Walter Hupiu: “La fotografía es el fuego de la existencia”

Loading

Una historia, un instante, un disparo. Marchas en las que bombas lacrimógenas transforman el paisaje en un campo de batalla. Lugares que parecen sacados de un cuento. Lima, Andahuaylas, Cusco, rincones tan distintos entre sí. Con una cámara como si fuera una extensión de su cuerpo, Walter Hupiu (61) ha dedicado las tres últimas décadas de su vida a contar historias a través de sus fotografías. En ellas confluyen la pasión por el periodismo y la necesidad de darle voz a aquellos que resisten a la injusticia.  

Por: Sebastián Blanco
Portada: Archivo personal



En realidad, no está en este café. Está en el cruce de los jirones Azángaro y Apurímac. Es el 14 de noviembre del 2020. Es el primer año de una pandemia que en poco tiempo matará a más de doscientos mil peruanos y casi siete millones de personas en todo el mundo. Es una noche inusualmente despejada, con unas cuantas nubes solitarias que adornan el cielo oscurecido. 

Hay un presidente que es tildado por gran parte de la población como ilegítimo. Los jóvenes, por tercer día consecutivo, toman las calles. Los padres temen por sus hijos. El presidente caerá unas horas después. En adelante, su nombre será acompañado con el seudónimo de “el breve”. En el camino, la lucha se cobrará la vida de dos estudiantes. 

Él observa todo a través de su cámara. Hasta antes de estos convulsionados días, había preferido mantenerse en casa. La Covid-19 alcanzó a amigos y compañeros y temía ser un dígito más de la letal estadística que dejaba la enfermedad en el país. No obstante, su vocación es más fuerte. Su instinto lo conduce a una zona menos transitada. Sus disparos capturan el espíritu de la lucha encarnizada de aquel día. Lo convierten en eterno.

“Azángaro con Apurímac. El frente olvidado. 14 Nov. El contingente policial dispara hacia manifestantes cubiertos por escudos improvisados. La impresión nítida era la de una guerra urbana de gran intensidad y desigual”. Foto y leyenda: Walter Hupiu.

No está en el café en el que mantenemos una prolongada conversación. Ahora, tampoco está en el centro de Lima. Retrocedió un poco más en el tiempo. Está en Andahuaylas. Es el albor del año 2005. Un militar en retiro llamado Antauro Humala se subleva en la capital de Apurímac. Entre las solemnes montañas verdes y bajo un cielo uniforme, Antauro lidera a un grupo de reservistas y partidarios de su doctrina, el etnocacerismo. 

Los ojos de Walter se mueven delicadamente de una dirección a otra mientras rememora sus historias. Habla con calma de sus vivencias tras más de treinta años dedicado al fotoperiodismo. Su mirada profunda, su sencillez al contar una vida transitando entre calles y paisajes inolvidables, denotan la experiencia de aquel que ha tenido el tiempo suficiente para entender el mundo. El mundo que él adora a su manera. 

El fotoperiodismo, una urgencia

-¿Qué es el fotoperiodismo para ti?

-Es una forma de relacionarse con la realidad y la sociedad. Es una actitud, una búsqueda, incluso una posición. El periodismo es la urgencia de contar una historia para otro que necesita tener una opinión propia. Yo también escribo, complemento la fotografía con la escritura. Siempre he intentado reducir las distancias entre la escritura y la fotografía. 

Walter arribó a la fotografía periodística mientras estudiaba cine en la Universidad de Lima. Lo que debió ser una estadía breve se convirtió en su trabajo desde 1988. El terrorismo asolaba el país. El Perú vivía una guerra interna y la situación económica era precaria. Tantos años después, sonríe al recordar lo que pensaba en ese momento.

-Yo apostaba por un periodismo que se mereciera la bomba que le iban a meter tarde o temprano. Ya le habían puesto una al canal 2, también habían atentado en Tarata y pensaba: «Nos van a meter la bomba de todas maneras, así que ¿bienvenida no?, pero que no sea por las huevas, necesito merecer mi bomba, no que me la pongan por huevón».

Con su cámara, ha cubierto sucesos importantes de nuestra historia reciente: Desaparecidos, marchas, sublevaciones. Todas las imágenes que archiva en su memoria lo han llevado a concluir que uno no puede mantenerse ausente demasiado tiempo de muchos eventos.

