La Asociación Cámara Popular de Libreros, más conocida como “Feria de libros del jirón Amazonas”, es uno de los lugares preferidos de los amantes de la lectura. Sin embargo, la historia de este lugar y sus libreros se remonta a 24 años atrás. Desde entonces, este lugar que había sido tomado por delincuentes, fue recuperado hasta convertirse en lo que es hoy: un centro cultural al acceso de todos.
Durante los ochenta, el Perú pasó por una de las crisis económicas más devastadoras. En ese contexto, cientos de vendedores ambulantes se situaron en la avenida Grau. Muchos de ellos ofrecían libros de segunda mano. Años más tarde, estos fueron reubicados en la cuadra cuatro del jirón Amazonas.
Celia (78), librera del stand C-14, sospecha que los trasladaron con el fin de desaparecerlos del mercado, pues ofrecían libros a precios muy económicos. Aquí se pueden encontrar de todo: desde ejemplares que cuestan un sol hasta joyas literarias que se pagan en dólares.
Hace 24 años, el jirón Amazonas era un terreno abandonado, un refugio de delincuentes. Carbajal (72), librero del stand C-31, cuenta que una de las principales razones que desmotivaba a los visitantes era la inseguridad. “Era horroroso. Bronca mañana, tarde y noche”, recuerda. Para acabar con la violencia, los propios libreros decidieron contratar policías.
La Asociación Cámara Popular de Libreros está constituida por 201 socios y es conocida a nivel nacional. Esto se debe a que decidieron realizar ferias itinerantes en varias regiones del país. Celia recuerda haber visitado regiones como Junín, Cerro de Pasco y Apurímac. “He viajado por toda la serranía”, cuenta. Los libreros del jirón Amazonas llegaron a ciudades de todo el país.
Ahora utilizan medios como Facebook y WhatsApp para la coordinación y la venta. A pesar de la vía virtual, el jirón Amazonas rebosa de ávidos lectores que deciden conocerlo personalmente. Rodrigo Canelo, sociólogo de la PUCP, afirma que la feria recibe semanalmente alrededor de 20.000 visitantes.
Los libreros: fundadores del paraíso
Chávez (53), dueño del stand C-33, se inició en la venta de libros en la avenida Grau. Una vez instalados en el jirón Amazonas, sus fieles visitantes permitieron que se abrieran otros puestos de venta en los alrededores. Carbajal afirma que gracias a la actividad cultural, se pudo transformar una zona altamente peligrosa en un espacio seguro de comercio y lectura.
Chávez recuerda que su interés por los libros surgió cuando tenía 5 años, pues sus padres lo incentivaron a leer. “Creo que viene de mi genética. Como dice Piaget: ‘todo está en la genética’”, señala. Chávez cuenta que le llevó tiempo aprender a poner precio a los libros. Cuando recién empezó en el oficio, llegó a sus manos un diccionario en latín, el cual compró a cincuenta soles y vendió a cien. Tiempo después, se dio cuenta que pudo haberlo vendido a cien dólares.
Mientras conversábamos, un cliente le preguntó a un librero que estaba cerca a su puesto: “¿Tienes el libro Psicología de la mujer?”. Chávez se dio cuenta que su vecino no contaba con ese ejemplar e inmediatamente le preguntó: “¿Buscas Psicología de la mujer, ¿no? Puedo conseguirlo”. Luego de brindar una reseña del libro, procedieron a intercambiar números de celular.
Luis Martínez (63) se dedica a la venta de libros desde hace más de 30 años. Cuenta que empezó vendiendo libros junto a su padre en el cruce de la avenida 28 de julio y Aviación, en el año 1986. Un año más tarde, se independizó y se trasladó a la avenida Grau y, después, al stand B-22 del jirón Amazonas. Como en todo negocio, Martínez no solo vende libros, sino que también los compra. Él toma en cuenta principalmente el título y la editorial del libro antes de adquirirlo.
Durante la pandemia, la feria de libros del jirón Amazonas estuvo cerrada cuatro meses y dieciocho días. En ese lapso, libreros como Chávez pudieron solventar sus necesidades ejerciendo oficios que habían aprendido gracias a los libros. Martínez precisa que no todos regresaron cuando la feria volvió abrir sus puertas. “Muchos con los que iniciamos, ya no están. Hay una gran cantidad de vendedores nuevos”, comenta nostálgico.
Si bien la venta de libros digitales es más accesible, los lectores amantes de lo clásico siguen recurriendo a los libros en físico. En un lugar de conversaciones literarias, lleno de libros únicos, podemos encontrar joyas como ‘La Odisea’ en francés, una edición del año 1842. Dante (18), el librero que posee este volumen, asegura que no lo dejaría ir por menos de 300 soles.
Un paraíso olvidado
Los stands son espacios muy reducidos y no permiten mostrar todos los libros. Los libreros se ven en la necesidad de colocar los ejemplares en el suelo y, para mitigar los efectos de la humedad, los protegen con plástico.
La disminución del número de visitantes debido a la pandemia también los ha afectado. Juan Laurente, encargado de la comisión de educación y cultura de la Asociación Cámara Popular de Libreros, declara que el local no cuenta con el certificado de Defensa Civil. Por ende, tampoco posee licencia de funcionamiento. La feria podría ser cerrada. Esto afectaría no solo a los ingresos de los libreros, sino a todos los que recurren a este lugar en busca de conocimiento.
Se suele pensar que el peruano no lee, que no tiene interés por la lectura, o que esta actividad está asociada a personas que tienen un mayor nivel socioeconómico. Pero el sociólogo Rodrigo Canelo sostiene lo contrario. Él indica que la feria de libros es un espacio apto para todos los bolsillos y precisa que el ingreso familiar del 75% de los visitantes es menor a 3 000 soles. Amazonas reduce las barreras económicas. “Permite la democratización cultural y educativa”, enfatiza el sociólogo.
La feria cuenta con una sala de lectura. El visitante puede acceder a los textos de una voluminosa biblioteca. En las tardes, se organizan actividades gratuitas dirigidas a niños y adultos: cuentacuentos, presentaciones de libros, charlas, recitales de poesía, debates y piezas teatrales. El 8 de septiembre la feria del jirón Amazonas celebró 24 años de existencia. Este lugar posee tanta historia como los libros que alberga. Entre estantes, páginas añejas y miradas cómplices, libreros y lectores se encargan de mantener la pasión por la lectura.