El cineasta peruano cuya obra se enfoca en la experiencia LGBTQ+

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No han sido estrenados en nuestros cines todavía, sin embargo, los largometrajes de temática queer del director y productor Alberto Castro ya han participado en festivales como los Canada ‘s Film Festival, Inside Out y el Film Market Suizo Visions du Réel. “Salir del clóset” cuenta lo traumático y liberador que puede ser para las personas de la comunidad aceptar quiénes son y contarlo a los demás en un país conservador como el Perú. “Invasión Drag”, su primer documental estrenado de manera virtual en el 2020, relata la fiebre por las drag queens internacionales del programa RuPaul ‘s Drag Race en nuestro país durante el 2017, fenómeno del cual Alberto ha sido el único en registrar. «Arde Lima», su más reciente filme, es un cruce entre documental y ficción que sigue la vida de drag queens de la escena local limeña. 

Por: Flavia Corpus
Portada: Archivo personal



Alberto es un cineasta gay de 32 años, autodenominado “ex gordito nerd” y llamado “mc zorro” por amigos y seguidores en redes sociales. Ha dirigido, escrito y producido sus tres primeros largometrajes: “Salir del clóset», “Invasión Drag” y “Arde Lima”, los cuales fueron premiados en el 2021 por el Ministerio de Cultura en las categorías de Promoción Internacional y Largometraje en Construcción, respectivamente. Alberto confiesa sentir el llamado síndrome del fraude, un trastorno que hace a las personas incapaces de asimilar y valorar sus logros. “¿Qué hago yo produciendo una alfombra roja en el Mall del Sur con dos salas de 400 personas cada una? ¿En qué momento esta es mi película y este es mi evento?”, se preguntaba Alberto en el día del estreno de “Lina de Lima”, filme cuyo lanzamiento se encargó de producir en cines locales.

Alberto recuerda las muchas películas en VHS que se miraban en casa cuando era pequeño y la primera vez que fue a esa sala oscura repleta de personas que también iban a ver el estreno de Star Wars. “Hay un poder en ese lugar”, pensó. Solía coleccionar las infografías referentes al cine que publicaba El Comercio y las portadas de las revistas Luces sobre los nuevos filmes. Era muy bueno en el colegio, el mejor en matemáticas, pero sus sueños estaban en otro mundo: el audiovisual. 

En una familia llena de médicos, altas notas en cursos de ciencias y números, su camino universitario se dirigió hacia un lado diferente del que hubiera querido. “Me di cuenta de que mi sueño no podía ser una realidad porque hacer cine era imposible”, reconoce. Siguiendo la tradición familiar, se resignó a comenzar la carrera de Ingeniería Industrial el año 2007 en la Universidad de Lima. Se hizo una promesa a sí mismo que para los 40 años habría acumulado dinero suficiente para estudiar cine por su cuenta. 

Luego de haber concluido tres años de la carrera, Alberto tuvo suficiente: “Lo dejé porque ya no podía más con mi vida”. Contaba con una beca completa y ocupaba el primer puesto en la Facultad. Los decanos de otras facultades no entendían su decisión de empezar la carrera de Comunicaciones: “Yo estaba perdiendo mi beca y ellos, a su mejor estudiante”, recuerda. 

Alberto me recibe en su departamento en Miraflores que comparte con Milagros y Josué, amiga y amigo muy cercanos a él. Hace mucho calor esta mañana y viste de negro, me ofrece un vaso con agua y se se va a servirse uno también. “Perdona, es todo lo que tengo, acabo de salir de una reunión virtual con una productora en España”, dice. Nos sentamos junto a la mesa de madera en su comedor mientras me cuenta la presión que sintió al cambiarse de carrera. Estudiar con personas más jóvenes que él lo llevó a trabajar gratis para cualquier ONG o colectivo que lo dejara hacer vídeos y lo recomendara. “No trabajaba para sobrevivir como mis otros compañeros, era un tema personal de necesitar hacer algo”, señala. 

¿Fue un alivio para ti trasladarte de Ingeniería a Comunicaciones?

