Periodista, docente y escritor, trabajó más de diez años en El Comercio y ahora se encuentra camino a cumplir ocho años en las aulas universitarias. El homónimo, la primera novela que publica, recrea sus experiencias en el mundo del periodismo, junto con las carencias que aquejan a esta profesión y las lleva a la fantasía de los dobles.
Por Olenka Campos
Bruno se muestra interesado en conversar de la profesión que, en algunos años, nos convertirá en colegas. Su vocación de docente sale a relucir cuando, con las palabras precisas, disipa las dudas y miedos que quizá sienten todos los jóvenes próximos a terminar la carrera.
Trabajó durante once años en uno de los diarios más influyentes del país, donde, en sus palabras, no existían los feriados ni los fines de semana. Afirma que en un medio de comunicación no hay ningún día en el que un periodista no tenga que entregar algún texto, algún avance o alguna entrevista.
En su faceta como docente, dicta Comunicación Social, Información y Cultura Digital, y Redacción para la Comunicación en la PUCP. Es, además, profesor en la UPC y la Universidad Continental. También colabora en diversos medios de comunicación, participa en podcast y programas de Youtube. Es autor de dos libros de perfiles y crónicas periodísticas, con uno que está escribiendo actualmente.
—¿Alguna experiencia que lo haya marcado como periodista?
—Yo creo que el mundo del periodismo es muy atractivo porque te abre puertas que la gente de a pie no necesariamente va a tener. De repente uno está en el funeral de Hugo Chávez, cosa que me pasó a mí, o estás en medio de un golpe de Estado en Honduras, que también me pasó. O estás en un país como Israel, realizando un curso para periodistas. El periodismo te brinda la oportunidad de conocer y hablar con gente de otras realidades, descubrir cosas.
Una de estas experiencias fue cuando, en una comisión para El Comercio, Bruno Rivas viajó a Cuba a entrevistar a Guillermo Fariñas, periodista, disidente político y ganador del Premio Sajarov 2010, un reconocimiento a quienes luchan por los derechos humanos y las libertades. Fariñas fue uno de los mayores opositores al régimen de Fidel Castro.
—Para usted, ¿cómo fue tomar esa decisión de dedicarse a la docencia?
—No me siento desligado del periodismo actualmente. Lo que sí cambió es que ya no estoy metido todo el día en una redacción, situación que a veces extraño un poquito y a veces no extraño nada. Uno tiene que sacrificar mucho las reuniones familiares y un montón de cosas por dedicarse al periodismo. Si bien a veces extraño la adrenalina de la redacción, creo que sí he encontrado espacios donde puedo hacer periodismo sin estar con ese estrés constante. La docencia universitaria definitivamente es mi trabajo más estable y al cual dedico más horas. Sin embargo, tengo que confesarte que cuando me encargan un libro de crónicas, y tengo que hacer la investigación y salgo a hacer comisiones, siento que estoy haciendo lo que es mi gran pasión. Diría que tengo una gran pasión que es el periodismo y otra pasión que es la docencia. Si me dan a escoger entre una de las dos, creo que pondría delante el periodismo, pero está muy cerquita la docencia.
—¿Qué diferencias encuentra entre el periodismo y la docencia?
—Tengo tanto tiempo de docente como de periodista. El periodismo es un mundo de estrés absoluto y adrenalina constante, donde uno tiene que aprender día a día. El mundo de la educación es también muy atractivo y a mí me gusta mucho. Disfruto de la docencia porque no tiene esa carga de estrés abrumadora del día a día. El estrés de la docencia es por rachas, en las semanas de parciales y finales. Uno tiene que corregir un montón y preparar clases. Además, ahora también el docente tiene que pensar en publicar artículos académicos para ascender en la carrera.
El homónimo, donde se mezcla la realidad con la ficción
El homónimo, su primera novela, relata la historia de Bruno Rivas, un periodista que se encuentra en su mejor momento laboral. A lo largo de la historia, el protagonista revela al lector los problemas que enfrenta dentro del ejercicio periodístico y en su vida personal. Así, se ve envuelto en un camino de constante cuestionamiento interno.
Algunos comentaristas la han calificado como una historia de pasión por el periodismo. “El protagonista es un sujeto enamorado del periodismo y que no se ve en otro espacio, incluso cuando aparece la oportunidad de dejarlo en un momento de la novela”, señala Bruno. Aunque ciertos sucesos se basan en las experiencias de Bruno Rivas, él remarca que es una historia cargada de ficción.
—¿Qué tantas experiencias de su vida laboral están reflejadas en su libro?
—No es una historia que corresponda a mi biografía, sino que se alimenta de experiencias que yo viví en la redacción de un diario. Intenta retratar lo que puede experimentar un periodista o una periodista en este contexto de cambios de las últimas décadas. En el periodismo yo trabajé más de una década, en el diario El Comercio. Esa fue mi experiencia vital. Después de eso, he sido más un periodista independiente que ha colaborado en diferentes revistas. Desde que egresé de las aulas de la PUCP, me he dedicado al periodismo en diferentes facetas.
Bruno es crítico de los vicios del periodismo actual. La búsqueda de likes y el uso de clickbaits, desde su perspectiva, están desvirtuando el periodismo del cual él se enamoró. Sin embargo, se mantiene optimista, cree que los buenos profesionales en alianza con las nuevas generaciones de periodistas lograrán encaminarlo.
