Arturo Díaz Quiroz, más conocido como ‘El ambulante audiovisual’, ha recorrido medio Perú a lo largo de los doce años que lleva dedicado a la fotografía. A través de sus retratos busca mostrar la diversidad de nuestro país. Quiere trascender a través de esas imágenes que capturan tradiciones, lugares remotos y seres cargados de tanta vitalidad que merecen ser recordados. ¿Qué es lo que descubre detrás de su lente?
Por Karla Morales Antezana
Arturo es un apasionado de la fotografía documental. En su búsqueda por capturar la realidad, recorre desde las calles más concurridas del Centro de Lima hasta los pueblos más lejanos de la sierra.
En todos sus viajes lleva consigo una mochila con su equipo fotográfico. Ni bien desciende de un bus o un avión, la cámara cuelga de su cuello y decide entrar en acción. Muchas veces emprende un viaje en busca de un encuadre ideal, él sabe que siempre encontrará algo inesperado y sorprendente.
Su lente retiene la belleza y la esencia de las personas y de lugares que para muchos suelen pasar desapercibidos en medio de la rutina cotidiana. Arturo, en cambio, encuentra algo singular y digno de registrar. Siempre procura contar con el consentimiento del retratado. Se acerca, explica quién es, qué hace, qué quiere. Finalmente pregunta si le permiten tomar una fotografía. Algunos prefieren posar y otros seguir con sus actividades cotidianas. Una vez captada la imagen, Arturo promete volver con la fotografía impresa al día siguiente o en dos meses, pero él siempre cumple.
De Huamachuco a Lima
Arturo nació en Huamachuco, La Libertad, hace 30 años. Vivió con sus abuelos mientras sus padres residían en Lima. Él los visitaba, pero prefería regresar a su tierra. Así fue durante su infancia. A los 12 años se mudó a la capital para continuar con sus estudios secundarios. Como a la mayoría de provincianos, este cambio resultó todo un reto: debía adaptarse a un nuevo entorno a menudo hostil y racista.
Recuerda que en su colegio, ubicado en San Juan de Lurigancho, sus compañeros de aula se referían a él como «el Cholo». Sin embargo, para este adolescente recién llegado de Huamachuco, con las mejillas rojas y un marcado acento andino, no se trataba de un insulto. La palabra «cholo» era utilizada en su tierra natal como parte del lenguaje coloquial y carecía de un significado peyorativo. En Lima, sin embargo, era, y sigue siendo, una expresión que discrimina y estigmatiza a los migrantes andinos.
Arturo recuerda su primer contacto con el arte antes de llegar a Lima. En su memoria quedó grabado el taller de pintura Los Huamachucos, dictado por su profesor Walter Ballena. Los colores y las formas lo cautivaron desde pequeño. Él soñaba con ser pintor, aunque sus padres tenían otros planes para él. Esperaban que se convirtiera en policía. Arturo decidió independizarse y necesitaba financiar sus estudios en la academia de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Quería cumplir su sueño de ser un artista plástico
Cuando ya se encontraba estudiando, asistió a la Feria Internacional de Teatro en Calles Abiertas (FITECA), que se lleva a cabo todos los primeros de mayo en las calles del distrito de Comas. Esta es una de las ferias de arte más grandes de Lima. A Arturo le llamó la atención tantos colores, formas y expresiones artísticas. Nació en él la necesidad de registrar en fotografías todo lo que veía.
Antes de conocer esta feria, Arturo consideraba la fotografía como una manera de conservar recuerdos familiares. No había considerado que una fotografía pudiera capturar la belleza y la esencia de la gente, sus culturas y los lugares donde vivían. Dejó de lado su interés por la pintura y se concentró en una nueva faceta: la fotografía. A través del lente, encontró su verdadero objetivo. Para Arturo, la fotografía es capaz de mostrar la magia interior de las personas.
Aprendió el oficio de manera autodidacta. Seguía tutoriales en internet y tomaba fotos mientras deambulaba por las calles de Lima. Al principio algunas le salían movidas, desenfocadas o carecía del criterio para editarlas. Por eso decidió invertir en su formación y estudió Fotografía en el Centro de la Imagen y Comunicación Audiovisual del Instituto SISE. Ahora Arturo exhibe sus fotografías en ferias y exposiciones, y trabaja en proyectos institucionales.
Su pasión por la fotografía de calle lo ha llevado a participar en el registro de protestas sociales, como las marchas contra Manuel Merino, en noviembre de 2020, o el estallido social contra el gobierno de Dina Boluarte, a principios de año. ‘El ambulante audiovisual’ permaneció entre la multitud registrando a los manifestantes y la represión de la policía. Cubrir este tipo de eventos le exigían mantenerse alerta en todo momento. Protegerse de una bomba lacrimógena lanzada por la policía o de una piedra arrojada por los manifestantes. Arturo debía mirar a la izquierda y a la derecha mientras tenía un ojo en el lente.
Durante las protestas, hubo ocasiones en las que dejó de lado su cámara y decidió auxiliar a manifestantes heridos. Para él nunca es una opción anteponer una buena imagen a la vida de una persona. A lo largo de su carrera, ha experimentado satisfacciones y fracasos, pero este camino lo ha llevado a descubrir lo que quiere transmitir con cada fotografía. Utiliza diferentes estilos que lo identifican como ‘El ambulante audiovisual’.
Con la serie «Fuera de cuadro», logró que el retratado sobresalga de los marcos de la foto y tome mayor protagonismo. En cambio, con «Circular», creó una circunferencia que recoge los colores del personaje y crea un aura particular. En las escenas de protestas, resalta algunas partes en rojo mientras que el resto se mantiene en blanco y negro, ya que siente que este color está muy presente, ya sea a través de la ropa, la bandera o la sangre derramada. Para Arturo, la fotografía se ha convertido en su medio de expresión. Con cada imagen muestra tanto talento como sensibilidad. La calle es su lugar.