Pilar Revolledo tiene 29 años. Es arequipeña y médica de profesión. Trabaja en el hospital Dos de Mayo en el área de UCI con pacientes con COVID-19. A la vez, hace dos voluntariados de salud. Uno de ellos enfocado en ayudar a la comunidad trans.
Por: Alessandra Mayanga
Portada: Archivo personal
*Este reportaje fue publicado originalmente en Sala de Urgencia, un medio digital creado por los alumnos del curso Proyecto de Periodismo 2020-1. Agradecemos a la autora por autorizar la difusión en Somos Periodismo PUCP.
Son las 4:00 p.m. en el Hospital Nacional Dos de Mayo en Lima. Pilar, médica de profesión, lleva más de ocho horas de servicio. A pesar del cansancio, está por atender a un nuevo paciente. Antes de hacerlo recibe una notificación en su celular. No se trata de uno más de los 20 mensajes que tiene en espera, de modo que desbloquea su equipo y empieza a leer el mensaje. Es Larissa. Una joven mujer trans que le cuenta que otra vez recibió un pésimo trato cuando acudió en un centro de salud y ahora no sabe qué hacer.
Larissa tiene un fuerte dolor de estómago. Pilar sospechaba que podría agravarse por los problemas de nutrición que tuvo durante la cuarentena. Le pide que le mande un audio explicando sus molestias. De inmediato, le da un breve diagnóstico y le dice qué medicamentos tomar, a qué hora y cómo. Acuerdan para más tarde hacer una videollamada para saber su evolución. Ahora debe cortar y volver a la sala de urgencias.
Desde la primera semana de marzo, se sabe que el coronavirus llegó al país y desde entonces no deja de exponer nuestro precario sistema de salud. Sin embargo, también ha dejado ver a los nuevos héroes de la sociedad, personas anónimas de las que nunca se habló, pero que hoy son el sostén de nuestra esperanza. Pilar, por ejemplo.
Desde el inicio de la emergencia, Pilar puso a disposición sus servicios como médica e inmediatamente publicó en sus redes sociales cómo podrían contactarla en caso alguien necesite una consulta y evitar que se saturen los hospitales. A la par, Pilar se volvió voluntaria en una parroquia en Lince, en la que atiende gratuitamente a personas de la tercera edad, quienes son población de riesgo frente al COVID-19.
Sin embargo, ella tiene claro que la población más vulnerable son las personas trans, debido a que acceder al sistema de salud para ellas representa todo un desafío: no cuentan con un seguro o un trabajo estable. Y, sobre todo, enfrentan la discriminación y el no reconocimiento de su identidad cuando buscan ser atendidas.
Por ello, la preocupación de Pilar radica en que los casos que en un inicio se pueden presentar como no tan importantes al final resultan siendo mucho más peligrosos. Esto sucede porque la mayoría de veces cuando mujeres trans van a atenderse a los hospitales, los médicos se rehúsan a referirse a ellas con pronombres femeninos, a pesar de que ellas lo piden.
De acuerdo a Pilar, esto genera un rompimiento en la relación médico—paciente que no permite que se construya la confianza necesaria en el ejercicio, lo que puede causar graves consecuencias
Pilar cuenta que muchas mujeres trans se dedican a la prostitución y presentan enfermedades de transmisión sexual que se agravan por no tener la confianza de comunicar al médico de inmediato; de esta manera, las enfermedades se vuelven crónicas.
Por ello, ha instalado una especie de consultorio digital para que las personas transgénero no tengan que acudir hasta los centros de salud. De esa forma, quien necesite una atención médica simplemente le escribe al WhatsApp y recibirá una receta médica.
La idea surgió desde el colectivo de Médicas Feministas del Perú: un grupo de mujeres médicas que reaccionaron frente a los estereotipos machistas que existen en el campo de la medicina. Aunque sea considerado como un tema tabú, el patriarcado es sistemático y en la profesión aún existe. “En muchas oportunidades cuando atiendo a un paciente, me dicen ‘señorita’, pero al enfermero o al de la camilla lo llaman doctor”, dice Pilar.
Además, tiene que enfrentar los prejuicios de sus colegas varones. “La mayoría de líderes son varones, les molesta ser liderados por mujeres, hay muchos que te dicen en la sala anda a lavar los platos, no te dejan estudiar porque te dicen anda cría a tus hijos”, cuenta.
El sueño de Pilar es convertirse en jefa del área de cirugía en algún hospital; sin embargo, tiene claro que por ahora lo más importante es erradicar los estereotipos y ayudar a quienes sufren los estragos de la otra pandemia: la discriminación.
Pilar trabaja en conjunto con la organización Casa Trans Zuleymi, un albergue para mujeres trans de Lima. La contactaron debido a su postura en el feminismo y porque necesitaban con urgencia personal médico. A pesar de que se ofrecieron pagarle por sus servicios, Pilar se negó. Hasta el momento, se han atendido decenas de pacientes a través del consultorio digital, en las que se han detectado casos relacionados al COVID-19 y otros temas. Cabe resaltar que durante la emergencia se han exceptuado casos del tratamiento hormonal (muy frecuentes en la comunidad trans) y solo se atienden las urgencias médicas.
Pilar pide que las personas le expliquen sus molestias o síntomas a través de audios de WhatsApp, mensajes, fotografías y videos. Cuando requiere atención más específica recurre a una llamada o videollamada a través de alguna aplicación. En nuestro país no están normadas las consultas médicas por medios virtuales porque el acto médico se enriquece con el contacto físico del paciente. “Hay cosas que sí las puedo diagnosticar, pero también existen casos en los que deben ir al hospital como el coronavirus”, menciona Pilar.
Para descartar a un posible paciente con COVID-19, Pilar sigue una serie de posibles síntomas. “En realidad la medicina funciona de esta manera: es poco probable que un médico acierte y te diga tienes esto y sea totalmente certero, todo es suma de probabilidades”, afirma. Primero, pregunta si el paciente ha salido al mercado o a algún lugar con mucha gente, si presenta fiebre o tiene algún problema con la respiración, si todo eso es positivo lo más recomendable es que acuda de inmediato a un centro de salud.
Son las 10 p.m. Pilar llega a su casa luego de una larga jornada de trabajo. Lo primero que hace es quitarse la mascarilla, lavar su ropa con desinfectante y bañarse. Luego le da de comer a sus gatos. Una vez terminada su rutina nocturna, se pone cómoda, se sienta y vuelve a revisar su celular. Es momento de tener la videollamada para saber cómo se encuentra Larissa.