La muela del juicio final: Un retrato sobre la tortura de ir al dentista

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Con estas imágenes que provocan estremecimiento, Enmanuel Césare, alumno de la Especialidad de Comunicación Audiovisual, ganó el primer lugar de la categoría ‘reportaje fotográfico’ de los Premios Comunica 2016. Su mérito, sin duda, ha sido transmitir con la mayor intensidad posible aquella experiencia tortuosa que todos hemos experimentado más de una vez. Aquí el testimonio del autor.
Por: Somos Periodismo


«Mi abuelo era dentista. Mi tío también. Hay un consultorio dental dentro de mi casa (en serio). Por eso, durante mucho tiempo, no me provocaban miedo las citas con estos hombres de blanco; una situación común cuando uno vive rodeado de médicos. Sin embargo, desde que soy más consciente del trabajo que hacen ellos, tengo también grabada una certeza: la cita con el dentista puede ser algo terrorífico. Para los niños, por ejemplo, pero además para algunos adultos que todavía se mueren de miedo en la salita de espera. Las herramientas gélidas que te ponen la piel de gallina cuando te abren la boca, el dolor de un diente picado mientras lo taladran sin clemencia o permanecer expuesto a la luz invasiva de una lámpara durante horas son experiencias que nadie está soñando con repetir.

Alguna vez pensé que eran temores inventados; probablemente me dejé influir por la ficción televisiva. Y es que mi experiencia con estos señores nunca se había asomado a ese imaginario popular del dentista macabro. Sé que esa percepción se nutre sobre todo de un pasado no muy lejano, cuando los procedimientos odontológicos resultaban una pesadilla, una experiencia traumática y sin anestesia. Hoy estas prácticas han evolucionado para darle cierto confort al paciente, como una vez me explicó mi tío.

Así pensaba hasta que me sacaron las muelas del juicio. Una experiencia dolorosa, asquerosa y al mismo tiempo fascinante. Solo me aplicaron anestesia local, así que pude presenciar parcialmente la extracción. Este ‘bello’ capítulo de mi vida en el que me abrieron las encías, me cortaron con una sierra las muelas del juicio y luego me las extrajeron reavivó la imagen tétrica del dentista que escuché en mi infancia. Le dedicaría párrafos y poemas a la sangre que brotaba de mi boca, el jaloneo y dolor que le siguió cuando se acabó la anestesia (un día de semana a las 7 de la noche en medio de la Javier Prado). Por ahora le dedico a ese episodio esta serie de fotos».