Escritor y periodista, en ese orden, celebra una década como catedrático enseñando de nuevo de manera presencial. Recuerda en esta entrevista su sinuosa etapa universitaria. Periodismo Zoom, libro que publicará este año, aborda la transformación y crisis de la industria periodística peruana debido a la pandemia. Además, da cuenta de las oportunidades para esta profesión a través de los modelos de negocio alternativos y las herramientas de Internet.
Por: José Cayetano
Portada: Punto Edu
Miguel llega a las 9:02 a. m. al salón 407 de Letras para dictar la primera clase de la semana de Comunicación Social. “Hola, ¿cómo están?”, dice a los veintidós alumnos en el aula. La otra mitad de los inscritos en el curso se conecta desde sus casas a través de Zoom. Configura las dos cámaras instaladas en el salón —una apunta hacia la pizarra y la otra, a los estudiantes—, enciende el proyector, baja las persianas y empieza la clase. “Hoy vamos a hablar de comunicación y poder”.
¿Cómo fue para usted la experiencia de dictar clases en línea durante los últimos dos años?
El primer año de la pandemia fue un periodo de adecuación, incertidumbre y sorpresa. Las clases se convirtieron en uno de los pocos momentos de socialización con personas que no estaban en nuestras casas.
Durante el 2021 sentí un desgaste de la enseñanza virtual. Los alumnos y profesores nos acostumbramos a la dinámica pragmática de las clases en línea: puedo asistir a clase o faltar y luego ver la grabación; puedo encender o no mi cámara. El vínculo entre profesores y estudiantes, así como la relación entre compañeros, se perdía.
¿Qué fue lo que más le impactó?
Que mi espacio doméstico se convirtió también en un espacio laboral. Hasta ahora no concibo que mi hijo reciba clases en el departamento y que yo trabaje desde el mismo lugar. Tuve que alquilar un cuarto del edificio donde vivo por unos meses y desde ahí enseñé.
Ahora tiene la oportunidad de dictar clases presenciales.
Sí, lo disfruto mucho. Antes del inicio del ciclo no sabía por qué me entusiasmaba tanto volver a dictar en las aulas. Ya lo he descubierto: hay mucha información que no se percibe a través de una cámara, como un bostezo, un gesto de incomodidad, una cabeza que asiente. Son señales de los estudiantes muy importantes para mí. Extrañaba la participación en el salón de los chicos para que las clases se construyan conjuntamente.
«Hay mucha información que no se percibe a través de una cámara, como un bostezo, un gesto de incomodidad, una cabeza que asiente»
“Este año cumplo una década como profesor universitario”, me revela Miguel. Los cursos que ha dictado siempre han estado ligados a la literatura y las comunicaciones. Actualmente enseña ocho cursos: cuatro en la PUCP y cuatro en la UPC. Sonríe cuando le digo que es un montón.
El empeño que pone en preparar cada clase es retribuido a través de la estima que le demuestran sus alumnos. En la segunda clase presencial de Lenguajes artísticos, recibió una ovación luego de argumentar por qué Rosalía y Bad Bunny son artistas de “primerísimo nivel”.
Utiliza sus experiencias personales para ejemplificar los conceptos que enseña. “Cuando llegaba un telegrama de papá desde Argentina, todos en mi casa sabíamos que se trataba de una noticia trágica”, cuenta Miguel luego de explicar la teoría del medio como mensaje de Marshall McLuhan, experiencia personal que vivió con su mamá y abuelos maternos en sus primeros años en Chiclayo.
La universidad, una cosa de locos
Tenía 15 o 16 años, no recuerda la cifra exacta, cuando llegó a Lima en 1996 luego de terminar el colegio. La hermana mayor de su papá lo acogió en su casa cerca al Estadio Nacional.
Ella estudió Química en la Católica; eso animó a Miguel a dar el examen de admisión de la PUCP. Quedó en los últimos lugares de la lista de postulantes. “Sentí que no sabía nada, como si el colegio no hubiera pasado por mí”, recuerda.
Adaptarse a Lima fue otro inconveniente: “Puedo recorrer Chiclayo de extremo a extremo caminando, pero aquí debía tomar varias combis. También sentía mucho frío. Un día llamé a mi abuela desde un teléfono público en Wilson y le dije que no soportaba más, que quería volver a Chiclayo”.
Miguel decidió estudiar durante un año lo que no había aprendido a lo largo de la secundaria. Asistió a dos academias preuniversitarias y, finalmente, ingresó a Ingeniería Mecánica en la PUCP en el primer examen de admisión de 1997.
Entonces surgieron otras dificultades. Miguel no comprendía los cursos que sus compañeros aprobaban con facilidad. En lugar de ir a la Biblioteca Central para resolver ejercicios, él leía novelas de Bryce y observaba películas de Fellini.
Cuando jaló Física I por tercera vez quedó convencido de que debía cambiar de carrera. Escogió Periodismo. Sin embargo, se vio obligado a presentar una solicitud para permanecer en la universidad. Debido a la incertidumbre del resultado de la petición, decidió postular a Literatura en San Marcos en el 2000.
Para su sorpresa, Miguel ingresó en primer lugar. “Algo de lo que aprendí en Ciencias me sirvió (risas)”. La solicitud fue aceptada, por lo que durante cuatro años estudió ambas carreras; iba de un campus a otro durante el día. En el 2004, se graduó como periodista. El año pasado culminó los estudios de pregrado de Literatura. Previamente realizó una maestría en Historia de Arte y Curaduría.
