Fotodocumentalista José Aragonez: “Solo quería viajar, pero ahora quiero que mi trabajo genere un cambio”

Loading

Viajar es la pasión del fotógrafo y documentalista José Aragonez. Solo le falta conocer tres de las veinticuatro regiones del país. Para contratar sus servicios, basta con decirle que el trabajo implica un viaje para que acepte porque, según él, “la paga se arregla luego”. Tomar fotos y grabar documentales fueron una suerte de pretexto para saciar su deseo de conocer otras realidades y descubrir a quienes habitaban en ellas. No imaginaba que la sonrisa de los niños y la hospitalidad de sus familias harían cambiar el objetivo de sus constantes travesías. El documental pasó de ser una afición o una excusa para viajar a un instrumento para visibilizar la pobreza, la exclusión y la desigualdad social.

Por Vladimir Deza



José es un viajero, por eso le gusta sentir que está en el camino. Va armando la ruta de su vida a medida que avanza, pero tiene la sabiduría suficiente como para llevarse un aprendizaje de cada parada. Recuerda con cariño una foto que tomó en la selva peruana. Unos niños jugaban en la orilla de un río, hacían clavados y chapuzones. Ha olvidado cuándo, exactamente, captó esta imagen. Solo sabe que fue antes de la pandemia, y que volvía cansado a la comunidad donde se hospedaba luego de grabar un video. Tomados de la mano, los pequeños se lanzaban al río repetidas veces. Aún había luz de día y el agua estaba tranquila.

Con su cámara colgada en el cuello, vio la escena y de inmediato el instinto lo impulsó a disparar en ráfaga sin perder un segundo. Capturó muchas fotos, pero solo una quedó perfecta: los niños se toman de las manos, ríen y se dejan caer al agua. La escena simboliza gran parte de la vida en aquel lugar, dice José, porque al estar tan unidos al río, los niños aprenden a nadar casi al mismo tiempo que a caminar. Sabe que la vida de las comunidades ribereñas está entrelazada con el río en muchos sentidos. Si son felices y viven bien, es gracias al río.

Tras tomar la foto, se acercó a los niños para mostrarles la imagen. Quedaron encantados con la sorpresa, pero estaban mucho más interesados en jugar con José. Él a duras penas podía nadar, pero se lanzó, literalmente. Ellos decidieron enseñarle a nadar en el río. Lo intentaron por horas hasta que José se cansó de ser sacado del agua por cuerpecitos más ligeros que el suyo. Luego de conversar y compartir una comida, finalmente se dijeron adiós.

“Una sonrisa congelada”. Yanayacu, Loreto. Foto: José Aragonez.

La historia de José Aragonez no es la típica del chico al que le regalaron una cámara y empezó a sacarle fotos a todo lo que le parecía interesante. Desde niño, fue consciente de que vivía en un país marcado por la desigualdad social y la exclusión. Por eso decidió estudiar Ciencia Política e ingresó a la PUCP. Quería conocer el problema desde la teoría, pero descubrió que no era la carrera adecuada para él y su –todavía indefinido– proyecto de vida. Entonces, ¿qué hacer? No lo tenía claro, solo sabía lo que no quería ser. Él quería moverse y no quedarse confinado en una oficina, quería ser testigo de realidades ajenas.

Antes de terminar el segundo año de Ciencia Política, concluyó que la carrera de Comunicación Audiovisual era su mejor opción y se trasladó. José, allá por el 2011, asumió que la fotografía documental podía ser un pretexto para viajar, pero no como un simple turista: significaba permanecer en un lugar, entre la gente, siendo parte del día a día y saber cómo transcurren otras realidades. Sin embargo, tenía que empezar por algo antes de que le pagaran por viajar. Escogió el retrato porque implicaba capturar una persona con su historia y su carácter en un instante. Exigía un esfuerzo de su parte. Encontró que una mera conversación establece un vínculo de confianza que permite a las personas mostrarse como son realmente. De pronto son ellos, sin poses ante la cámara.  

