Alejandra Vite fundó Yanapay, una asociación que reunió de forma virtual a tutores voluntarios de todo el Perú y del extranjero a lo largo del 2020, y que ha continuado creciendo este 2021. Su propósito: contribuir a reducir las brechas de educación en el contexto de la crisis educativa generada por la pandemia ofreciendo tutorías de inglés, comunicación y matemáticas a niños de un colegio estatal piurano.
Por: Lorena Prochazka
Portada: Adrián Calle.
Tiene 18 años y estudia Derecho en la Universidad de Piura, pero su verdadera vocación es la enseñanza. En abril del año pasado, Brisa y Miguel, dos hijos pequeños de la señora Karla, una trabajadora del condominio que administra su mamá en Piura, necesitaban a alguien que los asesorara en los cursos del colegio. Alejandra se ofreció a ayudarlos: les enseñaba comunicación e inglés. Cinco meses después se animó a hacer un post en Facebook en que incentivaba a sus contemporáneos a enseñar a quienes tengan cerca. Fue a raíz de este que comenzó Yanapay: una asociación sin fines de lucro que busca apoyar a niños de bajos recursos dándoles clases de refuerzo de inglés, comunicación y matemáticas de manera virtual. A la fecha, tiene 100 voluntarios que viven en distintas regiones del Perú y también en el extranjero que apoyan a 260 alumnos de la I.E. Rosa Suárez Rafael, en Piura. Yanapay se ha desarrollado únicamente en el espacio digital.
Alejandra está convencida de que el amor por la educación nació con ella: en primero de secundaria le enseñaba a niños menores de su colegio. Recuerda entre risas que a veces los papás le pagaban cinco soles la hora. “Me hubiera encantado estudiar Educación, pero aquí en el Perú es una carrera que no tiene un buen salario y no es valorada”, reflexiona, como lo hizo aquel 7 de setiembre de 2020 en su Facebook, donde escribió lo siguiente:
“Hola chicos!! Las cosas que pueden cambiar al mundo debemos compartirlas. Hace un tiempo inicié un proyecto que ha cambiado la vida de muchos niños. La verdad es que fue complicado ya que el cole, ayudar en casa, el inglés, prepararnos para la U y otras cosas más me tenían atada jejeje, pero desde pequeña me ha llamado la atención enseñar al resto. Las personas que me conocen saben que amoooo enseñar lo que sé, explicar si algo no sabes, bueno, de pequeña ponía mi pizarra y jugaba a ser profesora. En fin, hace 5 meses se me vino la idea de querer ayudar, pero no sabía cómo: la pandemia hacía todo esto imposible. Busqué por todos lados voluntarios y, pum, se me ocurrió ayudar a peques académicamente, justo lo que me gustaba hacer, y lo más lindo era tener que trabajar con niños. Ya llevo buen tiempo aquí, los niños me llaman “miss” jajaja, y aunque no lo sea profesionalmente sé que he cambiado parte de su vida. La pandemia no ha acabado con todo, aún hay esperanza, empezar de nuevo, ayudar, porque no todos estamos en el mismo barco. La empatía, el amor y la resiliencia deben ser parte de esta pandemia. Sé que el Perú saldrá de esta, estoy segura. Sé parte de esto y cambiemos el mundo juntos. Si sabes de alguien que lo necesita, puedes escribirme y si quieres participar y ayudar también me escribes o entras al link que está en mi bio”.
La repercusión que tuvo fue mucho mayor a la que ella esperaba: más de 800 personas le dieron like, fue compartida varias veces y tuvo muchísimos comentarios. “Me escribieron como veinte papás para pedirme que por favor les dé clases a sus hijos”. Era imposible para Alejandra atender a tantos niños, pero conversó con sus amigos para que puedan enseñarles a algunos. Inmediatamente crearon un grupo de WhatsApp para coordinar. Un día, su hermana mayor Christina, administradora de profesión, le propuso formalizar la iniciativa como una organización de voluntariado. “Nunca pensé en hacer un voluntariado, nunca estuvo en mi mente”, confiesa Alejandra al recordar cómo de pronto estaban inscribiéndose en registros públicos y yendo a la notaría para hacer los estatutos. Fue así como surgió el nombre Yanapay, que significa dar gracias y ayudar al prójimo. “Es lo que nosotros hacemos”, añade.
Poco a poco Yanapay fue creciendo. Crearon cuentas en redes sociales, comenzaron a tener más voluntarios, e hicieron un organigrama: dirección académica, dirección de soporte y voluntarios provenientes de todo el Perú e incluso del extranjero. Llegó a ellos a través de redes sociales como Instagram y Facebook. “La directora académica no es de Lima, sino de Trujillo, y es directora pese a que no nos conocemos en persona”, dice Alejandra respecto a lo que genera la virtualidad. Actualmente Yanapay cuenta con alrededor de 100 voluntarios provenientes de lugares tan diversos como Lima, Junín, Trujillo, Cusco, Tacna, EEUU, Holanda y Canadá, quienes apoyan a 260 niños de primaria de la I.E. piurana Rosa Suárez Rafael.
La iniciativa de Alejandra es el resultado de las circunstancias en las que surgió: en medio de una crisis educativa generada por la pandemia que obligó a todo el mundo a trasladarse de la enseñanza presencial a una digital. Yanapay, como un niño nacido entre el 2020 y el 2021, no ha conocido la vida presencial. “La desventaja es que muchos no tienen internet ni aparatos tecnológicos y es mucho más complicado llegar a los niños virtualmente, se pierde mucho al estar separados por una pantalla”, explica.
