La conexión de Koa Prato: de la ayahuasca al arte y el mar

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Ana Lucía Prato (28), también conocida como Koa Prato, es una artista peruana reconocida por sus murales y diseños inspirados en la naturaleza que la rodea. Su carrera artística empezó a los veintiún años, cuando se sentía perdida estudiando Gastronomía y, al darse la oportunidad, decide tomar ayahuasca para dar respuesta a la incertidumbre del futuro. A las semanas encuentra un pirograbador en su casa, una máquina eléctrica capaz de grabar madera y tejidos, iniciando así sus primeros dibujos y lo que sería su verdadera vocación. La siguiente crónica confirma lo que menciona Koa respecto a su propia trayectoria de vida: cuando una puerta se cierra, otras se abren. 

Por Francesca Tavella


Tenía diecisiete años cuando ingresó a la carrera de Hotelería en el Instituto Le Cordon Bleu. Levó un curso de cocina, que se terminó convirtiendo en su terapia y la convenció de cambiarse a Gastronomía. Aun así, pasó el tiempo y Ana Lucía, a sus veintiún años, se sentía perdida. No estar segura de lo que estaba haciendo ni de lo que quería hacer en el futuro la llevó, guiada por sus creencias, a probar esa bebida ancestral llamada ayahuasca en busca de respuestas. 

―Fue locazo porque pasó una semana y encuentro en mi casa un pirograbador. Yo no sabía dibujar, pero empecé a adentrarme y practicar con esta máquina quemando madera.

En su familia no había artistas, Ana Lucía tampoco solía darle tanto valor al arte y no entendía por qué las personas gastaban dinero en pinturas, esculturas o grabados. Este interés fue forjándose en ella poco a poco a la par que lo creaba. Su familia ya no podía asumir el costo de su carrera de Gastronomía. Por eso, durante el día trabajaba como cocinera para ganarse la vida y ahorrar. En la noche, se quedaba en su cuarto y de manera autodidacta se ponía a practicar. Al inicio calcaba y repasaba, buscaba tutoriales en YouTube, pero le aburrían y los cortaba, decidida a aprender sola, a aprender haciendo. Si algo se ha quedado desde sus inicios dibujando es el vínculo de sus obras con la naturaleza. 

Koa Prato sostiene su pirograbado de caracol marino en madera de capirona. Foto: @koaprato.

Ana Lucía creció en Chaclacayo, un ambiente más verde y natural. Luego de un tiempo también vivió en Cieneguilla. Estar alejada de tanto ruido y de tanta ciudad hizo que sintiera desde pequeña esta conexión con los animales y las plantas, por lo que define ‘Koa’ como su nombre artístico, palabra que viene de un ritual de reciprocidad a la Pachamama.

Si bien empezó sola con los dibujos en pirograbado, su primer mural no fue por iniciativa propia. Recuerda haberse juntado con ‘Monks’, su mejor amigo y artista muralista. Él se encontraba haciendo una intervención en la pared y la invitó a pintar. Se rehusó en un principio debido a que no conocía de brochas ni colores. Pero ‘Monks’ fue tan insistente que Koa asumió el desafío. Un colibrí en el cemento fue lo que necesitó para abrirse camino en nuevos lienzos.

Con un encanto especial por la sierra y la selva, Ana Lucía se inspiraba para darle vida a obras con colores que fueran capaces de llevarte a ambas geografías. Aunque había otro elemento que ella admiraba y con el que no lograba conectar: el mar. Pese a haber intentado surfear tanto a los once como a los dieciocho. “En un momento me acuerdo de que me metí al mar y sentí que no conectaba mucho, me daba miedo y me sentía muy insegura”, dice con una sonrisa que deja ver cómo todos esos sentimientos se encuentran ya en un pasado lejano.

Proceso del mural que Koa Prato, junto con el pintor Saúl, Luana Letts y Carolina Escalante, realizó en exteriores de un colegio inicial en El Ñuro (Piura) como actividad del Festival Somos Mar. Fuente: Jonathan Fleischman (@yoyo.fn) para Coast 2 Coast Movement.

