¿Qué hacer cuando tu club te da la espalda?: la historia de las jugadoras del Mannucci

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El club Carlos Mannucci es uno de los equipos de fútbol más grandes de Trujillo. El fervor de sus hinchas se ve recompensado con el regular rendimiento de su equipo en la Liga 1. Ahora en pandemia, aquellos vítores están muy lejos de la capital, pero son más necesarios que nunca. Esta necesidad se duplica con la aparición del equipo femenino del conjunto tricolor. El poco conocimiento sobre cómo formar uno llevó a delegar esta responsabilidad al club Partizán Barranco, equipo de donde proviene la mayoría de las jugadoras. A pesar del buen ambiente en el vestuario, las futbolistas debían lidiar con la indiferencia del club trujillano. Milagros Loayza, jefa de equipo del cuadro carlista, conversó sobre el proceso de creación del plantel, su primera campaña y, sobre todo, la lucha de las chicas frente a la adversidad.

Por: Paulo Samaniego
Portada: Club Carlos Mannucci



Eran las 9 de la noche del 28 de mayo, nadie podía estar fuera de su casa debido al toque de queda. La policía de tránsito había detenido un vehículo cerca de la urbanización Los Cedros de Villa en el distrito de Chorrillos. Dentro del automóvil se encontraban las futbolistas del Mannucci. Las chicas regresaban de una salida previa al inicio del primer campeonato de fútbol femenino organizado por la Federación Peruana de Fútbol. Algunas eran de Trujillo y querían evitar inconvenientes antes del inicio de la temporada. En ese momento, Milagros Loayza les explicó a los oficiales que las chicas eran futbolistas y que en un día empezaban a competir. A diferencia de las suposiciones que me había imaginado mientras escuchaba la historia, los policías entendieron la situación y las dejaron seguir con su camino. Como agradecimiento, las deportistas los invitaron a ver sus partidos. 

“Pueden contar con nosotros para cualquier cosa”, expresaba uno de los oficiales cada que se cruzaban con las jugadoras por la misma urbanización. Aquellos oficiales se hicieron hinchas del equipo trujillano. Esto se replicó con los vecinos de Chorrillos, ciudad en la que entrenaron durante todo el campeonato. A falta de hinchas en las tribunas, el equipo era apoyado en las calles. Cerca de su centro de entrenamiento, las chicas veían gente que salía por sus ventanas para saludarlas. A partir del buen juego del Mannucci y sus excelentes resultados, estos vecinos decidieron alentarlas durante las mañanas: “¡Hoy juegan contra Alianza, tienen que ganarles!” era uno de los comentarios que sorprendían a la escuadra ya que estos hinchas sabían los rivales del Mannucci antes que las propias jugadoras. Asimismo, el plantel era recibido con aplausos cuando iban a comer a restaurantes o cuando eran vistas entrenando en las playas de la Costa Verde. Las futbolistas consideraron que la mejor forma de agradecer el apoyo era ganando la mayor cantidad de partidos posibles. 

Cada día faltaba menos para que suene el pitido inicial de la liga femenina peruana. Este torneo sería el punto y aparte de aquellos campeonatos amateurs. La Federación Peruana de Fútbol (FPF) debía hacer respetar el requerimiento dado por la Conmebol y la FIFA de que cada club cuente con un equipo femenino. Este pedido cayó como anillo al dedo para los equipos de la capital. Estas escuadras recurrían a futbolistas que previamente habían jugado para ellos en anteriores torneos. Sin embargo, para los equipos de las regiones del país, este pedido dejó al descubierto una de las razones por las que el fútbol femenino no trasciende en el Perú: no hay interés ni suficiente conocimiento para formar equipos. A diferencia de años pasados, el club que no cumpla con el requisito sería sancionado sin poder disputar torneos internacionales. Este casi fue el caso del Carlos Mannucci, el equipo más popular de Trujillo. El club no tenía jugadoras, asistentes, entrenador y mucho menos un cuerpo técnico que los organizara. En consecuencia, tuvo que empezar de cero. 

