En un tiempo de caos, descalabro y violencia, un puñado de descosidos, todavía jóvenes, logró resucitar una revista festiva y hacer de ella un irreverente instrumento de lucha y transgresión. He aquí la breve historia detrás de nueve portadas que inundaron de risa a una generación de rebeldes y enfermaron de rabia a otros que soñaban con censurarlos.
Por: Leslie Rosas
Portada: Archivo personal
Mordaz, irreverente y certera, Monos y Monadas fue una revista de humor político de vida intermitente pero fructífera y desternillante. Apareció en los albores del siglo veinte y luego volvió en distintos periodos, siempre para incomodar y burlarse del poder. Su etapa más polémica sin duda fue a fines de los años setenta y principios de los ochenta, cuando desde posturas de izquierda fustigó al dictador Francisco Morales Bermúdez, dejó en ridículo a los militares que oficiaban de ministros, y desplegó poco después, con sorna e ironía, una crítica severa de la clase política de entonces.
El relanzamiento en abril de 1978 fue una iniciativa de Nicolás Yerovi (nieto del fundador Leonidas Yerovi) y del poeta y periodista Antonio Cisneros. Monos y Monadas contaba con un corrosivo ‘comité divertido’ conformado por artistas gráficos y escritores con un pie en el humor y otro en el periodismo: Luis Freire, Lorenzo Osores, Juan Acevedo, Rafo León, Fedor Larco. Alonso Núñez, Mario Zolezzi y Carlos Tovar, más conocido como Carlín. Las páginas, y sobre todo la portada de este quincenario, inmortalizaron un periodo político marcado por el caos político, los conflictos sociales desbordados, una crisis económica sin precedentes y el surgimiento de la violencia subversiva.
Es esa etapa, la del tránsito turbulento entre dictadura y democracia, la que buscamos rescatar y destacar aquí. Monos y Monadas, en manos de un puñado de locos, dotados de genio y mucho talento, matizaron un tiempo marcado por la precariedad, la decepción y el espanto. De ellos ninguno más creativo (y punzante) que Carlín, un maestro en el arte de convertir en caricatura (y denunciar al mismo tiempo) los estropicios, contrabandos e inconsecuencias de políticos y figuras públicas en las últimas cuatro décadas.
Lo que se puede apreciar en estas páginas es una selección, arbitraria e incompleta, de nueve de portadas que han quedado grabadas en la retina de quienes vivieron otros tiempos y que ahora, en otro siglo, pueden dar una idea –a los jóvenes de hoy– de la capacidad del humor político para desbaratar la solemnidad del poder, de la sutil venganza que puede significar para los vencidos, del cambio de ánimo que sin duda despertó en quienes, frente a la arbitrariedad, no encontraban un medio para expresar su repulsa o desencanto.
Llamas y Llamadas
Fines de enero de 1981. El Perú enfrenta un conflicto bélico relámpago contra Ecuador. Duró aproximadamente un mes. Las tropas enemigas penetraron por la Cordillera del Cóndor y se asentaron en territorio peruano bajo la premisa de que se trata de un puesto fronterizo llamado Paquisha. Desde ese momento este lugar fue conocido como ‘Falso Paquisha’ por los peruanos.
