Anahí Araoz, fundadora de dos emprendimientos culturales, emplea las artes escénicas a fin de orientar la creatividad dentro de las cárceles de mujeres y, de esta manera, hacer de estos centros mejores lugares para vivir.
Por Nicolás La Torre
Anahí Araoz Cartagena lidera un proyecto artístico en lugares donde parece ser que el arte no tiene acceso ni prioridad. El gris del cemento recubre las paredes. La misma vista, una vez más. La misma compañía, otra vez. Las mujeres privadas de su libertad sobreviven a la rutina y al encierro, consecuencia de sus errores del pasado. Desde 2019, Atravesando Muros lleva teatro, poesía y pintura a cárceles de Cusco, Lima, Trujillo, Arequipa y otras ciudades del Perú. Un resquicio de la vitalidad de afuera hacia adentro. Un momento de libertad. Una iniciativa transformadora. A cinco años del inicio del proyecto, corre el riesgo de desaparecer por falta de recursos económicos.
Anahí (43) estudió Psicología en la Universidad Andina del Cusco, pero se dedica a las artes escénicas desde hace más de veinte años. Vive en el Valle Sagrado de los Incas, en Calca, Cusco. Realiza espectáculos de teatro y narración de cuentos alrededor del Perú. En un momento de su vida, no fueron suficientes los aplausos y el reconocimiento. “El arte me hace bien”, pero también debe “servirle a otras personas”, afirma. Las artes escénicas “son una herramienta para ser mejores seres humanos”, agrega. Para Anahí, cada taller sirve como una exploración y exteriorización de los sentimientos de las personas. Lo más importante es cómo se sienten después del taller. Es algo propio de la combinación entre el arte y la psicología. Se busca que el día a día se haga más llevadero. “Se van felices del taller”, asegura.
Un momento capital en su vida fue la primera visita que hizo al Establecimiento Penitenciario de Cusco para apoyar a un taller de teatro dirigido a mujeres. “Cuando entras a una cárcel nunca sales igual”, afirma. Desde ese momento, surge el deseo de ayudar a las mujeres que sobreviven a la soledad y hostilidad en la cárcel. “Tenía que hacer algo ahí, pero aún no sabía cómo”, sostiene. En 2018, se inauguraron los Estímulos Económicos para la Cultura en el sector de artes escénicas, un concurso promovido por el Ministerio de Cultura. Anahí vio una oportunidad para elaborar una iniciativa que llevara arte a los penales. No fue fácil, era la primera vez que elaboraba un proyecto de esta naturaleza. Entre complicaciones y papeleos nació Atravesando Muros. La propuesta recibió un financiamiento. Empezaba una aventura que perdura hasta hoy.
En 2019, se inició el proyecto que ha recorrido seis ciudades (Cusco, Lima, Arequipa, Trujillo, Iquitos y Tacna). Solo en ese año, Atravesando Muros logró interactuar con 662 mujeres privadas de su libertad. No era suficiente. Anahí decidió extender el proyecto a centros de rehabilitación y detención de menores y hogares de niños. El balance del año muestra que participaron 635 jóvenes detenidos y 300 niños y adolescentes acogidos. El arte comenzaba a servirle a otras personas como esparcimiento, el deseo de Anahí se hacía realidad. No se iba a detener. Para el 2020 logró ganar, una vez más, un fondo para visitar distintos penales del país. Sin embargo, desde marzo, Atravesando Muros se vio limitado por la pandemia del covid-19, pero no se detuvo.
A distancia se realizaron intervenciones en penales de tres ciudades (Cusco, Tacna y Lima) a través de material grabado. Películas, cortometrajes y cuentos. Se intercambiaron cartas escritas por mujeres de los distintos centros penitenciarios y contaron las historias que contenían a otras mujeres desconocidas. Anahí quedó sorprendida ante la apertura y transparencia con la que narraban sus vidas. Tenían mucho que decir. Compartían las condiciones en las que viven, un ambiente lleno de violencia y precariedad. Atravesando Muros logró interactuar y conectar a 448 mujeres privadas de su libertad. La pandemia fue enemiga del proyecto, pero la ascendente suspensión de los estímulos económicos lo fue aún más.
A pesar de las restricciones de la emergencia sanitaria, Anahí no bajó los brazos. El proyecto se renovó. En 2021, obtuvieron el fondo de “Arte para la Transformación Social”. Se enfocaron en el Establecimiento Penitenciario de Mujeres en Cusco. Se organizaron cuatro talleres paralelos. El taller Teatro entre Rejas, donde se escribió de forma colectiva la obra Recetas para sobrevivir al encierro. El taller Voces de Arrullo, que derivó en la grabación de un disco con cantos de cuna en las voces de madres gestantes que tuvieron a sus hijos durante su periodo en la cárcel. Voces de Libertad tuvo como resultado un libro de poesía y escritos creativos, y Muros de Libertad permitió pintar murales en las viejas paredes del centro de reclusión. Este último taller cambió el panorama de la cárcel. Ahora, “el patio es un gran lienzo de colores”, destaca Anahí Araoz.
Atravesando Muros se sostuvo gracias a los estímulos económicos del Ministerio de Cultura, y estos se empezaron a reducir a partir del 2021. El Informe del Plan Anual de Estímulos Económicos para Industrias Culturales y Artes del MINCUL muestra una variación de -52% del 2019, año en el que empezó Atravesando Muros. Al 2022, pasó de 42.000 a 15.000 soles como presupuesto anual. El desarrollo del proyecto y su sostenibilidad dependían de estos fondos. Cuando iba mejor encaminado, no obtuvo recursos. En 2022, ante la falta de dinero, Atravesando Muros se paralizó. Anahí no dejó de visitar a las reclusas en Cusco esporádicamente. Hoy, cuenta con un fondo otorgado por el MINCUL, pero este no es suficiente. Anahí no paró de buscarlos y se está preparando para postular a concursos de financiamiento internacional.
Anahí trata de renovar y adaptar los talleres cada año. “Mi sueño es que el muro se termine de romper”, señala. Atravesando Muros lleva el mundo de afuera hacia adentro, la aspiración a futuro es poder llevar el mundo de adentro hacia afuera. No es sencillo. No permiten que las reclusas puedan salir a presentarse. Se preparan con ilusión. En marzo cancelaron una fecha en el Teatro Municipal de Cusco. Es frustrante. “Lo más difícil es lidiar con el área institucional. Espero que dejen de ver a las mujeres como un número dentro del sistema penitenciario. Son personas”, señala Anahí. A pesar de que tienen que trabajar para sobrevivir adentro y muchas veces son el sustento de sus familias afuera, se dan un momento para ser felices con los talleres. El proyecto debe ser flexible y empático, afirma.

Los talleres trascienden lo artístico y ascienden al plano más humano, se acercan a las mujeres de forma personal. Para muchas de las internas, estos son su única visita y conexión con el mundo de afuera. Son los pequeños detalles los que hacen una gran diferencia en el día a día de las mujeres privadas de su libertad. “Tienen ganas de recibir y que las miren sin juicio”, cuenta Anahí. Atravesando Muros les permite tener una salida a la rutina, al encierro. Son grupos que tienden a estar en condiciones vulnerables. Los talleres “les cambian la vida” y si bien “no van a dejar de ser quienes son y no cambia dónde están”, al menos por un momento pueden “transformar la realidad con su estado emocional”, concluye.