Desde el dolor y la indignación: diez imágenes del estallido social

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10 de enero. Dos jóvenes participan en la vigilia en memoria de los manifestantes asesinados en distintas regiones durante las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte. Foto: Renato Pajuelo/ArchivoPersonal.
 19 de enero. Centro de Lima. Manifestantes auxilian a uno de sus compañeros herido en la cabeza. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
19 de enero. Avenida Nicolás de Piérola, a la altura del JNE. Empiezan los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes. La Policía forma una línea de contingencia. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
19 de enero. La centenaria Casa Marcionelli, ubicada en el cruce de los jirones Carabaya y Lino Cornejo, a unos metros de la Plaza San Martín, es devastada por el fuego. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
24 de enero. Jirón Lampa. La policía lanza una descarga de bombas lacrimógenas para dispersar a los manifestantes. Foto: Renato Pajuelo/Archivo Personal.
24 de enero. Efectivos de la Policía auxilian a colega herido tras los intensos enfrentamientos que se registraron en la Plaza San Martín. Foto: Renato Pajuelo/Archivo Personal.
28 de enero. Avenida Abancay. Momentos previos al enfrentamiento entre manifestantes y policías. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
28 de enero. Un policía dispara perdigones a quemarropa contra los manifestantes apostados en la avenida Abancay. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
28 de enero. Fotoperiodista Marlon Flores es socorrido por su colega mexicano Héctor Quintanar. Flores recibió un golpe en la cabeza que dejó un forado en el casco que lo protegía. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
28 de enero. Un manifestante ‘devuelve’ una bomba lacrimógena lanzada segundo antes por la policía. Esa noche una nube de gas cubrió el Paseo de los Héroes Navales. Foto: Renato Pajuelo/Ojo Público.
Registrar el descontento social que toma las calles y la iracunda represión policial es un trabajo altamente riesgoso. Un curtido reportero gráfico relata aquí su experiencia en las calles de Lima y presenta fragmentos de una realidad cada día más cargada de frustración ciudadana.  
Testimonio y fotos: Renato Pajuelo/Ojo Público/Archivo Personal.


Durante la cobertura de las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte los periodistas vivimos en un clima de incertidumbre. Es como andar en el limbo. Algunos manifestantes nos encaran y exigen que les mostremos nuestras credenciales de prensa. Me pasó el 24 de enero, en el centro de Lima, mientras volaba un drone para tener un registro panorámico de los hechos. Me rodearon y me trataron como si fuese un «terna», querían revisar mi credencial. Algo peor ocurrió la noche del sábado 28 de enero, mientras caminaba con un colega hacia al Centro Cívico, después de cubrir el enfrentamiento del Parque Universitario. De pronto, un manifestante iracundo, quizás un infiltrado, avanzó hacía mí con un palo y me increpó: por qué no estaba yo cubriendo la represión que se había desatado unas cuadras más allá… 

Creo que lo mejor en estas circunstancias es mantener la calma, no caer en las provocaciones y ver cómo controlar la situación. Cualquier reacción o reclamo de nuestra parte podría derivar en una agresión. Salir a cubrir las manifestaciones sin la compañía de otros colegas es peligroso. Por eso los reporteros tratamos de agruparnos y trabajamos de manera conjunta desde distintos lugares. Algunos nos ubicarnos en una especie de trinchera. Suena irónico, pero usar el equipo completo de protección también nos expone. De inmediato, nos identifican como periodistas y ya hemos visto los ataques que han sufrido muchos colegas. 

Para los policías siempre seremos una presencia incómoda, los testigos de sus excesos. De allí sus constantes agresiones. Si uno anda solo por las calles, en medio de la represión, corre el riesgo de recibir una descarga de perdigones. Conozco decenas de casos. Más de una vez, cuando me he acercado a fotografiar una detención, los policías han utilizado la fuerza y la intimidación para impedirlo. Para la policía los fotógrafos de los nuevos medios digitales son considerados manifestantes. Desconocen la autenticidad de sus credenciales. Los han golpeado y también los han despojado de sus equipos.

Es indignante lo que vivimos como país. Recuerdo los enfrentamientos del sábado 28 de enero en el Parque Universitario. Allí andábamos los reporteros tratando de registrar todo lo que podíamos, en medio de una lluvia de perdigones, gases, piedras y bombardas. Fue la noche en que asesinaron a Víctor Santisteban. Lo mataron y no pasó nada.