Ahora Miguel prepara la tesis de su doctorado en Literatura Hispanoamericana sobre Luis Loayza, connotado escritor y crítico literario peruano, a quien admira con devoción. “Es un escritor de culto poco conocido, porque es un autor extraño en nuestra tradición literaria. Las decisiones estéticas e ideológicas en su producción siempre fueron a contracorriente”, declara.
Periodismo Zoom
Escribir es para Miguel una actividad tan placentera como agobiante. La primera versión de un texto da paso a un largo trabajo de edición. “Soy un obseso de cómo suena lo que he escrito. Leo y corrijo hasta aprender las oraciones de memoria”, asevera.
Ha publicado un libro de cuentos, Ciudades vencidas, y la novela Secta Pancho Fierro. Tiene en mente publicar un nuevo libro de cuentos, que tendrán como denominador común la intromisión de la ficción en la vida cotidiana de los personajes.
Por lo pronto, espera la publicación de Periodismo Zoom, ensayo sobre el impacto de la pandemia del COVID-19 en el periodismo peruano y las nuevas oportunidades para el ejercicio de esta profesión.
Miguel escribió el libro a partir de investigaciones y entrevistas a dieciocho periodistas de medios tradicionales y alternativos. El ensayo presta especial atención a la labor de estos últimos.
¿Qué sucedió con el periodismo peruano a raíz de la pandemia?
Por un lado, al igual que el gobierno, los medios no estaban preparados para un contexto como este por la poca especialización en temas médicos y científicos. En las primeras semanas solo reproducían noticias de organismos oficiales. Por eso en el libro resalto la labor de Salud con Lupa, que supo cubrir la necesidad de información de calidad sobre salud. La urgencia de publicar constantemente hizo que los medios presenten notas hechas de manera sencilla y con poco contraste de fuentes. Quedó en evidencia que no eran capaces de detectar la desinformación. Un ejemplo es el caso del doctor Cuyabamba, quien salió en todos los medios.
Por otro lado, algunos conceptos tradicionales del periodismo se han resignificado o desmantelado por completo. La pandemia replanteó la idea de que el periodista se hace en la calle. La prensa no necesitó una sala de redacción ni de la calle, porque esta se convirtió en un lugar de contagios y muertes. Hoy los periodistas cuentan con muchísimas herramientas en Internet para acceder a la información y realizar una labor responsable.
«La pandemia replanteó la idea de que el periodista se hace en la calle»
¿Cree que la gran demanda informativa durante la pandemia impulsó a los medios peruanos a mejorar la calidad de la información que ofrecieron?
No. La oferta periodística que tenemos ahora no da cuenta de un aprendizaje.
¿El modelo de negocio de los medios tradicionales ha fracasado?
No lo creo, pero sí fue muy impactado. Muchos diarios atravesaron una crisis económica que ocasionó despidos de su personal o que cierren definitivamente. Lo que sí ha fracasado es el modelo que se sostiene gracias a la publicidad o las visitas en la web. Esto generó un problema mayor, porque en su esfuerzo por tener más visitas el periodismo peruano cayó en varias ocasiones en prácticas antiéticas, como la desinformación o el clickbait. Los ingresos por publicidad que recibían los medios disminuyeron tras la aparición de Google. Con la pandemia se redujeron más. Eso explica la aparición de muchos emprendimientos periodísticos en Internet, sobre todo de personas que antes trabajaron en medios tradicionales. Es una buena noticia que aparezcan más medios periodísticos en Internet que buscan formas alternativas de financiamiento para que esa independencia permanezca.
Para Miguel la solución a la crisis económica y ética del periodismo es la creación de modelos alternativos de negocio. “El periodismo alternativo se diferencia del tradicional en cuanto a objetivos, organización, forma de negocio e intereses. También es una alternativa en cuanto a temas y especializaciones, como salud o investigación. Lo que no debe perderse es el servicio a la comunidad y la fiscalización del poder”.
¿Cuáles son las características de los medios alternativos?
Una muy interesante es el crowdfunding, el financiamiento gracias a tus lectores o seguidores que logra la sostenibilidad del medio. Eso permite una libertad que no ofrece el financiamiento externo. Sin embargo, lograr esa fidelización es un proceso difícil y largo. Para ello es importante crear contenido de calidad.
Otra característica es la ampliación de la oferta de productos, es decir, dejar de pensar en la noticia como insumo principal del medio. También puede ofrecer cursos, merchandising, libros, etcétera.
Quienes nacieron en este milenio no están acostumbrados a pagar por la información, porque la encuentran gratis a través de Google. Lograr que ellos contribuyan económicamente es un reto para los medios alternativos.
Hemos vivido consumiendo información gratuita a todo nivel. Adaptarnos al modelo periodístico de suscripción va a costar. Al igual que sucede con las plataformas de streaming, si yo me suscribo a algo, lo hago porque sé que es de calidad. Mientras el periodismo no ofrezca un producto de calidad, no tendrá éxito. Marco Sifuentes lo comprendió muy bien.
¿Qué oportunidades propone en su libro para el periodismo peruano postpandemia?
Una es aprovechar los nuevos espacios y formatos en Internet para realizar proyectos periodísticos y conseguir financiamiento. Por ejemplo, el streaming. Principalmente creo que es necesario pensar en la necesidad de organizar trabajos colaborativos, es decir, unirnos para hacer periodismo. El periodismo desprovisto de esta dimensión colectiva para su quehacer fiscalizador no tiene futuro.
Debemos delimitar los temas que ofrecemos teniendo como objetivo ofrecer información de calidad. Las herramientas que necesitamos están a nuestro alcance, incluso para monetizar. Solo falta construir redes y contenido de calidad.