Gracias por ayudarme a nacer

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Desde hace muchos años, los nacimientos en las comunidades han sido atendidos por mujeres conocidas como “parteras”. Aún hoy en día, esta labor es muy importante en zonas remotas del Perú en donde los servicios de salud son inaccesibles. Sin embargo, en distritos como Ate o Santa Anita, el suboficial de la policía Ricardo Clemente atiende desde hace casi dos décadas las llamadas de emergencia de las madres que no pueden llegar a los centros de salud y deben iniciar la labor de parto en los lugares más insospechados. Él es uno de los pocos parteros que existen en nuestro país. Esta es su historia.
Por: Sebastián Blanco
Portada: RPP.


Y ocurrieron, simultáneamente, una tragedia y un milagro. Era el año 2006. Una mujer con nueve meses de embarazo llegó al hospital Jorge Voto Bernales, como cada trimestre, para realizarse una ecografía. Tras el examen, el médico le informó: «En dos días vuelves para que te hagamos la cesárea». 

Ella asintió con delicadeza. Salió con tranquilidad del hospital ubicado en Santa Anita y esperó que el semáforo cambiara a rojo para cruzar la Carretera Central. Notó el destello rojizo con el rabillo del ojo y puso un pie sobre la pista. Puso el otro y avanzó. No pasaron más de tres segundos hasta que una camioneta Dodge antigua, de dos puertas y cómodos asientos color crema, apareció a toda velocidad ignorando el semáforo.

Entonces ocurrió la tragedia. Lizeth Camargo fue atropellada y salió disparada unos metros hacia la derecha. Su cuerpo surcó el cielo impotente, incapaz de defenderse. Cayó de nuca en el separador central de concreto de la pista y quedó gravemente herida. El carro se dio a la fuga. Y un transeúnte que contemplaba horrorizado la escena llamó al 105, la Central de Emergencias de la Policía Nacional. 

Alertado por la central policial, el suboficial Ricardo Clemente subió a su patrullero y manejó a toda velocidad hasta llegar al lugar. Los curiosos le informaron: «la mujer está malherida». Un charco de sangre crecía a su alrededor como si quisiera formar un pequeño lago que protegiera su cuerpo. El policía revisó sus signos vitales rápidamente y apenas detectó latidos. 

De pronto, su vientre elevado le llamó la atención. Era un vientre prominente como los que cargan algo en su interior. Era un vientre que parecía estar próximo a dar a luz. La gente comentaba resignada: «La señora se muere». 

-Está gestando, el carro la atropelló y se dio a la fuga -informó al policía uno de los curiosos.

En ese momento, a Clemente lo condujo el instinto. La subió a una camilla con el apoyo de su compañero y pidió ayuda:

-Tú, tú y tú -dijo señalando a tres personas del grupo sin titubear-. Ayúdenme a cargarla.

Cargaron a la mujer en la camilla y la llevaron a pulso hasta el hospital ubicado solo unos cuantos metros a la izquierda. La ingresaron y los médicos lograron practicarle una cesárea de emergencia para extraer al bebé de su vientre. La mujer falleció y el niño salió del cuerpo inerte casi sin signos vitales e inmediatamente los médicos le practicaron Reanimación Cardiopulmonar (RCP). 

Entonces, se produjo el milagro. El bebé reaccionó y soltó su primer llanto. Fue un llanto lleno de esperanza. 

-Ese bebito hoy día vive – dice Clemente con la voz quebrada-. Eso fue algo conmovedor. Algo para siempre.  

Una vocación inexorable

Ricardo Clemente se unió a la policía hace veintinueve años conducido por su vocación de servicio. Con 52 años, sale todos los días a patrullar las calles de Ate esperando la llamada de quien necesite auxilio. Foto: Archivo personal.

Cuando era muy joven, soñaba con ser médico, pero no soportaba la idea de atender heridas graves, por lo que su madre no creía que fuera capaz de dedicarse a esa profesión. Se terminó decantando por la policía y, paradójicamente, se ha acostumbrado a estar presente en escenarios en los que la vida está en juego.  

Clemente, de ancha sonrisa, piel morena, y cabello cortado al estilo militar, es miembro del Escuadrón de Emergencia Este 2 de la Policía Nacional desde 1993 y lleva el uniforme de la institución con orgullo.

Desde el 2006, ha atendido partos en calles, domicilios y vehículos, por lo que ha sido apodado por sus colegas como el “policía partero”. A la fecha, ha ayudado a nacer a casi treinta niños y es uno de los pocos hombres que realizan este oficio en la ciudad.

“Muchas madres me hacen sentir bien cuando me agradecen o me dan un abrazo. Es maravilloso sentir su cariño después de haberlas ayudado. No tendría el mismo sentido si nos dieran algo material”, explica. 

Es un hombre muy religioso. Ora cada mañana, antes de salir a patrullar. Se encomienda a Dios y le pide a sus antepasados que protejan su hogar y le permitan volver a casa. La oportunidad de ayudar a los demás también conlleva riesgos. Incluso, el de perder la vida.

Una noche del 2017, Clemente fue herido de cuatro impactos de bala en un intercambio de disparos con un delincuente que, horas antes, había robado un mototaxi. El policía y su compañero empezaron su búsqueda tras recibir la denuncia del robo en la comisaría de Huaycán y, luego de identificar al criminal, intervinieron su casa.