Milagros Loayza, periodista deportiva, recibió la llamada del club Partizán Barranco, equipo limeño que desde hace unos cuatro años contaba con una escuadra femenina. Su nombre se debe a la influencia alemana que hubo desde la fundación de la institución en 1965. Ahora bien, ¿Por qué la llamó este equipo y no Carlos Mannucci? Sucede que ambos clubes habían acordado un convenio para que las deportistas del cuadro limeño representen al equipo trujillano en el campeonato. Loayza asumiría el rol de jefa de equipo. El interés de estar ligada a la llegada de la primera liga nacional de mujeres la motivó a aceptar la responsabilidad. Al dedicar gran parte de su carrera al periodismo deportivo, sentía que era primordial formar parte del proceso de formalización del fútbol femenino en el país. “Todas querían estar en la liga. Algunas llegaron como jugadoras y otras, como yo, apoyando al ras del campo”, manifiesta.  

Más allá de las responsabilidades logísticas que tenía Loayza dentro del equipo, su rol más importante era estar junto a las jugadoras y asegurarse de que tuvieran todos los implementos necesarios. Asimismo, junto al entrenador, Loayza podía traer refuerzos de Trujillo. Gran parte de las tareas eran realizadas por el club limeño y las personas que ellos mismos contactaron. Por su parte, el cuadro carlista sólo se comprometió a brindar las bebidas rehidratantes y los uniformes para las chicas. A pesar de eso, el desdén para con el equipo de mujeres llegó al punto de no cumplir con lo mínimo que se había pactado: les habían dado uniformes de la reserva de varones. 

Por si fuera poco, los polos tampoco contaban con el logo de Paraíso, marca de colchones que estaba destinada a ser la patrocinadora del equipo femenino. Los reclamos del Partizán, que había hecho el acuerdo con la empresa, y de las jugadoras, quienes iban a sudar la camiseta, no se hicieron esperar. Sin embargo, el Mannucci estaba más concentrado en cómo le iba al equipo masculino en la fase 1. Eventualmente se llegó a un acuerdo entre el club y las jugadoras para cambiar la indumentaria, pero esta promesa se cumplió cuando el torneo ya se estaba jugando. Además, empeorando la situación, solo les habían dado una camiseta por persona. En palabras de Loayza, esto demostró que el equipo tricolor no tenía interés en apoyar al equipo o de cumplir los acuerdos hechos con el club Partizán. El Mannucci, en realidad, no buscaba hacer un equipo que peleara el campeonato. Solo quería evitar las sanciones de la FPF por no presentar un plantel de mujeres. Esta idea rondaba en la mente de la escuadra y, por ende, las deportistas trataban de no pensar en ello y concentrarse en los partidos.

El plantel completo luego de ganar, gustar y golear 3-0 a la Academia Cantolao por la decimosegunda jornada del torneo. Se encontraban terceras y esperaban con ansias conocer su rival para la fase de eliminación directa. Foto: Archivo personal.

Sin embargo, las chicas no llegaron a hacer pública esta falta de apoyo por parte del equipo trujillano. Loayza argumentó que no era su intención querer dejar mal a nadie. Más bien, considera que con las acciones del club –o la falta de ellas– se evidenciaban las verdaderas intenciones detrás de la creación del plantel. Los dirigentes del club tricolor eran conscientes de que no estaban ayudando mucho. Sin embargo, recién actuaban cuando las futbolistas exigían condiciones básicas. Por tanto, era el club Partizán el que se encargaba de gestionar al conjunto femenino. El esfuerzo de sacar al equipo adelante provenía del club limeño, pero el nombre que aparecía en la televisión era Carlos Mannucci. 

El equipo estaba conformado por 21 jugadoras, de las que destacaban la atacante Julia Mamani y la volante ofensiva Odalys Rivas. Estas dos estuvieron desde la creación del conjunto femenino del Partizán. El promedio de edad del plantel era de 22 años. No obstante, había jugadoras de entre 39 a 14 años en el plantel. Al ser un plantel relativamente joven, era común que se presentaran problemas con los horarios de clase o trabajo. Algunas chicas debían saltarse clases para poder estar en los entrenamientos, mientras que otras iban a trabajar apenas acababan las prácticas matutinas. A pesar de estos contratiempos, las deportistas procuraban rendir tanto en la cancha como en las sesiones de Zoom. Con relación a los pagos, todas contaban con un salario fijo y un contrato firmado con el Partizán, no con el Mannucci. Más allá del sueldo, la institución procuraba que las deportistas tengan óptimas condiciones para rendir correctamente en el campo de juego. 

