorito. Foto: Facebook Oprosac.

Con la prohibición de la universidad de la venta de comidas en el 2016, en cambio, el número de asistentes descendió notoriamente. Tuvieron que optar por espacios más personalizados y reflexivos como conversatorios, talleres y cosas que involucren un acompañamiento exclusivo a los estudiantes. Esta forma de hacer eventos en Letras se mantuvo hasta 2019, un año antes de la pandemia. El objetivo era brindarles a los cachimbos una buena estadía en sus primeros años de vida universitaria. “Nos dimos cuenta que hacer eventos grandes era insostenible, no solo por el poco presupuesto que teníamos para organizarlos, sino también para que el estudiante pueda sentirse más cercano con su facultad y todo lo que ello implica”, confiesa Laura. 

Un cambio inesperado

Cuando nadie se imaginaba que una pandemia alteraría el rumbo de nuestras vidas, Oprosac se encontraba realizando su proceso de convocatoria 2020-1 en busca de nuevos voluntarios para formar parte de su equipo. La llegada del coronavirus al Perú, sin embargo, cambió radicalmente esos planes y se dejó en pausa el trabajo del voluntariado. “No podíamos seguir pensando como antes, había que resetear lo que teníamos previsto en un escenario prepandemia y pensar en una PC, un celular, un wifi inestable, las herramientas que se volvieron indispensables en la virtualidad”, añade Laura. Gonzalo Rodríguez, otro coordinador en aquel entonces, acordó con Laura abrir una nueva convocatoria en el semestre 2020-2 y apostar por un voluntariado en formato virtual. 

La primera generación de voluntarios virtuales del 2020-2, en una de las primeras plenarias vía Zoom. Foto: Isabelle Quezada.

Con un voluntariado virtual, la experiencia de una nueva generación ha sido particularmente distinta, sobre todo innovadora. “Tuve temor de cómo se iba a desarrollar esa interacción virtual con los estudiantes, en donde las relaciones son más distantes y menos cálidas. Sin embargo, desde la primera reunión sentí automáticamente esa conexión con el equipo de trabajo que trascendió y aún trasciende a un vínculo amical y de mucho cariño entre todos nosotros”, revela Isabelle Quezada (18), estudiante de Ciencias Políticas y Gobierno y exvoluntaria del semestre 2020-2, de la primera generación virtual del voluntariado. Este espacio le ha permitido mejorar sus habilidades de liderazgo y trabajo en equipo, lo que le ayuda en su formación como futura funcionaria pública.

La reciente generación virtual de voluntarios 2021-2 en la primera reunión del semestre. Foto: Christian Huamán.

De la misma manera, Christian Huamán (19), estudiante de Gestión y Alta Dirección y exvoluntario del semestre 2021-1, asegura que Oprosac le permitió olvidarse por un momento de lo académico. “Me facilitó salir de esa rutina de las clases virtuales, el voluntariado me dio un espacio libre donde podía imaginar y hacer algo”, recuerda entre risas. “Me ha ayudado a poder expresarme mejor y desarrollar ese espíritu líder que me sirve cuando realizo trabajos en equipo”, añade Valeria Piscoya (18), estudiante de Psicología y voluntaria desde el semestre 2021-2, quien además reflexiona sobre cómo el voluntariado le ha permitido dar lo mejor de ella en nuevas cosas como diseñar reels y posts para las redes sociales de Oprosac.

La reinvención de Oprosac en la virtualidad

Con la llegada de la virtualidad, los espacios extracurriculares organizados por Oprosac no fueron dejados de lado. Se decidió apostar por actividades virtuales que, en un principio se veían complicados, pero terminó por ser todo lo contrario. “Descubrimos la gran oportunidad de llegar a otros públicos, de realizar eventos en vivo a través de diferentes plataformas como Facebook e Instagram”, resalta Laura.

Afiche promocional del taller “Te lo cuento sin cuentos”, organizado por la primera generación de voluntarios virtuales 2020-2. Foto: Instagram @eeggllpucp

El primer espacio realizado en la virtualidad fue el taller “Te lo cuento sin cuentos”, con el objetivo de concientizar a los estudiantes sobre las relaciones tóxicas y de poder que pueden darse en la comunidad de Letras y que, además, contó con el apoyo de una psicóloga especializada en el tema. Este taller, según Laura, fue determinante para entender que la virtualidad tenía su lado positivo. “Como todos estábamos en cuarentena, las brechas y los límites casi ni existían, podíamos contactarnos con alguien que esté en el extranjero y accedían a realizar alguna charla”, añade. 

Con estas herramientas, se decidió realizar un segundo conversatorio similar con “Crónicas de Pandemia”, que buscaba visibilizar el complejo contexto sociopolítico y conversar con las y los estudiantes sobre sus percepciones y participación ciudadana en las marchas de noviembre de 2020. Al año siguiente, en cambio, se optó por priorizar la realización de contenido digital para difundir los eventos y novedades que ofrecía Oprosac a lo largo del semestre, lo que les ha permitido a los voluntarios ser ellos mismos con este tipo de herramientas.

“Hemos impulsado que ellos creen y organicen actividades desde sus propios intereses. Espacios como la Galería Bicentenaria, la creación de diferentes contenidos digitales para el Instagram y algunos talleres facilitados por ellos”, agrega Eva. A través de la creación de este tipo de publicaciones en plataformas como Facebook, Instagram y Tiktok, Laura y Eva confirman que la virtualidad ha llegado para quedarse y seguirán con este formato en la pronta presencialidad.

Celebración con sabor a planes a futuro

Al haber cumplido 15 años de fundación, Laura siente que los objetivos trazados en un inicio han logrado concretarse. “Los dos ejes de Oprosac, cultura y RSU se mantienen, pero nos gustaría que estos lineamientos se puedan percibir un poco más en los estudiantes”; enfatiza. Ella espera que el perfil del voluntario Oprosac, que busca involucrarse más allá de sus clases y generar un vínculo más cercano con la universidad, siga perdurando por más años.  En cuanto a un posible retorno a la presencialidad, Laura manifiesta lo siguiente: “Este semestre apostamos por ir con calma, un regreso tranquilo y progresivo, y con algunas apuestas que nos puedan servir de piloto de cómo acercarnos con los estudiantes”. 

Después de dos años de clases virtuales, las voluntarias del 2021-2, se reunieron en la universidad para grabar contenido en redes sociales. Foto: Gabriela Fasabi.

La visión de Oprosac en los próximos años y los retos a futuro son aspectos que se tienen claros y encaminados para este espacio. “Espero que Oprosac crezca, sea un lugar en el que haya más estudiantes, que haya más personas contratadas, que apuesten por crear vínculos externos más allá de la universidad, que se valore mucho que existen estos espacios, sobre todo en Letras”, señala Laura con optimismo y seguridad. 

Luego de conversar por horas con Laura, Eva, Isabelle, Christian, y Valeria, ellos esperan con emoción encontrarse en el campus con el resto de voluntarios a quienes sólo han visto por pantalla, y seguir compartiendo aquellas vivencias almacenadas en cada reunión como grupo. La oficina de Oprosac está a la espera de su pronta visita.

En un restaurante, un grupo de voluntarias almuerza después de una breve jornada en el campus y esperan con muchas ansias repetirlo con el resto de voluntarios. Foto: Laura Prada.