Director, profesor, actor y dramaturgo, Fernando Luque (30) nunca se sacia con lo que entrega a su público. Es audaz, valiente y arriesgado con lo que desea intensamente. Atraído por el género trágico e interesado en saber más de la vida y la muerte, ha emprendido un exhaustivo viaje por el teatro. Si sentimos amor, felicidad y gratitud, ¿por qué rechazamos tanto el dolor, el odio y el miedo? Esta es la historia de un actor que busca que te conozcas por dentro y empieces a descubrirte.
*Este trabajo fue elaborado en el curso Taller de Crónica y Reportaje, dictado por el profesor Mario Munive.
Por Allisson Vega Soldado
“Apaguen sus celulares, por favor. La obra empezará pronto”. Ante el tercer llamado de advertencia, la audiencia está inquieta por el inicio de la función. Para algunos es la primera vez que pisan un teatro. Se imaginan que detrás del telón hay un elenco nervioso. No pueden estar más equivocados. Hace quince años que Fernando Luque dejó de sentir miedo al actuar. Su amplia trayectoria logra que siempre esté deseoso de enmascararse del nuevo personaje al que interpretará.
Desde una butaca, solo se observa la puesta en escena y actores en acción. Sin embargo, detrás se esconden meses de trabajo, esfuerzo e innovación. A Fernando le gusta explorar de todo un poco: canto, escritura, enseñanza, baile contemporáneo e incluso ballet. Lejos de ser solo hobbies, los utiliza como herramientas para enriquecer su próximo papel actoral. “No me considero un actor con una capacidad física sobresaliente, siento que puedo seguir mejorando. Creo que me gustaría ver qué más puedo hacer”, apunta.
Fernando daba vida a Alex en la serie televisiva De vuelta al barrio, pero le puso una pausa prolongada al mundo de la ‘pantalla chica’. Sus objetivos eran otros. A inicios de la pandemia, fundó la asociación cultural La Vaca Multicolor. No encontró un mejor nombre para su “hijo”, inspirado en el de la ciudad que existe en Así habló Zaratustra, uno de sus libros favoritos de Nietzsche.
Es el director general. Ya no solo interpreta, también crea personajes. Los moldea de acuerdo a su esencia. Deja su sangre en cada guion como representación de una sinceridad brutal que anhela tener con su audiencia. Sus obras teatrales expresan el ímpetu atribuido al dios griego Dioniso a tal punto que embriaga a cualquier espectador. Fernando es un todoterreno en el teatro y él lo sabe muy bien.
Esos temas sobre los que es difícil hablar
Intenta verbalizar los pensamientos que suelen rondar su mente o las experiencias que ha vivido. No obstante, conversar sobre ciertos tabúes como el consumo de plantas psicoactivas es complicado en una sociedad donde fácilmente eres juzgado y malinterpretado. “Nunca las he visto como un juego, yo creo que son fundamentales para transformar tu percepción de la vida, ver más partes de tu consciencia. De manera subjetiva, me ayuda a llegar a esa conexión artística y espiritual”. A fin de llegar a este nivel de vínculo, Fernando ha tenido que trabajar con meditación, religiosidad y misticismo.
Y como todo artista, sus obras son el reflejo de estas experiencias. Es el caso de su unipersonal La fiesta saturnal, que se estrenó en el 2021. Narra la historia de Manuel, un joven que en una excursión a las montañas se droga con una dosis alta de LSD. En este viaje, Manuel se encuentra con lo sobrenatural hasta perder el sentido de la identidad. Consiste en un retrato de la evolución y la divinidad que vive dentro de cada ser humano.
Fernando procura ser honesto en sus obras, aun cuando no sabe si logra serlo totalmente. Quiere abarcar los aspectos que consternan a las personas, aquellos cuestionamientos más espinosos de la experiencia humana. Por ello, escribió La tragedia de Alonso Alcedo, primer emperador del Perú, libro que aborda la fragilidad de la democracia peruana.
