Carmen Almeida, dirigente de las trabajadoras del hogar: “Quiero ser recordada como feminista y sindicalista”

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Es hija de un dirigente y fundador de Villa El Salvador, a quien reconoce por sembrar en ella la semilla de la lucha social. Desde hace más de diez años es dirigente del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima (Sinttrahol). Durante dos períodos ocupó el cargo de secretaria general y ahora funge de secretaria de economía. Es administradora de profesión; sin embargo, debido a la crisis económica en los noventa, decidió emplearse como trabajadora del hogar. Allí sufrió explotación laboral y acoso sexual. Carmen es madre soltera y activista feminista por los derechos sexuales y reproductivos. Parece una persona tímida y reservada, pero no teme alzar su voz para expresar sus ideas.

Por Rocío Quispitupa



Carmen (58) llega puntual pero con cierta prisa al lugar de la entrevista. Le ha tomado cerca de dos horas trasladarse hasta el local donde se reunirá con sus compañeras de lucha. «Buenas tardes, Carmen», «Buenas tardes, compi», «Buenas tardes, Carmencita», «Buenas tardes”, “Hola Carmen», saludan unas con más cercanía que otras. Voluntaria de la organización feminista Manuela Ramos, sostiene con ímpetu que, pese a que el aborto terapéutico es legal hace casi un siglo, no se respeta, y que cada mujer debería tener derecho a decidir cuándo ser madre. 

Carmen con capucha verde, tejida por ella misma, participando en la primera marcha por el derecho a decidir en septiembre del 2022. Foto: Rosa Villafuerte.

Durante trece años, Carmen trabajó en la casa del diplomático peruano Hugo Melitón de Zela. La mañana del 15 de agosto de 2007 Carmen decidió renunciar. Poco después, inició una demanda para recibir compensaciones por las prestaciones laborales y derechos no reconocidos. Siete años después de un proceso tedioso, el Poder Judicial falló a favor de Carmen, marcando un antes y un después en su vida. 

Eran aproximadamente las 10 p. m. aquel día. El planchado de camisas le había tomado horas de trabajo. De pronto, la hija de su exempleador arrojó al piso todas las prendas. «Le tiré la puerta, fui donde su papá, le dije lo que había pasado y que yo me iba. No sé cómo tuve el valor de hacer eso», relata aún asombrada de su reacción. Lo que sucedió después fue peor. No la dejaron salir del inmueble y luego la obligaron a ir a la casa de playa, donde también la encerraron. Carmen trabajaba allí de 6 a.m. a 10 p.m., pero el horario podía prolongarse hasta la medianoche si había reuniones sociales.

Quedarse en casa únicamente en compañía de su empleador fue una de las situaciones más complicadas que tuvo que enfrentar. “Muchas veces tuve que meterme al baño y quedarme ahí por horas, hasta que alguien más llegara a la casa”, recuerda. Es firme en señalar que la humillación, el maltrato y el trato discriminatorio persisten. Recientemente acompañó a una trabajadora del hogar a grabar un spot, hubo personas que no las saludaron. “Para muchos, las trabajadoras del hogar somos nada”, señala.

Su travesía laboral empezó cuando tenía diecisiete años. Su primera empleadora fue una tía del escritor y periodista Abraham Valdelomar que sabía de la importancia de la educación. Ella la impulsó a estudiar secretariado comercial e inglés. Años más tarde, trabajó como administradora de una boutique muy cerca de Tarata, en Miraflores, hasta el día del fatídico atentado que destruyó su lugar de trabajo. Ella sobrevivió de milagro. Aún son visibles las secuelas de aquel atentado en Carmen: su cuerpo se tensa al contar la historia.  

Carmen (sentada, a la derecha) junto con sus compañeras del Sinttrahol. Foto: Archivo personal.
Carmen con el polo de su sindicato. Foto: Archivo personal.

Tiene un espacio donde guarda con sigilo los documentos de las denuncias contra empleadores de muchas trabajadoras del hogar. Uno de los casos más recientes que le ha tocado apoyar es el de una compañera que fue despedida cerca de la medianoche. “¿Qué hago? Me acaban de botar”. Esta es una de las preguntas que le hacen con mayor frecuencia. Uno de los casos que más le preocupa es el de una trabajadora de 62 años que se cayó y se rompió el codo, un accidente laboral que le causó una discapacidad física, y que ha entablado un juicio para recibir una compensación de su exempleador.

Carmen entiende las preocupaciones, necesidades y la búsqueda de justicia de sus compañeras. Este fue el principal motivo que la llevó a vincularse con la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), un gremio en el que también tuvo que enfrentar el machismo de muchos dirigentes. Lamenta que no se dé a las mujeres el espacio que merecen, pero eso no la detiene; al contrario, es un impulso. «Las mujeres tenemos que estar en todos los espacios para expresar nuestras ideas, no callarnos y cambiar nuestra situación», puntualiza.