La portada a doble página del 5 de febrero de 1981 no mostraba el logo clásico de la revista. A los editores les pareció oportuno ocultar, al menos por un número, un nombre que aludía al apodo con el que todavía entonces los peruanos llamaban a los vecinos del norte. En su lugar la revista fue bautizada: Llamas y llamadas. Sonaba autóctono y salvaje… Se trataba de un recurso “nacionalista”, acorde con los tiempos de guerra… Sin embargo, lo que más llamaba la atención era la caravana de voluntarios que aparecían marchando camino al frente de guerra para defender los intereses de la patria… De pie, gallardos y solemnes, avanzaban rumbo a la frontera enemigos jurados de la política local. Había que cerrar filas. En primera línea, el presidente Fernando Belaunde Terry y el general Rafael Hoyos Rubio –quien había conspirado con Velasco Alvarado para derrocar a FBT en su primer gobierno, a fines de 1968-. Detrás de ellos, cogidos del brazo, se distinguía a otra pareja de enemigos acérrimos: los apristas Armando Villanueva del Campo y Andrés Townsend Ezcurra. Los seguían dos caudillos de izquierda que no se profesaban la menor simpatía: los cajamarquinos Alfonso Barrantes Lingán y Carlos Malpica. Lo mismo se podría decir de Luis Bedoya Reyes y Héctor Cornejo Chávez. Ambos eran líderes de la Democracia Cristiana en los sesenta, pero luego el primero se apartó para fundar el PPC. Y lo que sobrevino tras la ruptura fue un antagonismo visceral. Otros enemigos que en esta doble portada aparecían entrelazados eran los militares Francisco Morales Bermúdez (quien derrocó a Velasco) y Leonidas Rodríguez Figueroa (un acérrimo velasquista). También Javier Alva Orlandini y Manuel Ulloa, dos líderes de Acción Popular que se enfrentaron durante el segundo quinquenio belaundista como si pertenecieran a partidos distintos. Finalmente, la ilustración mostraba dos rostros que se perdían en el tiempo, pero que también tenían cuentas pendientes: Juan Vilca y María Eugenia Sessarego, cuyos rostros y nombres aparecieron muchas veces en las portadas de los setenta, a raíz de sus implicancias en el asesinato del empresario Luis Banchero Rossi. Esta portada provocó entonces carcajadas interminables. Hoy es una buena muestra del espíritu transgresor del ‘comité divertido’ de Monos y Monadas.
A fines de los años setenta un vigoroso movimiento social convocó dos paros nacionales que hicieron tambalear al gobierno del general Francisco Morales Bermúdez. El primero en julio de 1977 y el segundo en mayo de 1978. Ambas medidas de fuerza no solo eran en protesta por el alza del costo de vida, el creciente desempleo y la precaria situación económica, también buscaban el fin del régimen militar a un punto de cumplir una década en el poder. En represalia, Morales Bermúdez autorizó el despido de las dirigencias sindicales y de los huelguistas. Cinco mil trabajadores quedaron en la calle tras la primera paralización.
Se estima que al menos otros dos mil perdieron sus empleos después de la segunda. En términos políticos, sin embargo, los paros nacionales fueron un éxito rotundo del movimiento popular. Morales Bermúdez quedó cada vez más acorralado por una robusta oposición, mientras que al interior de los cuarteles lucía muy debilitado. En ese contexto, no tuvo otro camino que convocar a una Asamblea Constituyente y poco después anunciar elecciones generales. Las protestas fueron exitosas, precipitaron el retorno a la democracia y el protagonismo de los civiles en la política. Esta portada, de enero de 1979, refleja la paranoia del dictador asediado por una tenaz oposición sindical.
Señor, aparte de mí este dedo
12 de abril de 1979. Es Jueves Santo. En los quioscos de Lima los canillitas han colgado una portada de inspiración bíblica y al mismo tiempo desafiante: “Señor, aparta de mí este dedo”. Se trata de una parodia que juega con una conocida sentencia bíblica: “Padre, si es tu voluntad, aparta de mí este cáliz…” En esta carátula se distingue al presidente Morales Bermúdez mostrando en su índice derecho la cabeza del Comandante General del Ejército y Primer Ministro, Pedro Richter Prada, un personaje de talante autoritario, harto controversial, cuestionado por su intemperancia frente a la oposición democrática.
Su nombre figuró luego en la lista de los militares latinoamericanos que habrían estado ligados al Plan Cóndor, una operación que unió a las dictaduras latinoamericanas de fines de los setenta con el objetivo de secuestrar y asesinar a opositores políticos de izquierda. Esta portada alude al momento en que se rumoreaba que Richter Prada daría un golpe de estado para derrocar a Morales Bermúdez.
La timba está legal
10 de mayo de 1979. Es jueves y Lima está muy inquieta. Muchos dirían que son los preparativos por el Día de la Madre, pero en los quioscos se escuchan las mismas y repentinas carcajadas percibidas desde hace poco menos de un mes. “La timba está legal”, se lee. Es la página número tres de Monos y Monadas, exhibida junto a las portadas de los diarios del día. Una caricatura en la que se distinguen al presidente Morales Bermúdez –en su último año de gobierno- y a su Primer Ministro, Pedro Richter Prada, mientras juegan “golpeado” con los naipes:
El gobierno militar ha autorizado, por primera vez, la apertura de casinos en el país y estos se propagan rápidamente. Las rebeldes y divertidas mentes que hacen la revista se enfrentan una vez más al gobierno militar. El cotilleo sobre un posible golpe de estado no cesa, pero ellos no tienen miedo.
