La comunidad sorda en el Perú lucha en silencio contra la exclusión laboral. Gary Carmen y Fernando Bailon, dos jóvenes con discapacidad auditiva, revelan las barreras que experimentan al buscar trabajo y denuncian la indiferencia del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE).
Por Kamila Laurente
Once años después de publicada la ley que obliga a las empresas privadas a contratar personas con discapacidad, los jóvenes que declaran en esta nota tienen escasas oportunidades laborales en el Perú. Gary Javier Carmen Navarro (27) está desempleado. Fernando Roberto Bailon Rubio (26) trabaja en una cadena de retail. Ambos padecen de sordera severa y relatan sus experiencias en la búsqueda de un empleo. Para ellos, el Estado no los incluye en sus políticas de inclusión laboral.
“Nosotros enviamos nuestros currículums al Ministerio de Trabajo, pero no nos contratan porque somos sordos”, explica Gary a través de la Lengua de Señas Peruana (LSP). La Ley General de la Persona con Discapacidad (N°29973) exige su contratación y garantiza programas de promoción laboral. A pesar de la promesa de capacitarlos y ubicarlos en empresas, menos del 20% de los inscritos en la bolsa de trabajo son beneficiados por esta ley, de acuerdo al último informe del MTPE, elaborado en el 2018, que según Gary y Fernando no ha cambiado en los últimos cinco años.

La comunidad sorda se agrupa bajo el liderazgo de algunas de sus madres, quienes buscan oportunidades laborales para ellos. Les ofrecen puestos de recolectores de basura o de ayudantes en panaderías, en los que no existe una línea de carrera. “Yo no participo porque son trabajos muy básicos. Yo quiero hacer diseño gráfico. Eso es lo que estudié”, afirma Gary, quien pertenece al 5,2% de la población con discapacidad que cuenta con educación superior no universitaria. Sin ayuda del Estado, Gary se demoró un año y medio para conseguir su anterior empleo.
Fernando solo terminó la secundaria, pero hace seis meses logró ser contratado por la cadena de retail Ripley. Ahora se dedica a ordenar la ropa por tallas en una sección en la que es el único sordo. Sabe que hay otros trabajadores sordos en el personal, pero no le interesa interactuar con ellos ni con sus compañeros oyentes. “A veces nos convocan para mejoras de trabajo, pero no voy porque es muy difícil participar”, explica Fernando. No hay intérprete de LSP en su centro de trabajo y solo se comunica escribiendo u oralizando.
Para un sordo, oralizar –leer los labios– es una forma de entender a la población oyente, pero no garantiza que sean entendidos. En el 2017, solo el 3,9% de sordos sabía oralizar, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Aunque no es el mejor método de comunicación para la comunidad sorda, es una habilidad que se requiere para desenvolverse de forma óptima en su trabajo. “Yo tenía un compañero que se llamaba José. Él no sabía leer los labios, sólo sabía señar. Los otros decían ‘vamos a incluirlo porque tiene dos hijos’, pero igual lo desplazaban. Yo era el mediador entre él y mis otros compañeros”, recuerda Gary.

Tanto Gary como Fernando dicen no recordar ninguna situación de discriminación directa, pero ambos comparten el sentimiento de sentirse excluidos. “Nadie sabía la Lengua de Señas, así que cuando me explicaban qué hacer, yo entendía más o menos”, refiere Gary. Fernando recuerda que la única inclusión de sus compañeros fue cuando lo invitaron a tomarse una foto corporativa, pero ese gesto no fue suficiente para él. “No me importa que cambien las cosas. Es un trabajo tranquilo, en el que no interactúo. Hago mis cosas, recibo mi sueldo y ya”, concluye.
No hay quien supervise que se cumplan sus derechos, pero siempre hay alguien vigilándolos para comprobar si cumplen su faena. Gary narra la vez en la que tuvo un problema legal en uno de sus trabajos: “No había ningún intérprete, y me obligaron a firmar. No me dejaron saber qué es lo que firmaba”. Gary y Fernando afirman que no hay campañas de sensibilización sobre la comunidad sorda, y que hacen falta intérpretes.
La entrevista con ellos está por culminar y le pido a Nicole Carmen (20), la hermana e intérprete de Gary, que les pregunte una vez más si recuerdan alguna intervención del Estado a favor de ellos. Y vuelven a negarlo. “Alguna vez llamaron a mi hermano para decirle que había conseguido el trabajo, pero dime: ¿cómo se les ocurre llamarlo, si él no escucha?”. Nicole recuerda con ironía y amargura una situación que para Gary y Fernando es cotidiana.