-Lo que sucede en diversos lugares va a determinar el devenir posterior -afirma-. Esas actividades, si no tienen registro, van a caer en los vacíos de la memoria. El registro es fundamental para evitar ese vacío.

Está seguro de que todo fotógrafo madura con el tiempo y se amolda a los eventos. “Aprendes a ubicarte dentro de ellos y a predecir qué es lo que puede ocurrir o tomas las más adecuadas determinaciones. Nadie va con la intención de morir”.

Esa visión lo ha llevado a encontrar una arista distinta en escenarios como las marchas realizadas en noviembre del 2020 o durante las manifestaciones a favor de los fiscales José Domingo Pérez y Rafael Vela, en el 2019.

La calle y las lacrimógenas: su ambiente.

Durante las marchas en contra de Manuel Merino no llegó a la avenida Abancay, pues descubrió que entre el jirón Azángaro y Apurímac había una violencia desmedida que ninguna cámara capturaba. Como fotógrafo independiente, decidió que ese lado de la batalla tenía que ser conocido.

-Estaba en la calle porque es lo mío, me encanta la bomba lacrimógena- dice con sólida tranquilidad-. Me encanta ese furor, esa adrenalina. El periodismo es lo que tú concibes, tu misión dentro de toda esta actividad.

Esa necesidad de capturar en un encuadre las luchas ciudadanas en las calles lo hicieron ganar el premio Allan Prize por la Integridad Internacional con su trabajo “La mujer y la policía”, uno de sus registros fotográficos de la marcha “Fuera, Chávarry”, que se realizó el 3 de enero del 2019.

“La mujer y la policía” fue la fotografía premiada con el Allard Prize International por registrar una actitud de lucha por la democracia. Aquí lo principal es la simbología. Foto: Walter Hupiu.

Era un evento pacífico, por lo que no esperaba que la policía montada apareciera. Entonces, cuando los manifestantes se retiraban, una señora surgió de la muchedumbre y se plantó delante de los caballos. 

-¿Cuál es la historia detrás de esa fotografía?

-Para mí simbolizó un espíritu, una actitud de ella que llamaba a la resistencia frente a la posición de la policía. Tuve que cambiar el lente, ya que estaba con un teleobjetivo. Cuando veo a la señora llegar e impedirle el paso a los policías y llamar al resto a que no se vayan y resistan, corrí a ubicarme en un mejor lugar. Cuando llegué al punto medio que me hubiera gustado tener ya no lo tenía, así que me quedó componer muy rápidamente y me gustó lo que organicé porque tenía una perspectiva: el Ministerio Público, la mujer en primer plano, los caballos. 

-Muchas de tus fotos parecen seguir una idea de Cartier-Bresson: Él dice que hay que capturar el momento decisivo. ¿Crees que esta es la clave de la fotografía? 

-Yo creo que eso es definitivo. Hay que estar atento a la simbología que se va a dar porque cada persona tiene su propia historia. Es algo maravilloso que va a ocurrir porque tú estás presente en el lugar donde se va a desatar un nudo o donde se van a amarrar varios cabos, porque cada historia personal se está construyendo al mostrar un detalle y en ese detalle tiene que estar el fotógrafo. Yo creo en lo que decía Cartier de que el fotógrafo no puede estar ausente de lo que está ocurriendo, tiene que estar necesariamente involucrado. 

Esta convicción lo llevó a dejar el diario La República en el 2004 y, desde entonces, a dedicarse al fotoperiodismo de manera independiente. En ese lapso, surgió una de sus grandes inquietudes: la crisis medioambiental. Hace una pausa para tomar un sorbo de café. Bebe con calma. Cavila. Continúa. 

-¿El mundo se está yendo a la mierda, ¿no? -señala frunciendo el ceño-. Estamos como en los ochenta, noventa, cuando el Perú estaba en guerra, pero como no llegaba a Lima, la gente la ignoraba. Ahora está pasando lo mismo y creo que todos tenemos que asumir qué hacemos frente a un planeta que se está destruyendo.

El Andahuaylazo: observar la muerte a los ojos

Andahuaylas. Enero del 2005, policías y reservistas muertos. Tensiones, nerviosismo, angustia.                                                                     

-¿Cómo fue vivir de cerca este suceso?

