Desde un departamento ubicado en Barranco, el escritor Pierre Castro recorre varios distritos limeños como Miraflores, San Borja o Pueblo Libre. Hace delivery con su bicicleta, pero no de comida, sino de libros. Su página en Instagram comparte periódicamente libros que ha leído y quiere dar a conocer, no solo por las historias que cuentan, sino por la relación personal que establece con ellos.
Por Alvaro Mattos
Publicista por la UPC, universidad donde enseñó Taller de Creatividad entre el 2013 y 2016, Pierre Castro (Trujillo, 1979) ha cultivado su amor por la literatura no solo convirtiéndose en un lector voraz y, con el tiempo, un escritor, sino creando un emprendimiento que une al deporte y la cultura en una sola actividad: un delivery de libros en bicicleta. Ha publicado las colecciones de relatos Un hombre feo (Borradores, 2010), Orientación vocacional (Paracaídas, 2012), Yo no quería escribir cuentos (solo quería conocerte) (Planeta, 2019) y el libro infantil Perdido en la monstruociudad. Diario de Domingo 1 (Xilófono, 2020).
El nombre de este proyecto, La Biciteca, es un juego de palabras entre dos pilares en la vida del escritor: montar bicicleta y llenar su biblioteca. Pierre resalta la importancia que han tenido los libros en su vida, como evoca en su cuento “Pequeños Quijotes”, donde relata cómo su tía Matilde le regaló una vieja edición de El Quijote de la Mancha, esperando que esa novela lo inspire a ganar el Nobel de Literatura.
“Comprendí que mi tía no solo me había regalado un libro, sino la confianza en que aquellas palabras (las de la novela) se transformarían en algo mucho más grande cuando tocaran mi corazón”. Esta cita extraída de “Pequeños Quijotes” refleja el sentimiento que busca La Biciteca: conectar a las personas no solo con los libros, sino con emociones e historias. Pierre también transmite esto a sus alumnos de ISIL, ya sea en Construcción de Guion, curso que dicta desde el 2018, o en la dirección del Taller de Redacción y en el Club de Lectura de la misma universidad.
Pero, ¿por qué repartir en bicicleta? Cuando Pierre llegó a Lima desde Trujillo en 1993 con trece años, la humedad propia de la capital peruana derivó en asma. Gracias al ciclismo, el escritor mejoró su estado de salud, hizo suya una ciudad que no recibe del todo bien a aquel que es migrante, y exploró lugares que muchos limeños no se aventuran a visitar en pleno invierno, atrapados por la monotonía y la neblina, como el río Rímac o la playa La Herradura, encontrándose solo y reconfortado por la inmensidad del mar.
Pierre, gran aficionado de la literatura peruana, lleva consigo una frase del escritor Julio Ramón Ribeyro: “El placer de leer es diferente al de tener libros”. Esta cita explica su motivación por buscar ediciones nuevas, usadas o viejas de diferentes textos que puedan encontrar un hogar con lectores de presupuesto medio y que quizá solo conocen librerías comerciales como Crisol o Íbero. Pierre reconoce que en esta travesía literaria encuentra “joyas” que ya ha leído pero que compra porque ha establecido una conexión más profunda con ellas. Tal es el caso de La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique, novela que el escritor posee en tres ediciones diferentes.
Con una mirada llena de felicidad, Pierre remarca que gracias a este proyecto ha logrado acercarse a sus lectores de un modo que las presentaciones de libros no permiten. “Algunos de ellos son gente que me conoce y me escriben con la excusa de verme para que firme sus ejemplares”, aunque en ocasiones los compradores son ajenos al trabajo del escritor y lo buscan por una necesidad literaria. “Una chica no sabía a qué me dedicaba, pero me pidió cinco libros de Cortázar y pedaleé hasta Ate porque valía la pena”, recuerda.
Su Biciteca cuenta con títulos variados como Sueños reales, de Alonso Cueto; Un árbol de noche, de Truman Capote; o Lolita, de Vladimir Nabakov. Este catálogo siempre está en renovación por el gusto de Pierre de visitar la Feria del Libro Amazonas o la Librería del Centro, ubicada entre los jirones Quilca y Camaná. El autor de Un hombre feo comparte su deseo de que otros escritores puedan replicar este proyecto y hacer de repartir libros un delivery muy especial: comida para el alma.