Rafael Roncagliolo: “Todo lo que he hecho en mi vida está vinculado a lo que viví en la PUCP”

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Ex Canciller de la República, profesor e intelectual muy ligado a la universidad. Fue testigo del nacimiento de la Facultad de Ciencias Sociales y de las turbulencias de los sesenta, una época a partir de la cual la PUCP dio un salto enorme.
Por: Ramiro Escobar
Portada: Luisenrrique Becerra


«Cuando veníamos al Fundo Pando decíamos que nos íbamos de picnic”, comenta Rafael Roncagliolo, mientras caminamos por el corredor central de la universidad, que en los tiempos en que él estudiaba apenas estaba en proyecto. Una foto puesta en la pared, con motivo del Centenario, le hace recordar que antes estudiaban muchos más hombres que mujeres, o que al comienzo, cuando se inicia el traslado, sólo habían dos o tres casetas repartidas en el futuro campus. Y que le resulta imposible separar su vida de estos predios…

-¿Cuál es la primera imagen que te viene de tu llegada a la universidad?

-Yo llegué a la Facultad de Letras en 1961. En esa época uno hacía dos años allí, lo que ahora es Estudios Generales, y después podía ir a cualquiera de las especialidades: filosofía, historia, psicología…

-Cuando aún estaban en la Plaza Francia…

-Había un aula enorme, y me acuerdo que al comienzo se decía que las mujeres tenían que sentarse a la derecha de la sala y los hombres en el lado izquierdo.

-¿Por qué los separaban?

-Imagino que para evitar el contacto directo. Pero eso no duraba más de un mes. Pronto, todos se mezclaban porque ya era una cosa que no tenía mucho sentido.

-¿Qué otra impresión tuviste en los inicios?

-La de estar en un ambiente privilegiado, por la calidad de los profesores. A mí ya no me enseñó Raúl Porras Barrenechea porque murió en 1960. Sin embargo, seguía siendo un personaje mítico. Me contaban que dictaba una clase al año, y que esa sola vez  se llenaban el aula y hasta el patio. Pero igual tuve profesores muy memorables.

-¿Cómo quiénes?

-Particularmente tuve dos grandes maestros: uno fue Luis Jaime Cisneros y el otro, el padre Gustavo Gutiérrez. Pero hubo otros profesores notables, como Onorio Ferrero.

-El experto en religiones.

-Sí, él enseñaba historia universal. También me acuerdo de Mario Alzamora Valdez, que enseñaba psicología, o de Felipe Guerra, que enseñaba filosofía y muchos más.

-Aunque tú ibas en busca de la carrera de Literatura…

-Cuando terminé el segundo año de Letras, entré a Literatura en la Católica y a Psicología en San Marcos. Esas eran mis opciones, de modo que en 1963 estudié ambas carreras. Pero en 1964 se crea la Facultad de Ciencias Sociales en la PUCP, y entonces dejé las otras dos carreras y me voy a allí.

Las tribus políticas

-¿Hubo algo en la atmósfera social que te influyó? Los signos de los tiempos, como diría Gustavo Gutiérrez…

-Sí, y como decía el Papa Pablo VI también. Los signos de esos tiempos eran los del compromiso social o los de la revolución. Había triunfado la Revolución Cubana; Eduardo Frei Montalva había ganado en Chile, con el lema “revolución en libertad”; en el Perú, Belaunde levantó el lema de las “seis reformas”.

-Entonces la duda no era si iba a haber revolución o no, sino cómo iba a ser.

-Exacto. Mi generación creía que iba a haber una revolución inexorablemente, aunque no sabíamos qué tipo de revolución.

-¿Cómo se vivía eso al interior de la universidad?

-Éramos jóvenes politizados, mucho más politizados que ahora. En la Católica predominaban dos tendencias: la de los social-cristianos, a la que yo pertenecía, y la de los vinculados al Movimiento Social Progresista, un partido que, al igual que la Democracia Cristiana y Acción Popular, se fundó hacia 1956.

-Social cristianos y social-progresistas eran las fuerzas predominantes…

-Había apristas y gente de Acción Popular, pero eran minoritarios.

-¿Y la izquierda ya estaba?

-El Movimiento Social Progresista era de izquierda, aunque no se proclamaba marxista- leninista, sino socialista-humanista.

-Ese social cristianismo no era como el del PPC.

-No, y justo en esos años se produce la ruptura en el Partido Demócrata Cristiano. Salen Luis Bedoya, Mario Polar y Ernesto Alayza, quienes luego forman el Partido Popular Cristiano (PPC). Si uno quisiera simplificar, diría que los democristianos quedábamos más a la izquierda, y el PPC más a la derecha.

-¿Y cómo vivía esta universidad rotulada como “católica” esa efervescencia?

-En la PUCP había problemas específicos, como la participación estudiantil, las pensiones. Entonces la FEPUC, de la que fui presidente en 1964, era muy activa, tanto en temas internos como en el movimiento estudiantil nacional, que entonces era muy importante.

-¿Con qué grupo llegas a presidir la federación?

