Los alumnos de la PUCP que viven en los distritos de la zona norte de la capital son los más afectados por la actual construcción de la Línea 2 del Metro de Lima. Pierden hasta dos horas para llegar a sus clases, estancados entre las largas filas de autobuses a causa del plan de desvío vehicular, que duraría tres años.
Por Kamila Laurente
Portada: Karla Morales
Hace un año, Nicole Carmen Navarro (20), vecina de San Martín de Porres y estudiante de Comunicación Audiovisual, contaba con una hora más de tiempo para avanzar sus tareas, desayunar tranquila, o dormir lo que no pudo por amanecerse estudiando. Hoy ya no puede disponer de esos vitales sesenta minutos, pues ella, al igual que más de 6000 alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), los desperdicia en el tráfico causado por el reinicio de la construcción de la Línea 2 del Metro de Lima.
Tras nueve años del inicio del megaproyecto a cargo del concesionario de la Línea 2 del Metro de Lima, la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) comenzó la construcción de la Estación “Elio” y la Estación “Alborada” del futuro tren subterráneo que recorrerá la capital. Para ello, el 20 de marzo se procedió con el cierre de diez cuadras a lo largo de la avenida Venezuela. Por tal motivo, se bloqueó el tránsito en la avenida Universitaria, una de las principales vías que conectan la zona norte de Lima con el campus de la PUCP.

Por lo menos la cuarta parte del alumnado de la PUCP proviene de Lima Norte, según declaró en 2017 el entonces vicerrector administrativo Efraín Gonzales de Olarte. Es probable que este porcentaje se haya incrementado. Significa que de los 25,109 estudiantes de pregrado, más de 6,000 estudiantes son afectados por estas obras y deben emplear una hora más para trasladarse desde sus hogares hasta la universidad.
“Es una hora que fácilmente puedo invertir en leer o en avanzar mis cosas, incluso dormir un poco más”, se queja Andrea Recalde Manrique (24), residente de Comas y alumna de Publicidad. Con el nuevo plan de desvío vehicular, los alumnos que utilizan la ruta en cuestión tardan de una hora y media a dos horas en llegar desde distritos como Comas, San Martín de Porres y Los Olivos.
“Lo que me molesta es que no hayan avisado que iba a ver una desviación. O nunca nos enteramos”, señala Nicole Carmen. Ella comparte el mismo malestar que otros pasajeros y vecinos. La poca comunicación de la concesionaria viola lo que estipula la Resolución de Subgerencia nº D000769-2022-MML-GMU-SIT, donde se contemplaba el cierre de las vías a partir de junio del 2022, y se exigía que la empresa difunda esta información con anticipación.

Tras la congestión vehicular generada en la Av. Universitaria, personal de la ATU se desplegó alrededor de la Av. Venezuela para informar sobre la obra. De acuerdo a una de sus trabajadoras, que prefirió no ser identificada, el proyecto está programado para tres años. Sin embargo, recuerda la duración de la misma obra en su primer tramo. Empezó el 2014, pero no fue hasta el 2022 que se abrieron las vías del Óvalo de Santa Anita. Para los alumnos, que ya han sido testigos de la larga duración de las interminables obras en Lima, “es lo mismo de siempre”, como reitera Andrea Recalde.
Los estudiantes piden soluciones a la Municipalidad de Lima. “Que habiliten vías alternas para una circulación más eficaz, y fiscalicen a los vehículos públicos que se encuentran en mal estado”, propone Adriana Lino Zavaleta (21), residente de San Martín de Porres, y alumna de Estudios Generales Letras. Es evidente que el actual plan de desvío genera disconformidad también en los transportistas. Cuando intentan utilizar los 90 a 120 minutos de viaje para estudiar, el estrés del conductor y el mal humor de los otros pasajeros no se los permiten.
Para todo universitario, la gestión de su tiempo es indispensable para sus estudios. Pero desde el inicio del ciclo 2023-1, no depende de la cuarta parte del alumnado qué es lo que sucede con dos horas de su día. Aunque comprenden que, a largo plazo, esta obra traerá beneficios a la ciudad, que podrán disfrutarlos cuando terminen sus estudios, resulta frustrante. “Cuando acabe la carrera, todavía voy a seguir con esto. ¿Qué puedo hacer? No puedo hacer nada”, suspira Nicole, alumna de la Facultad de Comunicaciones, antes de agregar una última palabra: “resignación”. Resume el sentir de más de 6,000 estudiantes.