Habían llegado 9 jugadoras de Trujillo para reforzar al Mannucci. Entre ellas se encontraba Ana Irina Alva, la capitana del equipo, y la arquera Madelyne Huamani. A partir del estilo que ellas imponían en la cancha es que el resto del cuadro iba a jugar. Loayza procuró que lleguen a la capital con un hospedaje fijo cerca de los gimnasios del plantel. Asimismo, se encargó de que, durante los 5 meses en que estarían juntas, todas las chicas se sintieran cómodas y compartieran el objetivo de ser un equipo competitivo. Limeñas y trujillanas se llevaron bien dentro y fuera de las canchas, pero tenían el deseo de, algún día, jugar con su hinchada en la ciudad de la eterna primavera. Por ahora tenían que conformarse con el estadio de San Marcos. La gran campaña del equipo permitió que Huamani y Rivas fueran convocadas a la selección nacional.

Durante las prácticas, las futbolistas se encontraban en su propio campo para entrenar. Se trataba del Club Cultura Lima, ubicado en Chorrillos, cerca de las residencias donde vivían las jugadoras trujillanas. Del mismo modo, se contaba con salones de fisioterapia y gimnasios exclusivos para el equipo. Estas facilidades, ahora requisitos puestos por la FPF, eran imposibles de creer hace solo unos meses para las chicas. Mientras tanto, Loayza conversaba con el equipo de comunicaciones del Mannucci, que solo las visitaba una vez al mes para redactar breves artículos en su página web. No obstante, la periodista no pudo evitar notar que había otra dificultad en el equipo aparte de la indiferencia institucional: el rendimiento físico. Algunas jugadoras llegaban del club Partizán con poca actividad y otras se encontraban con sobrepeso. No obstante, esto no fue impedimento para el entrenador Luis Cordero, experimentado centrocampista que ya sabe lo que es jugar para la escuadra trujillana. Más conocido como el Pompo, Cordero cuenta con experiencia dirigiendo equipos femeninos. El exfutbolista dirigió a las jugadoras del Juventud Talentos, conjunto que jugó la etapa nacional del campeonato del 2019. En ese año el entrenador y Loayza se conocen. Cuando llegó al Mannucci para la liga femenina, todas las jugadoras internalizaron rápidamente la idea de juego del director técnico: toque suave y buen trato al balón. Esto les permitió ser, aun con sus limitaciones, el equipo sensación del campeonato. 

Las futbolistas del Mannucci guardan silencio mientras el entrenador Cordero les da indicaciones tras la derrota por 2-0 frente a Universitario de Deportes. Milagros Loayza aparece detrás del entrenador Cordero con la confianza de que el equipo podrá mantenerse en la pelea por el campeonato. Foto: Archivo personal.

Llegó el 29 de mayo y la liga femenina oficialmente había comenzado. Una de las constantes que llamó la atención desde los primeros partidos fue la notable desigualdad entre conjuntos hechos por compromiso y aquellos que representaban a los equipos más grandes del país. Es por ello que era pan de cada día que los encuentros acaben con tres o más goles de diferencia. A raíz de lo escrito hasta ahora, sería razonable creer que el Carlos Mannucci –perdón, el Partizán– no podría conseguir 3 puntos frente a la mayoría de sus rivales. Sin embargo, el fútbol es un deporte atractivo de ver porque en 90 minutos hasta las escuadras más poderosas pueden temblar. El cuadro carlista inició su participación en la liga femenina con goleadas frente al Sport Boys (6-0) y el Deportivo Municipal (4-1). “Ningún equipo quería enfrentarse a nosotras, éramos la revelación de la liga”, expresa Loayza con orgullo. Gracias a esos resultados, el equipo se colocaría en la tercera plaza, puesto del que estarían subiendo y bajando durante todo el torneo. Conforme pasaban las fechas, las jugadoras y el comando técnico se dieron cuenta de que tenían posibilidades de ir más allá de lo que tenían trazado. En otras palabras, la posibilidad de pelear el título nacional era real. 

