Biblioteca Miguelina Acosta: Un espacio que salva vidas

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Poco antes de la pandemia surgió una biblioteca comunitaria en un barrio en Cercado de Lima. Lleva por nombre “Miguelina Acosta” en honor a  la primera abogada mujer del Perú y líder en el primer mitin feminista realizado en 1919. Sus fundadoras cuentan el origen, desarrollo, retos y logros de una biblioteca al servicio de la infancia.
Por: Leticia Alvarez y Johara Garcia
Portada: Facebook Biblioteca Miguelina Acosta


“Miss Anita, ¿sabías que no puedes contar al quinto dragón porque sino tu futuro cambia? Puedes enfermarte o perder tu trabajo. Él existe, pero no puedes nombrarlo. Es hermano de los otros dragones y un día desapareció. Se fue porque uno de mis ancestros rompió la quinta bola de cristal que los mantenía unidos. Nunca volvió. Mi mamá me lo contó, ella se la pasa rezando todo el día”, narra una niña, a quien se le llamará Fabiola.

Fabiola tiene nueve años y es la primera niña que llegó a la biblioteca Miguelina Acosta en el 2020. Iba caminando sola cuando Ana Karina Barandiarán y  Verónica Ferrari trasladaban libros a una casa en la esquina del jirón Contumazá. La niña apareció en el portón negro y rapidamente ofreció su ayuda. En agradecimiento, ellas le regalaron un libro.

“Le entregamos un cuento, estábamos entusiasmadas con su gesto y le preguntamos en qué grado estaba. Nos dijo que solo había ido una vez al colegio. Tenía siete años y no sabía leer ni escribir. Le compramos una mochila y empezó a venir en pandemia todos los días“, recuerda Ana Karina Barandiarán. 

Así como “Fabiola”, otros quince niños asisten a la biblioteca Miguelina Acosta ubicada en el jirón Contumazá, en la esquina con Lino Cornejo, en el centro de Lima. El espacio es dirigido y financiado por la artista plástica Ana Karina Barandiarán (31) y la activista Verónica Ferrari (42). 

Un niño frente a una laptop a punto de empezar sus clases virtuales en la biblioteca. Foto: Archivo personal de Leticia Alvarez.

La biblioteca comunal abrió sus puertas en enero del 2020 cuando Ana Karina y Verónica decidieron vivir juntas allí.”Decidimos alquilar un espacio más amplio para vivir y dimos con este lugar que era ideal para una biblioteca y un taller de arte. Empezamos a implementarlo y a publicar en nuestras redes que abririamos una biblioteca feminista para niños y niñas. De pronto nos dimos cuenta que había otras urgencias. No iban a venir a pintar escuchando música clásica como yo pensaba”, cuenta Barandiarán.

Cambiando vidas

Vista de la entrada de la biblioteca hacia la calle. Foto: Archivo personal de Leticia Alvarez.

La venta de drogas, el trabajo sexual, bares clandestinos y niños en la calle en plena pandemia eran moneda corriente en el jirón Contumazá. Un círculo vicioso que permitía una forma de negocio y una manera de sobrevivir. Un barrio con familias de cuatro a seis personas resignadas a vivir en cuartos pequeños. “Como había bares, trabajadoras sexuales y comercio de drogas, podían sacar algo de todo eso. A nadie le interesaba calmar la zona porque podías hacer lo que te daba la gana”, reflexiona Ferrari. 

“Estaban en la calle comiendo chizito, gaseosa y salchipapa. Nosotras abrimos la biblioteca y pensamos que vendrían a aprender y a distraerse un poco. Nos dimos cuenta que muchos no sabían leer ni escribir. Enseñarles nos tomó todo el año porque no los habían matriculado en el colegio. Sus mamás no manejaban un correo electrónico y no entendían cómo hacer una solicitud. Muchas de ellas son analfabetas, trabajadoras sexuales o ambulantes y viven del día a día”, sostiene Ferrari.   

“Con la biblioteca, los niños han empezado a tomar el espacio público y a exigir su derecho de transitar sin violencia. Los niños asociaban la calle con los adultos, policías o cualquiera que tuviera más poder, pero nunca pensaron que podía ser suya. Los vecinos han empezado a controlar su violencia, aprendieron a respetar el lugar porque aquí viven sus hijos, primos, hermanos, etc. Los infantes ahora protestan cuando ven a alguien orinando o bebiendo por donde caminan. Exigen al serenazgo que los boten”, añade Ferrari.

Hoy el jirón Contumaza tiene cámaras y una caseta de serenazgo. Las calles están más limpias e iluminadas. La municipalidad, a pedido de la biblioteca, colocó vallas y señaléticas de reducción de velocidad. Durante el proceso, los niños también han mostrado cambios en su estado de ánimo y rendimiento académico. Desde marzo de este año, han estado recibiendo seguimiento psicológico por parte de La Gerencia de la Mujer de la Municipalidad de Lima, responsables de la gestión de los servicios de asistencia y apoyo a mujeres, niñas, niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad.

Dos niñas juegan con un acordeón y una muñeca en sus tiempos libres en la biblioteca. Foto: Archivo personal de Leticia Alvarez.

Sienten que están en un lugar seguro en donde pueden hablar. Con este plan de acompañamiento emocional se está trabajando para que los niños fortalezcan destrezas como la autoestima, comunicación asertiva, trabajo en equipo, entre otras habilidades blandas”, afirma Judith Alcalá, psicóloga de la Gerencia de la Mujer de la Municipalidad de Lima y profesora de los niños en la Ludoteca, lugar al que asisten los martes y jueves acompañados por Ana Karina. 

La psicóloga cuenta que muchos de estos niños provienen de hogares con violencia intrafamiliar y encuentran en la Ludoteca un espacio de acompañamiento emocional y académico. Esto les ha permitido crear vínculos saludables con otros compañeros que pasan por la misma situación y entender que pueden comunicarse sin recurrir a la agresión. 

La psicóloga de la Gerencia de la Mujer de la Municipalidad de Lima, Judith Alcalá, observa el desarrollo de los dibujos de los niños en la Ludoteca. Foto: Archivo personal de Johara García.

Una forma de comunicación no violenta es mediante el dibujo, lo cual les permite expresar sus emociones ante hechos que atentan contra su tranquilidad, como lo ocurrido el pasado sábado 14 de mayo, cuando integrantes del grupo extremista  “La Resistencia” agredieron a infantes y asistentes de la feria profondos en las afueras de la biblioteca. 

Los dibujos sirven para que los niños puedan animarse al diálogo. Ellos no conversan directamente como los adultos sobre el hecho, sino que necesitan dibujos, juegos, dinámicas”, revela Alcalá.

Dibujo realizado por un niño de la biblioteca en el que se representa la situación violenta cometida por el grupo político “La Resistencia”, el pasado sábado 14 de mayo. Foto: Ana Karen Barandiarán.

A pesar del acto intimidatorio, Verónica espera que la biblioteca siga desarrollándose y de esta forma ayudar a los niños que crecen en barrios donde las oportunidades son escasas. Busca ofrecer un lugar en el que puedan expresarse de manera artística, política y, quizás, soñar con ir a una universidad “Son espacios que salvan vidas y las convierten en vidas compartidas con otros, vidas que cuestionan y critican, que exigen cosas”, sentencia.