-Fue una cobertura brutal. Nos sorprendió en el aeropuerto la muerte de los efectivos de la Policía del Escuadrón Verde que fueron asesinados a sangre fría y nos dio un indicio de lo que estaba ocurriendo. En el aeropuerto nos encontramos varios colegas de prensa que estábamos yendo al lugar. Para mí fue lo más próximo a una cobertura de guerra. O negociaban muy rápidamente o la cosa se daría y estábamos ahí.

Antauro Humala junto a un grupo de etnocaceristas, en pleno levantamiento que dejó un saldo de cuatro policías muertos y dos reservistas fallecidos. Foto: Efe. Walter Hupiu.

Walter, que cubrió los acontecimientos para la agencia española de noticias Efe, se quedó en Andahuaylas mientras muchos fotógrafos y redactores se retiraban del lugar. La certidumbre de que podía morir lo asediaba. Sentía náuseas, temía jugarse demasiadas cosas por algo que no podría controlar. 

Se comunicó con su esposa y sus hijos y se despidió de todos. Habló con la madre de sus hijos, buscando las palabras necesarias para desistir de la cobertura. Sin embargo, obtuvo una respuesta que lo empujó a hacer todo lo contrario.

-Si te vas, yo sé que en lo más profundo de ti te vas a lamentar. Así que mejor quédate -le dijo su esposa.

Para ese momento, Antauro Humala había perdido el control de sus seguidores. Cada jefe militar que lo seguía tenía control autónomo de su grupo y se decantaba por una resolución sangrienta. En plena noche de insomnio, Walter recibió una llamada que lo exhortaba a ir a la Plaza de Armas del lugar. Allí, descubrió que Antauro se había entregado. Al día siguiente se dio su rendición pública. 

Otra pausa. Me mira directamente. Revela:

-Le agradezco que se haya entregado porque posiblemente yo le deba la vida. Lo hizo porque él no podía asumir el costo de la defensa de ese perímetro que iba a ser terrible. 

-Hace unos semanas Antauro salió en libertad tras casi 17 años en prisión, ¿un personaje como él, libre, es peligroso para nuestra sociedad?

-Pienso que los más preocupados siempre van a ser las personas que pretenden que las cosas continúen como están. También creo que él va a aprovechar por completo la oportunidad y va a querer llegar por la vía legal, va a querer llegar al poder, va a querer asumir la representación de un sector que lo respaldó y que estuvo mayoritariamente con él, apoyando su causa en Andahuaylas. No es gratuito que el primer lugar a donde quiere llegar es Andahuaylas. Esa población lo apoyó y él va a apostar porque no es solamente allí, sino todo el Ande peruano, que no está relegado a la pobreza. 

Mantener el fuego de la existencia

Al indagar sobre lo que es para él la fotografía, sonríe con efusividad: “Es magia, una magia muy poderosa, pienso que tiene esa posibilidad de mostrarnos, de acercar, de querer decir, de generar sensaciones”. También sostiene que la fotografía es una forma de vida. Incluso una manera de ayudar a causas que uno respalde y un espacio para construir vínculos. 

-La fotografía me rescató de una época gris de mi propia vida, me sacó adelante como persona, me dio a conocer a la madre de mis hijos que es periodista y me dio toda una vida. Le debo todo lo que soy a la fotografía.

-Hay un fragmento de un artículo tuyo en la revista Rumbos que me parece particularmente significativo. Ahí dices, en el contexto del primer año de pandemia, algo como: «Tomará el tiempo necesario, pero terminará esta tormenta un día no muy lejos y volveremos a salir a nuestro encuentro con lo natural. Mientras tanto, mantengamos vivo el fuego». ¿Crees que la fotografía es mantener vivo el fuego de nuestros sueños, de nuestros anhelos?

-Sí. La fotografía es una manifestación, hay que mantener vivo el espíritu soñador, lúdico y principista. La palabra exacta es ser idealista. Pienso que la fotografía es el fuego de la existencia. Algo que se está dando, que está sucediendo. Es el ahora, es nuestro fuego. 

Sorbe una última vez. Sus ojos brillan cuando alza la mirada. Conversar sobre fotografía lo emociona como si, al hacerlo, se detuviera el tiempo. Su franca sonrisa es la de alguien convencido de que tantos años narrando historias en silencio han valido la pena.