Tres álbumes producidos por una disquera alemana, una gira por Europa y más de siete años de carrera no son suficiente para la agrupación peruana de psicodelia pesada, stoner y blues The Dead End-Alley Band. Buscan trascender con un nuevo objetivo: recaudar fondos para su segunda gira europea. ¿Su música no tan escuchada en el circuito comercial y los pocos seguidores en el Perú pueden jugar en contra?
Por: Zoila Antonio Benito
Fotos de Alessandra Vera
En 2012 Lady Gaga, Elton John y Maroon 5 llegaron a nuestro país. Miles de personas buscaban una entrada que les permitiera ver a sus artistas favoritos. A Sebastián Sánchez-Botta y Javier Kou, publicistas de profesión, poco o nada les interesaba explorar la escena comercial. Ellos se reunían, con guitarra y teclado en mano, en la casa de Sebastián. Quisieron rendirle homenaje a una banda que a ambos les gusta: The Doors. Los motivaba el hecho de hacer una banda tributo. El rock psicodélico y el blues estaban presentes en sus canciones.
Las cervezas y melodías improvisadas iban y venían. Sin imaginarlo, grabaron cinco temas propios. Los mostraron a unos amigos días después. Varios de ellos tenían la misma opinión: “Esto suena bien. ¿Por qué no forman un grupo?”. Sebastián no lo pensó dos veces. Estaba entusiasmado. Tenía ese deseo desde los dos años. A su mente venía la imagen de él acompañando a su papá, Micky Sánchez, a los ensayos con Los Doltons. Para Javier, en cambio, no se trataba de un sueño: él venía tocando en una banda desde secundaria. Le parecía divertido.
Faltaba un pequeño detalle: el nombre de la banda. El fanatismo de Javier por el ex Héroes del Silencio, Enrique Bunbury, se hizo notar. Una de sus canciones favoritas es Welcome to el callejón sin salida. Listo, ya tenían nombre: The Dead End-Alley Band. No había marcha atrás.
Su debut en los escenarios no fue sencillo. En su primera presentación, como parte de las dos fechas de un mini festival, los pusieron al final. Era abril de 2013. “Llegamos temprano. Yo llevaba mi (teclado) Fafisa envuelto en sábanas”, recuerda Sebastián. Al segundo día, tuvieron más suerte con el turno, pero la energía eléctrica se fue a mitad del show. Mientras Sebastián y Javier desenchufaban los equipos, escucharon las palmas y el “quédense” del público. Tomaron una guitarra acústica y continuaron. “Tenía muchos nervios, pero de algo se empieza, ¿no? Les pasó lo mismo a los ZZ Top”, comenta Javier mientras alude a esta banda de rock estadounidense.
Solo habían pasado meses desde su debut cuando un mensaje definió el futuro del grupo: “Queremos firmar un contrato con ustedes. Hay que sacar un disco en vinilo”. Esta fue la respuesta de la disquera alemana Nasoni Records, difusora mundial de bandas de stoner y psicodelia. El correo que les había enviado Sebastián con cinco canciones funcionó. “En cuanto a sellos internacionales, funciona así: mandas tu material y ellos toman una decisión”, resalta. Así nació el primer disco de la banda, Whispers of the night (2013).
Sus siguientes producciones Odd Stories (2014) y Storms (2018) también aparecieron en el sello Nasoni. La empresa confía en ellos. Su catálogo online vende el material en formato vinilo. Sebastián y Javier confirman que la cuarta producción está en camino y que también será lanzada con el sello alemán. Con el nuevo integrante en la batería, Renato Aguilar, juran que van a sorprender a sus fanáticos.
Actualmente son el plato fuerte en conciertos de stoner, un género del rock que, junto con la psicodelia pesada y el blues, se caracteriza por tonos graves en la guitarra, así como por sonidos nostálgicos y experimentales. Ahí radica su esencia musical. Grupos como Black Sabbath, The Doors, Deep Purple y Led Zeppelin son parte de sus influencias.
El destino los ha llevado a hacer música dentro de la escena independiente, con un público reducido, pero fiel. En conclusión: hacen música underground. Este perfil les abrió puertas y los hizo destacar en lugares distantes de Lima. Europa, por ejemplo.