Fue una época bien rara de mi vida. Mi salida del clóset estuvo muy ligada a mi salida del clóset de la carrera. Ya había aceptado ser el hijo heterosexual ingeniero. Cuando dije que era el hijo gay y que quería hacer cine, todo se salió de control. Tuve suerte de que mis papás quisieran seguir pagando mi universidad, básicamente me dijeron que eso era todo lo que me iban a dar. Fue como un vamos a cumplir nuestro requisito de ser padres. Esas épocas ya pasaron, ahora tengo una buena relación con mi madre. 

Y así empezó tu historia en el mundo audiovisual…

Mi historia es algo rara, en un momento muy específico, en el año 2010, creé una página web llamada “En Cinta”. En esa época del internet, los blogs y las redes sociales recién surgían. Éramos muy pocos, así conocí a Marcos Sifuentes, a Henry Spencer, una serie de gente que empezamos todos juntos y ahora son líderes de opinión. Hacía entrevistas a cineastas y críticas de cine. Me ayudó a consolidar lo que hoy es mi carrera. Gracias a esa página conozco a directores de cine, como Paco Bardales, que respetaban mi opinión porque no iba por el titular agresivo. Cuando estos leían mis críticas pensaban que eran válidas y bien sustentadas. Eventualmente, empezaron a pedirme ayuda para corregir sus guiones, me pedían mis opiniones. 

¿Cómo te acercaste a estos directores?

Por los estrenos de las películas. Por coincidencias de la vida, por los años 2013-2014 se estrenaba El Vientre y entrevisté a Daniel Rodríguez. Cuando se estrenó Cementerio General entrevisté a Dorian Fernández- Moris. También conocí a gente de Tondero gracias a Asu Mare, y todo porque no éramos muchos: todo era televisión, todo era Cinescape o América Espectáculos, en web éramos tres personas: Cinencuentro, Útero y yo. En las ruedas de prensa siempre eran primero los de la tele y después nosotros, pero la web empezó a crecer y nos daban las entrevistas primero. De hecho, En Cinta fue tan grande que UVK compró la web en un momento cuando crearon la sala de cine arte y después Útero lo compró. 

¿Te querías dedicar a la divulgación digital del cine?

Fue una época de mucha experimentación, es gracioso como los podcast ahora están de moda y yo creé En Cinta versión podcast donde se hablaba con directores muy importantes de esa época. Era tan escuchado que la Universidad de Lima lo compró y se convirtió en un programa que ahora se encuentra en YouTube. Teníamos un set armado y transmitimos una ceremonia de los Oscar. Fue una época importante en mi vida, fue difícil dejarla, tenía que decidir entre eso o hacer cine, no me alcanzaba el tiempo. Uno no puede ser juez y parte.

Alberto Castro es el director de los largometrajes Salir del clóset e Invasión Drag.
Foto: Manuel Ramírez

«Ya había aceptado ser el hijo heterosexual ingeniero. Cuando dije que era el hijo gay y que quería hacer cine, todo se salió de control»

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Su trabajo en web le dio la oportunidad de explorar un nuevo camino en el mundo del cine cuando conoció al gerente de marketing de la entonces 20th Century Fox, Carlos Chávez, con quien se juntó para aprender el funcionamiento del mercado y estrenar películas. 

Guionista y asistente de dirección en “Maligno” (2016), coordinador de postproducción en “Cementerio General 2” (2016), supervisor de postproducción en “Aj, zombies!” (2017), distribuidor de “Casos complejos” (2018), productor ejecutivo en “Rómulo y Julita” (2020), “Fotogramas Rotos” (2021) y productor de estreno de “Lina de Lima” (2022), Alberto ha sido invitado al Festival Internacional de Cine de Toronto en calidad de prensa desde el 2016 hasta que la pandemia se lo impidió en 2020. Amigos cineastas que hizo en sus viajes solían preguntarle si no le gustaría quedarse. “Acá ya tengo una carrera, el cine peruano ya sabe quién soy. Hay poca competencia, por ejemplo, conozco a gente mayor del medio que no sabe cómo estrenar películas. Hablé con gente que estrenó “Larga Distancia” (2022) o “Autoerótica” (2022), cometieron errores muy simples, recuerdo haberles dado recomendaciones y ser ignorado”, menciona mientras ríe. 

