Hace poco cumplió un siglo de vida. Comenzó su carrera en correos y telégrafos. Con el tiempo se hizo un nombre como periodista en Huacho. Desde joven le gustó escribir y también ayudar a otros, no importa si tenía pocos recursos. Vivió y surgió en un mundo machista, cuando el discurso sobre la igualdad de género no había llegado a ser escuchado aún. Por eso su trayectoria extraordinaria. Recorrerla ayuda a entender pasados y continuidades en el Perú, pone en valor la importancia de dejar una huella, lograr un impacto en la comunidad y luchar por sus derechos.
Por: Alina Pröckl
Portada: Archivo personal
No se le nota, pero este año María Ercila Lescano Díaz cumplió 100 años. Ercila es periodista, técnica de correos y telégrafos y activista de corazón. Bien abrigada, con dos colchas polares que le cubren las piernas y el torso, y con el perrito de la casa sentado sobre sus piernas, está sentada en el sofá. Así es como trata de esquivar el frío del invierno limeño. Baja la vista para dedicarse a recordar su vida. Su hija Zully le pidió que hiciera ese ejercicio o ritual. Y ella, concentrada y con devoción, escribe, llenando las páginas de un cuaderno anaranjado. A su edad, no es fácil mantener el calor en el cuerpo, tampoco escarbar en la memoria. Los años le pesan en la piel, en los hombros, pero no en su ánimo. Ella vive con sus dos hijas y su nieta en Magdalena del Mar. Ahí la cuidan, la engríen y la acompañan con mucho amor.
Ercila es hábil para contestar, chistosa en sus momentos. Algunas anécdotas las repite varias veces. Sin embargo, hay épocas que se han ido borrando de su mente. Cuando le falta un recuerdo, pide que su hija la ayude a rememorar. Como buena periodista, todo lo apunta con precisión. Y contesta con inteligencia y mucha lucidez. Su trayectoria de mujer provinciana que llegó a ser una de las personas más ilustres y conocidas de Huacho merece ser contada.

Ercila nació en Contumazá, Cajamarca, en abril de 1922, fue la segunda de cinco hermanos. Terminó la primaria en un colegio público de mujeres. Los prejuicios sexistas en ese tiempo influyeron en su vida desde temprano. A diferencia de su hermano, no la mandaron a seguir al colegio. “Porque era mujer pues, así se les daba preferencia a los hombres. […] Sí, yo quería estudiar la secundaria”, recuerda ella. Ercila siempre había sido estudiosa y sacaba muy buenas notas.
–¿Te gustaba escribir?
-Sí, sí me gustaba escribir. Y yo escribía. Antes no había luz eléctrica, no. Solo con una linterna a la que se le ponía kerosene y con eso escribía. O con la luz de la luna. Muchas veces me levantaba a las cinco y media de la mañana y comenzaba a leer y a escribir, con la luna. Porque mi mamá me decía: ‘No me gastes mi kerosene, no me gastes mi kerosene. Anda escribe tú con la luna’. Y efectivamente, con la luna amanecía a las seis de la mañana, y ya había escrito, había estudiado, ya había hecho las lecciones del colegio, de geografía, ya sabía ya, para dar examen.
Sus profesores del colegio, en Contumazá, recomendaron que ella continúe sus estudios secundarios, pero en ese tiempo la costumbre era darle la prioridad a los hijos hombres, ellos eran los que debían estudiar, mientras que las hijas mujeres debían quedarse en la casa ayudando en los quehaceres domésticos.
Entonces Ercila se quedó con su mamá, hasta que su tío la llevó a hacer prácticas a la Oficina de Telégrafos y Correos de la región. No es que ese haya sido el trabajo de sus sueños, pero era la única opción que tenía en medio de los escasos recursos económicos que su familia le podía otorgar. Ercila aprendió todo lo que tenía que saber, incluyendo código morse y empezó a trabajar como técnica telegrafista.
-No había otra cosa pues, había que aprender. Y a mí me gustaba.
-¿No tenía otra opción en ese momento?
-No había, en esa época no había mucho. Y había telegrafistas que tenían una manera de manejar el morse, y otros que no. Recuerdo que había un señor, tenía unas manos enormes. Y no podía hacer muy claro el sonido del morse. […]A él que no trabajaba bien, lo fastidiaban, le decían lisuras. Yo le decía: ‘Sabe colega, reciba todo lo que usted pueda, y el resto déjemelo a mí. Yo transmito, conmigo no hacen eso’. Y así era. Yo tenía esa facilidad, esa voluntad de ayudar a alguien que no sabía.
Su trabajo siempre fue bien recibido. Cuenta ella que siempre apoyaba a sus colegas, la mayoría hombres. Una vez la querían mandar a Quiruvilca, un pueblito de la provincia de Santiago de Chuco, en La Libertad. “Era pues una pampa, no había nada. Y ya pues, no acepté eso”. Los jefes de Correos y Telégrafos de Lima entonces la nominaron para trabajar en Tembladera, Cajamarca. Luego también en la costa peruana, en Trujillo y Chimbote, aunque poco tiempo. Hasta que en el año de 1949 llegó a Huacho. Fue allí, donde se quedaría gran parte de su vida; el lugar donde vería nacer y crecer a sus tres hijos, y donde a raíz de la separación de su esposo, se vio enfrentada con el trabajo de madre soltera.
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A pesar de las dificultades, Ercila nunca se quedó quieta, nunca se conformó. Ella siempre insistió con su pasión por la escritura. Ya no bajo la luz de la luna, sino cuando su trabajo como técnica telegrafista se lo permitía. Cuando un día, quien entonces era su esposo recitó un poema de ella en el histórico balcón de Huaura, se abrió una puerta para Ercila: ella y su pareja fueron invitados al Centro Federado de Periodistas, Filial de Huacho. Y fue así como empezó su carrera de periodista.