Las aspiraciones del cuadro tricolor estarían a prueba cuando tocó jugar contra los equipos que eran candidatos a campeonar. Frente a estos rivales casi invencibles, las chicas del Partizán supieron poner resistencia y proponer partidos de ida y vuelta. Pero no contaban con otro obstáculo en su complicado camino a la gloria: el arbitraje. Casualmente, este problema empezó cuando se enfrentaron a Alianza Lima. Según Loayza, fue el mejor partido del torneo. El encuentro se caracterizó por un ritmo frenético desde los primeros minutos. Ambas escuadras tuvieron situaciones claras de gol. Sin embargo, ninguna mandaba la pelota a guardar. Las jugadoras del Mannucci no se achicaron frente al equipo que acabaría siendo el campeón de la liga. El cotejo se vio manchado por las constantes faltas, posiciones adelantadas y tarjetas amarillas que la jueza cobraba en contra del equipo trujillano. Inclusive, la periodista recuerda que Samir Mendoza, entrenador de Alianza, conversaba con la árbitra. Mientras las futbolistas se quedaban sin piernas por defender los colores de su equipo, Mendoza hablaba con la colegiada como si fuera su amiga. A pesar de eso, las dirigidas por Cordero no bajaron los brazos y buscaron sumar puntos en el estadio de San Marcos. Lamentablemente, el partido se definió por un polémico gol de penal convertido por la aliancista Alison Reyes. Una supuesta mano provocó que la árbitra Gabriela Oncoy pitase la pena máxima a los 42 minutos del segundo tiempo. 

Las chicas del equipo tricolor pasaron por una situación parecida contra Sporting Cristal en la fase final de la liga. El primer tiempo se jugó a lo que quería el conjunto celeste. Las futbolistas del Partizán no podían recurrir a su estilo de juego para generar jugadas de peligro. El marcador hizo justicia y le daba la victoria parcial 2-0 al cuadro cervecero para el final de la primera mitad. La situación se venía abajo con un tercer gol anotado por María Espejo. Sin embargo, un remate de cabeza de Julia Mamani descontaba para la escuadra trujillana. Posteriormente, Katherine Bravo marcó un golazo desde fuera del área. A falta de 10 minutos para el final, el Mannucci podía soñar con el empate. Loayza señala que durante el compromiso el árbitro cobró cinco tarjetas amarillas en contra del conjunto tricolor, mientras que no se pitaron las faltas hechas por el Cristal. Frases como “No la toques o cobro falta” o “Tranquila, te tocan y cobro”, indica la periodista, eran dichas deliberadamente por el juez.

Finalmente, el cotejo quedó 3-2. Las dirigidas por Cordero fueron eliminadas antes de llegar a las semifinales. El momento más triste de toda la campaña fue el regreso a los vestuarios. Se escuchaban lamentos y reclamos por el controversial arbitraje cuando se enfrentaron a los equipos más fuertes. “No estábamos preparadas para irnos, habíamos ganado todos los partidos previos”, expresa la periodista. No obstante, considerando las diferentes trabas que tuvieron desde la concepción del equipo, es meritorio alcanzar un tercer puesto en la tabla general. De todos modos, la institución no estaba interesada en ser recíproca con su esfuerzo. La falta de atención no se vio alterada ni con los buenos resultados ni los aplausos de los hinchas. Esto fue la gota que derramó el vaso.

Los objetivos iniciales del Partizán eran formar, bajo el nombre –nada más– de Carlos Mannucci, un equipo competitivo. Aunque jugaban por una institución que solo las veía como una formalidad, las chicas buscaban ganar la mayor cantidad de partidos posibles. A pesar de la diferencia de nivel, planeaban estar en las seis primeras posiciones. La meta se había cumplido y, al menos por esa temporada, ellas eran quienes decidían el futuro del equipo en la liga nacional. “Hubiésemos querido pelear por más cosas, pero el arbitraje nos condicionó”, señala Loayza con molestia al término de la llamada. Esto, sumado a la falta de atención por parte del equipo trujillano, hizo que trazar un nuevo objetivo fuese sencillo: ya no depender del Mannucci y, por ende, jugar como el Partizán la próxima temporada. El camino no será fácil, si es que en algún momento lo fue al vestir la camiseta tricolor, pero es posible con la garra de las futbolistas, la proyección del Pompo Cordero y la gestión de Loayza. Un nuevo equipo quiere dar la sorpresa el próximo año y probablemente no será de Trujillo.