Desde la llegada del COVID-19, despedirnos de nuestros familiares y estar cerca de ellos en el momento de su muerte se ha vuelto cada vez más difícil. En esta nota, los psicólogos clínicos José Mogrovejo y Josephine Hwang explican por qué la comunicación y las formas alternativas de decir adiós son claves para afrontar esta pérdida.
Por: Bárbara Contreras
Portada: Archivo personal
Hace dos semanas, Sandra (20), estudiante universitaria del sexto ciclo, se enteró de que su padre acababa de fallecer en una habitación del hospital Almenara. En aquel momento, Sandra se encontraba lejos, buscando con desesperación una cama UCI, con la esperanza de que algún centro médico pudiera acoger a su padre y salvar su vida. No hubo tiempo de despedidas ni palabras de reflexión. Sandra no pudo decirle a su padre cuánto lo quería y lo admiraba, cuánto lo iba a extrañar. Al día siguiente el hospital le entregó sus cenizas, el único rastro que quedaría para siempre de él. De un momento a otro, aquel padre amoroso y risueño con el que había crecido se había convertido en polvo. ¿Cómo afrontar una pérdida de esta naturaleza? ¿Cómo continuar sin haber podido decir adiós a una persona que queríamos?
Para el psicólogo y terapeuta José Mogrovejo, docente de la PUCP, la clave está en la comunicación de lo que experimentamos y el apoyo de nuestros familiares y amigos. “El sentirnos acompañados nos hace tomar conciencia de que no solamente somos nosotros quienes nos sentimos devastados, sino que es un conjunto de personas quienes sienten la pérdida y en quienes nos podemos apoyar”, afirma.
Este acercamiento no siempre es sencillo. Si bien parecería lo más razonable buscar ayuda y consuelo en otros cuando sentimos dolor, es habitual que en estas ocasiones las personas tiendan a aislarse. La situación del confinamiento agudiza este problema y pedir ayuda o compañía puede llegar a ser un gran reto. Para la psicóloga clínica Josephine Hwang, sin embargo, es importante hacer el esfuerzo. “Siempre que sea posible, es bueno que tratemos de comunicar a nuestros familiares y amigos que habrá momentos donde necesitemos de su compañía, ya sea mediante una videollamada, un intercambio telefónico o por mensajes de texto. No siempre será necesario hablar del fallecimiento, sino simplemente pedir a alguien que esté conmigo”, precisa.
Por otro lado, recrear aquellos rituales de velación —que no podemos realizar debido al distanciamiento social— también puede ayudar a despedirnos de nuestro ser querido. Diversas familias han optado por colocar las urnas en lugares muy especiales, prender velas, poner un santo al lado, reunirse para orar a una hora determinada del día o colocar la ropa del difunto y hacer una ceremonia sin cuerpo. Otras personas han encontrado formas alternativas a la religión para honrar al fallecido, ya sea a través de cumplir los deseos que este tuvo en vida o simplemente realizar actividades que la persona solía disfrutar. “Estos actos simbólicos y recreaciones ayudan a aceptar que, en efecto, hay algo que estuvo en su momento, pero que desafortunadamente ya no se encuentra con nosotros”, explica Mogrovejo.
Durante todo este proceso, es indispensable no presionarnos y permitirnos experimentar aquello que la pérdida nos suscita. Sobre ello, la psicóloga Josephine Hwang enfatiza que “si bien la vida y sus obligaciones no se detienen cuando alguien fallece, es importante darnos un espacio para asimilar lo sucedido y dejar que nuestras emociones tomen lugar. Habrá momentos donde estas serán muy fuertes, otros donde uno no sentirá prácticamente nada. Esas reacciones son normales en un proceso de duelo y hay que autorizarnos a sentirlas sin juzgar”.
Cómo ayudar desde el otro lado
La sensación de impotencia no sólo proviene de la persona que acaba de perder a un ser querido. Muchas veces, amigos o conocidos no saben cómo pueden apoyar en circunstancias en las que no es posible visitar al doliente. Al respecto, Mogrovejo advierte que cuando una persona se encuentra sumida en una pena y un dolor tan grande, es probable que lo último que quiera sea conversar con alguien sobre el tema. Pese a ello, añade que las personas más próximas a ella pueden acercarse y hacerle notar que su preocupación es genuina y legítima: “La idea es que la persona no se aísle, y que tengamos la oportunidad de podernos reunir un par de veces a la semana, una media hora en grupo, para poder escucharla y de ese manera acompañarla durante el proceso”, sugiere.
Planificar eventos o fijar puntos de contacto regulares con la persona pueden facilitar esta comunicación. “Quedar un día de la semana en concreto para juntarse virtualmente a hacer alguna actividad ya sea ver una película, jugar algo, o simplemente charlar. Esto garantiza que cuando la persona necesite de sus seres queridos habrá una estructura social a su alrededor a la que pueda acudir”, agrega Hwang.
Asimismo, ambos especialistas recalcan que es la capacidad de escucha, más que lo que uno tenga que decir, lo que representa la verdadera posibilidad de ayuda. “Decirle que no se preocupe, que a uno también le pasó lo mismo o que lo va a superar en menos tiempo de lo que imagina, no ayuda. No se trata de disminuir la importancia de lo que está pasando la persona sino de acompañarla en su dolor”, señala Mogrovejo. Las frases más recomendadas son aquellas que buscan validar y reflejar las emociones del doliente: “Veo ahora que lo cuentas que te está doliendo mucho” o “Me doy cuenta que estás tomando decisiones que crees que te pueden ayudar a salir de esta situación”, son algunas de las que propone el psicólogo.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Si bien los procesos de duelo implican sentimientos muy intensos de dolor, tristeza y rabia, es importante diferenciar cuándo nos encontramos ante un caso de duelo convencional y cuándo la persona está presentando un cuadro clínico más severo. “Si uno escucha decir a la persona que ha perdido el apetito, que no duerme bien desde hace meses, que piensa que cada día la vida pierde sentido o que arrastra sentimientos intensos de culpabilidad, es recomendable sugerirle que se acompañe terapéuticamente de alguien profesional”, advierte Mogrovejo.
No obstante, se debe tomar conciencia de que no es necesario llegar a estos momentos de quiebre para acudir a un especialista. “El acompañamiento psicológico es recomendable en cualquiera de los casos, especialmente dada la situación compleja y sin precedentes que estamos viviendo a causa de la pandemia”, finaliza Hwang.
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Una semana luego del fallecimiento de su padre, Sandra y su familia organizaron una misa virtual en su nombre. Más de cien personas se conectaron desde sus casas para despedir a aquel amigo y compañero con el que compartieron risas y llantos, pero no un último abrazo. “Nada de lo que es dignamente amado se pierde. La muerte no es el punto final”, fueron las últimas palabras del cura. Sandra asintió desde el otro lado de la pantalla, esperando con el corazón que aquello fuera cierto.