-Hacía comentarios y aceptaban mi escritura, la aceptaban. Comencé dando recetas, me acuerdo. Me acuerdo de que una vez di una receta para tomar el jugo con café. Ahora no recuerdo con qué era. ‘Esta mujer está loca’, decían algunos. Cuando lo probaron, les gustó, y ya todo el mundo lo usaba.
-¿Entonces lo primero que hiciste fue escribir recetas?
-Sí, para un periódico, de Huacho.
Los tiempos en ese entonces no permitían que una mujer dedique su trabajo periodístico a otros temas. Los periódicos mayormente dejaban los espacios de cocina y labores domésticas a las mujeres escritoras, incursionar a otro ámbito resultaba más difícil. Ercila, sin embargo, ya establecida en Huacho, llegó a publicar su propia obra; sus poemas y sus artículos políticos sobre la región. Aparte de sus labores como telegrafista, trabajó en varias revistas, diarios y en el programa “Contigo”, en Radio Huacho, junto a otras profesionales reconocidas de la ciudad costeña.
En 1965, durante el gobierno de Fernando Belaunde Terry, hubo un cambio importante para los periodistas de Perú, que también impactaría en la vida de Ercila. Según la ley N° 15630, la profesión de periodista sería reconocida académicamente. Así las universidades podían otorgar el título de periodista a quienes en la fecha de dación de la ley ya tenían por lo menos seis años en la profesión. Fue así como Ercila adquirió el título de Periodista Profesional en la PUCP, gracias a su extensa experiencia laboral hasta ese entonces.

Como si eso no fuera suficiente, Ercila también decidió sacar adelante su vida académica. Su segunda hija todavía era pequeña cuando decidió terminar la secundaria en la sección nocturna del Colegio Luis Fabio Xammar. Era una tarea pendiente que había postergado por décadas y que por fin pudo sacar adelante.

-¿Y por qué decidiste hacer la secundaria?
-¿Por qué? Porque quería programar más (ríe), así se gana más, no. Teniendo mejor instrucción. Y como algunos amigos y compañeros, también lo habían hecho, yo dije: ‘¿Por qué me voy a quedar si en la escuela he sido una de las primeras alumnas, por qué me voy a quedar yo así? Entonces ya comencé también pues a estudiar en la nocturna.
-¿Te gustaba estudiar?
-Sí. Había un profesor López, me acuerdo que así se apellida, cuando vio que entré a la nocturna, dijo: ‘Carambas, carambas, yo pensaba que tenías estudios superiores’. Me miraba y miraba a los demás, y decía de mí que él pensaba que yo ya tenía estudios secundarios.
Ercila siempre alcanzó los primeros puestos de su clase. Debido a su excelencia académica, obtuvo una beca de estudio que le permitió ingresar a la Universidad Nacional de Huacho sin rendir examen de admisión y con toda la carrera subvencionada. Pero mantener la beca durante cinco años no fue una tarea sencilla. Para no perder el financiamiento, tuvo que dar lo mejor de sí, alcanzar las mejores notas y puntajes. Lo logró, y finalmente recibió su título de Bachiller en Sociología, incluyendo un Diploma de Honor. A raíz de esa formación en Ciencias Sociales, pudo entender las diversas realidades socioeconómicas, los problemas de género y de desigualdad del país. Recuerda que viajó Quito a un congreso latinoamericano de sociología. Era los años sesenta y ella una madre soltera, provinciana, humilde, pero profesional. Era un logro increíble.