-Mi lista se llamaba Por la participación estudiantil. Aunque no era partidaria, pertenecía al grupo de los social cristianos, que tuvo como presidentes de la federación a Jaime Montoya, mi antecesor, y luego a José María Salcedo.

-¿Había rivalidad entre el social progresismo y la democracia cristiana?

-Había diálogo y competencia y esta se daba en un clima democrático, sin confrontación ni violencia.

-¿Qué pasaba con la izquierda marxista en ese momento?

-No había una izquierda marxista importante en la universidad. En las promociones siguientes a la mía, aparece una izquierda más ortodoxa, la “nueva izquierda”. En este grupo estaban Javier Diez Canseco y Agustín Haya de la Torre.

-Una izquierda que provocó más inquietud en las autoridades…

-Ese grupo tuvo mayores confrontaciones con el rectorado. Nosotros también habíamos hecho huelgas, y habíamos hecho pronunciamientos, pero nuestra relación con las autoridades no llegó a ser tan frontal.

-Hay un episodio en el cual los universitarios luchan por el establecimiento de escalas. ¿En qué año fue y por qué ocurrió?

-Eso fue cuando era presidente de la FEPUC Javier de Belaunde, en 1967. Él era de nuestro grupo, la Democracia Cristiana, pero en verdad formamos un grupo llamado Izquierda Universitaria (IU), tal vez precursor de Izquierda Unida (risas).

-¿Por qué se llamaban así?

-Porque pensábamos que para las tareas de reforma había que agrupar a la gente que quería la reforma, sean social cristianos o no.

-Entonces la Izquierda Universitaria era la sombrilla bajo la cual habitaban la izquierda marxista, el social progresismo y la democracia cristiana.

-La dinámica principal era entre social cristianos y social progresistas; luego hay predominio de gente social cristiana y fue allí que creamos Izquierda Universitaria, y entró gente de izquierda también; después, aparece el Frente Revolucionario de Estudiantes Socialistas (FRES).

Cóctel. Rafael Roncagliolo (el quinto de izquierda a derecha), aparece en esta foto con el rector R.P. Felipe Mac Gregor, S.J., Lo acompañan los expresidentes de la FEPUC Manuel Bernales, Henry Pease, Armando Zolezzi y Jaime Montoya. Foto: Archivo PUCP.

Sociales y el “espíritu de la casa”

-Hay un episodio muy importante en esos años; es el nacimiento de la Facultad de Ciencias Sociales.

-Sí, en 1964. Esa fue de las grandes creaciones del rectorado del padre Felipe Mac Gregor. Él  buscó una asociación de universidades de Holanda, con el  padre Jansen, para que se arme una misión. Junto a un grupo de profesores peruanos, crean un grupo fundacional sobre la base del Instituto de Estudios Sociales, que ya existía como instituto, pero no como facultad, y donde estaban el jesuita Luis Velaochaga y Máximo Vega Centeno, que aún dicta en la universidad.

-¿Por qué había interés en la creación de esa facultad?

-Por la época. La idea de que la universidad tenía que comprometerse con el país, del modo más intenso posible, indicaba que también había que incorporar las ciencias sociales, pensando que eran un instrumento de transformación. Muchos dejamos nuestros estudios previos para entrar en ciencias sociales.

-¿Entonces se estudiaba pensando más en el país que en el dinero?

-Yo no recuerdo jamás haber conversado sobre si ciertos tipos de carrera daban más plata. No digo que eso esté mal, pero en nuestra mentalidad eso no existía. El tema de mi generación era qué cosa resultaba más útil.

-En eso ayudó la famosa misión holandesa.

-En esos primeros años llegaron algunos profesores nuevos. Por ejemplo, Spay, un belga que escribía sus clases y las leía en voz alta, porque su español era muy malo. Cuando había preguntas, a veces había que ayudarle con la traducción. Pero lo más importante fue el acuerdo con las universidades holandesas. Llegaron diez profesores holandeses y se quedaron aquí  por varios años.

-¿De qué universidades eran?

-Había profesores de la Universidad de Nimega y del Instituto de Estudios Sociales de La Haya, entre otras.

-¿Algún profesor holandés en especial?

-Varios. El profesor Bertolehr, que enseñaba metodología; Kes Vermut, que vino al Perú por otras cosas, pero terminó enseñando demografía; Alfonso McDonald, que enseñaba metodología y estadística, y que era muy bueno.

-¿Qué le dio a la PUCP la Facultad de Ciencias Sociales?

-Le dio una preocupación por esa nueva disciplina. También se empezó a dictar cursos de sociales en otras facultades. Yo los enseñé en Ingeniería, Derecho y Estudios Generales.

-¿Las autoridades incorporaron con facilidad a esta oleada de científicos sociales que pudo haber alentado un cierto sentido de ‘izquierdización’?

-La posterior radicalización y aparición de esta facultad son fenómenos coincidentes en el tiempo, pero que no se confunden. Es decir, no es que la facultad provocara una radicalización, sino que la gente radicalizada iba a Sociales.

-Es por esos tiempos también que se comienza a discutir cuál era el “espíritu de la universidad”.