–¿Golpeas? –pregunta Morales Bermúdez.
–No, robo –contesta Richter Prada.
Fue una creación colectiva. La intención inicial era proyectar al presidente con la pregunta: “¿Robas?”, y la respuesta de un fulminante Richter Prada era: “No, golpeo”. Pero el intento por evitar mayores problemas con el gobierno los morigeró. “Si sacamos esta carátula nos pueden acusar de que estamos incitando un golpe militar”, temía Carlín. Sin embargo, la propuesta de Lalo Morel –un colaborador- permitió exhibir la caricatura. Esta vez en el interior de la revista y con el orden invertido del diálogo. Una caricatura explosiva para Nicolás Yerovi, quien encontró una bomba en su casa luego de esta publicación.
Soburno Manso se confiesa
Seis a cero. Estadio Gigante de Arroyito, Rosario, Argentina. Perú fue humillado por la selección albiceleste. La goleada le permite a Argentina clasificar a la recta final del mundial. Es el 21 de junio de 1978. Minutos antes del partido el dictador argentino Jorge Rafael Videla ingresa al camarín de la selección peruana. ¿Qué hizo dentro? ¿Con quiénes conversó? Se dice que le pidió al entrenador Marcos Calderón que haga alinear al portero Ramón Quiroga (argentino nacionalizado peruano). Muchas versiones se tejerán en adelante.
La verdad es un misterio. Luego de abandonar el camarín Videla se dirige hacia el palco principal. Su rostro de satisfacción fue el presagio de lo que iba a suceder. Empieza el partido y pronto llega la masacre futbolística. Fulminante. En el Perú gobierna Morales Bermúdez, quien mantiene excelentes relaciones con su homólogo argentino. Ambos son militares encamarados en el poder por la fuerza. Después de la goleada surgen los rumores de un soborno que habrían recibido los jugadores peruanos. Nunca se probó la versión, pero viendo las repeticiones del partido muchos se preguntaban por los errores infantiles de nuestros futbolistas, sobre todo censuraban el desempeño de Rodulfo Manzo, un zaguero central que parecía pintado sobre la cancha, dado que dejó pasar de todo. Poco después fue contratado por el Vélez Sarfield de Argentina. Manzo pasó a ser sinónimo de soborno para muchos peruanos que se lo enrostraron durante décadas
Morales Bermúdez, además, había utilizado los triunfos futbolísticos del Perú para mitigar el rechazo que provocaba en la población. Una noche de marzo de 1977, ni bien Perú derrotó a Chile y clasificó al Mundial Argentina 78, el dictador ingresó a la cancha, se puso la camiseta blanquirroja de Julio Meléndez y cantó el himno nacional.
Cuando se publicó esta portada, en setiembre de 1979, la desaprobación del gobierno era altísima, las huelgas y protestas se extendían por el país y la versión del soborno que permitió la humillante derrota sonaba cada vez más convincente.
–“¡No hubo soborno!” –enfatiza Morales Bermúdez.
–“¡No hay huelgas!” –responde Manzo.
“En las carátulas se juntan varias situaciones. Aquí se están juntando la goleada sospechosa de soborno, la situación política peruana y el abrazo entre Morales Bermúdez y Meléndez”, remata Carlín.
Ni calco ni copia: creación histórica
13 de marzo de 1980. El país vive su primera campaña electoral presidencial después diecisiete años. Los comicios están programados para el 18 de mayo. Este jueves en la portada de Monos y Monadas aparecen cinco conspicuos líderes de la izquierda peruana reunidos alrededor de una mesa. Había quienes se referían a ellos como los dirigentes de la izquierda “variopinta”, adjetivo que era en realidad un eufemismo para disimular los vicios que la atravesaban: el sectarismo, el dogmatismo y una vocación por la fragmentación que hoy, 36 años después, todavía subsiste.de izquierda a derecha se distingue en esta portada al veterano Jorge del Prado, eterno líder del Partido Comunista Peruano (PCP),
de tendencia moscovita; a su lado está Genaro Ledesma Izquieta, modesto dirigente del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP); Hugo Blanco, intransigente caudillo del trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); Rolando Breña Pantoja, de la Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR), de orientación maoísta o pequinés, y Alfonso Barrantes Lingán, de la Unidad Democrática Popular (UDP). Los cinco no fueron capaces de ponerse de acuerdo para presentar una candidatura unitaria de la izquierda y terminaron como candidatos de sus minúsculas agrupaciones. En mayo obtuvieron respaldos insignificantes que apenas sumaron 13% del electorado. Carlín tuvo la feliz idea de representarlos así: Del Prado hablando en ruso; Ledesma, en una lengua ininteligible; Blanco, en francés (París era la cuna de la IV Internacional trotkista); Breña, en chino y Barrantes, en silencio, solo con una interrogante que podía leerse como la indefinición o la ambigüedad tan habitual en él. La ilustración era demoledora, pero también justa y certera.
