Daniela Zea Guzmán se dedica con pasión a enseñar, actuar, escribir y dirigir obras de teatro. Desde que la PUCP inauguró la especialidad de Teatro, supo que era su camino. A pesar de los prejuicios que existen en torno a estudiar actuación en el Perú, no se amilanó y los enfrentó con determinación. Durante su formación universitaria, tuvo la fortuna de conocer a diez compañeros con los que más tarde fundaría una compañía de teatro: La Maldita Compañía. En esta entrevista, Daniela comparte detalles de su profesión como actriz y directora, que ha transformado su vida.
Por Karla Morales
Como muchos, ella también creía que el teatro no era una profesión. Dominada por el prejuicio, decidió estudiar Comunicación para el Desarrollo. “La elegí como un mal menor. En ese momento no tenía las agallas para reconocer que quería estudiar teatro y no lo contemplaba como una posibilidad”, expresa.
En el 2013 se creó la Facultad de Artes Escénicas, que le permitía a los estudiantes obtener el bachillerato y la licenciatura en su especialidad. Daniela recuerda haber visto en la avenida La Marina un enorme anuncio publicitario con la cara de Meryl Streep que la impactó. Este cartel le dio la noticia de que la universidad en la que estudiaba acababa de abrir la carrera de sus sueños. Ante esta nueva oferta académica, en su mente apareció una idea firme: debía estudiar teatro.
—No fue una decisión difícil. Tenía claro que me gustaba el teatro, pero no fue mi primera opción. Yo creo que fue así por el estigma social que te dice que el teatro no es una carrera o no se vive de ello. Todas esas cosas finalmente te crean un imaginario colectivo de que estudiarlo no es viable.
La decisión de Daniela tuvo que pasar por el filtro parental. Su madre, quien también fue actriz, reconoció que la verdadera vocación de su hija era el teatro. “Primero hablé con mi mamá y me dijo que todos estos años había estado esperando que venga a decirle que quería estudiar teatro”, cuenta. Convencer a su padre del cambio de carrera fue un camino más complicado. “Lo tratamos con pinzas. Fuimos a cenar con él. No lo tomó a mal, pero tampoco le encantó la idea”. Daniela y su padre llegaron a un acuerdo: ella tenía que cursar un ciclo más de estudios de Comunicación para el Desarrollo y llevaría un solo curso de Teatro. “La verdad no me gustó ese curso de teatro, pero yo estaba convencida de que me quería cambiar de carrera”, relata. Al culminar este ciclo de prueba, finalmente se trasladó a su carrera soñada.
—¿Se puede vivir del teatro?
—Yo vivo del teatro porque no tengo otro trabajo. No trabajo en una empresa haciendo algo más ni hago part time en una cafetería, por ejemplo. No tengo ningún otro trabajo que no esté relacionado con el teatro. Dicho esto, dentro del teatro hay que hacer varias cosas. Es decir, yo no me siento a esperar a que me llamen para actuar en una obra. Eso no sucede con tanta frecuencia a menos que ya seas conocido en el medio. Tiene que haber un esfuerzo por detrás, estar en todas, hacer de todo. Puedes dirigir, escribir, producir… realizar castings para publicidad o televisión, y no solo quedarte en hacer obras de teatro. Tienes que tener la capacidad para diversificarte dentro de lo que te gusta, que es el arte o el teatro.
Daniela ha trabajado dictando talleres de teatro para empresas inmobiliarias que buscan desarrollar habilidades blandas. Ha escrito y dirigido sus propias obras de teatro como La disputa, una adaptación de la obra original de Pierre de Marivaux sobre un experimento psicológico que permite conocer cuál de los dos sexos es el causante de la infidelidad. Su personalidad excéntrica, como ella misma se describe, está plasmada en sus creaciones artísticas y en todos sus proyectos.
La Maldita Compañia
Daniela forma parte de La Maldita Compañía, un colectivo que nació en las aulas de la Facultad de Artes Escénicas (FARES). Está conformado por once amigos que dedicaban sus horas libres a practicar en grupo y reservaban aulas para ensayar. “Nos juntábamos las personas que queríamos seguir explorando y trabajar de forma independiente”, recuerda.
La Maldita Compañía empezó como un espacio de exploración, prueba y error. “Podíamos experimentar cosas que no necesariamente nos enseñaban, pero que eran un complemento de nuestra formación”, comenta. Actualmente, es un multifacético grupo de dramaturgos, directores y actores egresados de la PUCP. Han estrenado obras escritas por sus propios miembros como Motor sin motivo y Judith.
La Maldita Compañía participa de un nuevo formato de teatro, cuyo nombre es 15 Minutos. En una noche se presentan más de cinco obras, cada una de quince minutos. Entre tanto, el público puede conversar, comer, tomar un café o beber un trago. Cada martes y jueves por la noche, La Maldita Compañía presenta Lima potencia mundial, dirigida por Daniela Zea. Las obras se escenifican en el hotel Selina, ubicado en la Calle Alcanfores 465, en Miraflores. Ya no se trata de un escenario con quinientas butacas: todo sucede en un sótano, la sala Basement. Ahí se colocan sillas y un modesto escenario que le permite a los actores desbordar su arte. Lo más cercano a un club de teatro secreto.
—¿Prefieres actuar o dirigir?
—En un momento, entré en crisis. Todo empezó cuando llevé el curso de Dirección que me exigía mi malla curricular. No me había visualizado como directora en absoluto. Pensé que me iba a ir mal porque dirigir es tomar decisiones y yo era muy mala decidiendo. En otros cursos, siempre nos dejaban hacer una escena en la que teníamos que plantear el espacio y elegir qué elementos incorporar. Yo siempre tenía problemas para eso y nunca ponía nada. Era el escenario vacío y yo.
—Sorprendentemente, fui descubriendo que tenía una intuición para hacerlo. Fue una conexión inmediata. Sabía por dónde llevarlos, cómo dirigir a los actores y cómo plantear el espacio. Se me ocurrían las ideas muy rápidamente. Alfonso Santisteban, el profesor de ese curso, me dijo: “No dejes de dirigir”.
—Entré en una crisis, no sabía qué hacer. La dirección y la actuación son carreras diferentes. En ese momento no había una carrera de dirección. Comencé a llevar talleres fuera de la Católica y los profesores me sugerían ser directora. Fue toda una crisis, pero llegué a la conclusión de que puedo hacer ambas cosas y no tienen por qué competir ni eliminar una a la otra. No sé qué contestar cuando me preguntan qué me gusta hacer más, si dirigir o actuar, porque yo no podría vivir sin actuar. Todo para mí es una actuación. Todo es un teatro.