Lima gaseada: cuando tu ciudad se torna irrespirable y te inundas de rabia y de pena

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Foto: María Alejandra Gonzales Ballón (@majaballon)
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Una reportera resume sus experiencias e imprecisiones cubriendo las protestas contra un nuevo gobierno que se presenta autoritario y cuenta con el respaldo del Congreso, las Fuerzas Armadas y los grandes medios de comunicación.
Texto y fotos: María Alejandra Gonzales Ballón (@majaballon)


Las calles del centro de Lima comenzaron a arder el lunes 12 de diciembre. Contábamos cinco días de protestas que, a medida que pasaban las horas, se tornaban más nutridas y contundentes. Para esa fecha dos manifestantes habían muerto en Andahuaylas a causa de la represión policial. Un tardío mensaje a la nación se escucharía horas después. La presidenta Dina Boluarte anunciaba que iba a plantear al Congreso el adelanto de elecciones para abril de 2024. Sin embargo, el mensaje no calmó las protestas.

La violencia escalaría en los próximos días. La convulsión social en las calles expresaba el hartazgo de la gente con la clase política. El clamor más extendido se resumía en la consigna. “¡Que se vayan todos!”. Entre las principales demandas se exigía el adelanto de elecciones, el cierre del Congreso y la restitución del expresidente Pedro Castillo, quien había sido vacado luego de su fallido golpe de Estado. 

Por la noche, los gases de las bombas lacrimógenas tornaron aún más gris el cielo de Lima, la sombría capital del Perú.

-¡Cuidado arriba!- gritaban algunos manifestantes, quienes sostenían unos escudos de madera para protegerse de los perdigones disparados por los policías. Desde el cielo empezaron a caer bombas lacrimógenas.

La Plaza San Martín y sus alrededores lucían completamente gaseadas. Manifestantes, vendedores ambulantes y transeúntes quedaron expuestos a esa neblina, artificial e irrespirable, que dificulta la respiración hasta que uno siente que se asfixia, que irrita los ojos y rápidamente nos arranca lágrimas, que provoca tos convulsionada y quema, como si fuera una plancha, nuestras mejillas. 

La solidaridad de los protestantes era, a pesar de la represión, la única arma que tenían para resistir. Cargaban botellas de vinagre y de agua para auxiliar a quienes eran afectados por los gases. Luego los llevaban a un casona en el jirón Camaná para darles alimento y bebida. Solo los dejaban ir cuando los veían recuperados. Cerca de las 8 de la noche del martes 12, un joven de 25 años fue impactado en la cabeza por una bomba lacrimógena. Luego se enteraron del diagnóstico: traumatismo encéfalo craneano severo. 

Martes 13

Se suspendieron las clases en todos los colegios de Lima para salvaguardar la integridad física y emocional de los escolares, en el marco de las protestas realizadas en la capital. Eso era lo que indicaba la Dirección Regional de Lima Metropolitana. 

Aquella noche hubo nuevos enfrentamientos entre manifestantes y policías. Bombas lacrimógenas y perdigones contra piedras y bloqueo de pistas. En las calles se exigía la renuncia de Dina Boluarte.

Un país en estado de emergencia

Cansados de la clase política que nos gobierna, los manifestantes continuaron protestando  en ciudades de 18 regiones del país. En muchas de ellas las carreteras permanecieron bloqueadas durante más de una semana. La demanda mayoritaria era el recorte del mandato presidencial y congresal. 

No se pueden soslayar las acciones vandálicas de grupos radicalizados. En estos días de descontento público también se destruyeron los locales de instituciones estatales, se incendiaron las instalaciones de empresas privadas y hubo saqueos en distintos centros de comercio. Este desborde violento solo sirvió para desacreditar una protesta que sin duda es legítima y mayoritaria. Así pues, el 14 de diciembre el gobierno de Dina Boluarte decretó el estado de emergencia nacional. Durante 30 días, los peruanos vamos a estar sumergidos en un régimen cívico – militar. 

Perú, país de luto 

28 sueños asesinados y 28 familias con heridas que quizás nunca cicatrizarán. En las dos últimas semanas hemos sido testigos de las protestas más sangrientas de los últimos treinta años. Al día de hoy, 23 de diciembre, víspera de Navidad, 22 peruanos murieron a causa de la represión policial y militar durante los enfrentamientos en las manifestaciones contra el gobierno de Dina Boluarte. Otros seis compatriotas perdieron la vida por causas indirectas (accidentes de tránsito o bloqueos de vías). Este es el balance doloroso de un cambio de rumbo político que se estrena manchado de sangre.