Por sus vivencias siempre procuró poner en cuestión los temas de desigualdad de género. Cuando no aceptaron que ocupara el puesto de administradora en la Oficina de Correos y Telégrafos de Huacho, que le correspondía por su experiencia laboral, Ercila se fue a Lima para hacer su lucha. Y lamentablemente perdió. Por ser mujer.
-Eso de que por ser mujer a una no le den el verdadero lugar que le corresponde y que no valoren tu calidad como persona o tus estudios, eso fastidia, a mí me molestó.
-¿Y sentías que a un hombre le hubiera sido más fácil…?
-Era el machismo pues, no. Antes les daban preferencia a los hombres y marginaban a las mujeres. A eso iba yo siempre, no, de que por qué no somos iguales, o por qué sabiendo que si inclusive lo superamos nos marginaban, eso era lo que más molestaba.
***
En Huacho, Ercila era muy conocida. Por su labor como periodista, por su constante lucha y su ayuda hacia los demás. Por ello también fue nombrada Madre Huachana. “Era un título que yo exploté porque me servía mucho”. En 1981 fundó la Asociación de Madres Huachanas para unir fuerzas con el fin de crear un centro social para la ciudad.
Aparte de su trabajo como periodista y telegrafista, se dedicó al voluntariado. Sus ingresos los compartía entre los gastos de su hogar y los niños abandonados de Huacho. Y el periodismo fue una herramienta para sus causas: Mediante sus publicaciones en los periódicos locales, llegó a ayudar a muchas personas con problemas económicos o de salud. Su influencia y sus contactos también le sirvieron mucho para las causas sociales con las que se comprometía. La gente con algún problema o necesidad siempre se acercaba a ella para pedirle ayuda.

-Nunca se negaban a atender a los que yo mandaba, a los que enviaba como recomendados los atendían.
-¿Porque tú eras conocida?
-Sí, era muy conocida… Decían: ‘Usted manda y nosotros tenemos que obedecer… ¿Bueno, qué vamos a hacer?’. Y se reían. Pero atendían. Nunca se negaron a escuchar cualquier problema que yo les mandaba. Y yo vivía muy agradecida y feliz de conseguir algo sin que nos cueste plata. Solamente por la amistad.
-¿Y por qué te hacían caso a ti y no a otros?
-Porque… no había quién otro lo haga pues. ¿Quién lo iba a hacer? Venían a pedirme a mí, y yo lo hacía con toda mi voluntad. Y me gustaba hacerlo también. Me sentía feliz.
-¿Tú eras conocida por el periodismo en Huacho?
-Sí, por el periodismo. Y el periodismo pues ayudaba mucho. Mucho, mucho me ha servido.
Ercila dedicó su vida a ayudar a los demás, sobre todo a los niños vulnerables. También contribuyó a la lucha contra la discriminación de la mujer. Apoyar a la comunidad siempre ha sido su enfoque principal: “Sabían que yo era de las personas que servía a los demás”. También dictó talleres de capacitación para campesinos sobre la valorización de sus productos y participó en el acompañamiento de personas con VIH. Como secretaria del Comité de Apoyo a los internos de la cárcel local, llevó medicinas, ropa y alimentos a los reclusos. Además, presidió el Instituto de Promoción Humana, labor que ella recuerda con orgullo. Como ella misma declara, es importante dejar huella, ayudar a otros. Porque cuando termine la vida, si no has hecho un impacto en otras vidas, no queda nada.
-¿Qué les quieres decir a los jóvenes de hoy en día?
-Bueno pues, ahora, no sé si la situación económica o el egoísmo no permite compartir, no sé. Pero hay que motivar pues, hay que motivar.
-¿Motivar para qué?
-Para que puedas servir, servir a los demás, servir al prójimo. Si no: ¡Qué razón tiene uno de vivir!

Ercila en una casa de playa en la Caleta Vidal, 2018
El año 2017, la Universidad Ricardo Palma le otorgó el “Diploma Ricardo Palma” para reconocer su trayectoria como periodista, sus actividades sociales y humanitarias. Ercila figura en el libro “Personajes Ilustres de Huacho” como una de las ocho personas que han destacado en la historia de la ciudad. Ella recuerda su vida como una luchadora social.
Es cierto que pudo haber llegado mucho más lejos con la inteligencia, la resiliencia y el incansable trabajo que la caracterizaron. Pero las limitaciones y encasillamientos de los roles que se le atribuían a las mujeres en los años pasados (y contra los que hay que seguir luchando), no le permitieron llegar a más. Ahora tiene una perspectiva positiva mirando los momentos difíciles e injustos de su trayectoria. Los obstáculos supo superarlos, no fueron un motivo para detenerse.