Esta desventaja es percibida también por las madres de familia. “Las clases virtuales han sido un tanto preocupantes porque la interacción de la miss con los niños no es la misma al no desarrollar todas sus habilidades y porque no sienten el mismo interés”, cuenta Keyla Correa, madre de una niña de primer grado que también recibe clases de Yanapay. Para los hijos de María Quiroz*, cuyo hijo Cristian* es alumno de primer grado del proyecto, la experiencia con las clases virtuales ha sido difícil también. Ella comenta que sus hijos estaban “aburridísimos escuchando las clases por medio de un celular sin ver las caras de sus compañeros, extrañando a sus amigos”.
La experiencia personal de Alejandra durante sus años escolares la marcó profundamente y le sirvió de motivación para crear Yanapay. Estudió tanto en un colegio privado de excelente nivel como en uno estatal. “Yo he vivido las dos realidades de la educación en el Perú”, asegura. “Hay una brecha muy grande entre la educación particular y la estatal. Recuerdo que realmente sentí el cambio de pasar de un colegio privado a uno del Estado. La educación pública en el Perú es muy, muy pobre”, opina. En el colegio nacional, Alejandra ocupaba el primer puesto porque sabía más que el resto de su salón e incluso más que algunos de sus profesores. “Si yo ya sabía sumar, restar, dividir y multiplicar, ellos recién estaban aprendiendo a sumar y a restar. En tercero de secundaria tenía profesores que no sabían hacer ecuaciones”, recuerda.
Esa brecha se ha vuelto incluso más profunda en la pandemia. “Hay muchos niños que no tienen clases porque no tienen tablets o celulares”, cuenta Alejandra. Este fue el caso de María Quiroz. “La tecnología ha sido lo primordial en la educación virtual y a algunos sí nos ha chocado. Yo no tengo ni internet en casa, mi celular no tenía ni WhatsApp. Mis hermanos han tenido que hacer gestiones con Telefónica para poder aunque sea darme uno o dos celulares, porque son cuatro mis hijos, es un dolor de cabeza”, expresa.
El colegio en casa: El impacto de la educación a distancia en la familia de María Quiroz
Por otro lado, la participación de los padres en la educación de sus hijos bajo la modalidad virtual ha cobrado mucha más importancia, especialmente entre los más chicos: son los padres quienes ayudan a los niños a conectarse, a utilizar los aparatos electrónicos e incluso a resolver dudas relacionadas con el contenido académico. María es testigo de ello. “Los profesores guían, dan orientación, pero somos nosotras las mamás quienes tenemos que estar ahí, peor todavía cuando no hacen caso”, opina. “Desesperan, y a ellos pues también les incomoda estar entre el encierro y las clases. ‘Mami’, me llaman, ‘no sé, mami’, me preguntan, ‘mami, tengo flojera’…es un dolor de cabeza”, añade.
Es mayor la dificultad cuando son varios niños en edad escolar que conviven en una misma casa. María, por ejemplo, cuenta que sus hijos han adquirido “malos hábitos” debido a la necesidad de adaptarse a la modalidad de enseñanza virtual. “Ha traído consecuencias, malas costumbres. Mi hija (de 9 años) antes se dormía a las ocho de la noche, ahora se duerme a las doce o una de la madrugada porque me apoya en las tareas en la noche, para que en el día pueda ayudar a su otro hermano y así yo pueda ayudarle a la de inicial y a una de cuarto grado”, dice María con voz cansada. Los horarios de clases de más de uno de sus hijos coinciden y solo hay dos teléfonos con acceso a internet. Pero hay casos más complejos que los de María, aquellos en que los padres no pueden ni siquiera apoyar a sus hijos: Alejandra cuenta que, de acuerdo con su experiencia, muchos de los padres de los niños de colegios nacionales son analfabetos.
Criss Díaz, voluntaria de Yanapay que también se desempeña como directora académica de inglés, afirma que esta experiencia le ha servido para reflexionar sobre lo importante que es la carrera que está estudiando: Educación. “Muchas personas me decían que no era una buena carrera, ya que no tenía reconocimiento en nuestro país. Trabajar para Yanapay me ha ayudado a reflexionar sobre lo importante que es esta carrera y a ver cómo poder llegar a tantos niños que quieren recibir educación [de calidad], pero que por problemas económicos no tienen acceso [a ella] cuando debería ser gratuita e igualitaria”, declara.
Alejandra cree que la educación en nuestro país se rige por un método muy anticuado. “Es como ‘apréndetelo, toma tu libro y memorízatelo de paporreta’”. En cambio, ella cree que una buena educación debe comenzar con valores desde casa, reforzados en el colegio. También piensa que es fundamental enseñar a explotar las cualidades individuales que cada uno de los niños tiene. “No hay nada más bonito que ver a un niño creativo y ayudarlo. Al incentivarlos en lo que ellos disfrutan y en lo que son buenos pueden convertirse en personas muy exitosas. Creo que la educación debería ser eso: fomentar buenos valores e incentivar a que ellos sean lo que quieran ser, obviamente de manera positiva”.
Entre los planes a futuro de Yanapay está comenzar a trasladarse a una modalidad híbrida (presencial y virtual), así como expandirse hacia otros colegios en distintos lugares del Perú. El hecho de haber construido a través de lo virtual una comunidad de voluntarios de diversas regiones de nuestro país facilitará la transición hacia lo presencial en otros lugares. Sin embargo, para ello es necesario tener por lo menos 500 voluntarios. La generosa ambición de Alejandra es alentadora y los padres de familia reconocen el esfuerzo. “Solo agradecer a Yanapay por hacer estas clases virtuales más interesantes”, concluye Keyla Correa, madre de una alumna del colegio Rosa Suárez Rafael.
*Nombres cambiados para proteger la privacidad de la entrevistada y de su hijo.