-Esa discusión siempre ha estado. Recuerdo que cuando estaba en Letras, en el centro federado se formó una comisión para ir a buscar el espíritu de la casa (risas). Evidentemente, era una ironía, una provocación a la universidad.

-¿Lo encontraron?

-Las autoridades, a cualquier iniciativa que se planteaba, nos decían: “Pero eso va en contra del espíritu de la casa”. No había ninguna definición del espíritu de la universidad, salvo que, al ser católica, había que mantener el pluralismo y coincidir con las posiciones de la iglesia.

Lo plural y lo católico

-¿En algún momento eso fue problemático?

-No lo creo. Ha sido problemático más bien durante el conflicto con monseñor Cipriani. Antes la universidad tuvo una muy buena relación con la Iglesia Católica, con los arzobispos y cancilleres, como monseñor Landázuri Ricketts. Nunca hubo conflictos mayores.

Rafael Roncagliolo contando sus experiencias en la PUCP. Foto: Luisenrrique Becerra.

-¿Qué cambia cuando la universidad se va a Pando?

-En la casona del Instituto Riva Agüero estaban el rectorado, la Fepuc, la Secretaría General, la Facultad de Derecho, y atrás empezó a funcionar Ciencias Sociales. Esta creció tanto que se construye una caseta para esta nueva facultad en Pando. Allí solo había dos edificios; el de Ingeniería y el de Agronomía, una facultad que ya no existe. Cuando los alumnos de esas facultades venían a visitarnos nos decían, en broma, que esas casetas eran su granja experimental. Luego se trasladaron el resto de facultades.

-¿Qué otros episodios viviste en esos tiempos?

-Yo entré a la universidad en 1961 y al año siguiente fui jefe de práctica de Luis Jaime Cisneros. Esa fue mi primera experiencia docente en la universidad. Después, me invitaron a dictar un curso en Letras.

-Con temor, tal vez.

-No. Yo había sido profesor de primaria antes. Me daba júbilo más que temor. Luego enseñé metodología en Letras, y posteriormente fui miembro de la Facultad de Estudios Generales, cuando Luis Jaime era decano.

-¿Eso fue cuando habías terminado la carrera?

-Empecé a enseñar cuando aún era estudiante y luego cuando fui egresado. Después me dediqué a la estadística, pues tenía una vieja vocación matemática. Letras y estadística para mí fueron cosas muy importantes. Por muchos años enseñé esa materia y metodología, no solo en Católica, también en San Marcos.

-Incluso en los tiempos en que hiciste política y periodismo.

-Los dictaba los sábados por la mañana, durante los años setenta. Los mantuve porque no quería tener discusiones políticas en la clase, y además porque me encantaban. También le enseñaba estadística gratis en mi casa a muchos que no eran mis alumnos. Uno de ellos fue Javier Diez Canseco. En el 1976 salí exiliado por el gobierno de Morales Bermúdez. La universidad me dio licencia y cuando volví de México me dijeron: “Tú ya no eres profesor”, porque tenía que haber renovado la licencia cada año. Es un tiempo en el que quedo alejado y además muy fastidiado, pues todos eran mis amigos.

-Pero la universidad luego te llama…

-En los ochenta se elige el Consejo Asesor del Departamento de Ciencias Sociales. Yo saco la votación más alta, y cuando renuncia Jorge Capriata, asumo el cargo de jefe del Departamento. Estuve pocos meses y renuncié, estaba más dedicado a otros temas.

-Más tarde viene la era en comunicaciones.

-Luego de crearse la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación, Luis Peirano me llama para enseñar en la maestría.  Fue a fines de los noventa. Ahí enseñé buen tiempo. Luego me invitaron a dictar en Sociales.

-¿Cómo encontraste la Facultad de Ciencias Sociales después de tantos años?

-Con gente mucho más joven, la mayoría formada afuera. Yo ya no estaba en el corazón de Sociales, ni vivía la dinámica diaria. Solo viví la creación de la carrera; luego iba a dictar cursos y no tenía una relación permanente.

-¿Recuerdas un episodio importante de esos tiempos más recientes?

-Cuando yo enseñaba en la Maestría de Comunicaciones nos exigían maestría y yo solo tenía bachillerato y licenciatura. Nos dieron las facilidades, y yo hago la Maestría en Comunicación para seguir enseñando, pero la mayor parte de los cursos los llevo en Sociales. Eso era lo mío. Por ejemplo, tomé cursos con Sinesio López, que son de los mejores que he llevado, pero cuando acabé la maestría cerraron el posgrado de comunicaciones y no pude seguir enseñando. Después, seguí dando cursos sueltos en Sociales. Cuando dejo Cancillería en 2013, Marcial Rubio me invitó a ser asesor del Rectorado y aquí estoy.

-¿Qué sientes en este centenario después de todo lo vivido?

Una gran emoción. Me parece que el aporte de la universidad ha sido muy importante para la historia del Perú. Y para mí mismo. Todas las cosas que yo he hecho en la vida han estado vinculadas a las ideas que viví acá. El otro día vino el presidente Kuczynski con su gabinete, y dijo que la mayoría de los ministros eran de la Católica. Y así ha sido en otros gobiernos. Eso es emocionante.