Si tomara la decisión de irse sería por el conservadurismo social, aunque cuenta no haber sufrido abiertamente un acto homofóbico en la industria del cine, señala que la discriminación es obra de dos factores: la misoginia y el poder. “Antes de ser homosexual soy un hombre. El cine, el mundo, sigue siendo de hombres, lo cual me pone en ventaja sobre mujeres y personas trans. Especialmente ahora que estoy en cargos altos me preguntan: ¿está bien decir esto? Al menos es un avance. De alguna forma siento que lo hacen porque soy el productor ejecutivo y soy el que termina pagándoles el sueldo a todos”, confiesa. 

Sus tres primeras películas dirigidas y escritas por él: Invasión Drag, que ya ha participado en los Canada’s Film Festival y el Film Market Suizo Visions du Réel; Arde Lima, que sigue en proceso de post producción; y Salir del clóset, nacen de la necesidad de agarrar su equipo e ir grabar. Ninguna ha sido estrenada en cines todavía. Con los cláxones de los carros como ruido de fondo, Alberto se toma un par de segundos mientras bebe de su vaso con agua para contarme lo que más tarde calificaría como el año más revelador de su vida. 

Sé que hiciste fiestas de financiamiento para estos tres proyectos de temática queer. ¿Cómo llegaron a existir?

No sabía si eran películas o documentales, ninguna fue planeada, fueron pura experimentación al grabar y de la nada ya tenía una película. En 2017, cuando la fama del programa RuPaul ‘s Drag Race llegaba a Perú con fuerza, y con ello las giras de muchas drag queens del show, yo conocía a los productores que las traían, entonces, usaba la excusa que iba a grabarlas para poder conocerlas. Les propuse a los productores hacer videos para promocionar sus shows y yo me quedaba con lo grabado. Conviví con ellas casi por un año. Es loco como Invasión Drag y Salir del clóset están muy cercanas en el tiempo. Yo salía del clóset hace 14 años, pero aún así tuve una crisis existencial en el año 2017 porque terminé mi primera relación y me di cuenta de que si bien estaba fuera del clóset, en el sentido de que mucha gente sabía que era gay, verdaderamente no me había terminado de aceptar. 

Alberto Castro, director de cine LGTBQ+, en la fiesta de estreno
virtual de su largometraje “Invasión Drag”. Foto: Archivo personal.

«Nos han enseñado que si eres gay, bravazo. Pero no seas escandaloso, no seas bullicioso»

¿La necesidad de grabar nace de ese sentimiento?

Públicamente, me daba miedo hablar de ser gay, hasta la forma de vestirme, cosas como ciertos colores, de por sí me visto simple porque así soy, pero antes no quería que me vieran de cierta forma. No sabía si me sentía bien siendo gay, y las drag queens era algo que quería mantener lejos de mí. Nos han enseñado eso, ¿no? Si eres gay, bravazo, pero no seas escandaloso, no seas bullicioso, y las drag queens son eso, son las plumas y los tacones, al final eso te empodera, pero alguien reprimido no lo ve así. Eran la mala imagen, por su culpa era que seguían pegándonos, maltratandonos, rechazándonos, es absurdo. Conocer a las drag queens me cambió la vida completamente. Entendía el poder del drag, el maquillaje, el poder de expresarse, de pintarse las uñas hoy y mañana ya no, de usar peluca y después ya no, de hacer lo que te provoca y expresar lo de adentro hacia afuera. Invasión Drag y Salir del clóset fueron de mucho aprendizaje personal.

¿Qué sucede con Arde Lima, entonces? Es tu tercer filme y ahora el nombre tu casa productora.

Siempre quise hacer ficción, quería el control, nunca quise hacer documentales, pero mientras grababa Invasión Drag se me ocurrió hacer una ficción sobre drag queens. Empecé a vivir con tres drag queens, Tany de la Riva, la fallecida Stacy Malibú y Ernesto Pimentel, con quien todavía tengo algunos detalles que solucionar y grabar más. Siempre supe que algún proyecto que hiciera se iba a llamar Arde Lima, en referencia al documental Paris is burning, que es un ícono en el cine queer. Me gustaría hacer una casa de producción más diversa, en algún momento pensé en cortometrajes y tengo propuestas de guiones. No sé si la idea de la empresa es que siempre hable de esta temática, sin embargo, la idea sí es que desde los realizadores haya gente de la comunidad. No tengo un plan para dominar el mundo, pero ya estoy empezando a escribir una ficción.