En un país conservador, donde ser una persona trans despierta prejuicios y discriminación, Alec Goyeneche, de 27 años, muestra su identidad con orgullo. De los momentos de rechazo y aislamiento, surge en Alec el deseo de que el Perú sea un lugar más seguro para personas con identidades y orientaciones sexuales disidentes. Mediante su activismo en el colectivo Fraternidad Trans Masculina (FTM), él está cumpliendo dicho objetivo.
*Esta entrevista fue elaborada en el curso Taller de Crónica y Reportaje, dictado por el profesor Mario Munive y con Nicolás Cisneros como jefe de práctica.
Por Claudia Aliaga
Hace diez años, Alec, un joven trans que aún no había iniciado su transición, iba a la iglesia a la que perteneció desde muy pequeño. Los hermanos de su congregación se le acercan y le expresan que oran por ella. Preocupados miran su vestimenta y Alec entiende la razón de sus plegarias: su polo ancho y su short largo le hacen lucir masculino. Días después, al notar que Alec no cambiaba, deciden proponerle ir a una terapia de conversión. La cara del joven se arruga, los ojos se le humedecen y piensa: “¿Aún existen esas terapias?”. Eran los amigos y sacerdotes que le habían visto crecer, que genuinamente consideraba sus hermanos. Le dolía su rechazo.
En su hogar, la situación no era diferente. Sus padres intentaban convencerlo de que cambiara, de que probara la terapia. A pesar de sentir tristeza y frustración, Alec quería entenderlos, comprender sus miedos, justificarlos con que habían sido educados de manera distinta, pero le resultaba difícil. En ese momento, aún no se identificaba como un chico trans, pero ya había experimentado el rechazo simplemente por mostrarse cómodo, tal como se sentía.
Pensaba que esa sensación de soledad no acabaría nunca. Se había aislado de sus amigos y familiares que no entendían su identidad. Hasta que, de pronto, un perfil de Instagram cambiaría su vida por completo. Hace un año, Alec encontró a la Fraternidad Trans Masculina (FTM). Comenzó a seguirlos y se inscribió como voluntario. Este hallazgo marcó el comienzo de una experiencia increíble donde no solo encontró un colectivo que lo apoya, sino su voz como defensor de los derechos de las personas de la comunidad LGTBIQ+.

—¿Cómo te sientes con todo lo que haces en FTM?
Por primera vez en muchos años me siento bien al alzar la voz. Esto siempre estuvo escondido para mí. Ahora, al pertenecer a un grupo donde tenemos voz y voto, es gratificante sentirte tú mismo y ser parte de algo que crece mucho más. Sé que en los siguientes años habrá más voluntarios, vamos a tener más alcance y hacer que todo el mundo nos escuche.
Con FTM, Alec ha vivido experiencias inimaginables para él. El evento que más impacto le causó fue un tribunal de casos emblemáticos de violencia contra las personas trans del Perú. Ahí conoció el caso de Rodrigo Ventocilla y Sebastián Marallano, una pareja de esposos que en agosto de 2022 viajaron a Bali (Indonesia) para celebrar su luna de miel. Al llegar al aeropuerto, la policía de dicho país los detuvo por supuesta posesión de drogas, y días después, todavía bajo arresto, Rodrigo murió en un hospital.
“Fue muy doloroso escucharlo de un sobreviviente. Lo sentí tan profundo porque son cosas que de verdad le pueden pasar a una persona solo por ser trans. Me dolió en el alma escuchar cada caso y aún al recordarlos se abre una herida en mí porque pasa, y la gente no hace nada”, expresa Alec.

—¿Cómo es ser trans en el Perú?
—Peligroso. El sentir que tu vida está en constante peligro es muy feo. Es súper difícil porque no sabes si en la calle alguien te va a agredir. Además, es muy frustrante porque te definen por cómo te ves. Los chicos trans no podemos ser femeninos porque nos invalidan y cuestionan. O si eres no binario te preguntan por qué quieres serlo. Uno no debería justificar quien es.
—¿Existe un caso personal que te haya afectado de forma particular?
—He sufrido acoso por parte de serenos. Una vez en Lince, donde yo vivo, estaba sentado con una amiga y el serenazgo me dijo que no podía estar en ese lugar, a pesar de ser del distrito, y que tenía actitudes impúdicas. Yo solo estaba conversando con mi amiga. También en algunas discotecas te tratan como hombre, pero escuchan tu voz y dicen: “Ah, eres una chica”. Se torna una situación muy incómoda, y tú sientes no solo el miedo a que te rechacen, sino el peligro de que te agredan.
—¿Cómo es la dinámica con tus compañeros de FTM?
—Es una familia. A veces la familia nuclear no está presente y tener a gente que te entiende y lucha contigo es genial.
—¿Cómo cambió tu vida personal desde que eres parte de estos espacios?
—Mi vida ha cambiado en todos los sentidos. Antes no tenía ganas de reunirme con nadie, porque invalidaban quien soy. Ahora separo mi día si hay alguna reunión, ya sea por temas de la Fraternidad o solo una reunión con amigos. Ahora quiero estar presente.
—¿Cómo defines el activismo?
Es una lucha constante que se vive día a día. Para mí, entrar en el voluntariado fue el comienzo de un camino que, estoy seguro, voy a recorrer a lo largo de mi vida para dar mejoras a las personas trans y a todas las personas que se sientan identificadas dentro de la comunidad LGBTQ+. Pero no creo que el activismo se reduzca a mi voluntariado. El reafirmar mi identidad con mis amistades y personas que no me conocen también es una forma de activismo.
Para Alec, es un orgullo ser parte de un grupo que apoya e inspira a las personas a expresarse libremente respecto a su identidad y sentimientos. Recuerda su versión de hace siete años cuando vio por primera vez a un chico trans en redes sociales y solo pensaba que quería ser él. Ahora carga con orgullo la bandera trans y brinda un espacio seguro a todos aquellos jóvenes que lo necesitan, como él lo necesitó en su momento.