Y es así que, en el 2022, publicó la historia de Alonso Alcedo, una especie de ‘outsider’. No conforme con dejar en evidencia los vacíos de la política en el papel, le gustaría proyectarlos en el escenario. “Sería imposible que te deje indiferente porque pongo sobre la mesa un tema neurálgico en nuestro país. No son asuntos estúpidos ni satíricos, sino sobre la democracia en sí”, señala.
—No quiero ser invasiva y preguntarte por tu ideología, pero ¿cómo ves el contexto político peruano?
—Sin ninguna esperanza… La única manera de que haya una mejora es con un cambio radical. No me refiero a uno ideológico, sino ético. Yo trato de estar en un punto medio.
—Te funarán por ser tibio…
—(Ríe) Te juzgarán por todo, por ser de derecha, izquierda, radical o centro. Yo de verdad no creo que una de las partes esté completamente incorrecta. Algo bueno tendrá cada bando y sería bueno conciliar las ideas por el bien del pueblo, ¿no?
Inspiración en todos lados
Estudió con el destacado director de teatro Roberto Ángeles Tafur, de quien adquirió la capacidad de construir un personaje y saber qué hacer con él. Actuar es catártico para Fernando, se entrega por completo. Lo nominaron a mejor actor en los Premios Luces 2023 por su interpretación del villano más perverso de William Shakespeare: Yago de la obra Otelo.
El arte estimula el alma y toca fibras del espíritu. El teatro te hace conocer más de ti mismo, seas espectador, actor o director. Lo mágico es que todos resultamos ser partes de la misma obra teatral. Existe una cercanía intrínseca entre la escena y el público, justamente lo que Fernando ha deseado proyectar, esta vez en calidad de director, en El goce shakespeariano, que reúne siete escenas inolvidables de uno de los dramaturgos más importantes de Occidente, William Shakespeare. Llena de coros actorales, coreografías y música electrónica, fue estrenada a finales del 2023.
Nada es arbitrario en esta obra. Es innovadora porque mezcla elementos artísticos que jamás te habías imaginado. El vestuario, la iluminación, la música y el diseño escénico deben expresar aquello que el director de La Vaca Multicolor plantea transmitir a su público. Usa las sombras, las largas cortinas de tul y el movimiento de los actores detrás de ellas. “Una de las escenas más fuertes, en donde Otelo asesina a su esposa, está cubierta por un velo. Nunca ves lo que verdaderamente está pasando. Esta sensación del público hace que sea más espantosa la escena. ¡Están intrigados viendo este asesinato!”, explica.
Y ahí es donde entra la duda, ¿qué espera Fernando del espectador? Un cuestionamiento. El gozar estético de un acto tan terrible, aun cuando es una obra de teatro, nada más. Fernando busca que reconozcas que la perversidad es parte de las fuerzas humanas: “Es como hincar un alfiler en la vileza del ser. Obviamente no con el fin de darle rienda suelta, sino para no hacernos los santos tampoco”.
En Barcelona, en la ciudad de Figueres, se ubica el Teatro-Museo Dalí. En la que alguna vez fue la casa de uno de los máximos representantes del surrealismo, Salvador Dalí, se encuentran cuartos decorados de la manera más extravagante posible. En una de las habitaciones, se halla su obra estereoscópica, la cual invita de la manera más seductora a observar una suerte de ventana en la que, muy al fondo, está Las meninas, obra de Diego Velázquez, maestro de la pintura universal.
Fernando se situaba al frente de ella. Al tratar de ver todos los misterios de la pintura, sin darse cuenta estaba dentro del juego erótico de Dalí. Empujado por su curiosidad, había sido inclinado a lo que el pintor quería que viera, “aquella ventana en la que se encontraba la pintura de Velázquez”. Cuando por fin advirtió lo que estaba pasando, pensó: “Esta es una buena técnica, la puedo usar”.
Las cortinas se abren. Fernando Luque entra por completo en el personaje, libera los ángeles y demonios que lleva dentro de sí. Es imposible que su cuerpo se niegue a responder en el escenario. Sus movimientos son genuinos y los diálogos comienzan a tomar vida. Es así que con los pies descalzos, el pecho desnudo, el cabello alborotado y la cara pintada de blanco, entra al escenario uno de los mejores actores del Perú.