El 8 de noviembre, Huancayo fue declarada parte de la Red de Ciudades Creativas en la categoría música. En esta nota, Pio Altamirano Melgarejo, productor del disco “Hermano Shray Zenobio. Centenario”, nos cuenta por qué los ritmos vernaculares del centro han recibido este galardón.
Por: Laura Rivera
Portada: La República
“Yo soy huancaíno por algo, conózcanme bien, amigos míos. Tengo un caballo bien entrenado, mi lampa al lado, y ese es mi orgullo”, entonaba el Picaflor de los Andes por primera vez en 1946. Ni él ni el compositor Zenobio Dhaga imaginaron que su canción “Yo soy huancaíno” sería reconocida a nivel nacional. Mucho menos pensaron que 75 años después su querido Huancayo, por el que escribieron y entonaron tantas canciones, sería una ciudad representativa de la música a nivel mundial.
El 8 de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) nombró a la Incontrastable Ciudad de Huancayo como parte de la Red de Ciudades Creativas en la categoría de música. Este reconocimiento internacional se otorga a las ciudades que utilizan su cultura y creatividad para desarrollarse económica y socialmente. Huancayo es una de las 49 ciudades elegidas.
La razón por la que la música compuesta en el “caminito de Huancayo, rodeadito de retamas” es tan exitosa, de acuerdo con Pio Altamirano, tiene que ver con el sentirse huanca. Huancayo no fue una ciudad avasallada por los españoles, siempre tuvo una relativa independencia en el país. Nunca hubo grandes haciendas que sometieron a los indios. Es así como prevalece el orgullo de sentirse uno mismo, alguien que nunca fue dominado. “El orgullo huanca es distinto. Un huancaíno puede tener mucho dinero, pero igual lleva su orquesta típica a las fiestas”, menciona.
La música de Huancayo en estos años es bastante variada. Sin embargo, cuando se piensa en la Ciudad Incontrastable, se piensa en el huaylash, el huayno y el santiago, tres estilos musicales característicos de la región.
El santiago es una fiesta colectiva: se celebra la fertilidad del ganado. La gente hace rondas inmensas y baila al ritmo de la música. Lo caracteriza el violín, la tinya y una cantora que toca este último instrumento marcando el ritmo de la fiesta. “Ella lleva el pulso de la fiesta, de los danzantes. Puede acelerar, bajar o mantener el ritmo. Lleva el ritmo del corazón”, explica Pio.
El huaylash también incita a la fiesta. Originalmente, este pertenece a la época de cosecha, desde diciembre hasta febrero. Es un baile juvenil, de enamoramiento y de fuerza donde el zapateo es el ingrediente principal.
El huayno es más lírico: es el canto a la desesperanza. “La vida en sí cabe en el huayno”, afirma Pio. Sin embargo, hay dos tipos de huayno. Por un lado se encuentra el nativo, que da cuenta de la vitalidad de la gente del campo y, por el otro, el mestizo, que es más “llorón”. Tiene que ver con las desdichas y fatalidades de la vida.
En este punto, es necesario mencionar a Zenobio Dagha, un importante intérprete y compositor huancaíno. Según Pio Altamirano, registra más de 900 composiciones. La innovación que tuvo este compositor consistió en combinar el huayno nativo y el mestizo, algo trascendente para los años cuarenta del siglo pasado.
Se dice que, para aquellas épocas, había una diferencia marcada entre la gente de la ciudad y la gente del campo. Cada grupo tenía un estilo de música que se quedaba en su lugar de origen. Zenobio hizo que el huayno de chacra entrara con una fuerza arrolladora en la ciudad.
Pio recuerda que Zenobio le contó que cuando tenía 17 años comenzó a tocar en la orquesta de Pablo Pastor Díaz. En una de sus presentaciones, se le ocurrió tocar una canción de su zona: un huayno agrícola. Fue entonces cuando uno de sus compañeros le dio una cachetada por tocar música de indios. Eso no lo amilanó y decidió que su música, la de su pueblo, debía ser interpretada de la mejor manera. “Era una persona que no se dejaba pisar el poncho”, refiere.
Después de participar en muchos concursos, logró que su música se escuchara en todo el Perú. Pero no solo historias como esta son las que representan a la ciudad de Huancayo. Pio Altamirano menciona otros grandes artistas de esta ciudad: Panchito Leyth, violinista y compositor que marcó un estilo con las guitarras; el Picaflor de los Andes, que interpretó los huaynos como ningún otro; y Flor Pucarina, una voz femenina ícono de la ciudad de Huancayo.
Todos estos artistas tienen algo en común: su calidad de interpretación que ha trascendido fronteras. La música huanca se escucha en cada rincón del país. “Creo que todo aquello que pueda tocarnos el alma es aquello que también ha sido compuesto con el corazón”, finaliza Pio.