En la idea original del comité editorial de la revista, Barrantes debía aparecer debajo de un globo en blanco, pero a Carlín su simpatías le ganaron y decidió escribir un signo de interrogación que no le gustó mucho a Yerovi y compañía. “Era un detalle que cambiaba el sentido del globo”, comenta el caricaturista, mientras una ligera sonrisa se dibuja en su rostro. “Yo tenía el control de la ejecución, tampoco tenía que seguir al pie de la letra todo lo que me pedían, ¿no?”, afirma Carlín.
Kiss
Un beso que alborota Lima y otro que simboliza el apoyo del aprista Luis Alberto Sánchez a su compañero Armando Villanueva en la portada de Monos y Monadas. Es el 27 de agosto de 1980. La música disco ya invadió y Kiss, la estrafalaria banda de rock and pop surgida en Nueva York, en 1973, impone en las radios locales y en las fiestas juveniles sus éxitos Sure know something y I was made for lovin’ you. Después de la derrota electoral de mayo, la relación entre los veteranos líderes apristas Andrés Townsend, Ramiro Prialé, Armando Villanueva y Luis Alberto Sánchez se torna tensa y a ratos imprevisible. No están juntos pero sí revueltos. Calculan sus alianzas y cercanías como si se tratase de sus últimos pasos. Carlín utilizó aquí el look de los extravagantes rockeros para graficar con sorna letal los reacomodos y conveniencias entre los jerarcas de un viejo partido.
En el dolor, hermanos
23 de mayo de 1980. Han pasado cinco días desde que el Partido Aprista Peruano, o lo que queda de este, recibió otro golpe demoledor: Armando Villanueva del Campo, su candidato presidencial, fue derrotado por Fernando Belaúnde Terry, quien regresará al poder luego de doce años de gobierno militar. El primer golpe había llegado en agosto del año anterior con la muerte del fundador, ideólogo y líder del partido, Víctor Raúl Haya de la Torre. Tras su partida, la soterrada disputa por el poder entre Armando Villanueva y Andrés Townsend se hace pública y se torna infraterna e incluso violenta. Ambos querían ser los sucesores de Haya, ambos deseaban la candidatura presidencial del partido. Villanueva se impuso finalmente y perdió luego frente Belaunde. Su derrota marcó el fin del protagonismo de su generación. La posta pronto sería tomada por Alan García. Townsend se mantuvo por algún tiempo en el partido, pero luego emigró. Después de todos los ataques que se lanzaron, restaurar la fraternidad entre ambos fue imposible.
Viva el invencible marxismo-lennonismo
La noche del 8 de diciembre de 1980 un lunático asesinó a John Lennon en Nueva York. La muerte repentina del fundador, compositor vocalista y líder de The Beatles dejó en sus millones de seguidores una estela de luto y remembranza que marcó las celebraciones de aquel fin de año. En octubre de 1977 también había partido otra celebridad tal vez menos conocida pero de un talento extraordinario. Nos referimos a un humorista norteamericano cuyo apellido sonaba muy familiar para quienes profesaban ideas de izquierda: Groucho Marx. Era diciembre de 1980 y ser de izquierda no solo era una convicción militante, también podía ser una postura provocadora frente a algunos círculos. En homenaje a dos grandes del humor y de la música, Carlín y el ‘comité divertido’ alteraron ligeramente el marcial y ortodoxo: ¡Viva el invencible marxismo-leninismo!, que resonaba entonces en plazas y universidades dominadas por los partidos comunistas por un risueño e irreverente: ‘¡Viva el invencible marxismo-lennoniso!’.