La resiliencia de un zapatero

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Jesús Ramírez Asunción tiene dos nombres de origen religioso, pero todos lo conocen como ‘Lolo’ o ‘El zapatero Lolo’. A pesar de que en su taller hay símbolos de Universitario de Deportes, confiesa que su equipo favorito es Sporting Cristal. Lleva poco más de cuarenta años remendando zapatos en su renovadora de calzado en Caquetá. Así como muchos emprendedores, su taller debió cerrar sus puertas a causa del Covid-19 y tuvo que recursearse como pudo para sobrevivir. Esta es su historia.

Por Cynthia Pérez
Portada: Cynthia Pérez



Lolo me dice de arranque que lo suyo no es hablar. Prefiere “hacer con las manos” y es por ello que, desde que aprendió el oficio de la zapatería, no lo ha dejado. Entre hormas y cueros, encontró su vocación a temprana edad. Hoy, a sus 59 años, no se imagina realizando otra cosa que no sea reparar o hacer zapatos. 

Lolo utilizando técnicas tradicionales para pegar zapatos. Foto: Cynthia Pérez Amaya.

Así como muchos peruanos migraron a Lima desde el interior del país, la familia de Lolo proviene de Oropesa, una provincia situada en el sur de Apurímac. A mediados de los años setenta, se instaló en el emergente distrito de Villa El Salvador. Aún recuerda con nostalgia cuando a sus diecinueve años empezó a trabajar como ayudante en un taller de calzado. Aprendió desde lo más simple hasta operar máquinas para cortar y pulir. “Era increíble ver cómo un par de zapatos viejos podían volver a ser nuevos, como si volvieran a nacer”, recuerda. 

En su paso por cada taller fue aprendiendo lo necesario para ser independiente. Trabajó duro y parejo y ahorró todo lo que pudo hasta que, junto a otros compañeros, logró abrir su propio taller. Hace veinte años encontró este espacio en Caquetá, una avenida que alberga diversos tipos de negocios como mercados, tiendas y talleres. Caquetá se encuentra entre el límite de los distritos de San Martín de Porres y del Rímac. Desde entonces recibe clientes a diario. Algunos desean darle una renovadita a sus zapatos viejos. Un poco de pegamento y pintura siempre vienen bien si de ahorrar en zapatos se trata. Para ello el señor Lolo es experto. Para aquellos clientes que prefieren dejar pasar sus calzados a mejor vida, cuenta con catálogos que ofrecen todo tipo de zapatos. “Puedo hacer zapatos desde cero, y eso me llena de satisfacción”, dice orgulloso.

Un cliente feliz siempre será la mayor recompensa. Foto: Cynthia Pérez Amaya.

Esa satisfacción por su trabajo se vio interrumpida cuando, en marzo de 2020, tuvo que cerrar su taller debido a la pandemia. “Jamás pensé que algo así podía ocurrir, de dónde iba a sacar dinero para llevarle comida a mi familia. Fue realmente angustiante”, recuerda Lolo, quien trabaja para mantener a su esposa y cuatro hijos. Sin embargo, buscó recursearse aprendiendo un nuevo oficio: albañilería. Su vecino le enseñó y lo llevó a pequeños trabajos cerca de su casa en San Martín de Porres. Muchas personas decidieron aprovechar la pandemia para hacer ampliaciones o remodelaciones de sus propiedades. Esos pequeños ingresos ayudaron a que Lolo pudiera seguir llevando el pan a su casa. 

La pandemia lo cambió, como ocurrió con muchas otras personas que pasaron por situaciones difíciles y hasta traumáticas. Si bien ganó conocimiento en un nuevo oficio, la pandemia le quitó a José, su hermano mayor. “Era mi mejor amigo, siempre podíamos hablar de cualquier cosa”, expresa Lolo acongojado. Su hermano se contagió de Covid-19 en enero del 2021. La vacunación para su grupo etario empezaría pronto. Lamentablemente, José fue hospitalizado y trasladado a UCI, donde no pudo resistir y falleció. Lolo asegura que no hay día que no lo extrañe. Era su mejor amigo, quien le puso el apodo ‘Lolo’ de pequeño. Ni siquiera pudo despedirse de él. “La vida sin él no es la misma”, confiesa. Sabe que muchos pasaron por lo mismo, pero eso no mitiga su tristeza.

La renovadora debe estar presentable y por eso Lolo barre antes de que lleguen los clientes. Foto: Cynthia Pérez Amaya.

Por estos días, trabajar es su mejor terapia. Cuando tiene muchos pedidos, debe empezar a trabajar a las cinco y treinta de la mañana. Lo hace con la mayor disposición, porque sabe lo que es estar sin trabajo y no saber qué hacer para conseguir ingresos. Así como Lolo, muchos peruanos fueron resilientes en los momentos difíciles de la pandemia. Lolo me dice que no hay de otra, la única opción: salir adelante.