Con los retratos, José quería representar a la persona y su carácter. Empezaba preguntando cuáles eran sus aficiones: un cirujano podría también ser metalero, un metalero podría ser aficionado a la pintura, un pintor podría ser un aficionado a la cartografía. José empezaba a desarrollarse como fotógrafo profesional. El primer retrato que realizó fue a sus padres fuera de casa. Quería inmortalizar un recuerdo. Con sus retratos de personas a las que no conocía logró un contrato de ida y vuelta: que la foto identifique al protagonista y que el protagonista se identifique en la foto.

El carácter y la historia de una persona a través de su rostro. Foto: José Aragonez.

José descubrió que el documental también era una vía para relacionarse con personas que vivían muy lejos de su entorno. Entendió el valor de establecer vínculos de confianza y respeto que permiten a una persona –o un grupo de ellas– abrirse y compartir su esencia con un testigo. Él prefiere viajar a las distintas locaciones que le encargan con al menos dos días de anticipación. Invierte ese tiempo, antes del rodaje, en buscar historias, caminar por los alrededores y conversar con los lugareños. Cuenta que estuvo en el valle del Huallaga, y se quedó maravillado por el paisaje. Sin embargo, una conversación con los habitantes pronto reveló que ese mismo tramo del río, donde hoy pescan y navegan, servía para arrojar y desaparecer los cuerpos de las víctimas del Conflicto Armado Interno. Ese caudal que maravilló a José también se llevó los cuerpos de cientos de personas.

Este proceso de contacto propició la convivencia. Debía levantarse a las cinco de la mañana porque así se acostumbra en el campo. Dormir compartiendo cama con otras personas o al lado de animales domésticos. La norma tácita en los pueblos de la Amazonía no admite un desaire cuando se trata de una invitación a compartir la comida o la bebida. En los ríos también se comparte los medios de transporte. Así pasa con los trasbordos de peque peques. Unos suben al bote que otros han dejado a la orilla o en medio del río. Tampoco olvida que alguna vez, en un pueblo de la sierra, cuando visitó un colegio, lo recibieron con un desayuno de Qali Warma. Él iba a grabar para un proyecto del Ministerio de Educación y pensó en no aceptar el desayuno. No quería quitarle el alimento a un niño pero entendió que era un gesto genuino de generosidad y aceptó finalmente.

Recuerda que en Puno pasó algunas noches sin dormir, a causa del frío intenso. Debía cubrirse hasta con siete frazadas. También se desveló con el calor aplastante en San Martín. Nunca imaginó ver mosquitos, arañas y cucarachas tan grandes como su mano y que, para colmo, volaban.

Integrarse a la rutina diaria de los lugareños le ha permitido descubrir las historias de esfuerzo de distintas comunidades con las que ha trabajado. Menciona de ejemplo distintos poblados de Madre de Dios, Ucayali, Amazonas, San Martín, Loreto y Pasco donde se extrae látex silvestre de la shiringa para hacer cuero vegetal de manera sustentable. Así conoció a los artesanos de Chazuta, en San Martín, quienes le demostraron cómo el agua, la arcilla y la tierra, mezclados en proporciones correctas y en las manos adecuadas, pueden pasar de ser una simple masa sin forma ni gracia a una auténtica obra de arte.

La goma de la shiringa, también llamada “oro blanco”. Fuente: gob.pe.

Aragonez prefiere destacar el emprendimiento de los habitantes de la selva en lugar de presentarlos únicamente como víctimas. Él está convencido de que esa es la salida al problema del paternalismo generalizado en gran parte de la producción de documentales. En sus fotos y videos quiere mostrar la capacidad de los personajes de cambiar sus vidas por voluntad propia a base de ingenio y esfuerzo.

Como profesional, José recién está ganando la autonomía para relatar las historias que quiere y ya no las que le encargan. ¿Qué tienen que contar los pasajeros del ‘Tren Macho’? ¿Cómo se celebran las fiestas en cada región? ¿Cómo se vive en altamar a bordo de un barco pesquero? ¿Qué historias se esconden detrás de la gente que vive en las casitas construidas con ladrillos pandereta al borde del río Rímac en Lima? Estos son las realidades que quiere retratar. Él está en busca de nuevos destinos nuevos y nuevos personajes. Y recomienda al público que se atreva a ver documentales con esa misma disposición a aprender escuchando y observando, sin juzgar hasta que la gente y sus acciones hayan hablado.

Para José, ver un documental es una oportunidad para conocer. Foto: José Aragonez.