El delincuente, apodado “Chancho”, salió detrás de un ropero mientras interrogaba a su madre y hermana e hizo retumbar la casa con los disparos de su pistola. El suboficial abatió al criminal, pero recibió impactos de bala en la pierna y el brazo y fue hospitalizado. Inmediatamente, lo operaron.

-Casi pierdo la vida. Pensé que no me iba a recuperar. Casi me cuesta la pierna derecha, me la querían amputar -señala.

-Hoy ando con siete pernos en el pie derecho, pero puedo hacer todo normal.

No teme a la muerte. Está convencido de que cuando le toque irse simplemente lo hará, seguro de haber aportado algo a su familia, la sociedad y sus prójimos. «Mientras siga vivo, seguiré ayudando en todo lo que pueda».

El policía partero

-Después de atender mi primer parto, llegó otra emergencia y, de ahí, siguieron viniendo -dice Clemente. Todas han sido llamadas al 105, a las que ha respondido de inmediato. 

Son veintinueve partos. Veintinueve niños a los que ha ayudado a nacer. Con algunos de ellos aún mantiene el contacto, incluso es padrino de varios. Esa es su forma de aceptar el agradecimiento de las mujeres que ha ayudado.

-Jefe, yo quiero que usted sea el padrino -le dijo una de las tantas madres que atendió.

-No hay problema mamita -respondió. 

Clemente mantiene una estrecha relación con varios de sus ahijados. Foto: Archivo personal.

Para responder de la mejor manera a este tipo de emergencias, ha seguido cursos de rescate y ha sido observador en la Maternidad de Lima. Allí, aprendió todo lo que aplica a la hora de asistir partos. 

Qué implementos usar. Cómo cuidar la limpieza del lugar. Cuándo evacuar a un recién nacido. De qué manera protegerlo hasta llegar al hospital más cercano. El procedimiento es tan minucioso como el que se sigue al realizar una cirugía.

-El resultado es una sensación emocionante -afirma sonriente tras unos segundos de reflexión-. Sientes que has cumplido tu deber cuando una madre te agradece, cuando el bebito está bien. 

A veces, ha tenido que transitar a pie zonas inhóspitas o alejadas para llegar a los lugares desde donde se reportaron emergencias. Ha visto a niños nacer en calles, en su patrulla policial, en domicilios, incluso en un mototaxi. 

“En ese caso, la madre estaba siendo evacuada al hospital de Vitarte y se encontraba a punto de dar a luz. La quise subir al patrullero y no pudo ni bajar de la moto. En la moto tuve que atenderla”, recuerda. 

Ni siquiera la pandemia, que ha causado tantos estragos en las madres gestantes, pues solo en el 2020 se registraron 429 muertes maternas en el Perú, ha detenido su labor. En ese contexto, auxilió a una ciudadana venezolana que vivía en la zona de Huachipa y llamó al 105. 

Clemente llegó de inmediato y encontró a la madre en plena labor de parto dentro de otro patrullero. Cerró todas las ventanas y sacó sus implementos de primeros auxilios. La madre gritaba de dolor. Así nació una niña en un patrullero. Sin embargo, cuando la llevaron al hospital, los médicos determinaron que la madre tenía Covid. Todos los policías se quedaron helados. 

Afortunadamente, no se contagió de la enfermedad. -La madre y la niña se quedaron internadas como quince días, pero sin mayores problemas. Dios nos cuida siempre -afirma.

El último parto que atendió ocurrió el año pasado. Una mujer llamó al 105 y fue socorrida por la unidad del suboficial Clemente. Cuando este quiso evacuarla, la madre no pudo salir de su domicilio. Recuerda bien el nerviosismo y la tensión del momento: «Es como si volviera a vivirlo».

El bebé tenía la cabeza fuera del cuerpo de su madre y lograron sacarlo con cuidado. Cortaron su cordón umbilical y limpiaron la sangre que lo embadurnaba. Tuvieron que bajar a madre e hijo del tercer piso de su domicilio a través de una escalera angosta y endeble para poder llevarlos al hospital. 

-Que Dios lo bendiga -le dijo la mujer en agradecimiento. Él respondió asintiendo con la cabeza.

“Me ha tocado que he tenido que poner de mi dinero, porque había madres que no tenían ni un sol, así que era mi obligación ayudarlas. Ese es el costo beneficio. Te brindan un patrullero y tú tienes que brindar un servicio, hacer que las personas se sientan bien”, añade. No hay ni una pizca de duda en sus palabras. 

Cuando dispone de tiempo libre, le gusta pasarlo en casa, en compañía de su esposa y sus tres hijos. Ellos y su madre son sus grandes inspiraciones. Sin el sacrificio de esta última, nada habría sido posible. 

Ricardo Clemente junto a su madre, la mujer que se sacrificó para sacarlo adelante. Foto: Archivo personal.

-Sabes, la vida es algo tan valioso -dice en los últimos instantes de nuestra conversación-. Vivo agradecido con Dios porque me ha salvado en muchas ocasiones.

-Yo he llegado a sacar cuerpos de silos, esos agujeros profundos de los que emanan gases tóxicos. He visto tantos muertos. Pienso que Dios me ha puesto en el camino por algo.

-Salvarle la vida a alguien nos hace personas más maravillosas -sentencia. 

Entonces, recuerdo la frase plasmada en uno de los carteles del agasajo que le hicieron sus ahijados en el 2017. “Gracias por ayudarme a nacer”. No se la digo, pero hay algo en el tono cálido de su voz que me hace creer que intuye mis pensamientos.

Foto: Twitter/Policía Nacional.