“El periodismo es una carrera apasionante que efectivamente tiene sus pros y contras”, apunta. Uno de ellos es el propósito de algunos medios de comunicación de hacer periodismo por un interés comercial o político-ideológico. A pesar de ello, para los que están dispuestos a hacer buen periodismo, es un espacio para disfrutar.
—En el libro existen personajes que tienen la idea de seguir con lo que ya funciona del periodismo típico. Según su experiencia, ¿qué tan difícil es llevar proyectos innovadores dentro de un medio tradicional?
—El protagonista está enamorado de un periodismo que siente en vías de extinción. No es que el personaje de Diana Riva Agüero no quiera cambios, sino que solamente acepta aquellos que ella considera que le van a dar un beneficio económico al medio. Más me cuesta mandar a un periodista a Venezuela a reportear la elección de Maduro que cubrir todo por Youtube. O más dinero me va a dar un meme de gatitos que un reportaje interactivo. Es verdad que un periodista que propone comisiones ambiciosas muchas veces se encuentra con la reticencia a invertir de los propietarios. Ese es el gran reto que tienen los periodistas de ahora: convencer a sus jefes y a los dueños de los medios que eso que es costoso traerá una calidad que derive en prestigio para el medio.
—También se muestran algunas luchas de poder que muchas veces derivan en despidos de periodistas. ¿El periodismo es un mundo de alianzas y rivalidades?
—Cuando entré a trabajar a un medio de comunicación como redactor, ese mismo mes se estaba despidiendo a veinte periodistas. Es una constante en muchas empresas la búsqueda de poder solventar los beneficios económicos. Y más aún cuando hablamos de que muchos medios de comunicación hoy en día están en crisis, ya no se venden tantos periódicos como antes y el modelo de gestión de internet es cada vez más difícil de sustentar. Es usual que buenos periodistas sean despedidos porque terminan siendo muy caros o ellos mismos tengan que renunciar porque ya no les alcanza la plata para mantener a sus hijos. Pero yo estoy seguro de que, con los nuevos medios y las nuevas generaciones que están llegando con nuevas ideas, puede darse la vuelta a todo.
—El personaje de Catalina es una mujer empoderada y una profesional fiel a sus principios. ¿Quiénes serían las Catalinas de su vida?
—Esta novela está dedicada a dos personas que son muy especiales para mí. Catalina es un personaje que está inspirado en mi primera jefa en El Comercio, Virginia Rosas Ribeyro. Fue mi maestra, yo aprendí todo de ella. Muchas de las cosas que tiene la Catalina de este mundo de ficción son un calco de lo que ella vivió. Fue una mujer empoderada durante muchos años, primero editora de El Comercio y luego columnista. Lamentablemente falleció durante la pandemia. La otra gran persona es mi madrina, Susana Rivas, que siempre me apoyó en todos mis estudios y mis proyectos. Por suerte, la tengo todavía conmigo.
—El homónimo deja al lector con una sensación de que no se puede confiar casi en nadie. ¿Esto es realmente así?
—Este personaje está en constante conflicto. Con el medio donde trabaja, en sus relaciones amicales y románticas. El mundo no es así de negro como él lo vivió. Sin embargo, en todo espacio empresarial en el Perú hay golpes bajos y no es fácil posicionarse. Vivimos en un sistema en el cual el clasismo es muy fuerte y la meritocracia es un valor no muy respetado. Este es un mundo complejo. Pero igual yo tengo el optimismo de que, si uno es bueno en lo que hace, puede abrirse puertas incluso en este sistema que puede parecer tan negro.
De la literatura al periodismo… y de nuevo a la literatura
Cuando Bruno Rivas terminó el colegio, quería estudiar literatura. Como sucede con muchos otros estudiantes, por miedo a “morirse de hambre” si estudiaba literatura, decidió estudiar periodismo. Su profesión, no obstante, le permitió mantener vivo ese deseo de escribir historias. Tras haber publicado varios libros de corte académico, El homónimo le permite consolidar su pasión por el arte de la escritura.
—¿Cree que el periodismo y la literatura están íntimamente relacionados?
—Claro que sí. Los periodistas tenemos que contar historias, al igual que lo hace un escritor. La gran diferencia, claro, es que los literatos juegan desde la ficción. Yo creo que cada vez más las líneas entre literatura y periodismo se entrecruzan. El periodismo utiliza cada vez más herramientas de la literatura. El siglo XXI es un siglo de la crónica periodística. Se revitalizó cuando aparecieron revistas como Etiqueta Negra, Gatopardo, revistas periodísticas, pero al mismo tiempo de gran literatura. Entonces yo crecí periodísticamente leyendo esas revistas de crónicas. Al mismo tiempo, sentía que alimentaba mi gusto por la literatura. También hay una gran cantidad de periodistas que han escrito libros, algunos de ficción, otros de crónicas, y esto muestra cómo los periodistas y los escritores intercambiamos espacios constantemente.
—¿Piensa seguir por el camino de la literatura de ficción?
—Mi interés inicial cuando era niño era escribir novelas. Entré al mundo apasionante del periodismo, que te quita tiempo para todo. Siempre tenía pendiente el cuándo voy a sacar mi novela. Recién ahora, pasado los 40 años, pude publicar mi primera novela.Tengo en mente otra historia y me gustaría publicar. No quiero salir de la ficción, pero tampoco quiero dejar la crónica periodística.
Bruno Rivas planea intercalar novelas, libros de crónica y de investigación académica. Cada publicación le permite no solo realizar lo que más le apasiona, sino también plasmar lo que ha vivido a lo largo de su carrera y que puede seducir a aquellos que, como él, aman escribir y contar historias.