La fortaleza y perseverancia de Lidia Flores de Huamán (70) contrasta con la dura realidad de las desapariciones forzadas. A cuarenta y dos años del inicio del Conflicto Armado Interno, los familiares de las víctimas aún conviven con la incertidumbre y la tristeza. El escaso interés del Estado se refleja en los mínimos avances en la búsqueda e identificación de las personas desaparecidas.
Por Allisson Vega Soldado
Portada: Maes Estudios
Lidia Flores, presidenta de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú (ANFASEP), recuerda a su esposo Felipe Huamán Palomino con amor y nostalgia. Ella, de tan solo 31 años, con cuatro hijos y una hija de tan solo dos meses, vivió los peores momentos de su vida: “Mi esposo se dirigía a la casa de sus padres, pero lo detuvieron en pleno día. No supe nada de él por un mes hasta que encontré sus restos óseos junto a su ropa”.
Felipe Huamán desapareció el 17 de julio de 1984 a unos metros de su casa en Huamanga. Fue detenido por un miembro de la Guardia Republicana. Él vivía junto con su familia en la localidad de Carmen Alto, lugar donde se realizaban constantes operativos policiales. Si los pobladores no llevaban consigo su identificación era motivo suficiente para arrestarlos, torturarlos y asesinarlos.
Los familiares buscaban respuestas sobre el paradero de sus seres queridos. Sin embargo, era un esfuerzo inútil, la policía no intervenía en la búsqueda ni brindaba información. Lidia recuerda: “A ellos no les importaba. Así que cargando a mi niña en la espalda fui a recoger los huesos de mi esposo. Los llevé en mi falda hasta la comisaría y la única respuesta que obtuve fue: ¿Y nosotros qué vamos hacer con esto? Tíralos al río o quémalos”.
Tras lo ocurrido con su esposo, Lidia creó ANFASEP, junto con otras mujeres cuyos familiares también habían desaparecido. Esta organización les sirvió como portavoz para que el Estado peruano escuchara sus demandas. Uno de los logros de la asociación fue la creación del Santuario de la Memoria. Su finalidad es recordar a las víctimas civiles de la guerra interna, de acuerdo a los rituales andinos. Este santuario se encuentra en el paraje conocido como La Hoyada, al lado del cuartel “Los Cabitos”, centro principal de detenciones ilegales, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
La Hoyada fue el lugar donde se encontraron numerosas fosas clandestinas. Actualmente, se han recuperado los restos óseos de 109 personas.

Una débil política del Estado
Tras aprobar la Ley de Búsqueda de Personas Desaparecidas durante el periodo de violencia 1980-2000, el gobierno de Ollanta Humala proporcionó una herramienta legal para realizar la búsqueda e identificación de las personas desaparecidas. Esta labor está a cargo de la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (DGBPD) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (MINJUSDH).
Sin embargo, aun con esta ley, no se ha logrado los resultados esperados. Jhony Curi, Coordinador de la DGBPD – sede Ayacucho-, explica que, hasta el día de hoy, los restos humanos de entre 3000 y 3500 víctimas ya fueron recuperados, identificados y entregados a sus deudos. Estas cifras aún no están actualizadas en el Registro Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (RENADE).
“Según cálculos que hemos realizado con la participación del Ministerio Público, a este ritmo estaríamos culminando las investigaciones entre 400 a 500 años”, señala Curi con indignación.
Una de las soluciones que propone la DGBPD para acelerar los procesos es contactar y gestionar con distintos organismos, sean privados o públicos. “Hay escasa participación de las municipalidades distritales y provinciales y de los gobiernos regionales. La falta de presencia de las entidades del Estado en este tema es notoria. Estos no se comprometen con este tema, a pesar que la ley señala que tienen la obligación de intervenir”, explica el antropólogo Curi.
Presupuesto insuficiente
Dado que el Ministerio de Economía y Finanzas se ha negado a aprobar un presupuesto adicional, el fondo actual que se destina hacia las sedes de la DGBPD no es suficiente para financiar las labores de identificación y búsqueda de las personas desaparecidas.
Tanto el Ministerio de Justicia como la Oficina de Búsqueda de Personas Desaparecidas asumen gastos en el proceso de identificación: “Luego del análisis de los restos óseos en el laboratorio forense de Ayacucho, se le comunica a los familiares el resultado. Nosotros costeamos el retorno hacia sus poblados, la alimentación, el alojamiento, la compra de ataúdes, la construcción de nichos, etc. Si el Estado no nos provee el apoyo económico ciertamente nuestro trabajo se ve limitado”, señala Curi.
El escaso presupuesto se evidencia también en la falta de personal especializado. En la sede de Ayacucho trabaja solo un equipo de dos investigadores que tiene que examinar los miles de casos de desaparecidos que se han registrado en ese departamento. El coordinador de la DGBPD enfatiza que esta carencia de recursos también se da en otras regiones del Perú. “Puede existir una ley, pero si no tenemos el apoyo y el compromiso de las distintas instituciones que representan al Estado, poco o nada podemos hacer”, afirma Curi.
Debido a que las investigaciones del equipo coordinado por Jhony Curi son de corte humanitario, cuentan con una línea de acompañamiento psicosocial a los familiares. Tres psicólogas tienen a su cargo el soporte emocional que los deudos requieren en estos trances. “En total, somos cinco personas las que trabajamos aquí. Recientemente se ha contratado a dos personas más, pero son temporales. Parece increíble que solo nosotros debamos atender casi el 50% de los casos de personas desaparecidas en todo el Perú”, enfatiza Curi.

Lidia Flores de Huamán fue una de las miles de personas afectadas por el periodo de violencia más sangriento en la historia republicana del Perú. La presidente de ANFASEP encontró a su esposo, pero el dolor la acompaña desde 1984. Tanto ella como otras mujeres de esta asociación siguen luchando por los familiares que aún no obtienen respuestas sobre el paradero de sus seres queridos.