Para allá viajaron junto con Leonardo Alva en la guitarra y, en aquella ocasión, Jafer Díaz en la batería. “¿Por qué no se animan? Aquí tengo los contactos”, les comentó el ‘Chino’ Burga, vocalista de la banda stoner La Ira de Dios, cuando coincidieron en una presentación. Él fue el impulsor de aquella locura. Sebastián se encargó de hacer los contactos en el underground europeo. Viena fue la primera parada del Soaked in the Cold Tour (2015). Fue el peor concierto de la gira. “Tocamos borrachos, pasaron muchas cosas, pero es divertido contarlo”, confiesa Javier. Italia, Holanda, Alemania y Bélgica continuaban en la agenda. Esta vez sin alcohol —o casi poco— de por medio.
“El público europeo tiene mucho respeto con lo que escucha. Iban a las tocadas por curiosidad, pagaban sus entradas así esté lloviendo o nevando. Se quedaban sorprendidos, no sabían que en Perú se hacía este tipo de música”, remarca. “La pasamos tan de puta madre que queremos regresar”. Piensan hacer una gira en 2020, pero primero necesitan recaudar dinero a través de conciertos y mini festivales. Lo que juntaron en el primer tour no cubrió lo suficiente.
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Entre paredes llenas de grafitis, fotos y calcomanías, la banda empieza con sus actividades de recaudación para el tour del año 2020. El público llega al Hensley de Barranco, pequeño recinto destinado a ser la extensión limeña del mítico y desaparecido bar neoyorquino CBGB, cuna de bandas como The Ramones o Blondie. Grupos invitados como Paquidermo, Rito Verdugo y Reptil apoyan con su presencia. Fans de la banda aplauden y gritan. No falta alguien que se arrodilla al escucharlos y hace venias con sus manos.
Relajado, Sebastián cruza por en medio del público con el objetivo de dirigirse al escenario. Se acomoda el sombrero de cuero sobre su cabello ondulado, mientras revisa que cada tecla de su Fafisa esté en orden. El micrófono lo espera desafiante. Javier, después de saludar a unos amigos, se acomoda el bajo e intenta afinarlo mientras sostiene la púa entre los dientes. Leonardo hace lo mismo con la guitarra y verifica que ninguna cuerda esté floja. Renato se apodera de la batería y con sus baquetas hace vibrar cada parte del instrumento. Están listos. Es hora del show. Lo hacen a su estilo, guste a quien le guste.
“El público es el que decide dónde te pone: en una lista de los Grammy o en una lista de una disquera local. En nuestro caso, el público ha elegido meternos en la escena underground porque respiramos las raíces de la vieja escuela de la psicodelia y el stoner. Acá hacemos lo que nos gusta, lo que nos salga de las vísceras”, sentencia Sebastián.
Después de diez temas y un cover de Black Sabbath, el concierto terminó. Miradas cómplices entre los cuatro integrantes parecen coincidir ante el urgente pedido de alcohol y cigarros. Javier pregunta por la botella de ron que trajo envuelta en retazos de tela. Sebastián guarda su teclado con cariño en la funda y busca, muy rápido, un lugar para mantenerla a salvo de los pogos. Leonardo y Renato se sirven unas Pilsen heladas y comentan cómo salió la presentación. La noche y las canciones siguen, así como los conciertos de recaudación para la banda. En la perseverancia está la clave. Europa y su público los espera. Contra todo pronóstico, las vísceras serán expuestas.
¿Qué es el Stoner Rock?
El stoner es un subgénero del rock y del metal, cuyos orígenes se remontan a fines de los años ochenta en Palm Springs, California. Se caracteriza por el sonido pesado del bajo y el uso de voces melódicas. El nombre se originó posiblemente tras la aparición del disco compilatorio Burn one up! Musice for Stoners. El término stoner está asociado al consumo de la marihuana debido a que, en Estados Unidos, hace referencia a la persona que fuma esta sustancia. Bandas como Kyuss (considerada «pionera» dentro del género), Queens of the Stone Age, Fatso Jetson, Fu Manchu son algunos representantes. El documental norteamericano Such Hawks Such Hounds» (2008) explica las raíces e historia del stoner a través de testimonios de integrantes de sus bandas más reconocidas. Puede encontrarse completo en Youtube.