En la pandemia a Koa se le presenta la oportunidad de ir al norte del Perú. Llega al distrito de Lobitos, en Piura, para participar del voluntariado Waves Lobitos, que le brinda un desarrollo integral a los niños que viven en la zona con su propio entorno. Encargándose de enseñarles arte, dos semanas fueron suficientes para ver cómo conectaban con el mar y tomar la decisión de surfear y así romper de una vez la distancia entre ella y la marea. El océano junto a los niños y la posibilidad de seguir con su arte la hicieron quedarse tres años en el lugar y a cargo temporalmente de la vicepresidencia del voluntariado. “Todo mi mundo empezó a girar en torno al mar. Y lo relacioné con el arte porque antes pensaba que no era lo mío”, apunta.

Rodeada de niños, batallaba con el no ser vista como una autoridad, tampoco como una niña más. Ana Lucía recuerda cuando estaban en la playa y entre todos la metieron al mar y tiraban arena. Aprendió en ese tiempo a ponerse firme cuando era necesario, pero también a poder conectarse con ellos a su manera, guiándolos en este crecimiento integral acompañado del arte.

La organización Waves Lobitos no fue la única con la que Koa ha trabajado. También ha participado de Coast 2 Coast Movement, organización que apoya el desarrollo de jóvenes ubicados en zonas pesqueras; o en Hazla por tu Ola, la cual busca la preservación de espacios marinos costeros. Ya sea con educación en el arte, diseños para las marcas, pintar murales o recoger basura en las playas.

Mural pintado por Koa Prato junto con niños en El Ñuro, Piura. Foto: archivo personal.

Cuando vivía en Lobitos (Piura) y debía ir a la capital para hacer algún trabajo, el mismo día que llegaba con la ropa llena de pintura se largaba. No aguantaba el ruido, el constante movimiento y esa capa gris que se ve en el cielo en invierno. No es casualidad que, al regresar definitivamente a Lima, decidiera mudarse al distrito de San Bartolo.

Y es este escape de la ciudad lo que Koa procura retratar en sus murales: «Quiero que la gente se relaje, que en el medio de la ciudad pueda ver un mural de un animal marino o de la selva, que sienta que se transporta a un lugar más natural». Este mismo sentir se encuentra no solo en el producto hecho, sino en su manera de dejar fluir los colores y elementos para concluir una obra. 

Ola mística que Koa Prato pintó sobre una tabla de surf para el Wipe Out Mallorca Surf Film Festival, España. Foto: @koaprato.

Koa ha dejado su marca en murales de Lima, Cusco, Talara, Trujillo, Tarapoto y Tumbes. Fuera del país, ha pintado unos de su autoría en la selva de Ecuador, Pasto (Colombia) y Mallorca (España). Como ella menciona, lo mejor de estos es lo efímeros que pueden ser. Al estar las paredes en el exterior, expuestos a los cambios del clima y a las personas que pasan, sus transformaciones con los años son únicas en cada mural.

Además de inspirar sus obras en la naturaleza, Koa intenta contribuir al medio ambiente a través de los materiales utilizados para crearlas. Su principal medio es el pirograbado, el cual ahorra tinta y se puede aplicar en madera, hojas y tela de algodón, pero también ha experimentado con plantas y ciertos objetos de la basura recogida en las playas como chapas de botellas.

Koa Prato explica cómo convirtió parte de los 197 kilogramos de basura recolectados en la playa San Pedro, Lurín, en su obra «Nuestras huellas en las escamas». Video adaptado de Conservación Internacional Perú.

Ahora Koa Prato se encuentra otra vez en San Bartolo, hace poco ha terminado un nuevo mural en el distrito. Pero las paredes no son el único lienzo encontrado este verano, pues la inauguración de su propio estudio de tatuajes al frente de la playa  permitirá que sus diseños se queden para siempre en la piel de quienes quieran tener de cerca esa naturaleza dentro de esta agobiante ciudad.